Texto original: Al-Quds al-Arabi
Autor. Elías Khoury
Fecha: 22/05/2012
La parte final del texto se ha omitido por no corresponder a los contenidos del blog y tratarse de un apéndice sobre un escritor argelino.
“¿Qué hay después de la desesperación?”, me preguntó.
“¿Qué desesperación?”, le dije.
“Nuestra desesperación”, dijo. “La desesperación de los
desesperados”.
Le dije que yo no me desesperaré, no porque crea que el
régimen de la represión se avergonzará de las miradas de sus víctimas, sino
porque pienso que las miradas de las víctimas que se han desesperado de
esperar han entrado en una etapa post-desesperación, el verdadero nombre de
la esperanza.
“Pero yo estoy desesperado”, me dijo mi amigo. “Esperábamos
que cayera el régimen asadiano, como cayeron los regímenes de Mubarak y Ben
Ali; es decir, por medio de la fuerza de la revolución popular y la neutralidad
del aparato militar, pero aquí estamos con un aparato que aún trabaja a pleno
rendimiento y que ha logrado atraer al terrorismo salafista para convertirlo en
su último instrumento para atemorizar a la gente”.
También dijo que estaba triste por las frustraciones
provocadas por la oposición siria: “Como si hubiera una profunda crisis que
hubiera destruido a una generación al completo”. Dijo que comprendía que la
oposición política fuera débil y dubitativa tras largas décadas de represión,
pero, tras todo lo sucedido en Siria y la sangre derramada, descubrimos que la oposición come a cuenta de los jóvenes revolucionarios, y que no tiene nada que
ofrecer más que palabras y divisiones.
Dijo que valoraba mucho a Ghalioun, por ser un intelectual y
académico que aceptó soportar la carga del liderazgo, pero que no entendía por
qué se había aferrado a la presidencia, ni por qué tales maniobras para
conservar su puesto. “En esta revolución, la posición más alta es la de los
mártires, los detenidos y los manifestantes; las presidencias y
secretarías generales están en los escalafones más bajos”.
Discusiones políticas parecidas a este diálogo tienen lugar
a diario y llegan bien a la desesperación, bien al silencio, como si el discurso
político se perdiese en el vacío y se convirtiera en un instrumento para que la
gente no diga nada ante el monstruo de los crímenes organizados en Siria.
Para comprender lo que sucede en Siria debemos comprender el cambio del lema político central del régimen. El lema en el pasado era:
“Nuestro presidente para la eternidad”, pero hoy es: “Al-Asad o nadie”. En el
pasado, el régimen estaba tranquilo con su imagen dibujada mediante el terror,
y la eternidad estaba al alcance de la mano, e incluso algunos exagerados
hablaban de “más allá de la eternidad”. Así, el lema acabó siendo “para la
eternidad y más allá”. Pero tras extenderse la mecha de la revolución en la
mayoría de zonas de Siria y la entrada de la eternidad en la ecuación de la
libertad por medio del lema “Libertad para la eternidad”[1], y tras el desplome
del principio del miedo sobre el que el régimen había erigido su pirámide de
poder, se elevó el verdadero lema del régimen - “Al-Asad o nadie”-, que es el
principio organizador de la autoridad dictatorial baazista erigida sobre la
ecuación que identifica Estado y régimen y hace del país y el dictador gemelos.
Cuando el lema del régimen es llegar al vacío y el caos,
todo es posible, desde el cuerpo de Salama Kayleh agujereado por la tortura,
hasta este mar de sangre que lo inunda todo. El régimen no dará marcha atrás,
seguirá hasta el final, considerando que puede hacer de su final, el fin de todo en
Siria.
Lo trágico en la historia de la revoluión siria no es solo
esta indiferencia internacional que ha permitido al régimen ampararse en el
apoyo iraní y ruso y utilizar el aparato del engaño además del aparato de la
muerte, sino que también lo es este nivel político de la oposición, asfixiada
por las luchas el poder, ficticias e imaginarias, y esta triste ruptura entre
los y las jóvenes de Siria, que hacen milagros a diario, y los líderes políticos
que no han comprendido que la verdadera opción es apostar por el interior
insurrecto, y que el proceso revoluionario exige una renovación radical en su
organización y discurso políticos.
Mi amigo dijo que estaba desesperado.
Después me miró y dijo que él, como su país Siria, había
entrado en la etapa post-desesperación.
Y que tras la desesperación viene la esperanza porque “estamos
dominados por la esperanza” y porque tras esta oscuridad sangrienta, brillará
el sol por donde menos lo esperemos.
[1] Que se completa con “quieras o no, Asad”.
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