Texto original: Facebook
Autor: Lama Khayer
Fecha: 29/11/2012
En Siria
“Corrimos para salvar lo que pudimos, para variar, después de
que la bomba hubiera saciado su deseo de destrucción y cosecha de almas…
Muchos, muchos cadáveres, oh Señor”.
Aquí hay una niña para la que no estaba escrito y un niño
que sabe que siente que algo en él no está bien, pero no es consciente de que
una tira de su piel o incluso un trozo de su cráneo ya no está en su sitio. Sin saber
cómo dice: “Tío, por favor, tío… Por favor, tío…” al pobre que saltó para
salvarlo.
Veo algo pero me siento paralítico, no sé que me ha pasado
esta vez, ¿por qué no puedo ayudar?
Las voces suenan extrañas en mi cabeza esta vez, como si
estuvieran más lejos y fueran más profundas.
“Chicos, venid, hay un niño aquí”, grita uno y otro desde
allí grita: “Este… ¿Dónde tiene la cabeza? Dios es grande”.
Veo a esa mujer bajo los escombros luchando contra la
muerte, conteniendo aún un hálito de vida. Me parece un jardín sin vida. A pesar de
que sigue con vida, no puede levantar la cabeza ni miembro alguno de su
cuerpo para llamar. Veo sus ojos parpadeando un poco bajo la profundidad
de la ceniza y la destrucción. Dios mío, soy el único que puede verla, pero no
puedo hacer nada, ¿qué pasa? ¿Qué, qué es esto? Uno de ellos se acerca a mi rostro y me
mira de cerca, con una extrañeza que no comprendo, y grita tan alto que me
asusta: “Este está vivo, chicos, aún vive. Venid a sacarlo”.
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