Texto original: Al-Hayat
Autor: Yassin Al-Hajj Saleh
Fecha: 04/11/2012
No es de recibo, ni debe serlo, el tono imperativo con el que habló Hilary
Clinton hace unos pocos días sobre la necesidad de formar una nueva estructura
de liderazgo para la oposición siria, especialmente cuando quien está al tanto
de la situación sabe que hay planes ya en marcha para algo así, según publicó Foreign
Policy hace poco. La situación ha provocado un gran revuelo en los círculos
de los activistas y opositores sirios en los últimos días.
Las palabras de la Secretaria de Estado estadounidense son arrogantes en
cualquier caso, y muy probablemente tendrán resultados negativos, pues si los
opositores sirios no lo aceptan, concretamente el Consejo Nacional, se verán
aún más debilitados y verán cómo se trabaja para dividirlos. Si lo aceptan,
perderán su independencia y se debilitará su legitimidad, y ¿quién se morderá
la lengua tras el primer tropiezo para no calificar a la nueva formación de ser
estadounidense o sierva de los estadounidenses?
Según los datos de Foreign Policy (31/10/2012), los estadounidenses cancelaron
una cita con los representantes del Consejo Nacional en el pasado mes de junio
porque querían que el Consejo se reuniera primero con los rusos, algo que en
efecto sucedió, pero que no dio fruto alguno. Un mes después parece que fue el
Consejo quien canceló una reunión programada con EEUU. Esto puede estar
relacionado con los conocidos intentos estadounidenses desde el inicio del verano pasado de doblegar al
Consejo por medio del contacto directo con grupos políticos y líderes militares
en Turquía y Egipto y con personalidades del propio Consejo que nunca ha sido
una fuerza bien cohesionada.
Lo que puede sacarse de los datos e indicadores sueltos es que EEUU se acoge
al Consejo principalmente en lo que respecta a su techo político, que está en
consonancia con lo que dicen los revolucionarios sobre el terreno: derrocar al
régimen. Quizá así parezca menos flexible desde la óptica estadounidense que
permitir la aceptación flexible de las iniciativas políticas que pudieran
presentarse.
La realidad es que la identificación con la revolución y el aferramiento al
objetivo de derrocar al régimen son las únicas cualidades del Consejo Nacional
Sirio, y si las pierde, no le queda nada. Puede achacársele al CNS su limitada
efectividad y que su identificación con la revolución le impida ejercer un
papel de orientador o de líder, pero lo que se opone a la identificación, en
las condiciones macroscópicas en Siria, son las variaciones en la política
reformista, la mejora del régimen y no su cambio.
No está claro qué esperan EEUU -a quien parece que lo que más preocupa es la
aparición de grupos salafistas combatientes en Siria, según dijo la propia Clinton
en las mismas declaraciones- que la nueva formación política haga en ese
sentido. ¿Apoyarán, por ejemplo, a la resistencia siria armada con armamento
desarrollado que ayude a reducir el tiempo de la lucha y ponga límite a las posibilidades
de arraigamiento y expansión del yihadismo? Pero, ¿por qué es necesaria una
formación política nueva para eso? O tal vez, al contrario, ¿están empujando a
esta formación en la dirección del diálogo con el régimen como sospechan otros
opositores en el Consejo y fuera del mismo? No es necesario que uno piense mal (y
en política “pensar mal es buena intuición”) para suponer tal posibilidad. Pero
¿puede una formación política formada por independientes que vienen de dentro y
fuera del CNS, reunidos en torno a un hombre respetable como Riad Seif, llevar
a cabo tan complicado encargo?
Parece que los estadounidenses están desarrollando una estrategia para Siria
que gira en torno al enfrentamiento con los yihadistas y formaciones similares
a Al-Qaeda, después de que no tuvieran una estrategia concreta, y necesitan dirigir
la situación siria hacia la permanencia del régimen sin Bashar al-Asad, incluyendo
al ejército y tal vez a los aparatos de seguridad. Esta política se contradice
con la estrategia fundamentada en el derrocamiento del régimen, objetivo de la
revolución y dirección adoptada por el Consejo Nacional. Parece que el
pensamiento de los franceses no está lejos del de los estadounidenses. Esto
puede entenderse de las declaraciones del ministro francés de Exteriores hace
unos días, en las que aseguró la necesidad de mantener los aparatos del Estado
sirio para que allí no pasara lo que sucedió en Iraq tras la ocupación
estadounidense.
Tal vez desde esta perspectiva, la nueva formación necesite los esfuerzos de
Riad Hiyab, el ex primer ministro sirio que dimitió, y que estuvo en una
reunión de la Comisión de la Iniciativa Nacional en Jordania (Riad Seif e
independientes) el primer día de este mes, y no esté lejos de necesitar a Manaf
Tlass y otros como él.
La nueva estrategia estadounidense ha hecho realidad una de las peticiones
de la revolución, que es la dimisión de Bashar al-Asad, y ha hecho realidad su
petición de un Estado eficiente en materia de seguridad que se enfrente a los
yihadistas. Pero lo más probable es que centre su interés en devolver la
estabilidad frente a cualquier petición seria de abrir el régimen político de
par en par y contra la consideración de una estructura que amplíe la revolución.
Esto probablemente chocará de frente con sectores de la población
revolucionaria a la que esta estrategia no le sirve de nada, a la que tal vez se enfrente con represión si no “se comporta”.
El objetivo al que puede llegar esta política es salvar al régimen de sí
mismo y no salvar a Siria de él, y ello por medio de la ampliación del círculo
de las élites políticas y la reproducción del régimen, de forma que no suponga
un perjuicio para las clases altas de la sociedad, ni para lo que los
estadounidenses y las fuerzas occidentales consideran una postura hegemónica que
facilita las interacciones dentro de la élite nueva expandida y en las
políticas sirias en general.
Si estas consideraciones son correctas, como creemos, esta política es muy
corta de miras, pues se centra en las paranoias estadounidenses y europeas y no
en las necesidades de los sirios y sus peticiones.
Esta política se beneficia, sin duda, de los puntos débiles reales de la
política de la revolución; ¿Qué hacer en lo referente a los grupos yihadistas?
No basta que Abdel Basit Sida diga, comentando las palabras de Clinton, que la
aparición de grupos religiosos extremistas es resultado del prolongamiento de
la permanencia del régimen y su salvajismo, además del hecho de que la
revolución siria carece de un apoyo serio de quien sea.
Después, ¿cuál es la situación del ejército? ¿Es una institución general que
debe mantenerse como está? ¿Y cómo? ¿Y el Ejército Sirio Libre? ¿Y qué política
seguir con las minorías? Ha quedado claro en este sentido que las políticas de
los occidentales van en la dirección de “proteger a las minorías”; es decir, en
la práctica, garantizarles unas circunstancias especiales, tal vez
privilegiadas, y no una igualdad de derechos, ni política, ni social.
En cuanto a lo más peligroso con diferencia es la posibilidad de que los
aparatos de seguridad, terroristas y experimentados, sigan aterrorizando a la
mayoría de los sirios y protegiendo al régimen actual. Destruir estos aparatos
es la diferencia entre derrocar al régimen y mantenerlo, sea cual sea el
destino de Bashar.
Esto no funcionará y no es descabellado que provoque la destrucción del
país, aunque sea de forma distinta al estilo ruso.
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