Blog dedicado a publicar traducciones al español de textos, vídeos e imágenes en árabe sobre la revolución siria.

El objetivo es dar a conocer al público hispanohablante al menos una parte del tan abundante material publicado en prensa y redes sociales sobre lo que actualmente acontece en Siria. Por lo tanto, se acepta y agradece enormemente la difusión y uso de su contenido siempre y cuando se cite la fuente.

jueves, 29 de diciembre de 2016

2013: El año de los viles y el punto de inflexión



Texto original: Al-Hayat 

Autor: Yassin al-Haj Saleh

Fecha: 27/12/2016

  "2011, 2012, 2013, 2014, 2015, 2016, y aún queremos libertad"
(Revolucionarios de Alepo, 4 de marzo de 2016)

Escribir sobre un año ya pasado con motivo del final de un año posterior requiere algún tipo de justificación; justificación que intenta proporcionar este artículo que, todo ha de decirse, se centra en Siria y, en cierto modo, en mi persona.

He escogido de los muchos sucesos que presenció ese año de inflexión una serie de hechos a los que nuestro presente está indisolublemente unido. El primero de ellos es el anuncio de la intervención del Hezbollah libanés en Siria, que ya llevaba un tiempo realizando intervenciones menos evidentes. La intervención militar de este partido dependiente de la autoridad del jurisconsulto (velayat-e faqih) en Qom (Irán), por orden iraní, comenzó en Al-Qusair, que limita con la frontera libanesa. En aquel momento, Hassan Nasrallah dijo que sus milicias habían intervenido en Siria cuando los opositores estaban a punto de anunciar su victoria en Damasco, algo que habría sido posible, en mi opinión, a finales de 2012 y principios de 2013; sin embargo, EEUU intervino para evitarlo por medio de sus seguidores regionales, los “Amigos de Siria”. La intervención del partido chií, que no encontró oposición alguna de sus enemigos declarados, llegó en ese preciso contexto. No es habitual en el sistema de Oriente Medio que pase nada a espaldas de los grandes actores regionales e internacionales, como Israel, que no ha dejado de atacar Siria de vez en cuando, siendo el objetivo de sus ataques en todo momento las fuerzas del partido divino.

Tras la intervención, llegó la expansión por Siria en favor del proyecto iraní y se pasó de argumentos defensivos como los utilizados en las Cruzadas (por ejemplo, la protección de “los santuarios de la familia del Profeta (por la línea de su hija Fátima)”), a la adopción literal del pretexto estadounidense durante la invasión de Afganistán e Iraq: los atacamos en su territorio para que no nos ataquen a nosotros en el nuestro. Antes bien, la pretensión estadounidense tenía algo más de credibilidad tras el atentado del 11 de septiembre de 2001.

En realidad, la intervención se enmarca en la aspiración iraní de expandir su dominio en la región árabe, instrumentalizando a suníes y chiíes como memorias inflamadas, fuentes simbólicas e ideologías justificativas. La gestión de este nuevo conflicto no presenta un reto para los estadounidenses y su socio israelí, pues sigue el esquema de la doble contención en la que se basó la Administración estadounidense durante la guerra irano-iraquí. 

El segundo hecho es el ascenso de Daesh, o el fruto del vientre fértil de Al-Qaeda: un ente aún más monstruoso que el Estado Islámico de Iraq, y su líder Abu Musab al-Zarqawi, que degollaba a sus víctimas con sus propias manos. Tras nueve meses de vida, Daesh tomó el control absoluto de Raqqa y otras zonas de Siria, y unos meses después, tomó el control de Mosul en Iraq. Mientras eso sucedía, logró dominar en gran medida a las sociedades locales y los recursos en las zonas que controlaba, mostrando una capacidad asombrosa de puesta en escena en sus asesinatos. Daesh no tiene futuro político, pero su mera aparición en nuestro tiempo plantea duros interrogantes sobre la transformación de la bondad general de los musulmanes en fuerzas de mal, violencia y odio, y sobre la abrupta transformación de la autoridad del Mas Allá derrotado en un Demonio, como ha sucedido en la historia de todas las religiones y las creencias.

Su ascenso también plantea interrogantes a los musulmanes y sus sociedades, sobre su capacidad para enfrentarse a las fuentes del mal que habitan en ellas, e invita a la introspección. Daesh puede ser la forma más extrema del islamismo contemporáneo, en cuyo seno se atrofian otras formas, que delegan la respuesta a la dura pregunta que se les hace en la respuesta a este fenómeno al completo. Pero Daesh también puede ser un punto de ruptura y división incurable de nuestras sociedades. Solo una revolución en la religión puede ser la respuesta a Daesh.

No hay una conexión causal entre la intervención armada chií, dependiente del jurisconsulto iraní, y la aparición y ascenso de Daesh, pero lo que indican ambos sucesos simultáneos es la desviación de la lucha por el cambio en Siria y el fin de la retórica de la eternidad [1], hacia un conflicto suní-chií extremadamente retrógrado y sumamente costoso, que parece que durará mucho tiempo.

El tercer suceso fue el golpe de Al-Sisi en Egipto aprovechando las poderosas protestas populares contra el gobierno de los Hermanos Musulmanes. Los intentos de “hermanización” del Estado habían provocado un sentimiento de humillación entre muchos egipcios, y estimulado el aumento de puntos de resistencia. Lo cierto es que hay un elemento patriótico en la resistencia a la islamización en Egipto (y otros países) que no parece que los islamistas puedan adoptar: nuestros países, y especialmente Egipto, son menos islámicos de lo que piensan, y más “nacionalistas” y terrenales. No obstante, se ha aprovechado la resistencia nacional al universalismo islámico en beneficio de un golpe que ha impuesto un gobierno militar, y que se ha autorizado a sí mismo, sin ponerse límite alguno, a enfrentarse a la sociedad egipcia y no solo a los islamistas. El capítulo de la revolución quedó rápidamente cerrado, con una amplia connivencia de parte de la clase media egipcia, presa del pánico; sin embargo, el nuevo gobierno no ha podido establecer relación con ninguna causa general egipcia, o ayudar a resolver cualquiera de sus problemas sociales y económicos. El gobierno de Al-Sisi ha causado una verdadera derrota a los Hermanos y se ha afanado en poner fin al capítulo de la revolución y su recuerdo. En el nivel regional, el golpe supuso un cambio cualitativo en favor de la contrarrevolución, algo muy conveniente para el poder asadiano en Siria.

El cuarto suceso es la matanza con armas químicas en la zona de Al-Ghouta en Damasco, y el vergonzoso acuerdo que la sucedió. Es difícil encontrar algún suceso más vil en la historia del sistema internacional contemporáneo. Tras el asesinato de 1.466 seres humanos en una hora y tras haber traspasado la línea roja de Obama, él mismo se afanó en rehabilitar al asesino internacionalmente para que continuara asesinando por otros medios. Fue Israel quien inspiró el acuerdo apañado entre EEUU y Rusia, como bien es sabido, algo que sirve de recordatorio, para quien lo haya olvidado, de que tenemos una fuente caudalosa de maldad que se ha dedicado durante toda su historia a acabar con nuestra vida y asolarla, y que ha servido de modelo de destrucción y genocidio a los espectadores regionales, entre los que destaca el Estado de los Asad.

El gran milagro que han logrado las políticas del acuerdo químico ha sido que las mismas armas químicas estuvieran entre las otras armas que los químicos del mundo permitieron usar al químico local. El portavoz del acuerdo dijo: el Estado de los Asad ha entregado sus armas químicas prohibidas internacionalmente, y nosotros, “el mundo”, no podemos hacer nada, a cambio de este compromiso, si utiliza contra quienes se han rebelado en su contra otro tipo de armas, incluidas las armas químicas prohibidas que le hemos arrebatado. Tras despojarlo de sus armas químicas, el Estado asadiano ha utilizado de hecho armas químicas en decenas de ocasiones, pero en puntos que no avergüencen a los Obamistas y sin cruzar el umbral que sonroje sus mejillas (o sus líneas).

Una década antes de la matanza asadiana con armas químicas, se ocupó y destruyó un país con el pretexto de unas armas químicas inexistentes. Una década después, se renueva el mandato de una mafia sobre sus gobernados a pesar de haber usado armas químicas en su contra. “Oriente Medio” es un mundo que gobiernan dioses de humor cambiante.

2013 fue también el año en que se terminó de mutilar la revolución democrática siria por parte de los diversos tipos de islamistas que han completado el trabajo del Estado asadiano en ese sentido. Daesh en Raqqa y Deir Ezzor y algunas zonas de Alepo; el Frente de Al-Nusra en zonas de Alepo e Idleb; y el Ejército del Islam en Al-Ghouta oriental. El suceso más representativo de todo esto es el secuestro de Samira Khalil, Razan Zaitouneh, Wael Hammada y Nazem Hamadi la noche del 9 de diciembre de 2013, a manos de la formación salafista llamada “Ejército del islam” en Duma, en Al-Ghouta oriental, una zona que había sido testigo de la matanza química. Samira y Razan la habían presenciado. Ese mismo año, y en relación con lo anterior, fue el año de la destrucción de las coordinadoras locales, las nuevas y novedosas formas de trabajo revolucionario, que reunían la actividad de protesta, la política y la humanitaria, entre las que destacaban los Comités de Coordinación Local.

Antes de 2013 y durante casi dos años, se hablaba de revolución y guerra civil en Siria. Nuestra guerra civil terminó, pero no comenzó, en Al-Qusair en la primavera de 2013, donde se inauguró en el ámbito sirio la era de los guerreros religiosos del odio, suníes y chiíes. Desde la intervención estadounidense en septiembre de 2014, y la rusa un año después, el tiempo de los guerreros de la religión se insertó en el tiempo de los nuevos controladores imperialistas.

El denominador común de los cinco sucesos es la flagrante mezquindad de todos ellos: la participación del partido dependiente de Irán en el asesinato de los sirios que habían recibido y apoyado a sus refugiados en el enfrentamiento a Israel en todo momento; la flagrante mezquindad de la violencia de Daesh y su modelo social y político -mezcla de la criminalidad del colonialismo, de una organización terrorista y de un sistema totalitario-; la vileza del golpe de Al-Sisi contra la revolución de los egipcios y el cierre de dicho capítulo; la excepcional vileza del acuerdo químico y de los socios ruso y estadounidense; y por último, la mezquindad de los grupos salafistas que son la continuación de la destrucción por parte del Estado asadiano de la lucha democrática de los sirios.

2013 fue el año de inflexión. 

[1] Se refiere a la pretensión de los Asad de ser líderes eternos.

sábado, 24 de diciembre de 2016

¿Qué Mesías va a nacer hoy entre nosotros?



Texto original: Global Voices
 
Autora: Marcell Shehwaro

Fecha: 23/12/2016

Robert Lentz

Son días “de gloria”, se supone, en los que nace el Mesías, dios del amor, la justicia y la paz. Pero, ¿qué Mesías va a nacer en nuestro mundo hoy?

Si hoy naciera un mesías, debatiríamos largo y tendido sobre lo que cubre la cabeza de María, y le cerraríamos las puertas al pobre que viene con su mujer embarazada. Nuestras casas serían las que le dirían no al nacimiento del Mesías, y por nuestra culpa, nacería en un portal.

Si hoy nos llegara un mesías, divagaríamos largo rato sobre su profesión: ¡un carpintero de Oriente Medio! ¿Nada más? ¡Sin habilidades especiales, ni idiomas! ¡Y encima, ingenuo, pretende cambiar el mundo!

Si hoy viniera un mesías, acusaríamos a los Reyes Magos de no ser imparciales, y los pastores serían detenidos antes de poder difundir la “buena nueva”. Quizá os solidarizaríais un poco, o no.

Si llegara un mesías huyendo de Herodes, creeríamos la versión de Herodes, o discutiríamos y escribiríamos sobre qué pasaría si Herodes tuviera razón al asesinar al Mesías niño. ¿Qué pasaría si el Mesías creciera y se convirtiera en una amenaza? O quizá ocultaríamos al responsable y nos conformaríamos con una frase del tipo “es todo muy complicado allí”.

Pero aun así, lo celebramos: grandes árboles y figuras aún más grandes de la Virgen ante las que lloramos y rezamos para que nos perdone haber olvidado a María, cobijada a tan solo unos metros en un campamento.

Sin embargo, celebramos: los adornos llenan las calles, luces brillantes que quizá nos ayuden a olvidar que en nuestro mundo de hoy, “el buen samaritano” se ha convertido en una organización sin ánimo de lucro, obsesionada con contar la historia del herido al que ayudó, para pasar a engrosar las listas de los que se benefician de los heridos, sin tiempo para una sonrisa.

Somos cristianos, pero al Mesías lo encontramos en otro que no se parece a nosotros. El Mesías que queremos es elegante, no lleva su ropa en una bolsa, ni pasea con sandalias raídas. Chapurrea un buen inglés y lo mejor es que ofrezca algo antes de hablar de amor, que realice un acto en defensa propia ante la acusación de terrorismo.

Somos cristianos, pero tememos a los judíos, musulmanes, árabes y afganos, y todos los que no son “nosotros”. El amor es selectivo y se basa en la clase social y la pertenencia; sin embargo, el Mesías, por alguna razón, paso por alto mencionarlo y habló del amor universal.

Somos cristianos, pero si los profetas hoy quisieran transmitirnos el mensaje, se ahogarían en el mar o se les dispararía en las fronteras, porque son sospechosos, claro.

¿Qué Mesías va a nacer hoy entre nosotros mientras todos sus “pequeños hermanos” por los que nos preguntará el Día del Juicio están asediados, son asesinados o están atrapados en campos?

Almacenamos nuestros “talentos” (moneda) en un banco para irnos un día de vacaciones a algún lugar donde tomar muchas fotografías y subirlas a las redes sociales, para tener informados de lo contentos que estamos a nuestros amigos a los que no tenemos normalmente tiempo de amar.

¿Qué Mesías va a nacer hoy entre nosotros si queremos seguirlo todo, excepto a la estrella hacia el pesebre?

Si el árbol que ponemos cada año en nuestra casa es símbolo de una nueva vida, ¿qué vida nos cabe esperar a nosotros, dolientes, en nuestra muerte diaria?

Hoy soy una refugiada y no hay ningún lugar al que pueda llamar hogar, en el cual sentirme lo suficientemente a gusto, o donde poner un árbol y esperar los regalos. De hecho, en unos días, no me quedará ni un lugar al que volver.

Metí a escondidas un árbol en Alepo oriental, como símbolo de la defensa de mi identidad frente a Daesh. El amigo que me ayudó es musulmán y hoy sufre los bombardeos; los amigos que me ayudaron a decorarlo son musulmanes, y hoy son víctimas del asedio y de las amenazas de ejecuciones sumarias.

Tengo un árbol de Navidad que consideraba un buen presagio en mitad de la destrucción… Hoy, como todo allí, en Siria, se ha convertido en un símbolo del cementerio.

Duele incluso que tenga la capacidad de mantener la esperanza y escribir mis deseos para el año que viene. Duele ver que el mayor de mis deseos navideños es “un éxodo forzado” de quienes creen en la justicia de su lucha. 

Quienes están en Alepo luchan por la libertad y la dignidad: son la “sal de la tierra”. Si se les asedia y asesina, ¿con qué salaremos?

jueves, 15 de diciembre de 2016

No salgo por voluntad propia

Este vídeo ha sido publicado esta mañana, 15 de diciembre de 2016, en el perfil de Salah al-Ashkar, que ha emitido varios vídeos denunciando la situación en Alepo.
Hoy, visiblemente afectado, explica por qué se marcha.


 

martes, 13 de diciembre de 2016

Última llamada desde Alepo

En este vídeo del 12 de diciembre de 2016, Joud Al Khateib nos habla de la situación en Alepo y pide que pare el derramamiento de sangre. Ya ni siquiera habla de evacuaciones, sino de que paren las bombas porque los servicios de rescate ya no dan abasto.

 

Bailando sobre la destrucción

Texto original: Al-Quds al-Arabi

Autor: Elías Khoury

Fecha: 13/12/2016


Bashar al-Asad puede bailar sobre los escombros de Alepo, entrar con su ejército y las milicias de sus aliados fundamentalistas en la ciudad, vengarse de su ciudadela y destruir la tumba de Al-Mutanabbi[1], anunciando su victoria sobre la bella ciudad y lo que queda de ella.

Por su parte, los países árabes y regionales que han arrasado el levantamiento popular sirio con dinero, petróleo, gas y armas inservibles, pueden cantar, incluso viendo cómo sus seguidores son derrotados, porque han logrado abortar la idea de la libertad y la dignidad del ser humano que hizo que cientos de miles de sirios ocuparan las calles con sus proclamas y su muerte, que han tomado el cielo.

Putin puede jactarse de que la intervención de sus aviones, expertos y maquinaria de destrucción que posee Rusia ha convertido Siria en un Grozni y ha hecho realidad el deseo del pequeño dictador sirio, que había lanzado el siguiente lema: “Asad o quemamos el país”.

La diplomacia estadounidense puede dar al mundo una lección de escoria, indignidad y palabras vacías de significado, mientras presencia cómo ha logrado destruir Siria con un coste mucho menor que el que tuvo la destrucción de Iraq.

El déspota sirio ha destruido su país con sus propias manos, apoyándose en una negra alianza regional e internacional, y cree que recuperará sobre la destrucción de Siria un atípico Imperio Ruso o el sueño imperial iraní.

El Israel racista del Likud puede sentirse embriagado ante la visión de la destrucción del Bilad al-Sham a manos del dictador.

Por último, los fundamentalistas pueden estar orgullosos de que su represión del pueblo sirio en aquellas zonas en las que tomaron el control no ha sido menos salvaje que la represión del régimen. Cuando pisaron la bandera de la revolución siria, estaban pisando el sueño democrático. Con ello, acumularon una nueva experiencia cruenta que les capacitó para jugar nuevos papeles ante sus dirigentes directos e indirectos.

Todos los asesinos y carniceros se han reunido para asesinar a Siria y humillar a su pueblo. Cuando se secuestra a Razan Zaitouneh y Samira Khalil en Duma, gobernada por el Ejército del Islam, cuando los fundamentalistas solo elevan lemas de humillación a la mujer siria, cuando las únicas preocupaciones de Daesh son el cautiverio, el asesinato y la destrucción, estamos ante una escena que reformula el salvajismo de la prisión de Tadmor[2], la insistencia de los shabbiha del régimen en obligar a los detenidos a divinizar a Asad, la celebración del asesinato, la violación y la humillación que dominan a la perfección los shabbiha mientras asolan Siria y convierten el recuerdo de Timurlán en una escena del presente.

Alegraos, asesinos y carniceros, tenéis derecho a ello. Siria es el punto de inflexión que anuncia el fin de los valores morales y humanos, y la entrada del mundo, encabezado por el occidente estadounidense, en un túnel de salvajismo y racismo.

No queremos culpar a nadie. El pueblo sirio estalló en una revolución noble que fue modelo de la voluntad, firmeza y capacidad de sacrificio de un pueblo en su enfrentamiento con la dictadura y el despotismo. Las manifestaciones en las ciudades y pueblos de Siria, sus lemas nacionales que fueron reprimidos por balas, asesinato, tortura y humillación, fueron un claro anuncio de que la llamada de la verdad y la libertad puede crear su propio lenguaje, a pesar de todo.

No queremos culpar a nadie. Bueno sí, tenemos que preguntar a quienes se elevaron como dirigentes incapaces de dirigir, y se dejaron llevar por la ilusión de una intervención extranjera, lanzándose, al menos algunos de ellos, en los brazos del tiempo del petróleo y el despotismo árabe, comiéndose a la revolución desde fuera, por medio del dinero, las armas y el pensamiento fundamentalista oscurantista. El pueblo sirio se encontró solo en su enfrentamiento contra los instrumentos ciegos de la muerte. Sí, tenemos que revisar nuestra cultura de forma radical, no porque sea un mero problema cultural, pues es un problema político y económico en primera instancia, sino para reconfigurar las élites políticas y de pensamiento, que han de llevar la herencia de esta sangre siria y convertirla en un hecho histórico mediante la compenetración con la gente y siendo partícipes de su dolor y sufrimiento. Así convertiremos este asesinato y este gran dolor en una historia a través de la cual veamos un futuro construido por la libertad. Sí, no debemos perdonar a los asesinos y carniceros, y debemos juzgarles ante nuestra conciencia nacional en todo momento, hasta que llegue su cita con la Justicia. Sí, no debemos olvidar las largas caravanas de muertos bajo tortura y asesinados, las imágenes de niños bajo los escombros, el sufrimiento de millones de refugiados y el lamento de las ciudades a las que le han arrancado la vida.

Los asesinos pueden cantar, pues el fascismo llena el mundo. El nuevo presidente estadounidense personifica la descortesía, el salvajismo capitalista y la venganza del hombre blanco, pues ve en el dictador árabe que ha destrozado su país al mejor aliado para que continúe la decadencia, humillación y frustración de los árabes. En ello coincide con el Zar ruso y el fascista sionista, que no ven en nuestros países más que la destrucción que provoca el desierto de sangre. Los sirios y las sirias, que nos han enseñado lo que son el sacrificio y el orgullo, son testigos hoy de la destrucción de nuestro tiempo, pero saben que las victorias del despotismo, el fascismo y los fundamentalismos ciegos no son más que una ilusión.

Es cierto que las imágenes de destrucción han cegado los ojos, y que las gargantas han sido cortadas, los cadáveres de los niños han sido deformados y la dignidad humana ha sido ocultada por el polvo de los bombardeos. Sin embargo, lo que los dictadores desconocen es que quien juega con la destrucción terminará siendo víctima de ella, y que su alegría hoy ante la destrucción de una tierra y un pueblo, es un instante que no puede durar. El pueblo que rompió el muro del miedo y se vistió de libertad, no volverá al tiempo de la oscuridad, por muy fuerte que sea la brutalidad. El pueblo que derribó las estatuas del dictador no las levantará de nuevo, aunque todas las fuerzas sobre la Tierra vengan a ello. El pueblo al que se humilla hoy en tiendas para refugiados y en las ciudades sirias totalmente asoladas no aceptará la humillación. El dictador fantasea con que ha vencido, y sí, ha vencido, pero su victoria será una ilusión y verá que nadie puede jugar con la muerte para siempre.

Ahora es el momento del dolor, pero no el de la desesperación. Es el inicio de un tiempo después de la desesperación, que debemos construir con paciencia e insistencia en el sueño de la libertad. 

[1] Conocido poeta árabe del siglo X nacido en Iraq y fallecido en Siria.
[2] Tristemente célebre prisión en Palmira donde se cometió una cruenta matanza en 1980.

viernes, 2 de diciembre de 2016

La excepción como antesala de la regla

Texto original: Al-Hayat

Autor: Hussam Itani

Fecha: 02/12/2016




Los medios de comunicación nos piden, a nosotros los espectadores impotentes, que no nos preocupemos demasiado por las atroces imágenes de Alepo que nos muestran. Los cadáveres de niños cuyos miembros asoman entre los escombros, o civiles desplazados asesinados junto a sus tristes maletas en las esquinas de las calles destruidas, no son el fin del mundo. Al contrario, son el precio a pagar para librarnos de unos terroristas que tomaron como rehenes a esas víctimas durante años, y, por tanto, la muerte espectacular de los habitantes de Alepo es culpa de los terroristas.

Los aviones rusos, los barriles de dinamita de Bashar al-Asad y los francotiradores de Hezbollah se limitan a hacer que llegue más rápido el fin del dominio terrorista de “Daesh y Al-Qaeda”. Todos se han convencido de que el régimen de Asad ha logrado vencer al ataque mundial, y tampoco pasa nada si las redes muestran algo de dolor e imágenes de niños con abrigos rojos que ocultan el color de su sangre sobre el suelo para que el mundo vea el gran servicio que Moscú, Teherán y Damasco le están haciendo al deshacerse de esos monstruos del terrorismo.

Me viene a la mente una frase del difunto pensador francés Jean Baudrillard: “Nos presentan Disneyland como si se tratase de un lugar imaginario para convencernos de que el resto del mundo es real”. Un truco similar es el que llevan a cabo Vladimir Putin, Ali Khamenei y Bashar al-Asad: Alepo es la excepción, y el resto del mundo disfruta de la paz y la seguridad gracias a los esfuerzos que hacemos en Alepo, el lugar imaginado, para que se quede así, alejado de vosotros, un lugar donde sus terroristas no pueden haceros daño. Sentimos molestaros con las imágenes de sangre y destrucción, y quizá hayamos bombardeado uno o dos hospitales, y hayamos matado uno o diez niños, pero miradlo por el otro lado: estáis sentados en vuestras casas viendo la televisión. Quizá sintáis pena o rabia, no pasa nada. Aguantaremos vuestra irritación en vuestro propio interés, que conocemos mejor que vosotros.

El Disneyland del mundo contemporáneo, Alepo, debe convencernos de que muere como precio a pagar por nuestro bienestar. Si Disneyland es el lugar al que van nuestros sueños - que vemos sabiendo que no son más que sueños-, y del que saldremos tras una visita previamente pagada al “mundo real”, lleno de detalles de la monótona vida cotidiana, lo mismo sucederá con Alepo. Esta matanza terminará pronto y volveremos a nuestra seguridad que le debemos a quien se adelantó a la expansión del terrorismo y lo combatió en su lejano origen antes de que llegara a nuestras casas y amenazara a nuestros hijos.

Sin embargo, esta idea que quieren implantar los profesionales y principiantes de la mentira ignora que la realidad tiene múltiples entradas al margen de su muerte, que anunció Baudrillard, y que la realidad sigue siendo capaz de levantarse y dar un bofetón a quien ha anunciado su muerte, del mismo modo que la historia ha vuelto y ha humillado a quien anunció su final. También ignoran que el terrorismo no es solo lo que vemos en París, Niza, Bruselas y Raqqa, o las víctimas del sur de Beirut, sino que también lo son los asesinatos de los civiles de Al-Gouta con gases venenosos, la destrucción de Homs y Alepo, los cadáveres que fotografió César [1], y el asesinato de los detenidos bajo tortura.

Quien considere que la destrucción de Alepo le va a salvar de un destino similar, que espere, dada la interconexión del mundo y la interrelación de la realidad, la llegada de nuevas formas de destrucción al umbral de su casa. Puede que los aviones Sukhoi y los barriles de dinamita no intervengan en las próximas batallas, pero sus mensajes nos llegarán sin lugar a dudas en los intentos de monopolizar la verdad, ahogar las diferentes voces y dominar impudentemente la verdad a la hora de decidir el destino y el futuro, tal y como vemos en Líbano, con el pretexto de la autoridad que Dios les ha concedido.

[1] Más información, aquí.