Texto original: Al-Quds al-Arabi
Autor: Subhi Hadidi
Fecha: 08/03/2012
Entre el 15 de marzo, fecha del primer levantamiento sirio en Damasco capital y el 18 de marzo, fecha del gran levantamiento y su determinante salto cualitativo en Daraa y el resto del Hawran, está el día 12, cuando se celebra el octavo aniversario del anterior levantamiento en la ciudad de Qamishle, antes de extenderse a las ciudades, pueblos y municipios de la provincia de Hassake en el noreste del país y otras zonas de Siria, que se distinguen por la mayoría de población kurda que las habita. Antes de que cayera la primera estatua de Hafez al-Asad, aquí y allá durante algunas semanas del levantamiento el año pasado, se dio una imagen que marcó un antes y un después en su momento, aquel día de 2004, siendo tal vez la primera imagen pública en 34 años de rechazo al régimen del “Movimiento Correctivo”[1]: Un joven kurdo manchaba la imagen de Al-Asad padre, impresa en un estandarte de piedra.
Tal vez pueda decirse que el destino en sí quiso que la ciudad de Qamishle presenciara violentos enfrentamientos civiles a raíz de un partido de fútbol entre el club local, cuyo público, fundamentalmente kurdo, estaba contento por la caída del dictador en Iraq en aquel entonces, y el club visitante, que venía de Deir Ezzor y la mayoría de cuyos hinchas estaban descontentos con la caída de Bagdad a manos de la ocupación estadounidense y tal vez por la caída del propio Saddam Hussein algunos de ellos. Pero la sorpresa no estaba en absoluto detrás de la decisión del régimen de recurrir automáticamente al uso de las varas y las balas, comportándose de manera fascista y salvaje, como si estuviera destruyendo la ciudad de Hama de nuevo, representada esta vez por las ciudades de Qamishle, Hassake, Amuda, Deir Yek, Darbasiya, Ayn al-Arab y Afrin, o como si buscara volver a inculcar las lecciones masacre de la masacre de Hama a los ciudadanos kurdos.
No era fácil que, derramada la sangre de los inocentes, no afloraran los sentimientos y tuvieran lugar reacciones similares a la acción o actos violentos, pues fueran cuales fueren las versiones sobre los diferentes escenarios que llevaron al estallido del conflicto y su feroz recrudecimiento, la realidad estadística indica que la inmensa mayoría de los muertos fueron ciudadanos kurdos. Posteriormente, se supo que la provincia en general, y en especial la ciudad de Qamishle, presenciaron un temprano entrenamiento de lo que acabaría siendo la especialidad de la Cuarta División ocho años después en Daraa, Duma, Muaddamiya, Harasta, Hama, Homs, Deir Ezzor y Baniyas. También presenciaron el apostamiento de Maher al-Asad, el líder de facto de la Cuarta División, en el mismo lugar en el que se recuerda el apostamiento de gente como Rifaat al-Asad[2], Ali Haydar[3] o Shafiq Fayyad[4] en Tadmor (Palmira), Hama y Alepo a comienzos de los ochenta.
Es obvio que la decisión de hacer uso de la violencia en muchos puntos nació del hecho de que el régimen había comenzado a mostrar una excesiva dosis extra de su desprecio por los kurdos de Siria tras la ocupación de Iraq, como si los prohombres del régimen se hubieran convencido firmemente de que esa región, y los kurdos especialmente, podrían volverse un caballo de Troya al que recurriera la administración del presidente estadounidense George Bush hijo si quisiera dar un paso adelante para desestabilizar al régimen de Damasco. Unas pocas semanas antes del levantamiento de Qamishle, Bashar al-Asad había informado a los periodistas del New York Times de que los “41 sospechosos” que habían sido enviados a juicio por asistir, o mejor dicho, pretender asistir a un foro sobre la ley de emergencia que tuvo lugar en Alepo, son “kurdos que amenazan la unidad nacional”.
Por otra parte, la provincia de Hassake pertenecía a lo que se conoce en Siria con el nombre de “las provincias orientales” que han sido siempre víctimas de la desatención, la falta de interés y la total desconsideración por parte de las autoridades locales por una razón principal (que, claro está, no se hace pública) y es que sus habitantes provocaban dudas, bien por pertenecer a las minorías (kurdos, siriacos, asirios, armenios), bien por sus lazos con el vecino iraquí, lazos de tipo histórico, cultural, social y familiar, que los hicieron menos afines a los gobiernos del Baaz desde 1963 en general y durante las décadas del Movimiento Correctivo concretamente. La paradoja es que dichas provincias se consideran como “el almacén de Siria” pues en ella se concentran las riquezas del país y sus materias primas principales: en Hassake hay petróleo y agricultura de cosechas estratégicas como grano y algodón, en Deir Ezzor hay petróleo y por allí discurre el río Éufrates, en Raqqa hay electricidad y en ella se ubica la presa del Éufrates.
Si la diferencia era visible entre los ciudadanos de estas provincias y los de otras del interior y la capital, la discriminación que sufrían y sufren los kurdos se ha mantenido aún más fuerte y ha tenido mayor influencia, llegando al nivel de la retirada de la nacionalidad, viéndose, por tanto, privados de los derechos de escolarización, de registro de los nuevos nacimientos y de viajar. A ello se une la falta casi total de sus derechos culturales y políticos principales. Por ejemplo, en la ciudad de Qamishle hay escuelas privadas que enseñan en siriaco y otras en armenio, pero el ciudadano kurdo no solo está privado de ese derecho natural, sino que la celebración de su fiesta más destacada (Noruz) precisa de un permiso específico de las autoridades competentes en materia de seguridad. Lo normal es que no se les conceda tal permiso, celebrándose la fiesta en praderas y montes de forma prácticamente secreta.
La escena no se completa si no se pone primero en el contexto de tres momentos determinantes en la historia de la discriminación oficial que han sufrido los ciudadanos kurdos en Siria, especialmente y en las zonas de la Jazira (noreste). El primer momento fue en 1962, cuando las autoridades realizaron un censo excepcional en la provincia de Hassake exclusivamente, lo que significó que 200 mil ciudadanos kurdos fueran desprovistos de su nacionalidad, siendo registrados como “extranjeros”. Además hizo que otros 80 mil fueran también desprovistos de su nacionalidad pero sin ser registrados, entrando en los registros la categoría de “los invisibles”. No es necesario decir que las víctimas de esta medida se cuentan por cientos de miles y que el colmo de su desgracia diaria se ve en la imposibilidad de poder registrar a sus hijos y el verse privados de la escolarización en muchos casos en los que la familia del niño no puede conseguir la tarjeta de identificación necesaria. Tampoco es raro que el temprano “soborno” de Al-Asad hacia los ciudadanos kurdos, después de que se implicaran de lleno en el levantamiento fuera un decreto que “otorgaba” la nacionalidad algunos de ellos.
En 1963, el subteniente Muhammad Talab Hilal, que después subiría en el escalafón militar a velocidad de vértigo, hizo para la dirección del partido Baaz un conocido estudio, de clara tendencia chovinista y racista, que proponía una serie de medidas sobre la mejor manera de “disolver” a los kurdos en la botica “árabe”. Así, siguiendo su estudio, se arabizaron los nombres de decenas de pueblos y municipios kurdos, se les prohibió registrar a sus hijos con nombres kurdos y se les impidió imprimir y publicar en lengua kurda. Todo ello se unea una serie de medidas discriminatorias escandalosas. Finalmente, a principio de los setenta las autoridades establecieron un cinturón árabe de 375 kilómetros de largo y unos 10 o 15 kilómetros de ancho a lo largo de la frontera sirio-turca, por el cual 120 mil ciudadanos kurdos fueron obligados a salir de 332 pueblos, ocupando sus casas habitantes “árabes” traídos de los pueblos anegados por la presa del Éufrates en Raqqa y a los que se les construyeron pueblos ejemplares bajo patrocinio directo del liderazgo regional del partido Baaz, representada por Abdalá al-Ahmad.
La dimensión polémica de la imagen no se completa si uno no se detiene en los problemas del movimiento político kurdo en sí mismo que comenzó en 1957 y que a día de hoy cuenta con más de 15 partidos a los que afectan las divisiones, las diferencias y las lealtades por razones que no parecen comprensibles en todo momento. No es un secreto que la razón de la gran contradicción entre los comportamientos de algunos de los liderazgos kurdos es que, por un lado, aceptaron coordinarse con el régimen sirio contra el régimen iraquí durante la etapa de enemistad entre los baazistas en Damasco y Bagdad, y que, por otra parte, incitan a la repetición de lemas separatistas irreales y poco serios, que no son reconocidos por los bloques de partidos y movimientos kurdos, ni por la calle kurda. También algunos líderes se han callado ante, y a veces lo han fomentado, la expansión de un discurso kurdo chovinista y contrario, si así puede decirse, a los árabes. Ello no solo añade leña al fuego, sino que amenaza también la realidad de la pertenencia de las masas kurdas a la nación en primera instancia y afecta a los lazos de unión que tienen con la amplia sociedad siria.
Esta situación explica, como piensa la mayoría, el retraso de los líderes kurdos tradicionales en implicarse de lleno en el movimiento popular desde la primera manifestación y el hecho de que algunos hayan adoptado posturas reservadas frente al levantamiento si se compara con la rápida toma de la iniciativa por parte de los jóvenes, que lideraron las enormes manifestaciones en Qamishle, Amuda, Al-Darbasiya y otros lugares. La misma situación explica también la dispersión que sufren hoy los partidos kurdos, que escede la competencia sana para llegar a la lucha perjudicial. Tras la formación del Consejo Nacional Kurdo a finales de octubre de 2011, este ni siquiera ha logrado aunar las filas kurdas, a pesar de que ha incluido a una amplia mayoría de partidos y comités de jóvenes kurdos. Tampoco ha logrado compensar la retirada de los kurdos de los tres organismos de la oposición: el Consejo Nacional Sirio, el Comité de Coordinación Nacional y la Declaración de Damasco. Lo cierto es que arreglar la casa política kurda es tarea dea los partidos y fuerzas kurdas y nadie debe hacer de tutor sobre ellos, sean cuales sean los motivos tácitos o explícitos. En principio, es mejor para el levantamiento sirio que los elementos de la calle kurda se impliquen de forma unida, en alianza o bajo consenso, según la forma más adecuada para los dirigentes y representantes kurdos, que el hecho de que se impliquen segregados, enfrentados o luchando entre sí. Ello podría mantenerse de forma indefinida hasta dar lugar a una sensación de frustración en las masas kurdas y después en la calle del levantamiento popular en general, una situación que han criticado con sinceridad muchos activistas kurdos.
Y es obvio, en esta situación, que los partidos y fuerzas políticas kurdas en Siria son una parte inseparable del movimiento de los partidos y las fuerzas sirias que exigen un cambio esencial democrático en la vida del país y que están implicados de una manera u otra. Es obvio también que la llegada a un estadio superior en la lucha para derrocar al régimen dictatorial y corrupto supondrá la afirmación de más derechos del ciudadano sirio, árabe o kurdo, sin tener en cuenta su origen étnico, religioso o sectario. Las fuerzas kurdas no ignoran estas obviedades, sino que las conocen y creen en ellas, y sobre su base se encuentran y participan en el corazón del movimiento democrático sirio. Ningún participante en el levantamiento, ya sea un individuo, un partido, un consejo o un organismo, tiene derecho a retrasar, y mucho menos a eliminar o separar, los derechos de los sirios debido a su pertenencia, sobre todo los derechos civiles, políticos y culturales de los kurdos, como no es necesario decir. La proximidad en el aniversario entre los días 12, 15 y 18 de marzo desde Qamishle a Damasco y finalmente en Daraa son más parecidos a una sorpresa del destino. Además, esta proximidad reafirma que la negación de la existencia de una cuestión kurda en Siria es como esconder la cabeza en la arena en un momento en que el preciado tiempo en Siria, que se acerca a la hora de la victoria, no permite el comportamiento de las avestruces.
[1] Nombre dado por Hafez al-Asad a su golpe de estado en 1970, con el que pretendía “corregir” las políticas del Baaz.
[2] Hermano de Hafez al-Asad y dirigente de las Brigadas de Defensa, responsables de la masacre de Hama.
[3] Dirigente de las Unidades Especiales, cuerpo también responsable de la represión en Hama y Tadmor.
[4]Responsable militar del partido Baaz durante unos cuarenta años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario