Texto original: Al-Quds al-Arabi
Autor: Elías Khoury
Fecha: 23/07/2012
El último discurso de Hassan Nasr Allah ha puesto los puntos
sobre las íes a la salida definitiva de su partido de la cuestión que atormenta
al mundo árabe y que ha situado a Siria hoy en la coyuntura de la victoria de
la revolución de su pueblo. Nasr Allah ha olvidado hacer la observación de que
el régimen asadiano se está desmoronando con las manos y la muerte de los
sirios, sin ninguna intervención militar exterior. Pero su gran error, el error
que ha sacado a su partido de la cuestión, no se esconde solo en su elegía por
los “compañeros de armas” de entre los esbirros de la seguridad siria que
dieron a probar a la gente el sabor de la humillación, sino que también se
esconde en su negativa total a reconocer el derecho de los sirios a enfrentarse
a este régimen de la dinastía asadiana que carece de toda legitimidad[1].
Hezbollah está en un callejón sin salida, un camino lleno de
peligros, pero que indica, desgraciadamente, que la resistencia islámica
libanesa, heredera de la resistencia palestina en Líbano, no ha aprendido del
pasado más que lecciones técnicas y ha repetido los mismos errores de antaño,
añadiendo un error funesto: la sectarización y confesionalización de la
resistencia, facilitando así el aislamiento de muchos libaneses y poniéndose en
clara y temerosa contraposición con su entorno árabe.
Hezbollah salió de su primera victoria en 2000, cuando
obligó a retirarse al ejército ocupante israelí, con un aura heroicidad y salió
de su segunda victoria en julio de 2006 con un aura de fuerza. Estas dos auras
fueron eliminadas y hundidas en el estancamiento sectario libanés, para después
llegar la revolución siria y acelerar dicho proceso de destrucción y llevarlo a
su final lógico.
Hezbollah ha heredado de la resistencia palestina los fantasmas
de las guerras civiles y lo cierto es que el partido ha tratado con mucha precaución
estos fantasmas y ha intentado
evitarlos, especialmente por medio de su comportamiento tolerante con el sur
liberado de Líbano. Ha logrado evitar las venganzas espontáneas y aleatorias
con una madurez excepcional, gracias a la cual ha superado el salvajismo de la
limpieza sectaria que acompañó a la guerra civil libanesa en sus distintas etapas.
Además de eso, el partido ha conseguido poner de manifiesto una seriedad
militar impresionante, pues ha utilizado el apoyo abierto iraní de armas y
dinero para construir un ejército real capaz de resistir, asestar derrotas y
provocar dolor a la ocupación israelí.
Pero lo que Hezbollah no ha podido ver es la desgracia de su
propia estructura, pues su éxito en la edificación de una fuerza luchadora
dentro de su territorio sur era el indicador de su fracaso en la construcción
de esta misma fuerza fuera de dicho territorio. La realidad es que este partido
no ha sido capaz de expandirse fuera de su ámbito sectario, pues es un partido
fundamentalista religioso que se adhiere al sistema ideológico del velayat-e
faqih fundado por Khomeini en Irán[2]. Por tanto, es el partido de una
minoría confesional que vive en Líbano, en medio de una selva de sectas
islámicas y cristianas.
Así, el partido ha superado su desgracia estructural por
medio del tejido de dos alianzas: la primera regional, totalmente dependiente
de las alianzas iraníes, y la segunda, local, que es parte del sistema de la
primera alianza, pero donde la voz cantante la lleva el régimen sirio. La primera
alianza lo ha lanzado a la trampa de la identificación con el régimen de la
familia Asad en Siria, y la segunda lo ha metido en contacto directo con la
guerra civil de la que intentó por todos los medios salir.
La última elegía de Nasr Allah a los generales de la
represión en Siria nos recuerda el fusil israelí que se llevó como trofeo la
resistencia y se la regaló al Secretario General de Hezbollah y a Rustom Ghazali[3].
Pero más importante que el regalo es el descenso hacia el precipicio de la
guerra civil, al ritmo de la gran lucha regional que dirige el Iran de Khomeini
en la región.
Las continuas tensiones libanesas han abierto úlceras en el
cuerpo de la resistencia, pero no pueden destruirla, porque la conciencia de la
gente en el mundo árabe está y seguirá estando centrada en la lucha contra la
ocupación israelí y ello es lo que ha permitido a Hezbollah, a pesar de todos
sus errores estructurales y sus tácticas políticas, mantener una parte de la
conciencia árabe enfrascada en resistir la derrota y la humillación con la que
el Estado de la ocupación persigue a los palestinos y a los árabes. Pero el
error letal en el que ha caído Hezbollah y en el que no cayó la resistencia
palestina, es el identificarse totalmente con un régimen que mata al pueblo
sirio y destruye sus ciudades y pueblos.
Se esperaba de un partido de resistencia que anunciara al
menos la apertura de las casas y los corazones libaneses a los refugiados
palestinos y que rechazara el discurso racista que se extiende por algunos
sectores libaneses contra el pueblo sirio. Pero no se ha conformado con ignorar
esta cuestión, olvidando la generosidad popular de los sirios con los
refugiados libaneses en 2006; al contrario, ha dedicado una elegía a los
generales de la represión y ha anunciado que continuará identificándose
plenamente con el régimen de los asesinos en Siria.
No hay duda de que la resistencia palestina, en su etapa
libanesa, cometió muchos errores en sus alianzas árabes, pero a pesar de ello,
abrió sus puertas a los opositores iraquíes, sirios, egipcios y otros, y no
olvidó que su apoyo y fuerza venían de los pueblos, no de los regímenes. Si existe
un episodio negro en esta historia es la entrega del luchador saudí Naser al-Sa’id[4]
a una muerte salvaje, un indicio infalible de que había llegado el principio
del ocaso.
El ciudadano árabe no puede comprender por qué Hezbollah el
resistente se ha metido en la trinchera enemiga del pueblo sirio. ¿Por qué
resistimos entonces? El abecedario de la revolución es la defensa de la
dignidad y la libertad del ser humano. ¿Cómo dirige la resistencia su discurso
contra el pueblo? Este es el momento de una verdad que la resistencia islámica
ha intentado no reconocer: la estructura sectario-confesional pone los límites
y los líderes iraníes son quienes deciden. La alianza con el régimen de los
Asad se ha convertido en la maldición de la resistencia y en su punto débil.
Es cierto que la revolución siria es el anuncio de un gran
cambio en la zona, como también es cierto que Occidente apoya el cambio de
régimen en Siria, al menos verbalmente. Sin embargo, ¿quién dice que Rusia no
es occidental y una fuerza colonial también? ¿Y quién dice que el Golfo, tras
la victoria de los pueblos de Oriente y Occidente (de los países árabes),
seguirá siendo el centro del mundo árabe y que se apoderará de las decisiones
de una revolución que se ha enfrentado al aparato de la represión salvaje sin
miedo? ¿Quién dice que los vientos de cambio se detendrán en la frontera siria?
Y finalmente, ¿quién dice que el llanto por quien ha clausurado el frente del
Golán durante cuarenta años, es mejor para liberarlo que el ponerse del lado de
un pueblo que lucha por su dignidad y la liberación de su voluntad y su tierra?
La resistencia libanesa ha salido del mapa y se ha quedado
fuera de la cuestión. Esa es la desgracia de la estructura sectaria libanesa
que ha devorado el trabajo de generaciones de resistencias -palestina, nacional
libanesa e islámica- y las ha eliminado.
Nada perdona los errores libaneses letales que no ven los
sacrificios del pueblo sirio más que a través de los ojos del sectarismo ciego,
considerando que pueden utilizar lo que sucede allí en el juego de sillas
sectarias aquí. Pero el dolor y la tristeza que deja la postura de la
resistencia islámica en las almas son sentimientos profundos y peligrosos, que
llaman a que se retome el trabajo por la liberación de la idea en sí de la
resistencia de todos los errores y pecados que se le han anexado. El oriente
árabe y especialmente Bilad al-Sham sigue necesitando una resistencia
global a la ocupación israelí, y ello no comenzará hasta la victoria de la
revolución democrática en Siria.
[1] En su discurso del 18 de julio de 2012, Nasr Allah se
refirió así a los fallecidos en el atentado de Damasco.
[2] Ideología fundada por Khomeini según la cual el poder y
la decisión final, en ausencia del Imam oculto, reside en el jurisconsulto, concretamente
en el Líder Supremo; es decir, a la clase clerical.
[3]Hombre fuerte de Siria en Líbano desde 2000 a 2005.
[4] Primer opositor al gobierno saudí que desapareció en
Líbano en 1979 para aparecer en el Reino de Arabia Saudí (1923-1979).
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