Texto original: Al-Quds
al-Arabi
Autor: Elías Khoury
Fecha: 04/02/2013
A pesar de la frustración, a pesar de la nebulosa política
que vive la oposición, a pesar de la falta de coordinación entre las unidades
del ESL, a pesar de la presencia del Frente de Al-Nusra, a pesar de los
errores, tropiezos y posturas dudosas, a pesar del rechazo del mundo apoyar al pueblo sirio, a pesar de la
tardanza en lograr la solución militar y la confusión política, a pesar del
enfado que provocan las declaraciones televisivas y a pesar de todo, estoy con
la revolución siria.
Esperaba que el régimen de la dictadura cayera en Daraa,
ante la sacralidad del sacrifico de Hamza al-Jatib. Esperaba que las flores de
Ghiath Mátar y las botellas de agua que repartió entre los soldados lograran la
victoria y el régimen cayera sin pérdidas. Esperaba que el grito de Homs, las
canciones de Qashus y las decenas de miles que ocuparon las calles con sus
gargantas y manos alzadas en un desafío pacífico bastasen. Esperaba que las
armas no se levantaran contra las armas, y que la voluntad popular lograse
despertar las conciencias que no tienen conciencia y que sus manos temblaran
antes de disparar. Esperaba y sigo esperando, pero el salvaje régimen mafioso
cuyos tentáculos se extienden por todas partes y que edificó Al-Asad padre y
heredó su hijo, decidió enfrentarse al pueblo hasta el final.
Asad o nadie, Asad o quemamos el país, Asad hasta la
eternidad. Son los lemas del régimen asadiano, que tiene por costumbre
comportarse como si Siria fuera un reino canonizado con su nombre. Los aviones
están por todas partes y también la muerte. El régimen no tiene otro objetivo
que mantenerse y la condición de su permanencia es humillar al pueblo. No es
cierto que el objetivo de la represión que practica el régimen, desde el inicio
de la revolución, sea asustar al pueblo sirio y destruir su tejido social. La política
de terror comenzó hace mucho cuando el poder se convirtió en un monstruo
inmundo que se separó de la sociedad con su aparato represor y se comportó como
una fuerza bruta de ocupación sin nada que la detuviera. Lo que hoy estamos
presenciando es la generalización de ese terror y su transformación en el único
medio de tratar con la sociedad, sumergiendo al pueblo en sangre y convirtiendo
la civilización en destrucción.
Las palabras sobre la solución política de la situación en
Siria son humo y una pérdida de tiempo. Este régimen no comprende la política
más que en su forma de juego al borde del precipicio de la muerte. A sus
enemigos políticos los aniquila, mata a los símbolos de la sociedad, y después
deja a quien queda vivo que aprenda la lección y que se acostumbre a
inclinarse, callarse y someterse.
Pero, en contrapartida, trabaja de forma muy experta en el
ámbito de la política exterior, a nivel regional e internacional. Se arrodilla,
negocia, vende y compra para asegurarse su permanencia. Derriba un avión turco,
pero se agacha ante el avión israelí; apoya a Hezbollah, pero no perjudica en
nada los acuerdos de seguridad en las fronteras siro-israelíes, que se encogen
y expanden según los equilibrios de fuerzas. Sin embargo, su capacidad de
maniobra regional e internacional depende de su éxito total en sacar a la
sociedad siria de la ecuación política por completo.
Cuando los sirios rompieron el muro del miedo y salieron del
atoramiento de la represión, el régimen descubrió su calidad de mafia que no habla
más que la lengua del crimen. Por ello, cualquier discurso sobre la solución
política con el régimen es una mera ilusión y una invitación a la debilidad y
la relajación. No comprende la política interior más que como la no política;
es decir, sacando a la gente de la política y devolviéndolos a las cadenas de
su adoración.
La situación en Siria es trágica, y el dolor de los sirios
es demasiado grande como para soportarlo, pero la condición para que se detenga
la tragedia es la caída del régimen. Todo lo que sea hablar de otra cosa es una
mera ilusión y una compra de espejismos. Mientras la familia asadiana se
mantenga en el poder, seguirá comportándose como un león [1] con el pueblo. La condición para que detente
el poder es acabar con la voluntad de la gente y no se contentará con dividir
el poder con nadie. La mafia puede llegar a un pacto de división en el que
tenga influencia junto a otra mafia, pero no pueda formalizar un pacto con la
Ley, ni el Derecho. La condición para que se detenga la tragedia y se reduzca
el sufrimiento de los sirios es la caída del régimen, pero esto no supone en
absoluto que la revolución no juegue en política, o sea, no se trata de que no
maniobre ni acumule victorias, ni hable con la lógica que saque al régimen de
asesinos.
Esto no es una invitación ni llamada a negociar con Asad. El
único lugar de diálogo con el carnicero es el tribunal, donde el hijo y señor del
régimen deberá confesar sus crímenes. Este es un llamamiento a construir una
estrategia de acción política que avergüence a los aliados del régimen,
especialmente su aliado ruso, que se ha afanado en cubrir el crimen,
convirtiéndose en partícipe del mismo.
Y ello exige que la oposición no actúe como si no padeciera
tres enfermedades:
La primera es la enfermedad de dudar de todos, una
enfermedad que es resultado de la era de la dictadura cuando el régimen logró
hacer que el padre dudase del hijo. Se trata de una enfermedad letal y acarrea
la posibilidad de que la oposición se convierta en la otra cara del régimen
despótico.
La segunda es la enfermedad del autoritarismo, el autoritarismo
y no la autoridad, pues la lucha es imaginaria. Dejad de luchar por imponer vuestra
autoridad para poder vencer en la lucha por la autoridad con el régimen.
La tercera es la enfermedad de la corrección del concepto de
liderazgo, pues el liderazgo no reside solo en vivir en Siria y ser partícipe
de las preocupaciones del pueblo, sino que también es la capacidad de adoptar
posturas, condenar los errores y corregir el cañón del fusil cuando se
convierte en un instrumento de terror.
A pesar de todo, deben unirse todos los sirios y los que
creen en el derecho del pueblo sirio a la libertad en torno a la revolución. No
esperéis una solución del exterior: ni el petróleo del Golfo ni las promesas
estadounidenses. La revolución siria está por encima de que se la mire como si
mendigara la victoria a quien nunca creyó en el derecho de los árabes a vivir dignamente.
El pueblo sirio vencerá porque lo merece tras sus enormes sacrificios. Cuando
Siria vuelva a ser de los sirios y las sirias comenzará el camino del Levante
árabe hacia la recuperación de su voz y su presencia.
[1] Juego de palabras con asad, león.
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