Blog dedicado a publicar traducciones al español de textos, vídeos e imágenes en árabe sobre la revolución siria.

El objetivo es dar a conocer al público hispanohablante al menos una parte del tan abundante material publicado en prensa y redes sociales sobre lo que actualmente acontece en Siria. Por lo tanto, se acepta y agradece enormemente la difusión y uso de su contenido siempre y cuando se cite la fuente.

viernes, 23 de marzo de 2012

Testimonio vivo de una de las zonas donde más se repiten las manifestaciones en Siria

Texto original: Kebreet

Autor: Manifestante en el corazón del suceso

Fecha: 21/03/2012

Aprovechando que el texto pide que se planten las semillas de la reconciliación nacional, porque una semilla es como una chispa o una llama, el origen de todo, hemos decidido incluir en esta entrada el logotipo del blog Kebreet (cerilla) 


Cuántas veces los hemos visto mis amigos y yo comprar café y té: uno de ellos saca el dinero del bolsillo, con cierta dificultad al extender la mano entre el protector de plástico y el traje. Algunos llevan casco y otros, solo algo enrollado a la cabeza. Los observo fijamente, no creo que el más mayor tenga más de dieciocho años, o quizá un pelín más. Observé detenidamente a uno una vez y me dije: “Debe de tener la misma edad que mi hermano pequeño, o incluso puede que sea más pequeño.  Pobres…” Son esos mismos que al terminar la manifestación corrieron tras nosotros para dispersarnos. Uno de ellos me disparó en la espalda. Les lanzan piedras, los llaman traidores, los veo desde el otro lado de la puerta de hierro. Me río a escondidas cuando se escapan corriendo. Imaginad… Estáis armados hasta los dientes de armas y garrotes y salís corriendo cuando os lanzan piedras. ¡Cómo vais a liberar el Golán, idiotas!

La manifestación de hoy terminó, nos separamos y seguimos nuestro camino. De pronto, unos veinte de ellos se dirigieron hacia nosotros. Mi amigo y yo seguimos caminando como si nada para que no sospecharan, a sabiendas de que el mero hecho de estar en esa zona, en ese momento, era suficiente para que detuvieran a uno de nosotros. Pasamos entre ellos jadeando, pero pasamos sin problema. Dije a mi amigo: “¡Qué bobos son! Se nos oía claramente jadear después de haber corrido. He saltado como no lo habría hecho de haberlo pensado y, sin embargo, no nos han visto”. Nos reímos de ellos.

Mis amigos y yo nos sentamos en una piedra a beber café y fumar. Un grupo de ellos entró para lavarse en un lugar cercano, mientras dos amigos suyos los esperaban fuera, cerca de nosotros.  “Las sabandijas vienen a provocar”. “Hola, ¿os habéis cansado hoy?” Dudaron si responder o no. “¿No tenéis calor?” Susurros… No recuerdo las expresiones que utilicé. Ofrecí a uno de ellos un cigarro. “Sí, llevamos 5 días sin tabaco”. Empezamos a hablar. “¿De dónde, chicos? ¿Sois de los servicios de seguridad o del ejército?”, etc.

Tenía bigote, la tez morena. Lo mirabas y lo insultabas una y otra vez a él y a quién a él se parecía. Se acerca a ti y le tienes miedo. Lo miras más atentamente y te cambia la perspectiva y a continuación, tu forma de caminar. Insultas, vuelves a insultar y maldices. “¡Sonríe!”. Le contamos un chiste y se rió. “¿Cuánto pesa este casco?” Algunos dijimos que dos kilos, otro que cinco… Se lo quitó de la cabeza y nos lo dio para que sintiéramos su peso. Su sonrisa no se me va de la mente y me hace llorar. Su inocencia… Insisto y reitero la palabra inocencia en todos sus sentidos. Su inocencia no erró en su camino hacia mi corazón. Sí, sí, no es un demonio ni un asesino, ni un…, ni un… 

Su amigo era un poco más valiente. Le pedimos su garrote de goma. Descubrimos que se curvaba y dolía. Su amor por su esposa, su familia, su ciudad, su trabajo, nos confesó todos sus amores. Segundo cigarrillo, tercero, cuarto y seguíamos hablando, mirando a ambos lados mientras sentíamos las miradas de repulsión de los que pasaban por allí o nos veían. Tal vez, a sus ojos, éramos de los partidarios del régimen, espías, soplones que delatan a los manifestantes… Todas las acusaciones posibles por solo sentarnos con ellos. Esperábamos volver y comprobar que en las páginas que revelan las identidades de los shabbiha y los soplones no estaban nuestra fotos, convirtiéndonos en objetivos de vete a saber qué. Ellos también se cuidaban de sus compañeros, no fuera que avisaran al responsable. 

Nosotros: “¿Por qué esta crueldad? Pegad, pero no a la cabeza”.

Ellos: “No queremos pegar a nadie, te lo juro, estamos obligados, os lo hemos dicho más de una vez: dispersaos. Pero no lo hacéis”. “Por favor, las próximas veces, si os lo pedimos, hacedlo. Mi compañero estaba golpeando a uno de los manifestantes con fuerza, se lo arrebaté para que nadie pudiera pegarlo y lo puse en el autobús: es lo máximo que puedo hacer”.

Nosotros: “Vuestro líder os dice que avancéis mientras él se queda detrás. ¿No avanza con vosotros?” “¡Ellos defienden a su líder, no es un escudo. Por eso tiene derecho a enviarlos donde él no se atreve a ir. Contadnos qué comen, cómo está y de qué calidad es. Habladnos de cómo duermen o no duermen”.
Nosotros otra vez: “¿Por qué tanta crueldad?”

Ellos: “Echamos de menos a nuestras familias, desearíamos que nos dieran un permiso aunque fuera un día, para despedirnos antes de morir. La mayoría de mis amigos en otra brigada han muerto. ¿Dónde iremos con tantas presiones? Vaciamos aquí nuestras municiones”.

“¿El Ejército Libre?”

“Maldito… Me tienen muy descontento. Hay quienes eran como nosotros y gente normal. Nos tienen como objetivo sin tener culpa alguna. A mí no me convencen. ¿Qué culpa tenemos nosotros? ”

 “Echo de menos a mi mujer. ¿Dónde estoy yo y dónde estáis vosotros? Quiero que acabe este año y medio, volver a mi trabajo, llevar pan y comida a mi casa. Esto no tiene sentido”.

“En nuestro dormitorio hay un hornillo eléctrico, pero llevo días deseando una taza de té. Maldita sea esta situación”. Le hice una taza de té y mi amiga le dio una galleta. Se lavó, descansó y se tomó el té. Quien nos conoce, se acercaba a saludarnos. Algunos se sorprendieron e intentaron cambiar de rumbo cuando ya era tarde, viéndose obligados finalmente a saludarnos forzadamente. Otros saludaban enfadados, y hubo quien llegó a pensar si nos habríamos cambiado de bando o si le habíamos estado engañando todo este tiempo. Algunos de los que estaban con nosotros se marcharon sigilosamente, por miedo a que los que miraban recordaran nuestras caras y nos convirtiéramos en objetivos. Por mi parte, no me había equivocado. Mi comunicación humana con aquellas personas, quitó mucho polvo del que cubría mi corazón. No sé qué hice moverse en el alma de esas personas, pero al menos nos conocimos porque, en resumidas cuentas, todos somos humanos. Sí, sí, esto está clarísimo, pero muchos de ambos bandos lo han olvidado. Entonces, me vienen a la mente las palabras de ese conocido hombre: “Soy un ser humano, no un animal”. Hoy he visto que, con sus ojos, nos dicen que son como nosotros en todo, todo, todo. Sí, incluso en esa idea que os ha venido a la mente ahora, son “como nosotros”.

“Tenemos banderas de tres estrellas[1]. ¿Queréis?”

“¿No tenéis miedo de los soplones?”

Pero, esas miradas no dejan de causar tristeza a mi corazón, tristeza porque los hijos de un mismo país, que son lo más parecido a los hermanos, se matan entre sí, de forma sistemática. Los hijos de un mismo país han sido empujados a matarse. Pero a pesar de la tristeza, hay una profunda alegría que me abruma, la alegría de que he percibido a ese ser humano en quien nos pintaban o veíamos como bestias salvajes. Seguro que ellos también han sentido que los queremos. Esas dos horas no son más que una semilla que hemos plantado hoy, y crecerá, así lo siento. Tiene que florecer. Os ruego que plantéis estas semillas. Os lo ruego…

[1] La bandera siria oficial es de tres bandas (roja, blanca y negra) y dos estrellas verdes. Los manifestantes comenzaron a utilizar hace meses las banderas del período de la independencia del Mandato francés que tiene tres bandas (verde, blanca y negra) con tres estrellas rojas.

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