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lunes, 18 de febrero de 2013

Área clave del corazón



Texto orginal: Jadaliyya

Autor: Ahmad Diab

Fecha: 13/02/2013

"La puerta de la libertad" (Jaber Azme)

Es una idea estúpida… Hoy me he levantado tras un corto y poco apacible sueño y he decidido que el olor de la espuma de afeitar tal vez me haría consciente de la carga que el alma soporta desde que le llegaron las horribles noticias de la masacre.

Una estupidez, digo…  Me entra un escalofrío ante la necesidad de enfrentarse, cara a cara, a la vergüenza de la impotencia que entraña este proceso. Ahí, donde se encuentra el corazón, hay sangre y miembros por todas partes que inundan desde la estrecha pantalla de plasma de mi ordenador lo que queda de respeto por uno mismo. Me miro al espejo y no veo a nadie.

“Bien, entonces… Perfila tu barba y aféitate rápido”. Froto la espuma y doy la primera pasada. Me hago una herida y sangro. Miro al espejo y veo media cara ensangrentada cuya barbilla ha estallado y cuya boca y paladar han sido arrancados hasta más allá del pescuezo…  ¿No mueres si te hacen estallar la mandíbula? ¿Qué dios es este que prolonga la tortura de un niño que quedó suspendido entre las garras de la masacre? ¿Hay palabra para definir esto? Y entonces recuerdo la descarada pregunta de la civilización en el artículo de ayer “¿hay en internet cabida para las horribles fotos de la masacre?” Dejo el baño penando por quien no conocerá el placer de afeitarse nunca [1].

La primera vez que me afeité fue en Homs. El primer amor que traspasó las confesiones y los barrios fue en Homs. Mi primer vaso de mate y mi primer cigarro. La primera feria de libros y la primera representación teatral. Homs, en la que no había nacido, fue donde vi cómo nacía un hombre en mí.

La lujuria de los adolescentes de la calle Dik al-Yinn y la primera rebeldía en el campamento de entrenamiento universitario. Homs, la primera contaminación de mi fe e inspiración de la duda básica. Homs la de la primera toma de conciencia de la dictadura y la de la antigua receta de silenciar la amargura con ironía. Hoy Homs inventa una nueva triaca a partir de la sangre de sus hijos y anuncia su pura revolución homsí. Ni occidental ni oriental, ni damascena ni alepina. Hoy Homs escribe una nueva historia para ella y para nosotros. Hoy Homs se ríe del asesino con su nuevo e ingenioso estilo, del mismo modo que se ríe de la cobardía de nuestro silencio. Nos reiremos mucho el mañana libre y generoso. Nos reiremos de nosotros por pasarnos tanto tiempo de nuestra vida riéndonos de este “Homs”.

Pero hoy lloramos. Lloramos por cómo la víctima salva a la víctima. Lloramos por cómo el desplazado acoge al desplazado. Lloramos por cómo te hemos decepcionado y dejado sola, Homs. Me dice el amigo de la internacionalidad: “40 mil personas dejaron sus casas y partieron hacia España para enfrentarse al fascismo en los años treinta y hoy somos incapaces ni siquiera de reconocer que otra Guernica está teniendo lugar y siendo emitida a cada hora”. Pienso en todos los que apoyaron a Palestina el día que la perdimos.

Lloro por la destrucción de los jardines del primer amor y de las calles de diversión y holgazaneo. Lloro por mi escuela secundaria Al-Farabi que el régimen de la muerte ha convertido en casa para sus francotiradores. Distingo los apellidos de los mártires en Facebook: un hijo suyo estaba conmigo en primer curso, este es hermano de mi dentista y aquel es familia de los dueños del restaurante que está cerca del jardín de Dababir.

Hoy lloro la miopía de la estúpida izquierda y la connivencia de la derecha resistente. ¿Quién considera que la posibilidad de que algún perjuicio tenga lugar es más importante que el hecho de que un mal esté sucediendo? ¿Quién dijo que un palestino elegiría su salvación si ello supusiera la desaparición de Siria? ¿Quién dijo que el imperialismo está reservado para los enemigos? Hoy me dan nauseas los que apoyan mi causa y ven en mí mi dolor palestino sin ver mi dolor sirio. ¿Quién lo ha dividido en partes? ¿Quiénes son los tuyos, Homs?

Las noticias de “dentro” (sí, así tomo prestadas mis expresiones palestinas) son que hay “sangre y miembros por todas partes…, sangre y miembros por todas partes”. 541 áreas clave del corazón, todas fuera de su sitio. Suena el teléfono de casa y no hay nadie. ¿Ha vuelto mi hermano a casa o se ha retrasado en el trabajo? ¿Dónde se refugia la gente de los pisos superiores? ¿El nombre de quién de la familia o los seres queridos se apagará sobre el polvo de la masacre? A cuántos “Hamzas” [2] está la caída del castillo sobre el carnicero de Qassioun? ¿Quién se salvará para ver la gran ascensión? ¿Quién perecerá para hacer caer las máscaras? ¿Cuánto esperaremos hasta que la Nakba siria dé a luz a su Darwish para recordar que tu señor ha sido eclipsado por ella? ¿Cómo llenaremos el abismo entre un sirio y otro después de vencer? ¿Quién, cómo, cuánto?

“Sangre y miembros por todas partes”

Paso por las imágenes de Homs como el anciano refugiado pasa por los primeros campamentos. Paso por las voces de Homs sorprendiéndome como me sorprendió el dialecto de su gente la primera vez que lo escuché. La “u” al inicio de la conversación te abraza dándote la bienvenida con amabilidad y la “i” prolongada y ligera del final se alarga como para adelantarse a la triste brisa de la noche, y entre ambas, se escucha un silencio confiado. Hoy parte de mi lengua se ha convertido en la vuestra. Paso por Homs como un palestino que pasa por primera vez. Trasnochamos mucho y lloramos mucho por Jenin y Gaza, pero solo hoy soy consciente de mi palestinidad, el dolor parece más llamativo que antes cuando el asesino bombardea a tu primera gente, los estadios de la juventud y los escondites de la memoria. ¿Así se sintió mi abuelo en la Nakba? ¿Así se desgarra entonces el corazón?

“Sangre y miembros por todas partes”.

No nací en Homs ni la abandoné hace tiempo, pero hoy lloro por Homs como corresponde a sus más leales hijos. No sé hasta dónde llega mi homsidad, pero ¿cuántos sándwiches de pollo del local de Krish hay que comerse para ser homsí? ¿Cuántos platos de hummus de Shamso? ¿Cuántos chistes hay que aprenderse? Y ahora, ¿cuántos nombres de mártires? Dime, si hasta mi hemoglobina es fruto de la bondad de la gente de Homs. No sé qué quedará de mi Homs cuando vuelva a ella y esté liberada y limpia de las estatuas del dictador. Pero ese es el único sueño que me ayuda a soportar la masacre.

¡Maldito sea el Baaz! ¿Eso nos prometiste?

Oh señor de los refugiados. ¿Con cuántos retornos ha de soñar un mismo refugiado en una misma vida? ¿Con cuántas nakbas ha de cargar?

[1] Las imágenes del niño sin mandíbula dieron la vuelta a las redes sociales.
[2] Hamza al-Jatib fue el primer niño mártir de la revolució y Hamza Bakkour es el niño que perdió la mandíbula.

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