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miércoles, 22 de octubre de 2014

Para que no nos vuelvan a aplastar

Texto original: Al-Jumhuriyya

Autor: Editorial de Al-Jumhuriyya

Fecha: 05/09/2014


"Asad y Daesh son lo mismo"



Nosotros, los opositores laicos al régimen asadiano y rivales de los islamistas, fuimos aplastados dos veces a lo largo de dos generaciones. No pudimos defendernos en ninguna de esas ocasiones, y fue muy fácil para los agresores -el régimen primero (durante los ochenta del siglo pasado), y después el régimen y los islamistas-, aplastarnos y destruir nuestra causa. La falta de capacidad económica y el hecho de estar desarmados no hizo las cosas más fáciles, como tampoco nos las facilitó el no invertir en nuestros puntos fuertes: la innovación cultural y social. La realidad es que nuestra innovación fue limitada, ya que nos limitamos a abrazar doctrinas ya preparadas, nos entretuvimos con imitaciones improductivas, tratamos con la cultura como un campo secundario al que dedicábamos solo parte de nuestro tiempo y nuestra pasión, la convertimos en un signo de distinción frente a otros ciudadanos, y nos desprendimos de los valores liberadores en favor de los partidismos y las consideraciones dependientes cortas de mira.

En definitiva, no logramos apenas renovar la cultura o hacer de la nueva cultura una fuerza social llamativa, que se dirigiera a las fuerzas sociales que hoy están desperdigadas: la “sociedad trabajadora”, esa que se levantó en revolución y se expuso más que nadie a las detenciones, los asesinatos y los desplazamientos forzados, desligándose aquellos que quedaron por falta de una visión de conjunto. La sociedad trabajadora la conforman los amplios sectores de sirios que viven de su trabajo, su producción y su conocimiento, y no del pillaje, la extorsión, las rentas o su relación con partes extranjeras. Son los sectores que se han expuesto al pillaje y la explotación sistemática por parte del régimen asadiano y sus semejantes islamistas. También son los sectores cuyos intereses se corresponden con la liberación social y política, y con una nueva Siria liberada.

La sociedad trabajadora no pudo defenderse solo con las armas de la cultura frente a los agresores armados del régimen asadiano y los grupos salafistas armados esparcidos hoy por el territorio sirio. No se puede dejar de defenderse a uno mismo y a la sociedad con armas. Nos aplastaran siempre si no logramos defendernos a nosotros y nuestras causas, que son la libertad y la igualdad en Siria y los sirios, por la fuerza. No solo porque nadie nos va a defender, sino porque nuestra experiencia en la lucha que se está librando ahora concretamente dice que estaremos en el lugar de la víctima siempre, sin que el sacrificio tenga mucho valor y sin que nuestra causa avance demasiado, salvo que logremos aunar la cultura como factor influyente y la capacidad material, incluidas las armas, cuando la situación lo exija… Y lo hará.

Nos detuvieron, nos torturaron, nos asesinaron, nos echaron de nuestras casas, destrozaron nuestras vidas y nos maltrataron. Y seremos parte en el crimen contra nosotros mismos si la producción de significados, ideas, y valores estéticos y morales sigue siendo tan modesta, y se mantiene la dispersión e incapacidad de organizar nuestras fuerzas. Y lo mismo sucederá si nos mantenemos aislados y hacemos de la cultura una alternativa a la fuerza política y una justificación para abstenernos de la autodefensa y para aislarnos de la Siria trabajadora. Ambas cosas son necesarias y vivas por igual: la cultura de la liberación y los valores liberadores. Son lo que organiza la fuerza material para lograr el objetivo de la liberación general. Por su parte, la fuerza es la que sirve para la autodefensa cuando la ausencia de la misma supone el exterminio, el secuestro, la detención, la tortura, el asesinato y la emigración forzada, tal y como vamos aprendiendo de las experiencias vivas.

Ello exige un levantamiento contra las costumbres y la educación mental y política que se ha recibido durante treinta años, esas que indujeron la separación entre la cultura liberadora y la fuerza material, y que hicieron de tal separación su propia seña de identidad e identidad misma, sin ser conscientes de que con ello se hacía del abandono de la política una definición de sí mismas. El eslabón de unión es, nuevamente, la sociedad trabajadora siria. Una sociedad que exige que trabajemos para insertarnos en ella y organizarla para que defienda su vida y su patria. Nadie librará nuestra batalla si no lo hacemos nosotros mismos. Por su parte, los shabbiha (matones, secuaces) de la religión y el Estado solo verán en nosotros a aquellos a quienes humillar si no logramos defendernos e imponernos como una fuerza activa.

Eso es lo que creemos que necesita nuestra sociedad para romper esta polarización suicida entre dos fuerzas salvajes, ambas al margen de los valores humanos y patrióticos, para abrir la veda a otra opción, la opción de la liberación general, que a su vez limitará la dispersión de un amplio sector de los sirios que se han rendido hoy a la frustración y la ironía, esterilizándose a sí mismos y desaprovechando toda la fuerza que tienen y que no puede descartare para volver a ser dueños de nuestro país. El refuerzo de este sector y su conversión en un bloque o polo patriótico efectivo es la alternativa a la dispersión y la rendición, de las que solo se benefician los shabihha y los contra-shabbiha [1].

Somos conscientes de que ello necesita años de esfuerzo organizado y diligente y que es precisa una ruptura con el espíritu egoísta que ha definido a una generación entera de intelectuales y activistas. También exige una ruptura mental, emocional y política con las formas degeneradas de actividad pública, que solo atraen a los corruptos, los lacayos, los prevaricadores y los chaqueteros de la Coalición y el resto de formaciones opositoras.

Nuestro país está pasando por una tragedia histórica sin igual desde tiempos remotos, y no solo desde la creación de la entidad siria hace algo menos de un siglo. La mitad de los habitantes han tenido que abandonar sus casas y otros tantos,o incluso más, son refugiados fuera del país, mientras que las aguas del Mediterráneo se han tragado a cientos de ellos en los últimos meses. Cerca de 200.000 sirios han muerto y unos 15.000 de esos lo habrán hecho bajo tortura. Homs, Daraa, Alepo, Deir Ezzor, Raqqa, Dariya, Muaddamiyya y Al-Ghoutta Oriental han sufrido una ingente destrucción. 

Además el país en la trampa de una familia criminal que se lo ha entregado a Irán y sus secuaces sectarios en Líbano e Iraq, mientras que por otra parte se ha infestado de formaciones religiosas armadas, cuyas acciones carecen de toda dimensión liberadora o patriótica, entre las que destaca Daesh, como mezcla de colonialismo invasor, locura religiosa y purga étnica. El futuro inmediato no parece augurar más que nuevas masacres, una mayor división y odios mucho más profundos y determinantes.

Pero por encima de todo eso, el mundo y los organismos internacionales han permitido que la matanza continúe durante tres años ymedio, y parece que seguirán "gestionando la crisis" para que Siria se convierta en un desastre humano, y en un ejemplo elocuente que aclare a los ciudadanosde la zona y del mundo los peligros de las revoluciones y de rebelarse contra los gobernantes.

Esta última dimensión, la connivencia de las potencias internacionales con el asesino y el abandono de los sirios agredidos sin apenas armamento con que defenderse, habiéndosele reconocido al régimen la posibilidad de matar por todos los medios –excepto las armas químicas-  es una experiencia que los sirios no podrán olvidar u obviar en el proceso de conformación de fuerzas patrióticas que unan los valores liberadores, el peso social y la fuerza material por un lado, y la cultura y la mayoría de la gente por otro. Más aún, será necesario que pongamos énfasis en esta experiencia en nuestra cultura y la convirtamos en una energía positiva para el trabajo futuro, sin caer en un aislamiento resentido con el mundo. Al contrario, tenemos compañeros excepcionales en otros lugares, que son un apoyo muy importante para nuestra lucha, y tendremos que conseguir nuevos compañeros.

Si no queremos que nos vuelvan a aplastar, debemos ponernos a trabajar. Nuestros aliados son el pensamiento innovador, la independencia, la dignidad personal y patriótica y la dedicación al trabajo. Los islamistas tienen las armas, que cuentan a su vez con el sectarismo, el odio, el salvajismo y la desesperación; nosotros tenemos la innovación, la libertad y la esperanza. Con tal preparación, las experiencias pasadas de dos generaciones y la existencia de un sector sirio sin lazos organizativos que se mueve hacia la acción y la cohesión, se supone que hemos de ser capaces de formar un bloque socio-político en poco tiempo. La fuerza material vendrá después de la fuerza social y política.

Dentro de cuatro años exactamente nuestro país cumplirá un siglo. Es un momento perfecto para que hayamos progresado en la representación intelectual y cultural de nuestro país, y hayamos avanzado en el camino de su representación política, además de haber logrado dar pasos en el camino de la recuperación de nuestra causa de manos de dos tipos de asesinos.

[1] Los secuaces del régimen y los islamistas, enfrentados entre sí.

lunes, 20 de octubre de 2014

Daesh y los abismos de la resurrección



Texto original: Al-Quds al-Arabi

Autor: Elías Khoury

Fecha: 18/08/2014


Reconozco que todos mis intentos de comprender el fenómeno de Daesh han fracasado. Nadie sabe, o el conocimiento está tan desperdigado, que es casi imposible recomponer el puzle de Daesh. Sin embargo, existen cuatro cuestiones relacionadas con el rápido ascenso de Daesh:

La primera es el hecho de que Al-Qaeda, que se enfrentó por medio de un salvaje terrorismo a EEUU y los estados occidentales, ha desaparecido o se ha desmembrado. El escenario de guerra se ha trasladado de Occidente a Oriente: las guerras hoy se libran en los países árabes y las víctimas son iraquíes, sirios y yemeníes, mientras Occidente mira y ofrece alguna ayuda humanitaria. Por su parte, el prudente ministro francés Laurent Fabius ofrece a los cristianos de Iraq que emigren a Francia. Daesh, o el Estado del Califato que va desde Mosul a Deir Ezzor, ha zanjado la lucha armada con Occidente, y ha pasado a luchar contra los árabes con el objetivo de imponer la sharía, o lo que considera que es la sharía, a nuestros pueblos devastados crucifixión, latigazos, lapidación, pillaje y captura.

La segunda cuestión indica que el régimen sirio dictatorial, que teme el enfrentamiento con Daesh y no ha enviado sus barriles a las zonas que domina, ha encontrado en Daesh una justificación para existir. Así, el discurso asadiado había daeshizado la revolución popular siria mucho antes de que las fuerzas de Al-Bagdadi llegaran a Siria. Con la llegada de Daesh, el ejército del Califato se encargó de destrozar lo que quedaba de las fuerzas armadas de la oposición siria. Y entonces, las guerras sirias entraron en una nueva etapa llamada la lucha/complementariedad de los dos despotismos: el Baaz y el Daash [1].

La tercera cuestión es que los países petroleros que vieron en la revoluciones de la primavera árabe una amenaza a sus regímenes de injusticia y despotismo, aprovecharon sus capacidades mediáticas para subirse al carro de las revoluciones, antes de ayudar a destrozarlas desde dentro por medio de la ayuda financiera y de armamento a las fuerzas islamistas -entre ellas Daesh-, en el marco de la reconfiguración de la zona al ritmo de la lucha suní-chií. Y aquí Turquía ha jugado un papel principal, como abanderado del sueño de los Hermanos Musulmanes que tanto apreciaba.

La cuarta es que Irán se benefició, igual que su aliado sirio del la daeshización creciente, para justificar su injerencia en Siria, e imponer su hegemonía total sobre Iraq.

En otro contexto, habría sido posible hablar del papel de Israel o las aspiraciones israelíes, pero la resistencia heroica de Gaza ha devuelto ese papel a su lugar natural. El juego se ha escapado de la manos de los brokers más pequeños, y hoy se encuentran en una situación similar a la de Izzat Ibrahim al-Duri  [2] y la organización del Baaz-cofradía nakshbandiyya, que se desintegró rápidamente tras el dominio de Daesh en Mosul.

Si leemos la situación en el Bilad al-Sham e Iraq desde la perspectiva de Daesh, nos encontramos con que todos los jugadores regionales han caído ante el huracán daeshí, similar al huracán talibán que arrasó Afganistán tras la derrota soviética, y que la daeshización se ha convertido en un diluvio en el país del Baaz, utilizando la expresión del gran director de cine sirio Omar Amiralay [3], y que la lucha entre Al-Nusra y Daesh se parece –salvando las distancias- a la lucha entre los partidos Baaz iraquí y sirio.

Esta equiparación entre el Baaz y el Daash [3] no nace de la casualidad, ni es resultado de una conspiración, sino que es el resultado histórico del declive provocado por los regímenes de la modernidad militarocrática, que encontraron en la ideología fascista romántica -que creó partidos como el Baaz y sus hermanos-, un marco de reclutamiento de élites en un proyecto de “resurrección” cuyo objetivo era despertar el pasado “glorioso” de su letargo. Nadie preguntó qué pasado era ese, ni por qué había que despertarlo.

Sa’id ‘Aql, el poeta del “nacionalismo libanés”, que el tiempo acabó colocando a la puerta de Sharon, había pasado por dos experiencias de resurrección, por lo que escribió el himno del “Lazo indisoluble” [4] antes de unirse al Partido Nacionalista, y después saltar a los Guardianes del Cedro. En el himno del Lazo Indisoluble, encontramos la primera expresión del significado de esta resurrección: el “relincho del caballo desde la India a Al-Ándalus”.

El grito de Sa’id ‘Aql fue simultáneo a la fiebre de las leyendas babilonias y cananeas que inundaron la poesía árabe moderna, convirtiendo la nueva experiencia en una recuperación delirante del pasado que posee la llave para la lectura del presente.

Este pasado que solo algunos pensadores se han atrevido a poner en su contexto histórico y criticarlo, se convirtió en un bloque gelatinoso de sentimientos que justificaron las prácticas fascistas y que hicieron del despotismo oriental el leitmotiv de la modernidad de los modernizadores. Cuando se elevaron la voces críticas de Ali Abd al-Raziq [5] o Nasr Hamid Abu Zayd [6], fueron acalladas, marginadas y perseguidas, para que la era dorada pasara a ser la época del Estado despótico árabe, de principio a fin del Califato.

La cima del arribismo intelectual llegó con el revestimiento confuso de la dhimma [7] con variados ropajes, desde el islam de Michel Aflaq (que era cristiano), impuesto por el fatalismo del enfrentamiento, a las Qubaysiyyat de los Asad (un grupo bastante opaco, patrocinado por el régimen laico).

El desplome del despotismo moderno con su melancolía del pasado, abrió la puerta de par en par al pasado, que recurrió al wahabismo saudí antes de que dominara con la soberanía de la cultura petrolera y sus medios de comunicación.

Daesh representa la reconciliación entre el pensamiento “progresista” que revive, y que no ha originado más que textos ambiguos, y el pensamiento salafista wahhabi, que se refugió en el desierto árabe antes de encontrar en la riqueza petrolera, desatada tras la derrota de los árabes en 1967, un instrumento efectivo de hegemonía.

El Califa daeshi es la materialización de esta reconciliación sangrienta, pero es una reconciliación depredadora, pues igual que Abu Bakr al-Bagdadi depredó a Izzat a-Duri y los restos del Baaz iraquí, se prepara para depredar los restos del Baaz sirio como antesala de la depredación del wahabismo en la península Arábiga. Al-Bagdadi ha eliminado las fronteras como soñaban los baasistas, y ha instaurado el código penal islámico como quieren los saudíes [8]. Ha encendido la llama extendida desde la India a Al-Ándalus, tal y como predijo Sa’id ‘Aql, pero muchos piensan que no sabe que carga con la misma enfermedad que sus enemigos, a los que ataca y cuyas cabezas corta.

Su enfermedad es el pasado, y su futuro no es otro que ser un peón en el juego de autodestrucción al que incita la debilidad de Occidente y/o su cinismo, que ve cómo ha logrado crear un gran espantajo que hará de sus aliados y enemigos meras marionetas que le piden auxilio.

La condición para la victoria de los combatientes de Daesh con su variedad de nacionalidades, es que saben jugar dentro de las líneas rojas que los EEUU han puesto, por eso los aviones estadounidenses bombardearon cuando se acercaron a Erbil, pero no hicieron nada cuando cayeron Mosul y Sinjar, cuando los cristianos fueron perseguidos, y cuando los yazidíes fueron amenazados con el exterminio.

El Califa ha de jugar dentro de los límites de la lucha suní-chií, asustar a los iraníes en lo referente a su situación en Iraq, hacer temblar la confianza de los saudíes en su petróleo y sus riquezas, y quedarse en los límites de la destrucción de la región árabe. Así, Occidente no se enfrentará a él, ni se enfrentará a lo que se enfrentó Saddam Husein cuando cruzó las líneas rojas e invadió Kuwait. La “cuestión de Oriente” ya no tiene en la protección de las minorías su puerta de acceso a la hegemonía, sino que hoy se refiere a la destrucción de la zona. Y en el seno de esta destrucción se encuentran el Baaz, el Daash y el wahabismo en un proceso de reparto de roles no acordados, pero donde todos coinciden en la necesidad de asesinar a las sociedades árabes, como condición para el renacimiento del pasado, que no renacerá más que como un fantasma sin vida, que convierta nuestros países en un cementerio. 

[1] Juego de palabras con el título de su película de crítica social y política “Diluvio en el país del Baaz”.

[2] Información sobre él aquí

[3]  Utiliza el mismo esquema de palabra en árabe para ambos.

[4] Literalmente: el nudo más firme.

[5] Pensador del siglo XX que cuestionó la unidad entre autoridad política y religiosa en “El islam y los fundamentos del poder”.

[6] Crítico literario del siglo XX que propuso la crítica literaria y textual del texto coránico, entre otras coas, por lo que fue de excomulgado y tuvo que abandonar Egipto, donde el matrimonio con su mujer ya no era válido por ser él un no musulmán, según la legislación del país.

[7] Para información sobre el término, véase este enlace.
[8] En árabe e produce un juego de palabras, pues ‘hudud’ significa frontera y se aplica también al sistema de penas islámicas que ‘limitan’ los castigos a razón de los crímenes cometidos.