Hola amigos.
Me gustaría haber estado con vosotros y asistir a la ceremonia de entrega de este importante premio Sajarov en pro de la libertad y de la primavera que está por venir, pero una serie de circunstancias me lo han impedido.
De todos modos, mis sentimientos y mi corazón están con vosotros. Aunque estoy feliz y contento por haber recibido este premio y por estar, aun virtualmente, con vosotros, me duele lo que pasa en Siria. Cada hora, cada minuto, cada segundo, cae una víctima, y ello me produce amargura y dolor.
Sea como fuere, considero que las almas de los mártires y los sentimientos de la gente en la calle y los heridos están hoy con nosotros.
Para que entendáis lo grande y preciada que es la libertad, que es un regalo de Dios, os contaré una historia. Hace un tiempo, le dije a un amigo: "Tú sales a diario en las manifestaciones, ¿no tienes miedo de que te maten?" Me dijo: "Claro, lo tengo en cuenta cada segundo, y cada segundo sé que puedo morir, pero no sabes lo preciada que es la libertad. Es la primera vez que siento que oigo mi voz. Estaba mudo. Durante cincuenta años no he podido escuchar mi voz hasta hoy. Pase lo que pase, al menos he obtenido mi derecho a la vida y la libertad, dones que nuestro señor nos ha dado".
Os doy las gracias a todos, a los presentes y a los que me han honrado otorgándome este premio, y muy especialmente al señor Jeffrey, presidente de la Organización de Derechos Humanos y al Parlamento Europeo, reiterando mi extremo agradecimiento a todos.
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