Texto original: Al-Quds al-Arabi
Autor: Elías Khoury
Fecha: 10/09/2012
Apenas había sugerido Laurent Fabius, el ministro de
Exteriores francés, la idea de conformar un gobierno de transición en Siria,
cuando comenzó el bullicio de las televisiones en el espacio lleno de palabras
e imágenes, y se descubrió la amarga realidad que viven las élites políticas y
culturales sirias en el exterior.
¡Comenzaron a formarse y disolverse gobiernos
y todos se convirtieron en ministros de gobiernos ilusorios que nacieron
muertos! La escena era tristemente irrisoria. Lo gracioso era la ingenuidad de
algunos miembros de las élites de la oposición del exterior, pues muchos
pensaron que la mera aparición en las pantallas de televisión convertía a las
personas en líderes. Lo triste es que se compare entre esta ligereza y el
salvajismo del aparato de represión asadiano que reduce la civilización siria a
escombros, y que se compare también con la resistencia épica del pueblo sirio contra
la muerte, insistente en su petición de derechos.
Esta comparación puede hundir sus raíces en las cuatro
décadas de dictadura del poder asadiano, que sacó a la sociedad de la política,
y de la destrucción sistemática de los partidos, los sindicatos y las
asociaciones, fundando una “eternidad asadiana” en el espacio político sin
parangón, excepto en el caso de Corea del Norte. Así, el Baaz pudo convertir el
idealismo, el sufismo y la ingenuidad de Michel Aflaq en un aparato despótico
mameluquizado (en relación con los mamelucos), que reprimía a las sociedad,
convirtiendo el régimen político en el Estado, y el Estado en una mafia.
Esta realidad explica parcialmente el asunto, pero no exime
a las élites de la oposición siria de su responsabilidad moral. Pues quien dice
dirigir tiene grandes responsabilidades morales y políticas a las que debe
enfrentarse con una mezcla de valentía y sabiduría. Dieciséis meses después del
estallido de la revolución siria, y tras las procesiones interminables de víctimas,
nadie tiene perdón.
Ya es hora de que se materialice un liderazgo que comprenda
el significado de la labor común y que esté dispuesto a sacrificarse, que sea
capaz de consolidar unos horizontes políticos que saquen a la política de este
túnel vergonzoso, que hiere los corazones y hace dudar a las mentes.
Esta claro que la llamada oposición exterior ha empezado a
quedarse al margen de la cuestión y su influencia ha comenzado a desvanecerse.
Casi seguro, no podremos encontrar datos sobre lo que sucede en Alepo si se los
pedimos al Consejo Nacional Sirio, el Comité de Coordinación Nacional, el Foro
Democrático, la Junta Directiva, los líderes del Ejército Sirio Libre en
Turquía y un infinito etcétera de nombres y apodos. Si queremos saber lo que
sucede en Alepo y los derroteros por los que avanza el enfrentamiento, debemos
recurrir a las redes sociales y las páginas de los comités en Facebook.
Lo más probable es que los líderes del exterior saquen sus datos de las mismas
fuentes de las que los sacan los observadores. ¿Qué significa liderazgo en una
situación así?
Lo que ha hecho Manaf Tlass es un indicador de este tipo de
líderes. La deserción del general hijo
del coronel y el hermano del millonario ha provocado un precedente periodístico
iniciado por el canal Al-Arabiya: desde el discurso, pasando por la
peregrinación menor hasta el agradecimiento al rey saudí. Es decir, estamos
ante quien espera al exterior y se encomienda a él. Naturalmente, el resto de
líderes de la oposición no se han comportado con esta rudeza, pero sus
estúpidas diferencias y su faccionalismo los ha convertido en un instrumento inútil
que espera que la Liga Árabe o Catar los
unan bajo unos denominadores comunes en vez de unirse.
Pero lo que hace temer por el futuro de la revolución siria
no es la situación de la oposición exterior, sino la división y desmembramiento
que pueden resultar de los comportamientos de algunos sectores del Ejército
Sirio Libre y algunos grupos armados que anuncian verbalmente su anexión a este
ejército. A pesar de las heroicidades y la gran resistencia de las que hacen
gala las unidades de este ejército, y de su capacidad, contando con armas tan
modestas, de liberar zonas amplias de Siria, las prácticas erróneas de las que
es testigo Siria dan la voz de alarma ante el peligro. Debe encontrarse un
mecanismo para ponerle freno inmediato antes de que vaya a más y provoque
huecos que el régimen securitario sirio pueda explotar. Esta claro que la
revolución siria está hoy ante un nuevo punto de inflexión para materializar a
sus líderes y es casi seguro que este liderazgo se está creando hoy entre los
jóvenes de la revolución en sus comités que se enfrentan al aparato ciego de la
muerte, y entre los dirigentes sobre el terreno del Ejército Sirio Libre, que
aún no tiene la capacidad de conformar su estructura de liderazgo. El desafío
hoy es la completa coordinación y la construcción de un liderazgo unido entre
ambas formaciones, para que la revolución encuentre sus líderes y dibuje sus
objetivos y sus tácticas políticas, de lucha y militares. ¿Es eso posible?
No sé, tal vez estábamos ante un camino revolucionario largo
y complicado, pues el retorno de la política a la sociedad tras liberarse de la
dictadura es un proceso histórico que puede llevar su tiempo, y que tendrá un
precio muy alto, pues la recuperación del norte político es parte del proceso
de reconstrucción cultural, social y de pensamiento, y ello es resultado de un
registro ético nuevo, esencia de cualquier nueva construcción.
En este punto me hacen detenerme dos fenómenos luminosos en
los que deseo detenerme, porque ambos ofrecen un modelo ético y político nuevo.
El primero se llama Riad al-Turk. Este gran líder democrático que se enfrentó a
la cárcel y la represión con perseverancia y fe en que el pueblo sirio sería
capaz al final de derrumbar el reino del silencio, esta hoy en Siria, luchando
con los luchadores, escondiéndose de los ojos de los hombres de los servicios
de seguridad, para estar con los jóvenes de la revolución en su difícil y
peligrosa labor diaria. Lo que llama la atención es que Al-Turk ha ofrecido un
modelo diferente del líder político, al que no atrae al aparato mediático y que
no habla más que para mandar mensajes palpables y posturas claras.
El segundo fenómeno lo ofrecen un grupo de intelectuales que
trabajan con los jóvenes de los comités en el corazón de Siria, en medio de
unas condiciones extremadamente difíciles, pero que no han caído en la trampa
de los medios y no se han alejado de su convicción de que los líderes de la
revolución los crea la revolución y no le viene caídos de cualquier parte.
Esos, y con ellos cientos, por no decir miles de luchadores silenciosos, conforman
un nuevo liderazgo pseudo-secreto para la revolución, al que debemos escuchar.
No quiero insinuar que estoy arrebatando el derecho o deber
de cualquier ciudadano, sea dentro o fuera del país, de luchar por la victoria
de la libertad en Siria, pero he querido ver las cosas como fenómenos
relativos, para que no caigamos en la ilusión de los líderes virtuales que
fabrican las imágenes.
Un saludo a Yassin al-Hajj Saleh:
La recepción del premio Príncipe Claus holandés por parte
del escritor y luchador sirio Yassin al-Hajj Saleh es un premio para el propio
premio, pues el premio que ha podido ver por medio del dolor sirio cómo iluminan
las palabras la oscuridad del miedo merece un saludo. Yassin, cuya pluma no se
ha detenido desde que comenzara la revolución siria, ha ofrecido un modelo del
intelectual libre e independiente, que juega su papel en la materialización de
la revolución, en la crítica de sus errores y en la corrección de los mismos,
desde dentro del proceso revolucionario que construye los horizontes de la
libertad y la justicia.
Hoy, junto a un grupo de intelectuales sirios conforma una
conciencia, en el sentido en que lo escribió Edward Said. Esa conciencia que
escribe en circunstancias difíciles dentro de Siria merece más que un saludo,
porque ha logrado crear una voz: cuando lo leemos y sabemos que mantiene su
postura, sabemos que Siria sigue estando bien.
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