Autor: Subhi Hadidi
Fecha: 29/04/2012
A comienzos del pasado mes de febrero, recordé al gran poeta
sirio Nizar Qabbani (1923-1998), cuando Bashar al-Yafari, el delegado del régimen
sirio en la ONU, inauguró su discurso ante el Consejo de Seguridad con un verso
de ese poeta, para sugerir que aquel glorificaba con su poesía a la ciudad de
Damasco (símbolo del régimen, según el delegado del régimen), contra la
traición de los árabes y la ingratitud de los árabes. Como es bien sabido, y
como el propio Yafari sabe, el poema que citó no era otro que “Pensamientos de
un enamorado de Damasco”, donde ataca a los regímenes árabes del despotismo y
la corrupción en general, y al gobierno del partido Baaz en particular:
“Oh Damasco, ¿dónde están los ojos de Muawiya[1],
dónde los que alcanzaron el éxito?
Los caballos de Hamdan[2] ya no bailan,
y al-Mutanabbi ya no llena Alepo[3].
La tumba de Jaled en Homs, al rozarla,
se agita enfadada”.
Hoy, en el día en que se conmemora la muerte de Qabbani (30
de abril), vuelvo al poema “Pan, hachís y luna” y a un hecho relacionado con él,
de corte político, gubernamental, y parlamentario, que refleja el ambiente
sirio de los años cincuenta del siglo pasado. Además, este hecho lleva
connotaciones sobre el pasado y el presente, y tal vez de cara al futuro, pues
los sirios esperan que este su genuino levantamiento les lleve a una vida
democrática, algunas de cuyas características ya han probado, sobre todo en los
niveles de la tolerancia (religiosa, política y moral), la libertad de expresión,
la separación de poderes y la particularidad de la expresión literaria y el
poema. Un poema es aquí el ejemplo de esa tolerancia, y supuso un punto de
inflexión claro en el recorrido poético de Qabbani, tal vez incluso en su
pensamiento, porque, tras escribirlo, recibió el calificativo de poeta-crítico
social, radical, que se quiebra en lo más profundo y se desploma comenzando por
los cimiento.
No sorprende, por tanto, que el poema provocase la ira de
los conservadores y los religiosos en primer lugar (como ya sucedió con el
abuelo del poeta, el gran dramaturgo vanguardista Jalil Qabbani), pues no era común
en absoluto que a principios de los cincuenta del siglo pasado que un poeta
sirio, damasceno y musulmán escribiera:
“¿Y qué
ofrece el cielo
a los
débiles y perezosos,
que se
tornan muertos
cuando
vive la Luna?
Sacuden
las tumbas de los santos,
con la
esperanza de que les den arroz e hijos…
Las
tumbas de los santos…
Extienden
alfombras de elegantes bordones, y se consuelan con el opio
que
llamamos predestinación
y
decreto divino
En mi
tierra,
la
tierra de los ingenuos.”.
El poema era una
especie de panfleto político-social, público y poético, un puente de
significados y una seducción de la lengua, que invitaba a librarse de los grilletes
de la herencia, el Estado y la tribu… Entonces ¿cómo pudo componerlo un alto
funcionario del cinturón diplomático sirio, y uno de los empleados de mayor
rango en la embajada siria de Londres?
Puesto que un parlamentario sirio podía pedir explicaciones
al gobierno con libertad, el delegado Mustafa al-Zarqa (en su nombre y en
nombre del bloque de los Hermanos Musulmanes al que pertenecía), fue a
entrevistarse con el que por aquel entonces era el ministro de Exteriores
Khaled al-Azm, que lógicamente se negó, siendo un veterano liberal, a sancionar
a Qabbani o echarlo de su trabajo por su poema, fuera cual fuera su contenido.
Al-Zarqa, a continuación, ejerció el siguiente derecho: celebró
una sesión parlamentaria para interrogar al gobierno, presidida por Nazim
al-Qudsi, el presidente del Parlamento, y a la que asistió Sabri al-Asali,
presidente del Consejo de ministros y ministro de Interior, Abd al-Baqi Nizam
al-Din, ministro de Obras Públicas, Fajer Kialy, ministro de Economía Nacional,
Leon Zamariya, ministro de Hacienda y Ma’mun al-Kazbari, ministro de Justicia.
Al- Zarqa, que era un literato y un gramático, además de profesor en la
facultad de Jurisprudencia Islámica de la Universidad de Damasco, dio un
discurso excelente contra “un hombre que nos representa y pretende describirnos
en un poema descarado y corrupto moralmente en el que muestra la peor cara del
pueblo árabe, y lo hace a ojos de los extranjeros, dando una imagen que
revuelve el estómago de todo árabe que tiene conciencia de su virilidad y dignidad”.
Según cuenta Shams al-Din al-Ajlana, la sesión terminó sin
que se adoptase la sugerencia de llevar a Qabbani al comité de sanciones, por
lo que Al-Zarqa fue de nuevo a ver al ministro de Exteriores, el cual había
pedido al Secretario General del ministerio que preparase un informe detallado
sobre el expediente laboral de Qabbani (no el poético, ni el político, ni
siquiera el de los Servicios de Seguridad). La respuesta de Al-Azm fue: “Distinguidos
parlamentarios, quiero decirles abiertamente que en el ministerio de Asuntos Exteriores
sirio hay dos Nizares: Nizar Qabbani el funcionario, y Nizar Qabbani el poeta.
Tengo el expediente del primero aquí, es bueno y demuestra que es de los
mejores trabajadores de este ministerio. En lo que se refiere al segundo, Dios
lo ha hecho poeta y yo como ministro de Exteriores no tengo poder sobre él, ni
sobre su poesía. Si decís que os ha agredido con su poema, podéis devolverle el
ataque con un contra-poema, Dios evite a los creyentes las maldades del
enfrentamiento”.
Se esté de acuerdo o en desacuerdo con la posición de Al-Zarqa,
y se apoye o no el poema de Qabbani, hay una serie de realidades esenciales
innegables que están detrás de esta
historia: que la revista “Al-Adab” libanesa, que publicó el poema (y su jefe d
edición, el difunto Suhayl Idris, quiso ponerla en primera página) no fue
prohibida en Siria ni fue retirada del mercado tras el polémico episodio. Por
otro lado, la pugna entre Al-Zarqa y Qabbani no fue discutida en las oficias de
los servicios de inteligencia, ni arbitró en ella un oficial de seguridad.
Además, los parlamentarios ejercieron su derecho de objeción, y el ministro en
cuestión ejerció su derecho de respuesta a dicha objeción, y que, al final, tal y como dijo Al-Azm, Dios
evitó a los creyentes las maldades del enfrentamiento.
Ese hachís fue democrático, por tanto, ya que ni el poeta
acabó en la cárcel, ni fue juzgado según las leyes penales, escribiendo así una
nueva página dorada en el antiguo registro sirio… Ojalá que los sirios se
alegren de volver a ella como alternativa.
A continuación, la traducción del poema completo de "Pan, hachís y luna" de Nizar Qabbani, ya que nos parece interesante incluirlo:
Cuando
nace la Luna en Oriente
y
las pálidas planicies dormitan
bajo
mantos de flores,
dejan
las gentes las tabernas… y marchan en grupos
para
encontrarse con la Luna…
Llevan
pan y palabras a la cima de la montaña,
y
provisiones de narcóticos.
Venden
y compran imaginación
e
ilusiones
y
mueren cuando la Luna vive.
¿Qué
le hace el disco de luz
a
mi tierra?
La
tierra de los profetas,
la
tierra de los ingenuos,
los
que mascan tabaco, los que comercian con drogas.
¿Qué
nos hace la Luna,
que
perdemos la dignidad
y
vivimos mendigando al cielo?
¿Y
qué ofrece el cielo
a
los débiles y perezosos,
que
se tornan muertos
cuando
vive la Luna?
Sacuden
las tumbas de los santos,
con
la esperanza de que les den arroz e hijos…
Las
tumbas de los santos…
Extienden
alfombras de elegantes bordones, y se consuelan con el opio
que
llamamos predestinación
y
decreto divino
En
mi tierra,
la
tierra de los ingenuos.
¿Qué
debilidad y hastío
nos
invaden cuando su luz se derrama?
Las
alfombras, y miles de cestas,
y
tazas de té… y niños…llenan las colinas,
En
mi tierra,
donde
lloran los ingenuos
que
viven de una luz que no ven.
En
mi tierra…,
donde
viven las gentes sin ojos,
donde
lloran los ingenuos,
y
rezan, y fornican y viven resignados.
Como
siempre…, viven resignados
e
invocan a la Media Luna.
“Oh,
Luna,
oh
fuente de la que fluyen diamantes
y
hachís…y sopor…
Oh
señor marmóreo suspendido.
Oh
cosa increíble,
Ojalá
sigas siendo para Oriente… y para nosotros,
racimos
de diamantes para los millones cuyos sentidos están entumecidos,
en
las noches de Oriente…, cuando
la
luna se hace llena
y
se desnuda Oriente de toda su dignidad
y
su ardor…
Y
los millones que corren descalzos…
que
creen en cuatro esposas
y
en el Día del Juicio.
Los
millones que no ven el pan sino en sueños
y
pasan sus noches en casas de tos
donde
no se conoce el aspecto de una medicina…
Se
desnudan…
cadáveres
bajo la luz,
en
mi tierra…
Donde
lloran los ingenuos
y mueren de llanto
cuando
se les muestra la faz de la Media Luna.
Y
siguen llorando
cuando
les conmueven un vil laúd y “las noches”,
esa
muerte que llamamos en Oriente
“noches”
y canto.
En
mi tierra,
la
tierra de los ingenuos,
donde
se rumian largas composiciones poéticas,
esa
tuberculosis que asola Oriente,
las
largas composiciones.
Nuestro
Oriente que rumia la historia… los vagos sueños
y
las leyendas vacías.
Nuestro
Oriente que busca toda su heroicidad
en
Abu Zayd el Hilalí.
[1] Quinto califa del islam, que previamente fue gobernador
de Damasco y fundó la dinastía Omeya.
[2]Dinastía que gobernó el que entonces era el Estado de
Alepo en el siglo X.
[3] Poeta del siglo X conocido por sus poemas poco ortodoxos
y conocido como “el que llena el mundo (de problemas) y mantiene las mentes
ocupadas (en él)”.
Magnífico recordar a Nizar en estos momentos... ayer leí un verso conmovedor que decía..
ResponderEliminarNiños árabes,
Lluvia de primavera,
Panochas del futuro,
Vosotros sois la generación que superará la derrota.
Gran trabajo Na,
Un beso
Laila M.
Precioso, Laila.
ResponderEliminarMuchas gracias.