Autor: Elias Khoury
Fecha: 22/10/2012
Solo los enemigos políticos de Wissam al-Hasan han dudado
del hecho de que el asesino del Jefe de los Servicios de Inteligencia de la
Seguridad Interior es el régimen sirio y que su asesinato llega en el contexto
de la lucha del régimen sirio para mantenerse.
No voy a preguntar por qué dudaron los enemigos del hombre,
de los cuales algunos pidieron que fuera asesinado públicamente y ante las
cámaras de televisión, de la identidad del asesino, pues es una tradición
libanesa decir que Israel es el asesino de los opositores al régimen sirio en
Líbano. Es parte de “las limosnas baratas” que justifican todo en nombre del
enfrentamiento con el enemigo israelí.
Lejos de una polémica estéril con la que se han divertido algunos medios de
comunicación que han sacado a la luz que este hombre se caracterizaba por ser el
mayor cazador de redes de espionaje israelí en Líbano, merece la pena volver a
la conocida expresión de Hafez al-Asad sobre las relaciones siro-libanesas y
que resumió en su conocida frase “Un único pueblo en dos estados”. Y la verdad
es que soy uno de esos a los que esta expresión les maravilla, pues es
brillante y expresiva, y resume en apenas cuatro palabras una larga historia.
Pero a la expresión le falta algo, pues el descubrimiento
por parte del régimen sirio de la realidad del pueblo único y sus dos Estados se
produjo después de que la guerra civil convirtiera a Líbano en un cuasi-Estado.
Es decir, el presidente sirio supuso que su expresión justificaba anexar el
cuasi-Estado destruido, que es Líbano, con un Estado cohesionado dirigido por
un gobernante eterno, que es Siria. Sobre esta base se establecieron las relaciones
privilegiadas entre el Estado sirio y el cuasi-Estado libanés, relaciones
cimentadas mediante los distintos métodos utilizados por el régimen sirio,
entre los que destacaba, por su eficacia, el asesinato político: desde el
asesinato de Kamal Junblatt[1] al de René Muawad[2], se perfilaron los jalones
políticos de la unidad de dos pueblos en un Estado.
En el pasado, es decir durante la etapa dorada de la
hegemonía, cuando el régimen asadiano gozaba de las coberturas saudí y estadounidense,
el recurso al arma del asesinato se usaba con mucha precisión. Es decir, el
asesinato se hacía en un momento clave, determinando a las víctimas con
precisión quirúrgica y no era un instrumento arbitrario. Hafez al-Asad dejó al
gobernante de Líbano en aquel entonces, Ghazi Kanaan[3], la misión de cosechar los
resultados del asesinato sometiendo a los políticos libaneses haciendo uso de
la espada del secuestro y la detención, que afectó a cientos de libaneses y
palestinos.
Pero las cosas tomaron un cariz diferente tras el asesinato
de Rafik Hariri. Al-Asad hijo no esperaba más que una respuesta libanesa habitual,
es decir: miedo, contención y subordinación. Y cuando el levantamiento de los
libaneses le obligó a sacar a su ejército de Líbano, decidió convertir el
asesinato en una operación quirúrgica para la política general. En ese momento,
el asesinato se convirtió en su instrumento principal y cayeron intelectuales,
líderes políticos, militares y diputados, víctimas de la transformación de
Líbano en una pared de ejecución.
La etapa tras la salida de Líbano exigió nuevas alianzas
regionales, una concentración en el discurso de la resistencia y el antiimperialismo,
y una provocación de las tensiones sectarias en Líbano al ponerse el chiísmo
político, que se convirtió en una fuerza política y militar, en contra del
sunnismo político que se quedó, con el asesinato de Rafik Hariri, sin un
liderazgo cohesionado. Parecía que la nueva política seguida por Al-Asad hijo
tenía éxito, pues Hezbollah logró invertir en su visible victoria en la guerra
de julio de 2006 para revertir la ecuación política libanesa y apartar al
sunnismo político del poder por medio de una política de siembra del miedo que
llegó a la formación del gobierno del señor Nayib Mikati.
Lo que llama la atención es que los asesinatos cesaron tras
el cambio de la ecuación de poder y parecía que Líbano estaba de nuevo
volviendo a la situación de cuasi-Estado en la que el Estado eterno de la Siria
de al-Asad dominaba. ¿Se puede poner el asesinato de Wissam al-Hasan en este
contexto? Muchos analistas han establecido una relación entre el asesinato de
al-Hasan y la serie de asesinatos que comenzaron con el de Rafik Hariri: craso
error. El nuevo asesinato se enmarca en un contexto distinto radicalmente,
porque viene en el marco de la revolución siria. Líbano ya no es el único
cuasi-Estado, pues la locura del poder asadiano ha convertido Siria también en
un cuasi-Estado, y ahí está la clave. El régimen sirio se dedica a la defensa
absoluta de su existencia en el interior de Siria. Su poder se ha reducido de
forma palpable en territorio sirio, y parece como quien golpea de forma
arbitraria, destruye las ciudades, quema los campos, aplasta las casas y mata
sin descanso. Pero es incapaz de ganar y se siente atorado como nunca antes. Sabe en su fuero interno que la salida de
miles de sirios y sirias de la prisión de la represión no tiene vuelta atrás.
El asesinato de Wissam al-Hasan viene en el contexto de esa guerra. Ya dijo
Asad que su caída haría explotar la zona, y quiso llevar sus amenazas a su
patio trasero en Líbano, pero no ha podido aún.
El objetivo del régimen sirio hoy no es dominar Líbano como antes, sino recurrir al juego en Líbano para evitar la caída en Siria. Ha intentado reclutar al aparato mediático ideológico de la resistencia y el antiimperialismo ligada a los logros militares de Hezbollah y no lo ha conseguido. Hizo alusión a través de su delegado en la ONU a las violaciones libanesas de las fronteras sirias y no salió bien, recurrió a los enfrentamientos en Jebel Mohsen y Bab al-Tabbana en Trípoli y fracasó, envió los explosivos de Michel Samaha y quedó en ridículo.
El objetivo del régimen sirio hoy no es dominar Líbano como antes, sino recurrir al juego en Líbano para evitar la caída en Siria. Ha intentado reclutar al aparato mediático ideológico de la resistencia y el antiimperialismo ligada a los logros militares de Hezbollah y no lo ha conseguido. Hizo alusión a través de su delegado en la ONU a las violaciones libanesas de las fronteras sirias y no salió bien, recurrió a los enfrentamientos en Jebel Mohsen y Bab al-Tabbana en Trípoli y fracasó, envió los explosivos de Michel Samaha y quedó en ridículo.
El asesinato de Wissam al-Hasan no es una pared de
ejecuciones como lo era anteriormente, sino una guerra y hay una diferencia
cualitativa entre ambas cuestiones. Lo que el régimen busca es sugerir que es
capaz de devolver a Líbano al estadio primero de la guerra civil, por eso mató
a Al-Hasan en el contexto de guerra entre los servicios de seguridad, para
atemorizar a todos. Quien se atrevió contra el consejero del presidente sirio,
Michel Samaha, y le dirigió una acusación a Ali Mamluk debe morir para que se
abran de nuevo las puertas ante el juego de chantaje securitario que solo el régimen
sirio domina. Sin embargo, el régimen que se dirige hacia el precipicio sabe
que sus instrumentos libaneses están oxidados y desgastados, y que sin implicar
a Hezbollah en la lucha de forma directa, no habrá lucha. La pregunta que hoy
se le dirige a los líderes del partido y a los líderes iraníes, pues la
decisión se toma allí y ya no es Damasco más que una de sus plazas, es ¿harán
uso los iraníes de la reserva estratégica de fuerza que tienen o sus servicios
y su apoyo al régimen sirio desde Líbano se quedará dentro de sus límites
actuales?
Un apunte:
Nadie esperaba que la actuación política de las fuerzas del
14 de Marzo, lideradas por Saad Hariri fuera a ser tan frágil y ligera en el
funeral popular de Wissam al-Hasan. El discurso de Fuad Siniora[4] fue emotivo
y la llamada a derrocar al régimen fue una estupidez. La duda y el vacío de
liderazgo, unidos a la mente política atrofiada, llevaron a una claudicación que casi hace perder a las
fuerzas de la oposición su capacidad de maniobra política y las hace caer en la
trampa que los asesinos de Wissam al-Hasan le pusieron a Líbano.
Líbano no solo sufre de una autoridad gubernamental en la
que la mayoría de sus fuerzas se apoyan en el exterior que dominan en parte el
aparato oligárquico, sino que también sufre de una oposición que el
levantamiento de la independencia le ha dejado en herencia y que se dedica a
despilfarrar dicha herencia a diario, debido a su dependencia de otro exterior
por un lado y a una terrible ligereza política por otro lado.
Es una vergüenza que se pierda la sangre de las víctimas como
se pierde todo en esta nación defectiva.
[1] Líder druso asesinado en 1977 durante la guerra civil en
Líbano.
[2] Presidente de consenso para poner fin a la guerra civil
en Líbano.
[3]Hombre fuerte de Siria en Líbano, que cuando estaba
siendo investigado por el asesinato de Rafik Hariri en 2005, apareció muerto en
su despacho. Supuestamente se había suicidado, pero se baraja que fue un
asesinato preventivo porque sabía demasiado.
[4]Uno de los hombres más cercanos al difunto Rafik Hariri,
fue primer ministro de Líbano entre 2005 y 2009.
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