Texto original: Al-Nahar
Autor: Yassin al-Hajj Saleh
Fecha: 11/08/2012
Dibujo de Yusuf Abdelki
El trato que da el régimen asadiano a los sirios
revolucionarios muestra una firme tendencia a destruirlos y a destruir sus
ambientes y condiciones de vida en ellos. En más de 18.000 ocasiones ha llegado
a matarlos durante los cerca de 500 días de revolución, en los que además se ha
provocado el desplazamiento de alrededor de un millón de sirios en el interior
y 200 mil en los países aledaños, y se han visto formas extremadamente crueles
y hostiles de tortura. Lo que se desprende de esta realidad confirmada es que
el régimen no reconoce la existencia de quienes se oponen a él y trabaja para
aniquilarlos y acabar con su existencia por todos los medios.
En la base de esta realidad, está el régimen que construyó
Hafez al-Asad, fundamentado en el exterminio político y moral de los sirios y
que pone los cimientos para su exterminación física cuando sea necesario, es
decir cuando se rebelen contra él. Puede que no mate a todos, pero sí a muchos
para que todos entiendan que su turno está cerca y que su vida es una excepción
a la muerte. Es sabido que el su régimen ha matado a decenas de miles, pero ha
exterminado a todos los sirios, política y moralmente.
Lo que quiere decirse con exterminio político es la negación
del derecho de existencia de la actividad de cualquier grupo u orientación
política independiente del régimen. Si se da el caso y existe, se desintegra y
destruye por la fuerza. Si recurre a la autodefensa por la fuerza, se la
extermina físicamente. Las raíces de este método de exterminio político se
extienden en el pensamiento baasista que se basa en el principio de falta de
nacionalismo. Es decir, en el hecho de que las personas no son “nacionalistas”
si no cumplen varias condiciones que solo buscan convertirlos en copias
similares de un nacionalismo originario correcto, que es el que el partido
decide, y en la época asadiana, el que decide el presidente. Ello mientras la
“traición”, que es la antesala de la exterminación política, es común y fácil y
podemos caer en ella en cualquier momento, por falta de atención, ingenuidad,
interés o debilidad. Ello va en contra de lo que se supone que ha de ser toda
tendencia nacional, donde la gente es nacionalista de manera espontánea,
mientras que la “traición” es algo poco común y no se aplica más que a quien
tiene un comportamiento que se ajusta a determinadas condiciones que deciden
los organismos específicos (un poder judicial independiente). La pena para la
traición es, naturalmente, la exterminación de la vida, si no, el individuo
debe su vida al presidente que lo “perdona”. La falta de nacionalismo funda el
monopolio de los escasos nacionalistas del poder y la vigilancia de todos
aquellos grupos cuyo nacionalismo es dudoso, que son tratados duramente.
Se sabe que el pensamiento baasista se conformó en ambientes
atraídos por los sistemas de pensamiento totalitaristas y todos participan del
principio de la escasez, la escasez de ciencia, o la escasez de bondad o la
escasez de una política correcta. Estos regímenes comparten el hecho de que
levantan altas barreras que evitan que el otro participe con ellos del
conocimiento, la ética y la política, y uno no puede alcanzar ni un ápice de
todo eso si no abraza dichos sistemas de pensamiento y se comportan según sus
directrices. Fuera de tales barreras, solo está lo erróneo, la decadencia, la
corrupción y la contaminación, cosas que permite la destrucción de este
exterior, como sucedió también con los regímenes comunistas.
Hafez al-Asad es quien creó un equivalente sistémico para el
principio de la escasez de nacionalismo baasista: el mujabarat, las
clases destinadas especialmente a la exterminación de los “traidores”. La
cárcel de Tadmor (Palmira), en concreto, fue una fábrica para el exterminio
político de los sirios durante las dos últimas décadas del gobierno de Hafez.
La apuesta esencial del mujabarat es la tranquilidad
que ofrece el haberse descubierto totalmente
a la sociedad siria, el ponerse frente a ella como un libro abierto del
que sabes todo la ha descubierto, así gobierna toda interacción interna y
arranca toda resistencia posible por parte de la población, evitando que se
desarrolle cualquier cohesión interna. Cuántas veces han sido los aparatos
terroristas del mujabarat el instrumento activo del desmembramiento de
todos los grupos políticos independientes con todo lo que ello conlleva desde
detenciones a torturas, encarcelamiento y continuas presiones durante largos
años. Ciertamente ha logrado acabar por completo con los partidos políticos o
los ha devuelto a lo que parecen pequeñas plantas del desierto, que apenas
pueden mantenerse vivas teniendo que pagar el precio de la pequeñez.
Sin embargo, la exterminación política puede también manifestarse
como la domesticación de algunos partidos, sin llegar a anular su existencia
como tal, pero anulando su independencia y capacidad para tomar la iniciativa y
le pone bajos techos bajo los cuales no puede vivir si no es tumbado. Esta es
la situación de los partidos del “Frente Nacional Progresista”. Existe una
forma intermedia de exterminación política que se manifiesta en el abandono de
algunos partidos “opositores” a los que se da libertad para mostrar su interior
al régimen y descubrirse ante él, pero sin enfrentarse a él en nada. Si ello
sucede, les pega en la mano (detiene a alguno de sus miembros, entorpece el
movimiento de sus líderes o los humilla). Eso es lo que sucedió con algunos partidos
que se supone que son opositores y dio sus frutos, pues dichos partidos se
dedicaron a su auto-exterminio político con una habilidad nada desdeñable.
Lo mismo que les pasó a los partidos les pasó a los
intelectuales y ciudadanos que quisieron jugar papeles públicos independientes.
El resultado fue el silencio o el hacer declaraciones generales sin mayor
trascendencia, o incluso el verse obligados a vivir fuera del país. ¿Fueron
libres allí? La libertad no tiene valor fuera del lugar al que uno pertenece,
la tierra de la lucha por la que se lucha y uno no es feliz con ella si no es
fruto de dicha lucha. Más que al exterminio político, la sociedad siria se ha
visto expuesta a un exterminio moral. Ni un solo sirio puede comportarse como
un actor moral en el ámbito público; es decir que su comportamiento público se
complemente con los principios que hay en su conciencia. La base de todo ello
es la privación radical de libertad, que es la base de la responsabilidad
moral.
En la “Siria de Al-Asad” no solo estábamos privados de una
forma simple de libertad como el tener prohibido hacer lo que creemos, sino que
también sufríamos de una privación doble: se nos imponía el hacer mucho de lo
que no creíamos para que nuestros intereses legítimos fueran más sencillos, o
por el mero hecho en ocasiones de librarnos del castigo.
Los exterminios político y moral se intensifican en el caso
de los presos políticos, que el régimen se ha afanado a conciencia en humillar
para que no obtengan su libertad si no es desprendiéndose de su dignidad, conservando
solo algo de ella exclusivamente en una cárcel sin libertad. Prácticamente no
hay sirio alguno que no haya pasado por alguna de las muchas sedes del mujabarat
y el total puede ser el mismo que el total de sirios mayores de edad, que han
pasado negociándose para convertirse en soplones a cambio de que sus asuntos
legales fueran más agilizados o para obtener prerrogativas, o simplemente para evitar
un castigo arbitrario y cruel.
El “negociar” surge de una doctrina establecida que sirve
para aumentar la traición, puesto que cualquiera de nosotros puede caer en sus
redes y convertirse en un agente del enemigo, algo de lo que uno solo se salva
colaborando con el mujabarat; o sea, convirtiéndonos en informadores o
soplones de nuestra familia y amigos. El convertir a los ciudadanos en
informadores es un exterminio moral y también una fábrica de traidores. ¿Quién
es el traidor si no alguien que espía a quienes confían en él por miedo o por aspirar
a algo? Por tanto, puede definirse al mujabarat sirio como fábricas de
traidores, lo que ha hecho que más de una importante personalidad destruyera estos
servicios criminales que han destrozado la vida de un número incontable de
sirios.
Aquí también es poco común que los intelectuales y hombres
de religión además de los ciudadanos destacados y actores morales se tomen como
modelos. Igual que a los políticos, pocas veces han podido los intelectuales
decir la verdad a la cara del régimen o decir “no” en público. La contradicción
es la base de la libertad e independencia de conciencia. Algunos lo han hecho y
se llevaron algo que disuadió a otros. Debe decirse en este punto que lo que
han sufrido los intelectuales es moderado en comparación con lo que han sufrido
el resto de ciudadanos y opositores políticos. No pocos se presentaron
voluntarios para exterminarse a sí mismos políticamente (alejándose de todo lo
político) y otros prefirieron colorearse (la moral más que la política, no
permite ser coloreada) o la sumisión, o acatar las órdenes del régimen y sus
prohibiciones.
También está, obviamente, el exilio ¿Han preservado los
exiliados su conciencia? La conciencia solo se preserva cuando el compromiso
moral es difícil; es decir en “la patria”, el lugar de las seducciones y el
miedo, el lugar de floración del pecho y de la alegría moral también. Durante
décadas hemos vivido a la sobra del miedo y la arbitrariedad. El miedo acaba
con la confianza de la gente, sabiendo que la interacción de las personas entre
sí es un ámbito de comportamiento moral. La arbitrariedad gobierna la abstención,
uno deja de prevenir, calcular y planear. En tales situaciones no solo se
abstiene el comportamiento moral, sino que se disculpa por el mero autocontrol
o por caminar por el mundo. Tal vez las formas más extremas y obsesivas de
religiosidad sean un modelo de dominio ilusorio de la realidad que se escapa, o
de un golpe de necesidad de un modelo al que imitar, que al obedecerse, reduce el nerviosismo y la falta
de claridad mental. Tal vez nuestra carencia, me refiero a nosotros todos los
no religiosos, de un ser a quien imitar es lo que nos impide conformarnos en un
modelo general capaz de dominar.
Este extenso exterminio político y moral ha reducido el
valor de la vida de los sirios y les ha convertido en un grueso humano sin valor,
sin valores que protejan su vida y por tanto, no pasa nada si es exterminado
físicamente, si se vuelve loco y se rebela contra las condiciones de
reproducción del exterminio. Eso es lo que los sirios hacen hoy: el exterminio
corporal es con lo que los confronta hoy el heredero de Hafez, el exterminio
del ser humano y de todos los ambientes de la vida.
La revolución hoy no se rebela contra este último exterminio,
sino contra el exterminio político y moral que está bien fundamentado. Lo que
protegerá la vida de los sirios en la Siria post Asad es el ser libres y
capaces de elegir y vivir la vida moral y política que quieran. Lo que puede ayudar
a proteger la vida de los sirios por parte de los intelectuales es poner de
manifiesto las bases del exterminio de pensamiento y político. Nuestra objeción
a ello precipita el asesinato colectivo de nuestro pueblo mientras que
participamos en la filosofía política y moral del régimen.
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