Autor: Elías Khoury
Fecha: 04/06/2012
No hay nada más cruel que las lágrimas que se secan en los
ojos, porque el ojo es el agua del cuerpo y el espejo del alma, y cuando se
secan las lágrimas, el ojo se vuelve de piedra”. Y en vez de llevar en tu cara
dos espejos que brillan con el agua de la vida, llevas dos piedras duras y
pesadas, convirtiéndose tu cara en una máscara y perdiéndose tu alma en la
oscuridad. Cuando se secan las palabras y se convierten en hojas de árbol
marchitas y llega la sed, no escuchas en tus palabras más que el crujido de las
hojas secas. La sequía de las palabras es una prolongación de la sequía de las lágrimas,
se seca en ti la vida, las palabras se despojan de sus significados y los ojos
de su agua.
Aquel día, cuando las imágenes de los niños degollados de
Al-Hawla devoraron nuestros ojos, sentí sed de lágrimas y añoré las palabras.
Ni lágrimas ni palabras, un vacío infinito, una tristeza que se añora dentro de
la tristeza, y un sufrimiento que llena el corazón y lo destroza.
¿Qué queda de la muerte? Preguntan los niños de Al-Hawla.
¿Qué hay tras esta muerte? Preguntan los niños de Siria.
Los niños de Al-Hawla no lloran, incluso la muerte se negó a
llorar en sus ojos, dado lo inesperado de las balas y los cuchillos. Los niños
de Al-Hawla duermen sin haber derramado una sola lágrima de miedo, sin decir
nada. La muerte los sorprendió y se durmieron, y su sangre se expandió por la
meseta de Al-Ghab (centro de Siria). Son niños que duermen, manchando su sueño
con su sangre, sangre que ilumina la noche de Siria con destellos de tristeza
en los que brilla la propia tristeza, y una llama de ira que no se parece a la
ira.
Niños a los que sorprendió la somnolencia de la muerte y se
durmieron, esparciendo letras que se abren como ojos sobre la faz de la Tierra.
Vi cómo el sueño ligero los acogía, ojos medio abiertos con vida y medio
cerrados por la muerte. Intenté gritar de dolor para decir a los niños de todo
el mundo que hoy son los niños dormidos de Al-Hawla, pero mi voz se congestionó
en mi garganta. Entré en un silencio en el que se rompe el silencio y mis ojos
se cerraron para abrazar el sueño de los niños, pero no pude. ¿Podemos cerrar
las piedras sobre las piedras? Ah, ojalá el joven fuera de piedra…
En este silencio vi cómo los niños de Al-Hawla se convertían
en una prolongación de los niños de Palestina, vi Ayn al-Zaytun, Al-Tantura y
Deir Yassin, vi Gaza y Jenin, vi nuestra Nakba no solo obra del ocupante israelí,
sino también del déspota que ha exterminado nuestra sangre y nuestra dignidad y
que ha violado la infancia de nuestro espíritus y sueños.
Vi el silencio vistiéndoos, niños del mundo lanzados en el agujero
de Al-Hawla, vi cómo aparecía sobre vosotros una mortaja tejida con la blancura
de vuestros espíritus y la fragancia de vuestros cuerpos. Vi cómo el olor de la
infancia ganaba sobre vosotros a los olores de la muerte.
Os huelo y huelo en vosotros mi espíritu cansado, mi vida cercana
a su fin, mi muerte que abraza en vuestra muerte la ambigua esperanza de que hayais
dibujado, mientras os subíais al altar de los sacrificios, un cuadro de rasgos
difusos cuyo nombre es la libertad de vuestro país y la dignidad de vuestro
pueblo. ¿Os pido que nos perdonéis porque no morimos nosotros en vez de
vosotros o tal vez porque hemos aceptado vuestra muerte como un sacrificio en
el altar de la bestia que nos desgarró antes de mataros y nos exterminó antes
de exterminar vuestros blandos y tiernos cuerpos y vuestros ojos que iluminan
la luz?
No nos perdonéis, niños de Al-Hawla, porque vuestra muerte
no ha sido un sacrificio necesario, nada justifica la muerte de los niños,
nada. No perdonéis al dictador sediento de sangre, no perdonéis a las plumas
que han escrito sobre vosotros, no me perdonéis a mí tampoco: no deberíamos
haber permitido vuestra muerte, deberíamos haberlo impedido. Esta sangre
permanecerá como una marca que nos recuerde que por mucho que hagamos, no mereceremos vuestro perdón.
La sangre de las vítimass desde Ghiath
Mátar a Basel
Shehada, incluido Samir Kassir[1], abraza vuestra sangre y se convierte con
ella en un grito que comenzó con Hamza al-Khateeb y los niños de Daraa,
anunciando que esta gran revolución siria refundaría la Tierra y las palabras
en los ojos de sus niños, que no conocen de la vida más que el amor, y que
desconocen todo de la muerte excepto la vida.
¿Conoces Siria?
¿Sientes los huesos de los padres y los abuelos temblando de
vida y de su sueño del nacimiento bañado en sangre?
¿Sabes cómo en Siria conducen a los niños como a ovejas al
matadero?
¿Conoces la Tierra?
Nos inclinamos ante los niños de Al-Hawla por su muerte sobre
la tierra del dolor, quebrándose nuestras almas por su sacrificio. La tristeza
por sus ojos, por los ojos de los niños de Siria y por los de los niños de todo
el mundo nos hace enmudecer y nos devora. La revolución seguirá construyendo la
justicia y no la venganza, el amor y no el rencor, seguirá así hasta que al
despunte el alba y caiga la dictadura. Ese día recuperaremos nuestras lágrimas
para llorar, nuestra libertad para escribir, y nuestro país para construir la
vida.
[1] Samir
Kassir periodista libanés asesinado en Líbano en 2005 por decir la verdad de lo
que sucedía y de la influencia siria en el país.
[2] El primer
niño mártir de la revolución, de la provincia de Daraa.
Este texto suyo me parece excelente y en cierta medida es muy hermoso y profundo. Me gustaría utilizarlo de base para escribir un poema.
ResponderEliminarEl texto es de Elias Khoury
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