Texto: Al-Quds
al-Arabi
Autor: Elías Khoury
Fecha: 25/06/2012
Me encontré con él en Beirut, vino con mi amiga Giselle
Khoury a la cafetería Chais en Al-Ashrafiyyeh, o Al-Jabal al-Sagir. Desde el
primer momento, sentí que estaba ante una experiencia teológica de liberación
que se materializaba en Siria y el mundo árabe. El padre Paolo me recordó la
cara de algunos sacerdotes en los que supe que Jesús el cristiano es el extraño
entre los extraños, el pobre entre los pobres y el que camina por la tierra
buscando la justicia y la libertad. Vi en sus ojos a mis amigos sacerdotes
trabajadores que trabajaron en Burj Hammud y al-Nabga (barrios de Beirut) a
finales de los setenta portando la antorcha de la justicia y la revolución, y
que eran un modelo de pobreza y sacrificio. También vi en él la cara del obispo
de Líbano George Khadar, cuando recuperaba Palestina con palabras y amor, así
como recordé la aparición del monje Elías Marcos en su monasterio convirtiendo
el cuerpo en un contenedor del espíritu.
El padre Paolo Dall’Oglio es un monje jesuita italiano, el
director del monasterio de Mar Musa al-Habshi en Nebek. Restauró el antiguo
monasterio y lo convirtió en una célula de diálogo, haciendo de él parte del
nuevo tejido sirio que los jóvenes crearon mientras construían con palabras,
coraje y razón el sueño democrático y humano que preparó el camino hacia la
revolución. Lo han echado de Siria porque dijo la verdad sobre la crueldad y la
injusticia, y participó en la restauración de los corazones que rompió la
represión.
Habla árabe como los árabes y habla de Siria como quien
habla de su país, habla de sus nuevas raíces que han nacido en la tierra del
Bilad Al-Sham. Dijo que es sirio y escuché en mi corazón las voces de los y las
jóvenes que vinieron a Mar Musa donde rezaron por el mártir cineasta Bassel
Shehada (que cayó en Homs y a cuya familia no se le permitió celebrar un
funeral en la iglesia de San Killis en al-Qusaa en Damasco). Escuché las voces
de los jóvenes diciendo al monje italiano de nacimiento que a Siria y a toda la
tierra de los árabes le honra usted, sirio noble.
Me encontré con el padre Paolo para descubrir una amistad
que comenzó hace tiempo y la vi dibujándose en la cara de otro monje sirio, que
es Nibras Shehayed, que trabaja en Beirut como profesor de seminario en la
universidad jesuita, y que es quien me habló sobre su amigo el padre Paolo. Con
estos dos monjes y otros como ellos se levanta la voz de la nación por encima
de las voces de los radicalismos sectarios que fabrican los shabbiha y
los mercenarios, que no solo les basta con matar y robar sino que han
establecido un mercado público de lo que han robado en Homs, llamado el mercado
suní, según Reuters. El objetivo es llevar a Siria a un conflicto sectario,
proyecto criminal en que el régimen dictatorial que está llegando a su caso
cree que puede implicar a las minorías.
El crimen del padre Paolo que llevó a su expulsión de Siria
es que está en contra de los crímenes. Es un hombre de unos cincuenta años alto
e increíblemente modesto. Sorprende su identificación con las víctimas de la
represión, tanto musulmanes, como cristianos y alauíes. Es un hombre que llama
a la justicia, la libertad y la paz, y que advierte de la posibilidad de que
los efectos de la violencia salvaje que practica el régimen con su ejército y
sus vándalos destruyan el tejido social y político sirio, como preludio a la
destrucción que prometió Al-Asad padre con su eternidad y que lleva a cabo el
hijo para ganarse la eternidad prometida del padre.
El padre Paolo dijo que un crimen enorme se está cometiendo
en Siria y lo echaron de su país, porque su voz vino a contradecir la voz de la
institución religiosa oficial que se inclinó ante la represión y fue cómplice
de la misma. Aquí no hablo de una personalidad dudosa como el obispo Lucas
Al-Khoury o la monja Mary Anis, que trabajan como portavoces securitarios. No
entiendo cómo se callan la iglesia ortodoxa y el patriarca Ignacio Hazim ante
un delegado patriarcal en Damasco que no tiene mayor interés que defender al
régimen, o cómo la institución católica está conforme con que la monja siga trabajando
como mediadora entre los shabbiha de la seguridad siria y la Iglesia…
La vergüenza que anuncia la posturaoficial de las iglesias
sirias no puede justificarla el miedo solo, sino que deben desenterrarse sus
profundas raíces que vienen de un nuevo sentimiento de inferioridad o de estar
protegidos que la dictadura ha creado, y que es más salvaje que el
proteccionismo antiguo, porque impone el silencio no solo a las minorías, sino
también a la mayoría.
Esta es una vergüenza que supone un preludio de la desgracia,
y es de una magnitud que no reduce el hecho de argumentar la postura oficial de
todos los líderes espirituales en Siria desde los sheijs Hassun y al-Buti hasta
el patriarca Lahham, que es resultado de la injerencia de las autoridades en
todas las instituciones de la sociedad, incluida la religiosa. Una vergüenza
cuya responsabilidad es de los individuos que se han puesto al servicio del
demonio.
Nada justifica el silencio porque callarse ante un crimen es
participar en él y argumentar miedo es irrisorio en un tiempo en que el miedo a
los bombardeos, los asesinatos y los degüellos es generalizado.
Pregunté al padre Paolo por Homs y sus desgracias, y vi cómo
este monje que se ha convertido en un “padre para todos los sirios”, como
escribió Muhammad Ali Atassi, dibujaba su patria siria como un clúster de
lágrimas en mis ojos.
El modelo que ha creado este monje sirio ha acabado con la
vergüenza que la institución oficial de la Iglesia ha hecho cargar a los
cristianos sirios, recuperando los instantes honorables de la historia siria
moderna cuando los sirios, en sus distintas confesiones se unieron en su lucha
nacional contra el colonialismo francés.
El padre Paolo nos lleva al espiritualismo honroso
hundiéndonos en las profundas raíces en la sociedad árabe e islámica, haciendo
de su vida un testimonio y de su testimonio una vida. Con él descubrimos cómo
las palabras se convierten en cuerpo y el cuerpo en palabra, y con su
experiencia que une la modestia y la heroicidad, conocemos la nueva Siria que
nace del vientre del dolor, la sangre y el martirio.
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