Texto original: Al-Quds al-Arabi
Autor: Elías Khoury
Fecha: 15/05/2012, Aniversario de la Nakba palestina
Nuestro gran maestro el historiador Constantin Zureiq (1909-2000)
fue el primero que llamó a las cosas por su nombre en su libro “El significado
de la Nakba”, que fue publicado en 1948; es decir, el mismo año del Gran
Desastre. Lo que llama la atención es que quien lo hizo no fue un palestino,
pero vio con la intuición del historiador y el luchador nacional los efectos
destructores de los que avisaba la Nakba de los palestinos.
Hoy, sesenta y cuatro años después, descubrimos lo bien que
se adecuaba la expresión porque se convirtió en una palabra que no permitía
traducirse, al materializar la especial naturaleza de la gran catástrofe que
acaeció al pueblo palestino.
Pero lo que se le pasó señalar a nuestro gran historiador
fue que la Nakba no es un hecho específico que sucedió en 1948, sino que es un
proceso catastrófico que comenzó ese año y que aún no se ha detenido, porque
los árabes y los palestinos carecían de la consciencia necesaria para erigir
una fuerza que pudiese detenerlo en un punto concreto. Hoy vemos que la Nakba
se dibuja en los cuerpos de los presos palestinos en su heroica huelga de
hambre y en el hecho de que llevan solos la bandera de la resistencia popular
contra la Nakba que llegó a su salvaje cénit colonial y destructivo con el
desplome de Oslo.
El aniversario de la Nakba no es una ocasión para recordar
el pasado, no porque hayamos perdido la memoria, sino porque el pasado no es
pasado, y porque la Nakba se hunde más en la tierra y los cuerpos cada día que
pasa, anunciando la tristeza de este tiempo y su decadencia. Un tiempo en el
que los arribistas y oportunistas están en primer plano, un tiempo en el que no
hay unidad nacional ni una verdadera búsqueda de un horizonte que rompa el
círculo vicioso de la ocupación por medio de la violencia, el bloqueo y las
cárceles.
Creo que ese año de la Nakba debe empujarnos a pensar en la
nación de Constantin Zureiq, que fue la primera en pagar el precio de la Nakba
por esa estúpida idea que condujo los golpes militares, por la cual Siria quedó
sepultada bajo las botas de los oficiales que consideraron que podrían ocultar
la Nakba con las estrellas colgadas sobre sus hombros, convirtiéndose en
instrumentos de la Nakba y la causa de su prolongación. Así, destrozaron su
país con la dictadura y la represión. En vez de ser Siria, que es el corazón
del Bilad al-Sham y su centro, una fortaleza para detener el proceso de
la Nakba, Siria se destruyó a sí misma por la ocupación a manos de quienes pretendieron
haber accedido al poder para resucitar la gloria de la nación, convirtiéndose
su autoridad militar partidista en una forma de ocupación y una herramienta
para destruir el Estado y la sociedad.
Este gran damasceno merece que su ciudad y su país sean
recordados el día de la Nakba. Es cierto que Zureiq fue uno de los creadores de
la idea árabe moderna y que se pasó su vida entre Damasco y Beirut, y que no le
gustaban las adscripciones regionales, por eso era tan palestino como sirio, y
tan libanés como palestino. Sin embargo, este gran damasceno era hijo de su contexto,
que soñaba con la libertad, la independencia y la democracia, y por ello, puso
su cultura y conocimiento al servicio de la cuestión de la modernización y la
cristalización de la idea nacional laica. Hoy descubrimos cuánta razón tenía cuando
acuñó una palabra nueva y antigua al mismo tiempo que podía predecir las
consecuencias desastrosas y señalar a la vez el camino para evitarlas. La Nakba
que no podía impedirse en un de post Segunda Guerra Mundial y en un mundo árabe
gobernado por una mezcla de represión y traición, podría haberse contenido o al
menos reducirse sus efectos como paso previo a su superación total.
Pero el Oriente árabe, que enfermó de golpes militares,
perdió el norte antes de que llegase la derrota de junio de 1967 a anunciar la instauración
del despotismo absoluto por medio de la creación de un dictador dictatorial que
no era más que una imagen distorsionada de Abdel Nasser. Un dictador que se dedicó
a gobernar a hierro y fuego, con locura y valiéndose del pillaje. Los modelos dictatoriales que nacieron a orillas de la
derrota del 67 desde Ja’far al-Numairi (Sudán) a Gadafi, pasando por Saddam
Hussein y el dúo Sadat y Mubarak hasta llegar a los dos Asad fue el anuncio de
que la oscuridad de la Nakba apagaría a todo el Oriente árabe, convirtiendo al
centro del período de la Nahda (el Renacimiento o Ilustración árabe) en el
centro de la decadencia, donde reinan la muerte y el miedo, dejando que la
ocupación israelí obrase a su antojo y convirtiendo a nuestros países en un
campo de de juego para las potencias coloniales.
En la ciudad de Constantin Zureiq está teniendo lugar la
lucha definitiva de la época de la oscuridad dictatorial. De aquí saca el
régimen la desesperación para volver a sembrarla de nuevo, convirtiendo su
aparato militar y su experiencia represora en un instrumento para carcomer lo
que queda del Estado, como preludio a la destrucción de la nación.
La época de las repúblicas hereditarias que se han
derrumbado en Egipto, Túnez, Libia y Yemen, está librando su última batalla en
el mismo sitio en el que se inició, pues el modelo hereditario comenzó en Siria
y no terminará si no termina allí. Se trata de un modelo que mezcla la lógica
monárquica con los métodos de la mafia, y que se vale de la experiencia de Corea
del Norte para imponer lo que parece una losa sobre la gente.
En “El significado de la Nakba” y “El significado de la
Nakba de nuevo”, Constantin Zureiq puso de manifiesto los defectos y errores
que llevaron a tales derrotas, pero nos dejó a nosotros el descubrir que el
volumen de la catástrofe que provocó la dictadura hizo de la Nakba palestina algo
generalizado a todo el entorno, y que el proyecto de los nuevos “nakbistas” era
el acabar con todo, para que la destrucción dominase. Ello les permitiría ser
los cuervos de la muerte y sus señores.
Miles de palestinos en las cárceles están en huelga de
hambre y decenas de miles de sirios están en las cárceles y centros de
detención. Una intifada abortada en Palestina recibe estímulos para comenzar de
nuevo, y una intifada en Siria que resiste los intentos de ser abortada con
paciencia y tesón.
Es triste, pero también digno de enfado. Edward W. Said (1935-2000)
recurría a la palabra enfado para resistir con ella su desesperación ante los
derroteros de Oslo y lo que vino tras ellos. El enfado hoy es algo común. Los
pueblos resisten la desesperación con su enfado y la muerte enfrentándose a
ella. Aquí comienza la respuesta al tiempo de la Nakba, y aquí se decidirá el
destino árabe. En Siria y Palestina hay una única batalla cuyo nombre es la recuperación del derecho a existir y la
recuperación de la dignidad humana.
La respuesta al tiempo de la Nakba comienza con la
vuelta del espíritu y la recuperación de la consciencia. La coyuntura es difícil
y peligrosa y está llena de desfiladeros, pero ha de cruzarse para que la vida
comience su curso de nuevo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario