Texto original: Al-Quds al-Arabi
Autor: Elías Khoury
Fecha: 20/08/2012
La escena en Beirut resultaba absurda. Las noticias sobre la
salvaje masacre cometida por los aviones del ejército regular sirio en Azaz se
sucedían, y los rumores sobre la muerte de los once “huéspedes” secuestrados
libaneses llenaban las pantallas mientras que “el ala militar” de la familia
Miqdad anunciaba una movilización militar y comenzaba a secuestrar a ciudadanos
sirios en los suburbios sureños de Beirut, como venganza por el secuestro de
Hasan Miqdad en los alrededores de Damasco.
El pánico inundó las calles, los familiares de los detenidos
libaneses cortaron la carretera al aeropuerto y “el ala militar” apareció en
las pantallas con máscaras y armas, provocando la risa de la gente. Esa es
Beirut, una tragedia convertida en comedia y un sentimiento de que estás presenciando
una farsa. Los chistes explotaban en los teléfonos móviles y en las redes
sociales, como si estuviéramos en una fiesta de disfraces y no en una situación
triste y miserable.
Nadie se creía que “el ala militar” de un clan libanés que vive
en los suburbios del sur de Beirut pudiera provocar una nueva guerra civil,
como tampoco nadie hizo caso de las amenazas regionales de que hombres armados
caminaban por las calles en una operación de caza salvaje contra trabajadores
sirios, que se habían convertido en chivos expiatorios, y de ciudadanos turcos.
Pero a pesar de este ambiente cómico, e incluso debido a él, ha surgido un
miedo tácito de que quien envió a Michel Samaha cargado de explosivos pueda
empujar a Líbano, sin tener en cuenta la voluntad general, hacia la guerra
civil.
Pero lo que no saben nuestros amigos sirios es que la guerra
civil sectaria no es más que una comedia negra salvaje, pues los libaneses y
las libanesas que han vivido la brutalidad de la guerra y han probado sus
desgracias han comprendido que no solo les llevó a la muerte, sino que también
les llevó a la vergüenza. Y para evitarla, se refugiaron en los chistes y la
ironía y borraron la experiencia de unas lágrimas que se derramaban por unas
caras que reían con pena. El miedo no es a la revolución siria, ni a sus
errores que han de corregirse, el miedo es a la estupidez y del vandalismo, que
pueden permitir al régimen asadiano infiltrarse para dar la vuelta a la
situación, convirtiendo la revolución del pueblo en una comedia negra cuyo
nombre es la guerra sectaria. La cuestión de los secuestrados libaneses de
confesión chií se ha convertido, tras el bombardeo de Azaz con aviones MiG de
una manera solo equivalente a cuando la aviación israelí bombardeó Beirut en
1982, en una desgracia que no ha tardado en adoptar la forma de una comedia
negra con alas armadas de clanes libaneses.
¿Quién ha secuestrado a quién? ¿Por qué? ¿Basta con que el
libanés sea chií para ser secuestrado o para secuestrar? ¿Qué clase de
disparates son estos que hacen de la inanidad una medida política? El pueblo
sirio no se rebeló contra el régimen dictatorial por intereses sectarios o
clasistas, sino que una de las causas de la revolución contra el régimen es que
este sugiere que protege a una secta concreta mientras que en realidad se
protege con ella y desea destruirla.
Se debía haber puesto en libertad a los detenidos pasado
menos de un día de su secuestro, eso es lo que entendimos del discurso del
Secretario General de Hezbollah, pero los secuestradores, como se dijo, se
quejaron del tono prepotente del discurso que apoyaba a Bashar al-Asad y
decidieron retrasar el tema. El error comenzó con el secuestro, pues, al margen
de la pretensión de los medios de Hezbollah que apoyan al régimen asadiano, el
secuestro por motivos sectarios supone caer en la lógica del régimen, que lo ha
considerado como un servicio gratuito que se le hacía y lo ha aprovechado.
A este pecado principal lo siguió otro error: las fiestas de
recepción de los periodistas libaneses de distintos canales de televisión que entrevistaron
a los secuestrados y comieron tabouleh con ellos, volviendo a Líbano como
pioneros en hacer algo así. Aquí apareció el personaje del señor Ammar
al-Daduji, conocido por el nombre de Abu Ibrahim, que se deleitó con los medios
y se convirtió de la noche a la mañana en una estrella televisiva [1]. La
realidad es que nadie sabe nada de este hombre, ¿es un militar desertor o un
civil militarizado? ¿Tiene alguna referencia política concreta, es un mero
líder local o un contrabandista? Al margen de las intenciones del hombre y sus
ideas está claro que se divertía con sus “huéspedes” libaneses y esperaba algún
tipo de pacto. Eso es el colmo de la antiética y de la humillación de la vida humana
y de sus destinos, y ello le permitió convertir la tragedia de once secuestrados
en una comedia televisiva siniestra y estúpida.
Humillar la vida de la gente y convertirlos en instrumentos
mediáticos baratos, sin ninguna razón más que el hecho de que pertenecen a una
secta cuyos elementos políticos y militares están en alianza con el régimen del
crimen en Damasco, es caer en las trampas del propio régimen, y deslizarse
hacia la guerra civil que echará a perder la nobleza y superioridad ética de la
revolución siria. Esperábamos que se liberase a los secuestrados que se
salvaron del bombardeo de los aviones MIG, con una disculpa adecuada, y que
hubiera un castigo para los secuestradores, pero, por desgracia, seguimos aún
esperando.
¿No han pensado el señor Ibrahim y sus compañeros que el
bombardeo aéreo cuyo objetivo era matar a los rehenes tenía un único objetivo
que es arrastrar a Líbano a una guerra civil después de que el miserable intento
de Michel Samaha ordenado por Ali Mamluk fracasara? ¿No hay quien le diga que
ya basta, que no somos un circo mediático? El error del señor Abu Ibrahim ha
venido seguido de muchos otros errores, que pueden achacarse a reacciones. Pero
es necesario que los líderes opositores sirios sepan que las reacciones no son
características de las revoluciones, sino que son una de las características de
las guerra civil sectaria donde se abstraen los significados de los
significados, permitiendo al verdugo convertirse como una víctima.
El expediente debe cerrarse, no por miedo al folclore del
secuestro libanés, que no es más que un instrumento de reserva en manos de quienes
enviaron los explosivo del señor Samaha, sino por el miedo que provoca por la
revolución siria.
En este punto tenemos derecho a preguntarnos quién secuestró
a Hasan Miqdad y qué significa este folclore negro. Si nos creemos los
comunicados del ESL, entonces el secuestrador son los servicios de Inteligencia
sirios. Si no los creemos, se trata de un exceso que ha de terminar
inmediatamente, y que exige un esfuerzo mediático para detener las manías de
los canales por satélite que perjudican a la revolución y sus objetivos.
La revolución siria no es un error, como escribió Yassin
al-Hajj Saleh, sino que es “la gran corrección siria que ha durado medio siglo”
[2]. Por eso, debemos advertir de los errores e impedir que se conviertan en
pecados. En cuanto a Líbano, el miedo por él es serio, pues a pesar de la
desintegración del aparato de la represión siria en él, este aparato posee una gran
reserva que puede utilizar, por medio de asesinatos, por ejemplo, que son la
última carta para que Bashar al-Asad escriba su “obra” final y entre en la historia como un monstruo que destruyó
dos países , como el asesino que superó a los mogoles y los tátaros, y como la
maldición que cayó sobre el Bilad al-Sham desde que su padre logró engañar al
pueblo sirio con la esquividad, el terrorismo, la represión y el asesinato.
Debemos detener la comedia de la muerte y los que van
armados han de saber que las armas no son más que un instrumento para defender
a un pueblo maltratado que es sacrificado a diario. Cuando las armas se
convierten en instrumentos de venganza y en un medio para subirse al carro de
los medios de comunicación, es un error que debe corregirse antes de que sea
demasiado tarde.
[1] En teoría es el hombre que “conquistó” Azaz y lo domina.
[2]Lo hemos encontrado citado en varias páginas de Facebook.
Elías Khoury es el típico "ilustrado" que no se entera de lo que está pasando a su alrededor. Me pregunto que estaban haciendo todos estos hace unos años en relación con Síria, Túnez y Egipto, por poner tres ejemplos. Respecto a Síria todos estamos en contra de Al-Assad (menos los comunistas ortodoxos, claro) pero me he dado cuenta que hay dos posturas: los de "Síria debe liberarse y conseguir las libertades" (caso de Khoury), y los de "Síria es una dictadura pero de los imperialistas no saldrá nada bueno". A los primeros, a qué precio y bajo qué intereses se persigue el régimen sírio. Y los otros, ¿ahora Síria es una dictadura?, ¿y antes?. Y otra cosa, no se entiende que se justificara una supuesta alianza con los Hermanos Musulmanes, sabiendo quienes son, sólo porque eran antiimperalistas (ahora ya no, ¿por qué será?). El libro de Samir Amin "¿Primavera Árabe?" es muy ilustrativo y lo recomiendo para conocer mejor Oriente Medio y desenmascarar mitos que nos meten con calzador desde los medios occidentales. Saludos.
ResponderEliminarDe Elías Khoury te puedo decir que ha dedicado su vida a defender los derechos de los pueblos árabes a la libertad y a criticar el sistema libanés, por ser el que le ha tocado conocer más de cerca dada su nacionalidad. De lo demás, tu reflexión es interesante pero no es cometido de este blog darle respuesta.
EliminarGracias por las observaciones,
Traducción por Siria
Hola, ya sabía quién era Khoury y no niego que busque las libertades para Oriente Medio, y en concreto Líbano, pero creo que es muy peligroso la postura de algunos analistas o escritores de no ser críticos con los que quieren derrocar el régimen sírio porque corren el riesgo de quedar retratados y la legitimidad es una cosa fácil de perder pero que cuesta recuperarla. Soy de los que piensa que los Sírios quieren el cambio a raíz de los aires de cambio en Túnez y Egipto, pero lamentablemente les han robado la revolución a manos de sectarios islamistas e intereses occidentales; EEUU ya se esperaba una rebelión árabe, sólo hay que ver wikileaks, y han actuado en consecuencia. Lo que va a venir, me parece, será la implentación de una democracia controlada tipo Líbano, tal como pasa en Líbia y en Somália.
ResponderEliminarSin duda, la crítica es necesaria y él sabe bien que hay errores, pero el no hablarlos no significa que no estén y él siempre intenta destacar la revolución de los sirios por encima de las inerencias.
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