Blog dedicado a publicar traducciones al español de textos, vídeos e imágenes en árabe sobre la revolución siria.

El objetivo es dar a conocer al público hispanohablante al menos una parte del tan abundante material publicado en prensa y redes sociales sobre lo que actualmente acontece en Siria. Por lo tanto, se acepta y agradece enormemente la difusión y uso de su contenido siempre y cuando se cite la fuente.

martes, 23 de diciembre de 2014

Los fundamentalismos y los valores morales



Texto original: Al-Quds al-Arabi
 
Autor: Elías Khoury

Fecha: 22/12/2014




El 29 de junio (de 2014) se anunció el nacimiento del Estado Islámico, y se rindió pleitesía a Abu Bakr al-Bagdadi, como primer califa de los musulmanes tras la desaparición del califato Otomano el 29 de octubre de 1923. El nuevo Califa, inauguró su era con un célebre discurso en la mezquita Nur al-Din al-Zangui de Mosul en que comenzaron a perfilarse los rasgos del nuevo Estado, que recuperaba “un legado” resucitado de entre los escombros de la historia y que nos ha devuelto a los días del cautiverio, la crucifixión y la decapitación, donde la sangre se mezcla con la jurisprudencia del matrimonio y el concubinato, y donde dominan nuevas costumbres, como la prohibición de fumar o la lapidación de adúlteras.

El Estado Islámico apenas tiene seis meses, pero nos parece que existe desde hace mucho. Es una de las pocas veces en que el tiempo de detiene y reduce su velocidad hasta el punto de desvanecerse. Y es así donde reside el atractivo del Estado de Al-Bagdadi: se trata de un Estado capaz de surcar el tiempo hasta el punto de que el pasado se convierte en presente, un presente que recupera un pasado que no pasa.

El Estado de Al-Bagdadi se enmarca en un contexto de expansión torrencial del fundamentalismo que comenzó con la guerra de los muyahidines afganos y su aliado estadounidense contra la ocupación soviética. Un fundamentalismo que llegó a uno de sus cúlmenes con la revolución iraní de Jomeini antes de asesinar los levantamientos populares árabes y vaciarlos de su sentido, para convertirse con sus dos ramas suní y chií en un instrumento de guerra abierta entre esos dos grupos, una guerra que aún está en sus terribles inicios.

Pero, ¿de dónde viene esa ‘magia’ que se inició con la conocida imagen de Osama Bin Laden sobre su caballo después de la matanza de las torres del World Trade Center en Nueva York, y que terminó con la imagen de Abu Bakr dando un discurso en el mihrab de la mezquita, con un reloj de Rolex? ¿Qué relación hay entre el caballo y los aviones que provocaron el derrumbe de las dos torres estadounidenses, y entre el Rolex y la imagen de la esclavización de las mujeres yazidíes?

En la compleja relación entre el caballo y los aviones, o entre los beduinos y la tecnología, se esconde solo la mitad de la historia, la historia del salto a un tiempo posmoderno, un tiempo en que se destruyen lo valores y los significados, y donde la tecnología moderna se convierte en un mero instrumento vacío de significados. En este sentido, podemos entender la serie de imágenes hollywoodienses de las películas propagandísticas que emite el Estado Islámico en el tiempo de la “administración del salvajismo” que están instaurando según los principios de Abu Bakr al-Nayi [1]. O también podemos entender esta obsesión sexual que mezcla la violencia de la decapitación y el derramamiento de sangre con la violencia de la violación, el cautiverio y la esclavitud femenina, como si estuviéramos ante una película pornográfica que cambia el desnudo por el niqab, y da rienda suelta a la obsesión sexual en medio de la violencia.

La destrucción de los significados es resultado del desplome del Estado civil que el despotismo convirtió en un Estado salvaje, como resultado de un neoliberalismo descontrolado que destruyó las clases medias y empobreció a la sociedad. Ello hizo que el nuevo conjunto de valores que domina en esta terrible y salvaje situación sea el recurso a una explicación más retrógrada de la religión, que mezcla a Ibn Taymiyya con un wahabismo renovado, bajo el manto del Califa, la otra cara del despotismo.

La otra mitad de la historia es la total decadencia del Estado securitario, al haber eliminado el Estado despótico los valores éticos y sociales en el festival de locura colectiva iniciado con el delirio de Gaddafi al declararse escritor y filósofo, pasando por la fuerza y crueldad dementes de Saddam -que además publicó novelas-, hasta desembocar en la obsesión asadiana con las estatuas del dictador que permanecerá “más allá de la eternidad”. Esto ha venido acompañado de la libertad de la que gozan las bandas relacionadas con el poder, carentes de escrúpulos morales, y que hacen que la ley pierda todo su sentido: las cárceles se han convertido en cementerios, y la sociedad en su conjunto ha sido violada: hombres y mujeres. Un vacío ético, y un empobrecimiento total que empujaron a los sirios y las sirias al inicio de su revolución a elevar el lema “Soy un ser humano, no un animal”.

Los nuevos fundamentalismos han llegado en la era de la posmodernidad y han vuelto a instaurar el vacío y el empobrecimiento en la forma de una hegemonía religiosa erigida sobre la idea de la erradicación total, pero que se enmarca en un imaginario que supone la resurrección del pasado de su largo letargo, considerando que las sociedades árabes son sociedades descreídas o herejes.

Cuando unimos ambas mitades de la historia, comenzamos a comprender esta trayectoria de decadencia absoluta que vive el Levante árabe hoy en la oscuridad de esta noche que solo ilumina un leve halo de luz tunecino, que ojalá no se apague, para que los árabes no se ahoguen en la oscuridad más absoluta. Pero el unir ambas mitades no exime a las élites culturales árabes de su responsabilidad en esta decadencia. Es cierto que la máquina de represión despótica ha golpeado a la sociedad civil sin piedad, y que ha logrado, por medio de la conjunción del despotismo y los petrodólares, dominar el ámbito mediático, antes de alargar su dominio hoy sobre el ámbito cultural. No obstante, también es cierto que las élites árabes, especialmente las de izquierdas y las democráticas, no han sido conscientes de la magnitud del peligro de esta etapa y no han podido desarrollar nuevos valores sociales, políticos y éticos.

Qué ingenua parece hoy la ola literaria que pretendía difundir la literatura de lo obsceno y el retorno al legado pornográfico árabe, insistiendo en la “ideología del cuerpo”, y a defender un erotismo tradicional, sin horizonte alguno de pensamiento o moralidad. Qué ingenuos parecen también los apresurados intentos de arraigar las artes visuales, cuyo objetivo era deslumbrar al público y a uno mismo. Al-Bagdadi ha traído en un único molde la violencia, el sexo y la religión, y los vídeos de asesinatos, decapitaciones, cautiverio y destrucción se parecen hoy a una serie de televisión que atemoriza y deslumbra, ofreciendo un aumento espiritual de los instintos.

La pregunta que me atormenta es cómo la gente puede soportar esta realidad que les ha sobrevenido. Algo increíble pero cierto: una vida insoportable que se soporta, y una humillación sin clemencia que se aguanta. Eso es lo que sucede cuando la historia se vuelve contra los pueblos y se ríe de ellos, pues la realidad es un monstruo que necesita quien lo eduque, porque si no, acaba con nosotros. Hoy nos acecha, y debemos despertar del letargo  del miedo y la impotencia, antes de que nos acostumbremos a esta oscuridad. 

[1] Véase este artículo para comprender el significado de esta expresión.

martes, 9 de diciembre de 2014

La especificidad de la causa de los cuatro secuestrados de Douma

Texto original: Al-Quds al-Arabi

Autor: Yassin Al-Haj Saleh

Fecha: 03/12/2014




Los activistas y aquellos preocupados por lo que sucede en Siria tienen ciertas reservas en torno al interés particular que han suscitado los cuatro secuestrados de Douma: Samira Al-Jalil, Razan Zaytouneh, Wa’el Hammada y Nazem Hamadi. Puede que se pregunten: “¿Por qué no hay tanta preocupación por otros detenidos, ya sea en manos del régimen, de Daesh o de quien sea?”. Zahran Alloush, el primer sospechoso de haber cometido este crimen dio su opinión sobre el asunto, preguntándose por la razón de lo que a él le parecía una preocupación hiperbólica por Razan Zaytouneh, obviando a Samira, Wa’el y Nazem, que fueron secuestrados con ella, y sugiriendo que era necesario preocuparse por las “mujeres de los musulmanes” detenidas por el régimen. Sin embargo, en contra de tal opinión, creo que la cuestión no ha recibido el interés que merecía, especialmente en el nivel político. Si no hubiera sido por los seres queridos y amigos de los detenidos, estos habrían caído en el abismo del olvido.

No sorprende que los amigos de Samira, Razan, Wa’el y Nazem sean personas que trabajan en el ámbito público, capaces de mantener un amplio interés relativo por su causa. Esto se debe a que estas dos mujeres y hombres estaban en el núcleo de la actividad pública democrática desde el inicio del presente siglo, y Samira en concreto desde los años ochenta del siglo pasado. Es bien conocido además que fue detenida entre 1987 y 1991 por su actividad en una organización de izquierdas opositora. Y ahí radica el elemento principal de esta cuestión: los cuatro eran opositores conocidos del régimen asadiano desde muchos años antes del inicio de la revolución, y no se trata de personas cuyas historia de lucha haya comenzado con ella. Los cuatro han dejado registro de una acción pública fructífera, organizada en torno a una visión intachable ética y política previa.

En segundo lugar, los cuatro llegaron a una “zona liberada” porque el régimen los buscaba y con la esperanza de retomar su actividad pública en condiciones más favorables y libres. Siempre insistieron en integrarse en el entorno local y buscar en él compañeros (de misión), y eso fue lo que hicieron desde que la primera de ellos, Razan, llegó a Al-Ghoutta, la última semana de abril de 2013. Su idea de acción pública es la de trabajar con la gente, toda la gente, y no solo dedicarse a la alta política de los estados, como aquellos que viven en las estrellas. A pesar de que ninguno sentía que iba a un lugar extraño en el que necesitaran una protección especial, el vademécum de la hospitalidad, por no decir los principios más básicos de la revolución, exigían que se protegiera a dos mujeres y dos hombres que llegaron a la zona perseguidos por el régimen.

En tercer lugar, los secuestradores no son el régimen asadiano ni Daesh, sino fuerzas locales de Douma, en concreto una fuerza llamada Ejército del islam, que también tiene peso en otras zonas de Siria, además de tener representación de algún tipo en la Coalición Nacional, pues está considerado como una fuerza revolucionaria. El crimen lo cometió una formación que se supone que está interesada en primera y última instancia en enfrentarse al régimen y proteger a los ciudadanos de este, y que extrae su legitimidad de este deber concreto y de nada más. Ello presupone algún tipo de ayuda material y política en nombre de la revolución y a cuenta de la misma.

El régimen trabaja para destruir la revolución, su causa y toda nuestra sociedad, y no ha dejado de bombardear Douma y Al-Ghoutta oriental. Por tanto, sus crímenes no nos sorprenden. Daesh es una formación criminal que no esconde su enemistad con la revolución, los activistas civiles y lo que estos representan. Pero quien ha cometido este crimen ha sido una formación militar religiosa que espera, junto con muchos otros, que no la critiquemos porque se enfrenta al régimen asadiano agresor. ¿Cómo se come eso?

¿Cómo se calla uno ante tal atrocidad con el pretexto del enfrentamiento con el régimen? ¿Acaso quien comete un crimen como este está de veras interesado y preocupado por la lucha contra el régimen a favor de la vida y la libertad de los sirios? Si hay quien cree que el ejército de Zahran está de veras comprometido con la revolución, o que al menos es fiel en su lucha por “liberar las ciudades del tirano” (según respondió el portavoz del Ejército del islam a una acusación directa del escritor de estas líneas poco después del secuestro), que le presione para que libere a los secuestrados, y no mine su fama con prácticas asadiano-daeshíes contra activistas desarmados; y que diga a los secuestradores que enfrentarse al agresor asadiano no supone dedicarse a secuestrar a la gente, encarcelarla y eliminar cualquier dato sobre ellos.

Por nuestra parte, no creemos que sea posible que un verdugo sea un liberador, y quien quiera pruebas que busque en la historia del régimen asadiano, verdugo del pueblo sirio solo preocupado por su autoridad, hecho que le llevó a vigilar las fronteras con el territorio sirio que ocupan los israelíes para proteger a Israel y su mantenimiento. ¿Podemos ser portadores de la misma causa que quien secuestró a los cuatro activistas? Su crimen no solo lo impide, sino que, más bien, nos dice que nos consideran enemigos.

Y aquí radica la cuarta razón de la especificidad de esta cuestión y la necesidad de que se le dedique más interés y no menos. Ellos cuatro nos representan, representan a la revolución siria con sus valores liberadores, no como una lucha por el poder. Representan la política desde abajo, con la gente, y no desde arriba. Representan la ampliación de horizontes de pensamiento, y de horizontes políticos y éticos, no su estrechamiento o la cerrazón de las almas. Representan lo público y patriótico en nuestra revolución y la elevación por encima de los lazos sectarios, no el aferramiento a ellos y la lucha en su nombre.

No fueron secuestrados y ocultados por infringir una ley conocida, sino porque representan un modelo diferente de pensamiento, política y valores. Así, la insistencia en que se les dedique más atención y en que se ejerzan presiones simbólicas, políticas y legales sobre los secuestradores supone una autodefensa, tan legal como lo era la autodefensa armada contra la máquina de muerte del régimen.

No hay lógica ni principio justo que permita a nadie dedicar menos interés al destino de las y los secuestrados. Por el contrario, se pide un interés general mayor por todos los secuestrados, detenidos y desaparecidos, y que no se deje a sus familias solas. El ideal al que aspirar es que todos los secuestrados y detenidos obtengan el grado de atención general que aquel que tenga más eco.

Lo que pedimos y esperamos que otros pidan, como organizadores de la campaña de solidaridad con los cuatro detenidos y de presión a los delincuentes, es que se mantenga la unión entre la cuestión de los cuatro secuestrados de Douma y los detenidos y encarcelados por el criminal asadiano, y entre los secuestrados y desaparecidos a manos de Daesh. Pedimos que se ponga de manifiesto la unidad del sufrimiento a manos de los tres agresores, y la unidad del significado de la acción por la libertad de todos ellos y la libertad y dignidad de todos los sirios. ¿No es esa nuestra causa? ¿No fueron la libertad y la dignidad las que hicieron estallar la revolución?

miércoles, 22 de octubre de 2014

Para que no nos vuelvan a aplastar

Texto original: Al-Jumhuriyya

Autor: Editorial de Al-Jumhuriyya

Fecha: 05/09/2014


"Asad y Daesh son lo mismo"



Nosotros, los opositores laicos al régimen asadiano y rivales de los islamistas, fuimos aplastados dos veces a lo largo de dos generaciones. No pudimos defendernos en ninguna de esas ocasiones, y fue muy fácil para los agresores -el régimen primero (durante los ochenta del siglo pasado), y después el régimen y los islamistas-, aplastarnos y destruir nuestra causa. La falta de capacidad económica y el hecho de estar desarmados no hizo las cosas más fáciles, como tampoco nos las facilitó el no invertir en nuestros puntos fuertes: la innovación cultural y social. La realidad es que nuestra innovación fue limitada, ya que nos limitamos a abrazar doctrinas ya preparadas, nos entretuvimos con imitaciones improductivas, tratamos con la cultura como un campo secundario al que dedicábamos solo parte de nuestro tiempo y nuestra pasión, la convertimos en un signo de distinción frente a otros ciudadanos, y nos desprendimos de los valores liberadores en favor de los partidismos y las consideraciones dependientes cortas de mira.

En definitiva, no logramos apenas renovar la cultura o hacer de la nueva cultura una fuerza social llamativa, que se dirigiera a las fuerzas sociales que hoy están desperdigadas: la “sociedad trabajadora”, esa que se levantó en revolución y se expuso más que nadie a las detenciones, los asesinatos y los desplazamientos forzados, desligándose aquellos que quedaron por falta de una visión de conjunto. La sociedad trabajadora la conforman los amplios sectores de sirios que viven de su trabajo, su producción y su conocimiento, y no del pillaje, la extorsión, las rentas o su relación con partes extranjeras. Son los sectores que se han expuesto al pillaje y la explotación sistemática por parte del régimen asadiano y sus semejantes islamistas. También son los sectores cuyos intereses se corresponden con la liberación social y política, y con una nueva Siria liberada.

La sociedad trabajadora no pudo defenderse solo con las armas de la cultura frente a los agresores armados del régimen asadiano y los grupos salafistas armados esparcidos hoy por el territorio sirio. No se puede dejar de defenderse a uno mismo y a la sociedad con armas. Nos aplastaran siempre si no logramos defendernos a nosotros y nuestras causas, que son la libertad y la igualdad en Siria y los sirios, por la fuerza. No solo porque nadie nos va a defender, sino porque nuestra experiencia en la lucha que se está librando ahora concretamente dice que estaremos en el lugar de la víctima siempre, sin que el sacrificio tenga mucho valor y sin que nuestra causa avance demasiado, salvo que logremos aunar la cultura como factor influyente y la capacidad material, incluidas las armas, cuando la situación lo exija… Y lo hará.

Nos detuvieron, nos torturaron, nos asesinaron, nos echaron de nuestras casas, destrozaron nuestras vidas y nos maltrataron. Y seremos parte en el crimen contra nosotros mismos si la producción de significados, ideas, y valores estéticos y morales sigue siendo tan modesta, y se mantiene la dispersión e incapacidad de organizar nuestras fuerzas. Y lo mismo sucederá si nos mantenemos aislados y hacemos de la cultura una alternativa a la fuerza política y una justificación para abstenernos de la autodefensa y para aislarnos de la Siria trabajadora. Ambas cosas son necesarias y vivas por igual: la cultura de la liberación y los valores liberadores. Son lo que organiza la fuerza material para lograr el objetivo de la liberación general. Por su parte, la fuerza es la que sirve para la autodefensa cuando la ausencia de la misma supone el exterminio, el secuestro, la detención, la tortura, el asesinato y la emigración forzada, tal y como vamos aprendiendo de las experiencias vivas.

Ello exige un levantamiento contra las costumbres y la educación mental y política que se ha recibido durante treinta años, esas que indujeron la separación entre la cultura liberadora y la fuerza material, y que hicieron de tal separación su propia seña de identidad e identidad misma, sin ser conscientes de que con ello se hacía del abandono de la política una definición de sí mismas. El eslabón de unión es, nuevamente, la sociedad trabajadora siria. Una sociedad que exige que trabajemos para insertarnos en ella y organizarla para que defienda su vida y su patria. Nadie librará nuestra batalla si no lo hacemos nosotros mismos. Por su parte, los shabbiha (matones, secuaces) de la religión y el Estado solo verán en nosotros a aquellos a quienes humillar si no logramos defendernos e imponernos como una fuerza activa.

Eso es lo que creemos que necesita nuestra sociedad para romper esta polarización suicida entre dos fuerzas salvajes, ambas al margen de los valores humanos y patrióticos, para abrir la veda a otra opción, la opción de la liberación general, que a su vez limitará la dispersión de un amplio sector de los sirios que se han rendido hoy a la frustración y la ironía, esterilizándose a sí mismos y desaprovechando toda la fuerza que tienen y que no puede descartare para volver a ser dueños de nuestro país. El refuerzo de este sector y su conversión en un bloque o polo patriótico efectivo es la alternativa a la dispersión y la rendición, de las que solo se benefician los shabihha y los contra-shabbiha [1].

Somos conscientes de que ello necesita años de esfuerzo organizado y diligente y que es precisa una ruptura con el espíritu egoísta que ha definido a una generación entera de intelectuales y activistas. También exige una ruptura mental, emocional y política con las formas degeneradas de actividad pública, que solo atraen a los corruptos, los lacayos, los prevaricadores y los chaqueteros de la Coalición y el resto de formaciones opositoras.

Nuestro país está pasando por una tragedia histórica sin igual desde tiempos remotos, y no solo desde la creación de la entidad siria hace algo menos de un siglo. La mitad de los habitantes han tenido que abandonar sus casas y otros tantos,o incluso más, son refugiados fuera del país, mientras que las aguas del Mediterráneo se han tragado a cientos de ellos en los últimos meses. Cerca de 200.000 sirios han muerto y unos 15.000 de esos lo habrán hecho bajo tortura. Homs, Daraa, Alepo, Deir Ezzor, Raqqa, Dariya, Muaddamiyya y Al-Ghoutta Oriental han sufrido una ingente destrucción. 

Además el país en la trampa de una familia criminal que se lo ha entregado a Irán y sus secuaces sectarios en Líbano e Iraq, mientras que por otra parte se ha infestado de formaciones religiosas armadas, cuyas acciones carecen de toda dimensión liberadora o patriótica, entre las que destaca Daesh, como mezcla de colonialismo invasor, locura religiosa y purga étnica. El futuro inmediato no parece augurar más que nuevas masacres, una mayor división y odios mucho más profundos y determinantes.

Pero por encima de todo eso, el mundo y los organismos internacionales han permitido que la matanza continúe durante tres años ymedio, y parece que seguirán "gestionando la crisis" para que Siria se convierta en un desastre humano, y en un ejemplo elocuente que aclare a los ciudadanosde la zona y del mundo los peligros de las revoluciones y de rebelarse contra los gobernantes.

Esta última dimensión, la connivencia de las potencias internacionales con el asesino y el abandono de los sirios agredidos sin apenas armamento con que defenderse, habiéndosele reconocido al régimen la posibilidad de matar por todos los medios –excepto las armas químicas-  es una experiencia que los sirios no podrán olvidar u obviar en el proceso de conformación de fuerzas patrióticas que unan los valores liberadores, el peso social y la fuerza material por un lado, y la cultura y la mayoría de la gente por otro. Más aún, será necesario que pongamos énfasis en esta experiencia en nuestra cultura y la convirtamos en una energía positiva para el trabajo futuro, sin caer en un aislamiento resentido con el mundo. Al contrario, tenemos compañeros excepcionales en otros lugares, que son un apoyo muy importante para nuestra lucha, y tendremos que conseguir nuevos compañeros.

Si no queremos que nos vuelvan a aplastar, debemos ponernos a trabajar. Nuestros aliados son el pensamiento innovador, la independencia, la dignidad personal y patriótica y la dedicación al trabajo. Los islamistas tienen las armas, que cuentan a su vez con el sectarismo, el odio, el salvajismo y la desesperación; nosotros tenemos la innovación, la libertad y la esperanza. Con tal preparación, las experiencias pasadas de dos generaciones y la existencia de un sector sirio sin lazos organizativos que se mueve hacia la acción y la cohesión, se supone que hemos de ser capaces de formar un bloque socio-político en poco tiempo. La fuerza material vendrá después de la fuerza social y política.

Dentro de cuatro años exactamente nuestro país cumplirá un siglo. Es un momento perfecto para que hayamos progresado en la representación intelectual y cultural de nuestro país, y hayamos avanzado en el camino de su representación política, además de haber logrado dar pasos en el camino de la recuperación de nuestra causa de manos de dos tipos de asesinos.

[1] Los secuaces del régimen y los islamistas, enfrentados entre sí.

lunes, 20 de octubre de 2014

Daesh y los abismos de la resurrección



Texto original: Al-Quds al-Arabi

Autor: Elías Khoury

Fecha: 18/08/2014


Reconozco que todos mis intentos de comprender el fenómeno de Daesh han fracasado. Nadie sabe, o el conocimiento está tan desperdigado, que es casi imposible recomponer el puzle de Daesh. Sin embargo, existen cuatro cuestiones relacionadas con el rápido ascenso de Daesh:

La primera es el hecho de que Al-Qaeda, que se enfrentó por medio de un salvaje terrorismo a EEUU y los estados occidentales, ha desaparecido o se ha desmembrado. El escenario de guerra se ha trasladado de Occidente a Oriente: las guerras hoy se libran en los países árabes y las víctimas son iraquíes, sirios y yemeníes, mientras Occidente mira y ofrece alguna ayuda humanitaria. Por su parte, el prudente ministro francés Laurent Fabius ofrece a los cristianos de Iraq que emigren a Francia. Daesh, o el Estado del Califato que va desde Mosul a Deir Ezzor, ha zanjado la lucha armada con Occidente, y ha pasado a luchar contra los árabes con el objetivo de imponer la sharía, o lo que considera que es la sharía, a nuestros pueblos devastados crucifixión, latigazos, lapidación, pillaje y captura.

La segunda cuestión indica que el régimen sirio dictatorial, que teme el enfrentamiento con Daesh y no ha enviado sus barriles a las zonas que domina, ha encontrado en Daesh una justificación para existir. Así, el discurso asadiado había daeshizado la revolución popular siria mucho antes de que las fuerzas de Al-Bagdadi llegaran a Siria. Con la llegada de Daesh, el ejército del Califato se encargó de destrozar lo que quedaba de las fuerzas armadas de la oposición siria. Y entonces, las guerras sirias entraron en una nueva etapa llamada la lucha/complementariedad de los dos despotismos: el Baaz y el Daash [1].

La tercera cuestión es que los países petroleros que vieron en la revoluciones de la primavera árabe una amenaza a sus regímenes de injusticia y despotismo, aprovecharon sus capacidades mediáticas para subirse al carro de las revoluciones, antes de ayudar a destrozarlas desde dentro por medio de la ayuda financiera y de armamento a las fuerzas islamistas -entre ellas Daesh-, en el marco de la reconfiguración de la zona al ritmo de la lucha suní-chií. Y aquí Turquía ha jugado un papel principal, como abanderado del sueño de los Hermanos Musulmanes que tanto apreciaba.

La cuarta es que Irán se benefició, igual que su aliado sirio del la daeshización creciente, para justificar su injerencia en Siria, e imponer su hegemonía total sobre Iraq.

En otro contexto, habría sido posible hablar del papel de Israel o las aspiraciones israelíes, pero la resistencia heroica de Gaza ha devuelto ese papel a su lugar natural. El juego se ha escapado de la manos de los brokers más pequeños, y hoy se encuentran en una situación similar a la de Izzat Ibrahim al-Duri  [2] y la organización del Baaz-cofradía nakshbandiyya, que se desintegró rápidamente tras el dominio de Daesh en Mosul.

Si leemos la situación en el Bilad al-Sham e Iraq desde la perspectiva de Daesh, nos encontramos con que todos los jugadores regionales han caído ante el huracán daeshí, similar al huracán talibán que arrasó Afganistán tras la derrota soviética, y que la daeshización se ha convertido en un diluvio en el país del Baaz, utilizando la expresión del gran director de cine sirio Omar Amiralay [3], y que la lucha entre Al-Nusra y Daesh se parece –salvando las distancias- a la lucha entre los partidos Baaz iraquí y sirio.

Esta equiparación entre el Baaz y el Daash [3] no nace de la casualidad, ni es resultado de una conspiración, sino que es el resultado histórico del declive provocado por los regímenes de la modernidad militarocrática, que encontraron en la ideología fascista romántica -que creó partidos como el Baaz y sus hermanos-, un marco de reclutamiento de élites en un proyecto de “resurrección” cuyo objetivo era despertar el pasado “glorioso” de su letargo. Nadie preguntó qué pasado era ese, ni por qué había que despertarlo.

Sa’id ‘Aql, el poeta del “nacionalismo libanés”, que el tiempo acabó colocando a la puerta de Sharon, había pasado por dos experiencias de resurrección, por lo que escribió el himno del “Lazo indisoluble” [4] antes de unirse al Partido Nacionalista, y después saltar a los Guardianes del Cedro. En el himno del Lazo Indisoluble, encontramos la primera expresión del significado de esta resurrección: el “relincho del caballo desde la India a Al-Ándalus”.

El grito de Sa’id ‘Aql fue simultáneo a la fiebre de las leyendas babilonias y cananeas que inundaron la poesía árabe moderna, convirtiendo la nueva experiencia en una recuperación delirante del pasado que posee la llave para la lectura del presente.

Este pasado que solo algunos pensadores se han atrevido a poner en su contexto histórico y criticarlo, se convirtió en un bloque gelatinoso de sentimientos que justificaron las prácticas fascistas y que hicieron del despotismo oriental el leitmotiv de la modernidad de los modernizadores. Cuando se elevaron la voces críticas de Ali Abd al-Raziq [5] o Nasr Hamid Abu Zayd [6], fueron acalladas, marginadas y perseguidas, para que la era dorada pasara a ser la época del Estado despótico árabe, de principio a fin del Califato.

La cima del arribismo intelectual llegó con el revestimiento confuso de la dhimma [7] con variados ropajes, desde el islam de Michel Aflaq (que era cristiano), impuesto por el fatalismo del enfrentamiento, a las Qubaysiyyat de los Asad (un grupo bastante opaco, patrocinado por el régimen laico).

El desplome del despotismo moderno con su melancolía del pasado, abrió la puerta de par en par al pasado, que recurrió al wahabismo saudí antes de que dominara con la soberanía de la cultura petrolera y sus medios de comunicación.

Daesh representa la reconciliación entre el pensamiento “progresista” que revive, y que no ha originado más que textos ambiguos, y el pensamiento salafista wahhabi, que se refugió en el desierto árabe antes de encontrar en la riqueza petrolera, desatada tras la derrota de los árabes en 1967, un instrumento efectivo de hegemonía.

El Califa daeshi es la materialización de esta reconciliación sangrienta, pero es una reconciliación depredadora, pues igual que Abu Bakr al-Bagdadi depredó a Izzat a-Duri y los restos del Baaz iraquí, se prepara para depredar los restos del Baaz sirio como antesala de la depredación del wahabismo en la península Arábiga. Al-Bagdadi ha eliminado las fronteras como soñaban los baasistas, y ha instaurado el código penal islámico como quieren los saudíes [8]. Ha encendido la llama extendida desde la India a Al-Ándalus, tal y como predijo Sa’id ‘Aql, pero muchos piensan que no sabe que carga con la misma enfermedad que sus enemigos, a los que ataca y cuyas cabezas corta.

Su enfermedad es el pasado, y su futuro no es otro que ser un peón en el juego de autodestrucción al que incita la debilidad de Occidente y/o su cinismo, que ve cómo ha logrado crear un gran espantajo que hará de sus aliados y enemigos meras marionetas que le piden auxilio.

La condición para la victoria de los combatientes de Daesh con su variedad de nacionalidades, es que saben jugar dentro de las líneas rojas que los EEUU han puesto, por eso los aviones estadounidenses bombardearon cuando se acercaron a Erbil, pero no hicieron nada cuando cayeron Mosul y Sinjar, cuando los cristianos fueron perseguidos, y cuando los yazidíes fueron amenazados con el exterminio.

El Califa ha de jugar dentro de los límites de la lucha suní-chií, asustar a los iraníes en lo referente a su situación en Iraq, hacer temblar la confianza de los saudíes en su petróleo y sus riquezas, y quedarse en los límites de la destrucción de la región árabe. Así, Occidente no se enfrentará a él, ni se enfrentará a lo que se enfrentó Saddam Husein cuando cruzó las líneas rojas e invadió Kuwait. La “cuestión de Oriente” ya no tiene en la protección de las minorías su puerta de acceso a la hegemonía, sino que hoy se refiere a la destrucción de la zona. Y en el seno de esta destrucción se encuentran el Baaz, el Daash y el wahabismo en un proceso de reparto de roles no acordados, pero donde todos coinciden en la necesidad de asesinar a las sociedades árabes, como condición para el renacimiento del pasado, que no renacerá más que como un fantasma sin vida, que convierta nuestros países en un cementerio. 

[1] Juego de palabras con el título de su película de crítica social y política “Diluvio en el país del Baaz”.

[2] Información sobre él aquí

[3]  Utiliza el mismo esquema de palabra en árabe para ambos.

[4] Literalmente: el nudo más firme.

[5] Pensador del siglo XX que cuestionó la unidad entre autoridad política y religiosa en “El islam y los fundamentos del poder”.

[6] Crítico literario del siglo XX que propuso la crítica literaria y textual del texto coránico, entre otras coas, por lo que fue de excomulgado y tuvo que abandonar Egipto, donde el matrimonio con su mujer ya no era válido por ser él un no musulmán, según la legislación del país.

[7] Para información sobre el término, véase este enlace.
[8] En árabe e produce un juego de palabras, pues ‘hudud’ significa frontera y se aplica también al sistema de penas islámicas que ‘limitan’ los castigos a razón de los crímenes cometidos.