Texto original: Al-Quds al-Arabi
Autor: Elías Khoury
Fecha: 02/07/2012
La reunión de Ginebra ha anunciado la caída del régimen
aunque parezca que no ha dado ningún resultado determinante y que ha dejado que
su ambiguo texto sea pasto para las diversas interpretaciones cuyos rasgos
definitivos aún no se han perfilado más que en la tierra de la continua lucha
siria. Incluso el Padrino ruso no ha podido recurrir más que los trucos
verbales para cubrir con expresiones fluidas lo que ya está claro: Bashar
al-Asad ha perdido sus prerrogativas y hoy se ha convertido en una carga para
sus aliados y señores. El juego internacional ha entrado en una nueva etapa
tras la reunión de Ginebra, pero ha anunciado de la forma más clara cómo viven
las potencias internacionales o lo que llamábamos las potencias coloniales, y
cómo lo utilizan como un instrumento para extender su influencia o defender sus
intereses, sin tener en cuenta ni a las víctimas y ni el sufrimiento, haciendo
caso omiso a los valores humanos.
Los estadounidenses y sus aliados han presentado a lo largo
de la historia de su trato con nuestra región una prueba tras otra de que lo
que decimos es cierto, desde el bloqueo salvaje que fue impuesto en Iraq hasta
la destrucción mogol que los EEUU llevaron
cabo allí. Eso sin olvidar las desafortunadas posturas occidentales y
estadounidenses en lo referente a la ocupación y la represión que vive a su
sombra el pueblo palestino.
Hoy le toca a Rusia, porque Rusia, que regresa a la palestra
colonial tras años de coma posteriores a la caída de la Unión Soviética no ha
encontrado otro medio para proteger su ascenso que apoyar al régimen asadiano. Parece
que, desde el famoso veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, avergonzar a
los estadounidenses y sus aliados se ha convertido en una ganancia para Rusia.
A Al-Asad se le han dado varias teguas y todo el apoyo político y militar para
lograr acabar con la revolución. Las cuentas de los rusos se basaban en
equilibrar la fuerza del ejército leal a Al-Asad en contra de la revolución, y
ha jugado sobre la cuerda de todas las contradicciones desde la protección de
las minorías hasta el asustar con los islamistas yihadistas. Pero el régimen
sirio ha suspendido el examen que ha demostrado que un pueblo determinado a
lograr la libertad no puede ser reprimido. A pesar de las dudas de los llamados
“amigos de Siria” en apoyar a la revolución, a pesar de la escasez de las
ayudas, los sirios han logrado en medio de los ingentes sacrificios, contener
todos los intentos del régimen de abortar la revolución. De hecho, la
revolución popular y su homólogo armado (el Ejército Sirio Libre) han
demostrado su gran capacidad de resistencia, hasta el punto de que la
destrucción de Baba Amro no logró aplastar Homs, que sigue liberada y
resistiendo.
La trampa en la que han caído los rusos no ha sido solo por
su gélida indiferencia hacia el intenso dolor sirio, pues las otras potencias
coloniales participan junto a ellos de forma distinta en esta indiferencia,
sino también porque lo han apostado todo
un número, creyendo con demasiada ingenuidad que podían protegerlo y
acabar con él cuando llegara el momento. Con ello se granjearon la enemistad
del pueblo sirio y aparecieron como un Estado colonial que no tiene interés en
las aspiraciones de los pueblos, y solo intenta conservar lo que le queda de su
imperio que se desmorona sobre las calaveras de los sirios y sus cadáveres.
El juego cargado de cinismo y de imprudencia parecía al
principio como si fuera capaz de lograr encubrir los crímenes y legitimarlos,
especialmente cuando el pueblo sirio ha emprendido su revolución solo y sin
ningún apoyo, excepto mucha palabrería, mucho ruido mediático y mucha nada.
En cambio EEUU ha jugado al enfrentamiento con tranquilidad
porque tampoco les importa una Siria democrática y libre, y su apoyo a la
revolución se ha limitado a montar trampas para los rusos, para que se
impliquen aún más. El mejor ejemplo de ello es la sorprendente respuesta al
derribo del avión turco, cuando se tragaron la humillación para que las
negociaciones en Ginebra no giraran en torno a la posibilidad de una guerra
regional que habría dado a los rusos una carta de negociación extra.
Los rusos están implicados ahora en un régimen que se
desploma y descubren que Al-Asad hijo no les hace caso el caso necesario para
empujarle a aceptar un gobierno de transición que anuncie su fin. El hombre hizo
uso de la última reserva que le quedaba cuando fue a concederles a los iraníes una
entrevista televisiva antes de la reunión de Ginebra en la que anunció su
rechazo previo a las decisiones internacionales relacionadas con Siria.
Al-Asad hijo entrará en la batalla hasta el final, cueste lo
que cueste y el final, según la costumbre del régimen, es el final de Siria,
que lleva implícito también el fin de la influencia rusa en ella. Lo que quiere
el régimen es llegar a una guerra civil total, que es precisamente lo que ha
anunciado tras conformar su nuevo gobierno y lo que ha puesto en marcha sin
descanso. Es aquí donde comienza el dilema ruso a perfilarse de forma clara: ¿Qué
harán los rusos con su aliado que se resquebraja? La política rusa está ante
dos opciones, cada cual peor:
-La primera es anunciar que se desentiende del régimen, lo
que significaría el comienzo de su total desintegración y el desplome de su
institución militar, único centro de su influencia en el país.
-La segunda es seguir apoyando su opción desvariada, lo que
significa que la guerra se alargará, pero que llevará tarde o temprano a la
derrota del régimen y la desintegración de su aparato militar, golpeando
también la estructura del Estado sirio, lo que significa que los rusos perderán
su último asentamiento en Siria.
Esta es la trampa en la que EEUU teme, a día de hoy, caer en
Egipto, desde que interfirieron por la fuerza para impedir a la Cúpula militar
que falsease los resultados de las elecciones presidenciales en Egipto,
fundando un nuevo equilibrio de fuerzas en el país, que conservase
temporalmente tal vez la influencia estadounidense en el ejército, al tiempo que
se acerca a los Hermanos, si bien con mayor cautela.
Los rusos son incapaces ahora de conseguir una solución
siria parecida, y ello es resultado de la naturaleza mafioso-militar-económica-política
del régimen que Al-Asad padre ingenió por un lado y, por otro, de la locura del
hijo, su ingenuidad y la insistencia de la familia gobernante en acercarse a un
comportamiento al estilo gadafista.
La solución egipcia o yemení supone una liberación para los
rusos y los estadounidenses de lo desconocido, pero no es posible y el precio
de ello no lo pagará más que el bolsillo ruso, porque cualquier desafío al
aparato del Estado sirio supondrá el fin total de la influencia rusa, mientras
que EEUU posee la reserva islamista moderada que va desde los Hermanos hasta
los turcos, de forma que la caída del régimen sirio tome un cariz afgano.
La pelota, por tanto, está en el campo ruso, y la única
pregunta hoy es si los rusos tienen la influencia suficiente y la capacidad
para convencer a Al-Asad hijo de que debe marcharse y/o poner fin a los
elementos del régimen mismo como preludio a la entrada en una situación de pacto
que mantenga un mínimo de su influencia, o si, por el contrario han caído en una
trampa sin salida.
Pero lo que nos interesa principalmente, es decir la gloriosa
revolución siria con su heroísmo legendario, es que esta continúa independientemente
de las maniobras internacionales, y vive hoy una etapa de transición desde la
resistencia al perfilamiento de los rasgos de la victoria. Será ella quien
anuncie la marcha del régimen tras haber anunciado ya su caída.
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