Texto
original: Al-Hayat
Autor:
Yassin al-Haj Saleh
Fecha:
27/12/2016
"2011, 2012, 2013, 2014, 2015, 2016, y aún queremos libertad"
(Revolucionarios de Alepo, 4 de marzo de 2016)
Escribir
sobre un año ya pasado con motivo del final de un año posterior requiere algún
tipo de justificación; justificación que intenta proporcionar este artículo
que, todo ha de decirse, se centra en Siria y, en cierto modo, en mi persona.
He
escogido de los muchos sucesos que presenció ese año de inflexión una serie de
hechos a los que nuestro presente está indisolublemente unido. El primero de
ellos es el anuncio de la intervención del Hezbollah libanés en Siria, que ya
llevaba un tiempo realizando intervenciones menos evidentes. La intervención
militar de este partido dependiente de la autoridad del jurisconsulto (velayat-e
faqih) en Qom (Irán), por orden iraní, comenzó en Al-Qusair, que limita con
la frontera libanesa. En aquel momento, Hassan Nasrallah dijo que sus milicias
habían intervenido en Siria cuando los opositores estaban a punto de anunciar
su victoria en Damasco, algo que habría sido posible, en mi opinión, a finales
de 2012 y principios de 2013; sin embargo, EEUU intervino para evitarlo por medio
de sus seguidores regionales, los “Amigos de Siria”. La intervención del
partido chií, que no encontró oposición alguna de sus enemigos declarados,
llegó en ese preciso contexto. No es habitual en el sistema de Oriente Medio que
pase nada a espaldas de los grandes actores regionales e internacionales, como
Israel, que no ha dejado de atacar Siria de vez en cuando, siendo el objetivo
de sus ataques en todo momento las fuerzas del partido divino.
Tras
la intervención, llegó la expansión por Siria en favor del proyecto iraní y se
pasó de argumentos defensivos como los utilizados en las Cruzadas (por ejemplo,
la protección de “los santuarios de la familia del Profeta (por la línea de su
hija Fátima)”), a la adopción literal del pretexto estadounidense durante la
invasión de Afganistán e Iraq: los atacamos en su territorio para que no nos
ataquen a nosotros en el nuestro. Antes bien, la pretensión estadounidense
tenía algo más de credibilidad tras el atentado del 11 de septiembre de 2001.
En realidad,
la intervención se enmarca en la aspiración iraní de expandir su dominio en la
región árabe, instrumentalizando a suníes y chiíes como memorias inflamadas,
fuentes simbólicas e ideologías justificativas. La gestión de este nuevo
conflicto no presenta un reto para los estadounidenses y su socio israelí, pues
sigue el esquema de la doble contención en la que se basó la Administración
estadounidense durante la guerra irano-iraquí.
El
segundo hecho es el ascenso de Daesh, o el fruto del vientre fértil de
Al-Qaeda: un ente aún más monstruoso que el Estado Islámico de Iraq, y su líder
Abu Musab al-Zarqawi, que degollaba a sus víctimas con sus propias manos. Tras
nueve meses de vida, Daesh tomó el control absoluto de Raqqa y otras zonas de
Siria, y unos meses después, tomó el control de Mosul en Iraq. Mientras eso
sucedía, logró dominar en gran medida a las sociedades locales y los recursos
en las zonas que controlaba, mostrando una capacidad asombrosa de puesta en
escena en sus asesinatos. Daesh no tiene futuro político, pero su mera
aparición en nuestro tiempo plantea duros interrogantes sobre la transformación
de la bondad general de los musulmanes en fuerzas de mal, violencia y odio, y
sobre la abrupta transformación de la autoridad del Mas Allá derrotado en un
Demonio, como ha sucedido en la historia de todas las religiones y las
creencias.
Su
ascenso también plantea interrogantes a los musulmanes y sus sociedades, sobre
su capacidad para enfrentarse a las fuentes del mal que habitan en ellas, e
invita a la introspección. Daesh puede ser la forma más extrema del islamismo
contemporáneo, en cuyo seno se atrofian otras formas, que delegan la respuesta
a la dura pregunta que se les hace en la respuesta a este fenómeno al completo.
Pero Daesh también puede ser un punto de ruptura y división incurable de
nuestras sociedades. Solo una revolución en la religión puede ser la respuesta
a Daesh.
No hay
una conexión causal entre la intervención armada chií, dependiente del
jurisconsulto iraní, y la aparición y ascenso de Daesh, pero lo que indican
ambos sucesos simultáneos es la desviación de la lucha por el cambio en Siria y
el fin de la retórica de la eternidad [1], hacia un conflicto suní-chií
extremadamente retrógrado y sumamente costoso, que parece que durará mucho
tiempo.
El
tercer suceso fue el golpe de Al-Sisi en Egipto aprovechando las poderosas
protestas populares contra el gobierno de los Hermanos Musulmanes. Los intentos
de “hermanización” del Estado habían provocado un sentimiento de humillación
entre muchos egipcios, y estimulado el aumento de puntos de resistencia. Lo
cierto es que hay un elemento patriótico en la resistencia a la islamización en
Egipto (y otros países) que no parece que los islamistas puedan adoptar: nuestros
países, y especialmente Egipto, son menos islámicos de lo que piensan, y más
“nacionalistas” y terrenales. No obstante, se ha aprovechado la resistencia
nacional al universalismo islámico en beneficio de un golpe que ha impuesto un
gobierno militar, y que se ha autorizado a sí mismo, sin ponerse límite alguno,
a enfrentarse a la sociedad egipcia y no solo a los islamistas. El capítulo de
la revolución quedó rápidamente cerrado, con una amplia connivencia de parte de
la clase media egipcia, presa del pánico; sin embargo, el nuevo gobierno no ha
podido establecer relación con ninguna causa general egipcia, o ayudar a
resolver cualquiera de sus problemas sociales y económicos. El gobierno de Al-Sisi
ha causado una verdadera derrota a los Hermanos y se ha afanado en poner fin al
capítulo de la revolución y su recuerdo. En el nivel regional, el golpe supuso
un cambio cualitativo en favor de la contrarrevolución, algo muy conveniente
para el poder asadiano en Siria.
El
cuarto suceso es la matanza con armas químicas en la zona de Al-Ghouta en
Damasco, y el vergonzoso acuerdo que la sucedió. Es difícil encontrar algún
suceso más vil en la historia del sistema internacional contemporáneo. Tras el
asesinato de 1.466 seres humanos en una hora y tras haber traspasado la línea
roja de Obama, él mismo se afanó en rehabilitar al asesino internacionalmente
para que continuara asesinando por otros medios. Fue Israel quien inspiró el
acuerdo apañado entre EEUU y Rusia, como bien es sabido, algo que sirve de
recordatorio, para quien lo haya olvidado, de que tenemos una fuente caudalosa
de maldad que se ha dedicado durante toda su historia a acabar con nuestra vida
y asolarla, y que ha servido de modelo de destrucción y genocidio a los
espectadores regionales, entre los que destaca el Estado de los Asad.
El
gran milagro que han logrado las políticas del acuerdo químico ha sido que las
mismas armas químicas estuvieran entre las otras armas que los químicos del
mundo permitieron usar al químico local. El portavoz del acuerdo dijo: el
Estado de los Asad ha entregado sus armas químicas prohibidas
internacionalmente, y nosotros, “el mundo”, no podemos hacer nada, a cambio de este
compromiso, si utiliza contra quienes se han rebelado en su contra otro tipo de
armas, incluidas las armas químicas prohibidas que le hemos arrebatado. Tras
despojarlo de sus armas químicas, el Estado asadiano ha utilizado de hecho
armas químicas en decenas de ocasiones, pero en puntos que no avergüencen a los
Obamistas y sin cruzar el umbral que sonroje sus mejillas (o sus líneas).
Una
década antes de la matanza asadiana con armas químicas, se ocupó y destruyó un
país con el pretexto de unas armas químicas inexistentes. Una década después,
se renueva el mandato de una mafia sobre sus gobernados a pesar de haber usado
armas químicas en su contra. “Oriente Medio” es un mundo que gobiernan dioses
de humor cambiante.
2013
fue también el año en que se terminó de mutilar la revolución democrática siria
por parte de los diversos tipos de islamistas que han completado el trabajo del
Estado asadiano en ese sentido. Daesh en Raqqa y Deir Ezzor y algunas zonas de
Alepo; el Frente de Al-Nusra en zonas de Alepo e Idleb; y el Ejército del Islam
en Al-Ghouta oriental. El suceso más representativo de todo esto es el
secuestro de Samira Khalil, Razan Zaitouneh, Wael Hammada y Nazem Hamadi la
noche del 9 de diciembre de 2013, a manos de la formación salafista llamada
“Ejército del islam” en Duma, en Al-Ghouta oriental, una zona que había sido
testigo de la matanza química. Samira y Razan la habían presenciado. Ese mismo
año, y en relación con lo anterior, fue el año de la destrucción de las
coordinadoras locales, las nuevas y novedosas formas de trabajo revolucionario,
que reunían la actividad de protesta, la política y la humanitaria, entre las
que destacaban los Comités de Coordinación Local.
Antes
de 2013 y durante casi dos años, se hablaba de revolución y guerra civil en
Siria. Nuestra guerra civil terminó, pero no comenzó, en Al-Qusair en la
primavera de 2013, donde se inauguró en el ámbito sirio la era de los guerreros
religiosos del odio, suníes y chiíes. Desde la intervención estadounidense en
septiembre de 2014, y la rusa un año después, el tiempo de los guerreros de la
religión se insertó en el tiempo de los nuevos controladores imperialistas.
El
denominador común de los cinco sucesos es la flagrante mezquindad de todos
ellos: la participación del partido dependiente de Irán en el asesinato de los
sirios que habían recibido y apoyado a sus refugiados en el enfrentamiento a
Israel en todo momento; la flagrante mezquindad de la violencia de Daesh y su
modelo social y político -mezcla
de la criminalidad del colonialismo, de una organización terrorista y de un
sistema totalitario-; la
vileza del golpe de Al-Sisi contra la revolución de los egipcios y el cierre de
dicho capítulo; la excepcional vileza del acuerdo químico y de los socios ruso
y estadounidense; y por último, la mezquindad de los grupos salafistas que son
la continuación de la destrucción por parte del Estado asadiano de la lucha
democrática de los sirios.
2013
fue el año de inflexión.
[1]
Se refiere a la pretensión de los Asad de ser líderes eternos.
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