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miércoles, 20 de junio de 2012

Siria y la batalla final

Texto original: Al-Akhbar

Autor: Salamah Kayleh

Fecha: 20/06/2012

Manifestación en el zoco de Medhat Pasha, en el centro de Damasco
(19/06/2012)
 
No escribía en Al-Akhbar desde finales de abril, puesto que fui detenido el día 23 de ese mes y salí deportado de Siria el 14 de mayo, pero no he podido escribir durante este tiempo debido al deterioro de mi salud como consecuencia de mi detención. Ahora vuelvo a escribir. En primer lugar, quiero agradecer a todos los que me defendieron y exigieron mi liberación, escribieron quejándose o participaron en algún movimiento relacionado con mi detención. Mi agradecimiento es inmenso para todos ellos y lo que puedo decirles es que sigo siendo quien era, mantengo mi postura y mis prácticas.

Sigo en la lucha contra la dictadura en Siria y en todo el mundo árabe, y en la lucha por las peticiones de las clases populares con las que decidí posicionarme  y defender hace mucho al margen de lo que ello conllevara. Y por ello acabé encerrado en las cárceles de Siria durante ocho años. No dudé ni un instante en ponerme de lado de la revolución cuando empezó, especialmente cuando yo había dicho que Siria viviría una revolución y que el pueblo llenaría las calles para derrocar al régimen.

Siria está viviendo una revolución, no hay duda. La revolución triunfará, eso tampoco lo dudo. No voy a hablar de lo que me ha pasado, pues ya ha salido en los medios y no sirve de nada repetirlo. Lo que me importa es la situación en Siria ahora, mientras las autoridades llevan a cabo las más atroces matanzas y la más terrible destrucción en cada ciudad y municipio. Parece, por esto que acontece, que el régimen actúa con mucho nerviosismo y dudas, además de un intenso miedo,  que le hace no poseer nada excepto esta violencia salvaje. Es consciente de que toda la violencia ejercida durante un año y tres meses no ha detenido la revolución, que no la ha hecho retroceder y que parece que no lo hará en lo venidero.

La revolución se ha extendido a toda Siria prácticamente, y muchas zonas están fuera de control o débilmente controladas. Alepo se ha rebelado, esta ciudad que se consideraba el ideal de apoyo popular al régimen ahora necesita bombardeos y ocupaciones. El control sobre Damasco va en descenso, una ciudad que se consideraba como la base del régimen, para decir que el pueblo apoya al régimen. Las clases comerciantes, una parte de las cuales apoyaba al poder y financiaba a sus shabbiha, tienen la esperanza de que el régimen se marche tras fracasar en poner fin a la lucha y devolver la seguridad y estabilidad para que la vida económica vuelva a su sitio y eso se note en sus bolsillos.

Por eso, el régimen está nervioso y se encierra en el más estrecho círculo de su estructura, que considera de mayor confianza, ahora que la duda se ha extendido a todas las estructuras del Estado. También aplica las más atroces torturas contra los detenidos para que reconozcan que son miembros de “bandas armadas” que perpetran “violaciones, asesinatos y robos”, según la versión que se ha mantenido desde el principio para encubrir todos los asesinatos cometidos y que se cometen ahora. Si las autoridades dicen que “las bandas armadas” y los “emiratos salafistas” se han dado desde el principio (o sea, desde el 18 de marzo de 2011), Bashar al-Asad reconoció[1] que los primeros seis meses no se presenciaron acciones armadas, lo que demuestra que la versión redactada, y que probablemente lo estaba antes de la revolución, fabricaba los hechos para justificar el asesinato como forma de enfrentamiento al pueblo que se manifestaba y concentraba pacíficamente.

El régimen ahora está reducido a su estructura más central y por eso se comporta con más miedo que confianza. Esto es lo que le ha llevado a recurrir a las masacres en las que no solo se asesina, sino que también se degüella: operaciones que se han sucedido rápidamente en los últimos tiempos, a pesar de que ya estaban produciéndose hace meses. Se puede decir que el objetivo es asustar a los sectores alauíes más que asustar a la revolución, para imponer su aferramiento al régimen por miedo a que se desintegre y desplome el poder. Es decir, el objetivo de estas masacres es decirles que la caída del régimen conllevará masacres equivalentes, por lo que es necesario defender al poder hasta el final; o sea, a la mafia familiar que ha saqueado a toda la sociedad. En esta situación podría parecer que los restos de apoyo que le quedan al régimen puedan escaparse y que “la sólida estructura” pueda resquebrajarse mientras avista la desgracia que puede resultar de todo este salvajismo que el régimen está llevando a cabo por una mafia que defiende exclusivamente sus intereses. Es esto lo que fundamente tan cruenta locura que parece ser la batalla final de un conflicto cuyas bases ha puesto el pueblo a pesar de las injerencias, interconexiones, “películas” y toda la violencia que ha intentado abortarla.

Queda Rusia que, según se ha filtrado, ha empezado a tratar la etapa post Asad, para que Lavrov repita la misma frase y niegue lo que está claro, defendiendo al régimen del que parece que es el ministro de Exteriores. Lo que Rusia ha de saber es que es responsable de todos los crímenes cometidos y que se cometen por su protección absoluta del sangriento régimen, y que el apresurarse a “levantar la mano” del régimen dejando de protegerle es lo que podría compensar una política estúpida que ha seguido durante meses. Rusia parece ir hacia la superación de la etapa de Bashar, pero ello requiere velocidad para que no se amontonen los crímenes. La situación siria va hacia su desenlace: el pueblo es más fuerte y el régimen se debilita. Esa es la base que impondrá el cambio.

[1] Eso dijo Bashar en su último discurso (03/06/2012)

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