Texto original: Al-Hayat
Autor: Hazim al-Amin
Fecha: 26/08/2012
Qué injusto parece juzgar al “Ejército Sirio Libre” como un ejército que
debe someterse a unas normas de rendición de cuentas a las que se someten los
ejércitos, pero es una injusticia necesaria a pesar de todo. Ello cuando la función
de “ser injustos con los familiares (la gente del propio país)” debe ser
conocida por el “Ejército Sirio Libre”, que ha de saber que el ojo del
vigilante está al acecho y que no dejará pasar ningún exceso que suceda o pueda
suceder, pues estos afectan a la revolución antes que a sus enemigos.
La discusión sobre el papel del “Ejército Sirio Libre” no se acerca a la realidad
de este ejército ni tiene en cuenta sus dificultades. Se trata de una discusión
que se da en el exterior de Siria, una discusión que ha inventado este ejército
y que ha dibujado una imagen de él, asignando funciones virtuales de sus “brigadas”.
Se dice, por ejemplo que el “Ejército Sirio Libre ha hecho esto” y uno se imagina
un ejército, un liderazgo y una decisión, pero eso no es lo que hay y la
realidad es que lo primero que ha afectado a este ejército es su nombre. Es
decir el ser considerado un “ejército”,
tal y como indica su denominación, y el definirse como, según la versión
dominante, unidades desertoras del ejército sirio regular cuyos oficiales y
efectivos se han trasladado al otro lado del frente y han comenzado a
enfrentarse con las unidades que han desertado del mismo. La mayoría de las
veces a este pensamiento lo acompañan imaginaciones sobre las armas, la
artillería y los planes de guerra, alimentadas con los delirios de los
opositores en el exterior que hacen públicos los planes de acciones “precisas”
llevadas a cabo por el “Ejército Sirio Libre” bajo su patrocinio a través de
los canales por satélite. En el interior, cuán errónea e injusta parece esa
creencia, que expone a los grupos combatientes a frustraciones fruto de unas
aspiraciones irreales.
Esta no es la situación de los grupos que combaten al régimen en Siria para
nada. En primer lugar, no son un ejército, sino que su conversión en un “ejército
de partidarios” aún precisa tiempo y trabajo. Tampoco son unidades desertoras
del ejército regular, pues los combatientes de estos grupos que han desertado
del ejército regular no suponen en muchos grupos más de un 30%. De hecho, la
mayoría de los oficiales que han desertado del ejército regular no se han unido
a estos grupos, sino que se han marchado hacia los países del entrono (Turquía
y Jordania) que han levantado, por razones aún poco claras, campamentos para
los oficiales, más parecidos a centros de detención, pues se les prohíbe salir de
ellos si no es con un permiso militar. En cuanto a las armas que están en manos
de esos grupos no tienen nada que ver con las armas de los ejércitos. Son armas
ligeras, escasas e incoherentes, que no dan consiguen llevar a cabo operaciones
completas. En cuanto al secreto de su resistencia, su perseverancia y la
coherencia de sus miembros es resultado de su firme y determinante deseo de
enfrentarse al ejército del régimen y alejarlo de las zonas de los civiles.
Es probable que Libia fuera menos acertada en la denominación que se sugirió
y adoptó para los armados de la revolución. Son “revolucionarios” con todo lo
que conlleva la palabra de capacidad, petición de disculpas y rendición de
cuentas. Son revolucionarios cuya relación con las armas y la guerra es nueva y
que son víctimas de un régimen que deben poner un límite a sus deseos de
venganza. Cuánto se parece esto a lo que hoy pasa en Siria. “El Ejército Sirio
Libre” es la imagen de las víctimas del régimen en Siria. Son personas que han
tomado las armas y no se trata de un ejército de ángeles, sino de un ejército
de víctimas en una realidad que no es angelical.
En tal definición no hay petición de perdón alguna, sino un intento de
corrección y una búsqueda de responsabilidades por la pérdida de los valores
pacíficos, que fueron la característica principal de la revolución durante su
primer año. El régimen naturalmente es el primer y absoluto responsable de la
militarización. Pero también hay otra característica del movimiento sirio en el
interior ahora que ha de destacarse: los armados de la revolución no son los
que la dominan absolutamente, y la capacidad de los grupos civiles de influir y
corregir es muy grande, pero ha retrocedido no solo por la dictadura de las
armas y el paso de la revolución a la guerra, sino también por el
desplazamiento y marcha de muchos activistas civiles, por no mencionar el hecho
de que el régimen ha matado a la mayoría
de la primera generación de la revolución pacífica.
Se ha producido un impacto determinante sobre cualquier acción civil en la
revolución siria y en las guerras que se están desarrollando y trasladándose
desde la periferia al interior. Un porcentaje nada desdeñable de los activistas
civiles que no salieron de Siria y no han sido asesinados son hoy líderes de
las unidades del “Ejército Sirio Libre”. Se han rendido, obligados, al
enfrentamiento armado, y pocos de los
que no han pasado de (trabajar en) los municipios y las ciudades a los frentes,
siguen estando en activo. Sus sociedades dependen de sus actividades en
los medios, las manifestaciones y el auxilio (de heridos, desplazados, etc.), algo
que los une con los valores primigenios de la revolución, el amor y el deseo de
retomarlos. Las ciudades pequeñas, los municipios y los pueblos siguen siendo
focos de la revolución en los que se ven eslóganes pacíficos y se habla de los
errores en los frentes, además de pedirse treguas y pactos, diciendo
equivocadas: no es tiempo ahora de rendir cuentas sobre los excesos, primero
queremos que caiga el régimen.
En las ciudades y municipios a los que se aferran los grupos llamados “Ejército
libre”, el “pacifismo” sigue teniendo un valor. La gente de Bennish por
ejemplo, cuando quisieron recibir a los periodistas visitaron sus municipios y
les dijeron: “Pasad la noche en nuestra ciudad y os organizaremos una
manifestación nocturna”. No dijeron en cambio: “Os organizaremos una demostración
militar” aunque las armas estaban disponibles para ello.
El “pacifismo” aún mantiene su atracción a pesar de la expansión de la
militarización y sus valores a lo largo y ancho de la revolución, y la debilidad
que ha afectado al “pacifismo” puede ser compensada si la oposición civil
decide volver de Turquía, Beirut y Ammán, un retorno que es posible y que ya
han llevado a cabo activistas que abandonaron y después volvieron ante la
imperiosa necesidad.
El “Ejército Sirio Libre” no es un ejército, sino que son unidades locales e
improvisadas. Se trata de un ejército civil que se abre a todo aquel que le
interesa el hablar de superarse y de posibilidades. La prolongación en el
tiempo de la crisis en Siria, unida a la continuación del deseo internacional
de mantenerse precavidos y al margen, empuja a este ejército civil a hacia la
geminación y la ampliación de sus márgenes. Las caras “locales” de los líderes
de las brigadas se verán infiltradas por máscaras de “señores de la guerra” e
intimidadores, y los oficiales no podrán dar una única imagen del
revolucionario en las zonas rurales que rodean las ciudades, ni en sus límites y
alrededores.
No son ángeles, y por supuesto tampoco son demonios, son víctimas del
régimen y a la facilidad de la víctima para convertirse en verdugo puede ponérsele
límite en primer lugar acelerando la solución (de la crisis) y en segundo lugar
con la vuelta de los ejércitos de activistas que residen fuera de las fronteras
a los grupos de la revolución y sus frentes.
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