Texto original: Al-Quds al-Arabi
Autor: Elias Khoury
Fecha:01/10/2012
“En cada alminar
prestidigitadores y violadores,
lloran por Al-Ándalus
mientras Alepo es cercado” [1]
Esta estrofa la escribió Mahmud Darwish para contar la
tragedia de Beirut durante el largo bloqueo israelí que arrasó varias partes de
la ciudad en 1982.
Alepo era en el poema un símbolo que volvía al pasado para
hablar en el presente de aquel terrible sentimiento de soledad durante el
cerco, cuando los palestinos y libaneses sentían que el haberse desentendido de
ellos y haberlos dejado a su suerte era un signo de la impotencia árabe en
connivencia con el ocupante israelí.
Alepo, que fue recuperada por Mahmud Darwiah más de una vez
en sus poemas, era la ciudad de Al-Mutanabbi [2], el poeta que se enfrentó a una
decadencia cuyos primeros síntomas percibió, en una épica que fue la última
antes de la dominación de la oscuridad cruzada y mogol sobre la tierra de los
árabes.
“Cada vez que nos recibía el jardín decíamos
Alepo es nuestro destino y tú el camino,
Mires donde mires hay cruzados
¿Por dónde vas a tirar?” [3]
La épica del poeta Al-Mutanabbi llegó antes de la gran depresión
y era una especia de ordenación final de la lengua y la poesía que protegió la
lengua y los significados de la total destrucción que sufrió todo a manos de
las salvajes hordas cruzadas y tátaras. Los cruzados destruyeron las ciudades
de la costa, desde Trípoli a Acre, pasando por Beirut, Sidón y Tiro, los
mogoles llegaron al corazón de Bagdad y
llenaron el Tigris con la sangre de la gente y la tinta de los libros.
Mahmud Darwish, también mientras escribía las grandes épicas
de los árabes en nuestro tiempo, miraba desde el balcón de la poesía y la
desgracia a la destrucción que venía: desde la destrucción de Bagdad a manos de
los bárbaros de la ocupación estadounidense hasta la destrucción de Jerusalén a
manos de los aliados cruzados de los bárbaros israelíes.
Pero Darwish, que se inspiró en la poesía del gran poeta
árabe, hizo de Alepo un símbolo de las ciudades, y de su poeta, un nombre para
la poesía que vivía en permanente nerviosismo.
“Siento una preocupación como si el viento soplara bajo mis
pies
que paseo de derecha a
izquierda”
Nosotros los que probamos las amarguras de la soledad en
Beirut, especialmente tras la ocupación israelí, cuando nuestra sangre fue
exterminada y derramada, y gritamos en nuestra oscuridad resquebrajada con la
sangre, que nos habíamos quedado solos para soportar nuestros errores y los
pecados de los árabes, a ninguno se nos ocurrió que nuestra soledad en el
aislamiento de la muerte, la perseverancia y la voluntad se trasladaría a la ciudad
de nuestra memoria poética en forma de tan salvaje destrucción y de incendios en la más bella ciudad de la
Siria histórica.
Este carnicero quema Alepo y la destroza en medio de lo que
parece el silencio y la connivencia que hoy quema al hombre y la memoria, el
presente y la historia, para dejar tras su marcha inevitable una memoria de
maldición y tristeza.
No hablo hoy de política, ni creo que sea útil hacerlo a la
luz del cierre y encogimiento de los significados, pues la política en la Siria
asadiana quedó fuera de juego.
La política es una lucha multilateral. Incluso en mitad de
las más duras, mortales e intensas guerras, ha habido un margen para la lucha
intelectual entre las opciones sociales, culturales y las visiones. Pero en
esta lucha salvaje que dirige el régimen dictatorial en Siria contra su pueblo,
el régimen ha derrocado todos los significados en sus consideraciones y ha
descubierto que toda la ideología baasista no era más que un velo que impedía
ver el fascismo escondido tras los lemas y declaraciones. No hay posibilidad de
que el régimen y el pueblo se adhieran a una referencia ética compartida, porque
el régimen dictatorial no tiene sensibilidad ética alguna, ni siquiera un
sentimiento de pertenencia a la patria. Su única patria es su poder y su poder
es el saqueo, y dicho saqueo se basa en la humillación y degradación de la
gente, una humillación que nace del miedo, y el que aterra tiene miedo de
todos.
Se trata de un círculo vicioso de demencia y crimen que
impide toda búsqueda racional de una salida de la destrucción y la sangre. No
habíamos visto nunca antes un salvajismo equivalente a este, que escapa a nuestra
razón, más que en las invasiones bárbaras. Incluso la brutal guerra de Bosnia
encontraba su justificación en el racismo nacionalista repugnante y
estúpido. Pero esta guerra que los Asad han iniciado, para la que es imposible
buscar justificación por mucho que se intente y que no se apoya en ninguna ley
o pensamiento, es el asesinato por el asesinato y la destrucción por la destrucción;
es la locura del dictador, su entorno y su séquito cuando ve el final y se
comporta como si su inevitable final debiera significar el final del país y los
que en él viven.
La escena de Alepo, tras las escenas de Homs, Hama, Deir
Ezzor, los alrededores de Damasco y otras tantas ciudades, pueblos y aldeas que
los aviones han dejado a ras de suelo resumen todo y hacen del discurso
político justificativo del régimen una mera cobertura del crimen y una
participación en él. Cuando la respuesta a las manifestaciones pacíficas fue
pisotear y matar a la gente y cuando la respuesta a la negativa del pueblo a
someterse y deificar al dictador fueron
los bombardeos con barriles cargados de explosivos desde los aviones, el
régimen entro en la mudez del crimen.
Este crimen mudo carece de lengua y por eso carece de
justificación para perder el tiempo en los corredores de diversión en los que
se ha convertido su lengua. En cuanto a los aliados del régimen desde Rusia,
que ha vuelto a despertar su pasado colonial difunto, pasando por Irán, que
quiere que Siria sea el puente de un sistema que la convierta en una gran potencia
aislada de su pueblo e inmerso en su discurso sectario; hasta Hezbollah, que
parece olvidar tanto que la resistencia es un calificativo y no un nombre
propio que se puede monopolizar, como que el uso de un calificativo en un
contexto de alineaciones de las sectas libanesas en su lucha por repartirse un
poder sin poder, es un suicidio. Esos
aliados se montan en el régimen sirio, que en su retroceso ha llegado al
precipicio, para lograr sus pequeños objetivos por medio de la inversión en la
sangre.
Hablar sobre el bloqueo de Alepo ya no es simbólico: el fuego
incendia todo y estáis solos, sin ningún apoyo real de nadie. Estáis solos
contra todo el Antiguo Régimen árabe. Solos en Alepo, Homs y Damasco creáis una
revolución que nace de lo más profundo del rechazo a la humillación para llegar
a un cambio que supere la desesperación y llegar más allá, donde se esconde la
obscura esperanza, tejida con la aguja del dolor.
[1] Crítica a los hombres de religión que en realidad no
sirven a dicha religión que se dedican a llorar el pasado cuando el presente es
igual o peor.
[2] Epítome de la poesía árabe del siglo X.
[3] Se refiere a que, además de los peligros externos, los
hay internos y que, por tanto, hay que elegir una estrategia efectiva.
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