Texto original: Lebanon NOW
Autor: Yara Nseir
Fecha: 18/08/2012
Pintura de Soheir Fouzat
El viaje a Alepo estos días está plagado de peligros. Además
de las posibilidades de que haya bombardeos indiscriminados, que siempre se
esperan, al viajero puede sorprenderle un tanque escondido junto a la carretera
general o un control “móvil” [1] del ejército regular, como lo llama la gente
de la zona. Nuestro conductor, un joven
llamado Hassan y que pertenece al Ejército Sirio Libre (ESL), intenta evitar
los caminos principales en la medida de lo posible, conduciendo en cambio por
caminos serpenteantes entre los pueblos. Su mano tiembla sobre el volante cuando
se ve obligado a circular por un tramo de la autopista que lleva al aeropuerto de
Alepo. Sus ojos están clavados en un tanque
parado a una distancia no muy lejana, y se encomienda a que “Dios haga
que no nos vean”, según expresa.
Para ir desde la zona rural de Alepo hasta Idleb hay unos “códigos”
especiales entre los conductores. Dos coches que vienen en dirección contraria
reducen la marcha de forma espontánea para intercambiar consejos del tipo “Hermano,
ve por aquí, en cuatro kilómetros no hay nada” o “gira y vuelve, hay un control
un poco más adelante”. Los que reciben los consejos lo hacen con una confianza
tal como el deseo que tienen por seguir vivos.
Estos “códigos” de los conductores han creado el sistema
espontáneo de comunicación como alternativa a las señales de conducción
anteriores, del mismo modo que los carteles azules han perdido hoy su
significado, provocando en los que los cruzan un sentimiento amargo de extrañeza
al ver por ejemplo un cartel que dice “Alepo a 40km”, u otro que dice “Cuidado,
cruce peligroso”.
También ha perdido su significado la administración general
que se encargaba de los asuntos de la vida cotidiana, no solo por la ausencia
del Estado o las instituciones, sino porque también hay un rechazo implícito a
todos los sistemas administrativos locales que trajo consigo el gobierno
régimen del Baaz. Por tanto, puesto que los habitantes locales son conscientes
de que este vacío administrativo necesita una alternativa y ante la ausencia de
cualquier presencia real del poder político por parte de la oposición, algunas
iniciativas civiles intentan llenar el vacío y organizar los asuntos diarios. “Abu
Haya”, presidente de un grupo de “fuerzas de la seguridad revolucionaria” sobre
el terreno, conformada recientemente en Saraqeb, ve que hay una gran brecha en
el nivel de la organización y la seguridad, especialmente cuando algunas
personas han aprovechado la marcha de la seguridad en el sentido negativo: “Así
que abrimos la lista de voluntarios para formar unas fuerzas de seguridad
revolucionarias y trabajamos para la creación de grupos de civiles que
organizan el tráfico y controlan la seguridad, además de coordinar servicios
como los trabajos municipales, entre los que se encuentran la limpieza de las
calles o el tirar la basura”. Según Abu Haya, estas fuerzas están ligadas
administrativamente a la coordinadora de la ciudad y después al liderazgo del
ESL en la misma.
En otros lugares del campo, como Kajarjanaz, Binnish, Atma y
Tal’ada puedes ver sistemas administrativos parecidos aunque en diversos grados
en cuanto a la calidad de la organización. La dirección se reparte entre los
voluntarios de la zona,: civiles, sheijs de mezquitas o autoridades -“los notables
de la aldea”, como los llaman-, pero la máxima autoridad siempre es el ESL,
pues en las tarjetas de los voluntarios de la seguridad revolucionaria está el
lema del ESL y su nombre. Los registros de los civiles, tanto de los visitantes
como de los locales los organizan también los líderes de las brigadas. Así, no
existe aquí un poder civil por encima del poder militar y del ESL, que es el responsable
a fin de cuentas de garantizar las necesidades de vida: víveres, diesel,
reformas generales en las carreteras generales o en el suministro de
electricidad, etc. Además, es
responsable de implantar la seguridad y la estabilidad, de controlar a los
vándalos y de castigar a los civiles. Mientras parece que la conciencia civil
de crear un poder alternativo al del poder del régimen está presente con
fuerza, la capacidad de las armas de dominar este poder es clara y dominante, imponiéndose
a sí misma como última autoridad con derecho exclusivo a tomar decisiones
determinantes. Sin embargo carece al mismo tiempo de un poder político
equilibrado que lo dirija y organice su trabajo.
Tanto en las zonas rurales de Alepo como las de Idleb, el
ESL se define a sí mismo como protector de los civiles, pero no del Estado o de
la soberanía de la ley, porque las leyes las hacen los líderes militares
basándose en las costumbres sociales y religiosas y también según las necesidades.
Así torturar a los detenidos de entre los miembros de la seguridad, los
shabbiha o incluso de las personas de cuya fidelidad se duda, durante los
interrogatorios parece estar justificado y aceptado en la mayoría de las
brigadas. He preguntado a muchos miembros del ESL y líderes de las brigadas en diversas
zonas por esta cuestión en concreto. Y siempre recibía la misma respuesta: “No
se puede obligar a los detenidos a que declaren más que de esa forma”. Cuando
parece que a la mayoría no le importan los acuerdos internacionales contrarios
a la tortura, ni por el derecho humano internacional, y ni siquiera las leyes
locales, surge un problema moral y práctico: ¿cómo se espera de grupos del ESL
que carecen de liderazgo unificado y de una referencia política y legal que
adopten las riendas de la administración y llenen el vacío legal, ejecutivo y
judicial que ha dejado la ausencia del Estado y sus instituciones?
Parece que el apoyarse en la autoridad de la fuerza y las
armas está cada vez más y más asimilado en el inconsciente de los habitantes de
estas zonas, y mientras muchos sienten un agradecimiento y un reconocimiento
ilimitados hacia el ESL, cuyos miembros parecen dispuestos sorprendentemente a
morir por defender a la gente, rebelarse contra el poder militar parece algo
inaceptable, ya sea como reconocimiento a su favor o incluso por miedo a retar
al poder de las armas. Mientras se legalizan las armas como alternativa a la
ley, parece que los sirios en las zonas liberadas han entregado sus riendas,
con buena o mala intención, al poder militar de difusas facciones, cuyos rasgos
verdaderos aún no se han perfilado del todo y que carecen hasta ahora de un
liderazgo político y civil legar que enmarque sus actividades.
[1] Literalmente dice “volador”, y se trata de un adjetivo que se emplea para hablar de algo que dura poco y es rápido, igual que las “manifestaciones voladoras”, que se han grabado a lo largo de todo este tiempo en distintos puntos de forma que se viera que las había habido pero evitando poner en peligro las vidas.
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