Texto original: Al-Quds al-Arabi
Autor: Elias Khoury
Fecha: 12/11/2012
El primer resultado positivo de las reuniones de Doha fue la
elección de George Sabra como presidente del Consejo Nacional Sirio (CNS). Este
luchador que viene de las filas del Partido Democrático del Pueblo, conocido
por las cárceles del régimen y que sabe cómo mezclar la acción secreta de
resistencia con la acción pública de masas, merece más que una enhorabuena.
George Sabra no ha llegado a ese puesto como cristiano, sino
como ciudadanos sirio y luchador por la democracia. Todo lo que hemos leído
sobre este tema no tiene nada que ver con la realidad. Ello no significa que él
reniegue de sus raíces cristianas, sino que viene de otro lugar donde la
adscripción religiosa no juega otro papel que el del enriquecimiento cultural
del nacionalismo sirio. En cuanto a las maniobras electorales, no fueron más
que maniobras, porque el CNS no es un organismo representativo elegido, sino
que es una alianza política en cuya fundación han jugado un papel principal la
Declaración de Damasco y el Partido Democrático del Pueblo.
Pero la elección de Sabra no trajo consigo una solución
mágica a los problemas estructurales de la oposición política siria. Así, lo
que los medios llamaban la necesidad de unir a la oposición siria, era en
realidad un rechazo y una incapacidad de ver la realidad. La cuestión no está
en unir a la oposición, sino en su conformación, pues ha habido y aún hay disputas
profundas en torno a quién debe asumir el liderazgo, a sabiendas de que lo que
se exige es la formación de una estructura política cohesionada antes de aludir
a la cuestión de su liderazgo. Esta disputa era inútil en un principio, cuando
parecía que no era más que una diferencia entre los que llamaban a la
intervención extranjera y los que la rechazaban. ¡Como si tal intervención
estuviera a las puertas! Los cerebros políticos sirios olvidaron hacer un
análisis racional que les habría llevado claramente a deducir que no habría
intervención, pues, por un lado la parte occidental no estaba preparada, o no
era capaz, de enfadar a Israel, y por otro, no iba a entrar en el
enfrentamiento con el complejo militar ruso-iraní que apoya al régimen.
Hoy, se discute más profundamente sobre la elección entre
los que llaman a la revolución pacífica y los que llaman a la resistencia
armada contra el régimen. Los que optan por la primera, han olvidado que ni una
sola fuerza política ha dirigido ni dirige la acción armada, sino que tales
acciones nacieron como una reacción espontánea contra el salvajismo del
régimen, y que hoy necesitan estructuras organizativas para que la revolución
no se convierta en una selva de armas sin ningún tipo de control, permitiendo a
las fuerzas regionales jugar con ella y con el futuro del pueblo sirio.
La iniciativa de Riad Seif volvió a plantear la pregunta
sobre cómo conformar la oposición, y la cuestión en sí sigue sin estar clara. ¿Por
qué tanto ímpetu estadounidense de cara a la misma y por qué nos sorprendió la
Secretaria de Estado con su duro ataque contra el CNS antes de la reunión de Doha?
Si leemos el texto de la iniciativa de Seif, lo cierto es que no tiene nada que
no se encuentre en textos anteriores de la oposición siria. ¿Todo lo que ofrece
es un intento de incluir a los desertores del régimen asadiano a cuya
vanguardia esta Riad Hiyab, en la ecuación de la oposición, con un promesa de recibir
ayudas y de que se levante la prohibición de envío de armas al Ejército Sirio Libre?
¿Dónde está el problema entonces?
El problema es que estamos ante un cuadro que aún no se ha
dibujado y la razón de la falta de una estructura clara es la ausencia de
partidos políticos organizados, salvo contadas excepciones. Así, la revolución
sigue como cuando estalló, sin un liderazgo efectivo. Es un estallido social,
político y moral espontáneo, pues el pueblo no esperó a las fuerzas políticas
para rebelarse, ni las esperará para continuar su revolución. La pregunta es
cuándo y cómo estos líderes lograrán encontrarse con el pueblo en el terreno de
la revolución.
Se tenía esperanza en que el torrente de sangre siria, que
ofreció un nuevo modelo de la capacidad de un pueblo de hacer el milagro de la
revolución, provocase en las fuerzas políticas una aceleración para conformarse
en un frente político que impidiera que se jugara a nivel regional con el
destino de la revolución, y conformase un marco que encuadrara las aspiraciones
de libertad de los sirios y las sirias. Pero las esperanzas han sido frustradas
hasta ahora. Las oposiciones sirias, desde la Declaración de Damasco pasando
por las corrientes islamistas hasta el Comité de coordinación Nacional, son
formas gelatinosas carentes de forma, que nacieron a la sombra de una represión
sin misericordia, que confisca la política y la sociedad, para evitar que
puedan materializarse frentes organizados. La revolución trajo consigo el gran
bagaje popular que la hizo estallar, con sus complicaciones regionales e
internacionales, para descubrir la fragilidad de estas estructuras y su falta
de preparación. Aquí se esconde el trastorno que explica por qué las reuniones
para unir a la oposición no se hagan más que bajo el paraguas de fuerzas árabes
y regionales no poco dudosas.
George Sabra y sus compañeros saben que la cuestión central
a la que se enfrentan es afirmar, a pesar de todo eso, que la lucha está en
Siria y no es por el dominio de Siria. Ahí es donde radica la cuestión y eso es
lo que ha de materializarse política y organizativamente.
Cuando se creó el CNS a algunas élites les invadió la
ilusión de la intervención exterior que provocó inmensas frustraciones que, no
obstante, la vitalidad de la revolución no tardó en superar. El miedo es que la
nueva formación política -la Coalición Nacional de las Fuerzas de la Revolución
y la Oposición sirias [1]- provoque otra ilusión que no se diferencia mucho de
la anterior, a saber, el creer que se va a producir un apoyo exterior a la
iniciativa de Riad Seif. El reconocimiento no será real si el pueblo sirio no
reconoce el nuevo liderazgo de la coalición. Mo’az al-Jatib, Riad Seif y Suheir
al-Atassi no deben caer en tales ilusiones.
Lo que las fuerzas de la revolución
piden es que la comunidad internacional deje de mantenerse impasible ante el
destino del pueblo sirio, y ello exige que se permita que el apoyo llegue a la
revolución, nada más. El hablar de garantías que den los estadounidenses son mero
cuentos, pues ningún nacionalista sirio puede, en una nación de cuyo terreno
Israel ocupa una parte, ofrecer garantías al ocupante, pues la liberación del
Golán no se pospondrá ya que nadie puede posponerla más que el régimen
dictatorial asadiano.
En cuanto al
horizonte de democracia que abre la revolución, este es el camino a la
liberación del ser humano y la tierra, y no es una lucha por el dominio de Siria.
La revolución no debe permitir que sea así. Es una lucha en Siria y por Siria.
[1] Esta es la traducción literal de su nombre.
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