Texto original: Al-Quds al-Arabi
Autor: Elias Khoury
Fecha: 14/02/2012
Desde este blog, queremos mandar un humilde mensaje de apoyo a la población siria y muy especialmente a la ciudad de Homs, que está siendo víctima de la política destructora del régimen que, antes de entregar Siria a la libertad, prefiere destruirla. Queremos decirle a Homs que también nuestro corazón, hoy y cada día desde el inicio de la revolución, late con ella y sufre con cada víctima de la represión de un régimen asesino. También agradecemos a Elias Khoury la esperanza que cada martes infunden sus textos a todo aquel que los lee.
نريد، عبر هذه المدونة، إرسال رسالة دعم إلى الشعب السوري وخصوصا إلى مدينة حمص، التي هي الصحية الكبرى من سياسة النظام التدميرية، وذلك لأن المستبد يفضل تدمير سوريا على تسليمها إلى الحرية. نودّ أن نقول لحمص أن قلوبنا، اليوم ومنذ بداية الثورة، تنبض معها وتعاني من وجع شديد كلما وردت أخبار عن سقوط ضحية جديدة بسبب قمع النظام القاتل. كما أننا نوجه الشكر والامتنان إلى إلياس خوري على الأمل الذي يدخله في قلوبنا كل أيام الثلاثاء بفضل نصوصه.
La libertad ya tiene su ciudad. Allí, a orillas del río Orontes, los sirios y las sirias han escrito el nombre de su país con canciones, sangre y lágrimas. Homs ha decidido convertirse en el mapa del corazón, haciendo de Sahl al-Gab[1] el punto de encuentro de las venas que laten, soñadoras, con libertad.
En Homs, bajo el estruendo del demente bombardeo, la dictadura comete su último y asesino error. Aquí, en la ciudad de Khaled Ibn al-Walid[2], el pueblo sirio escribe la epopeya de su perseverancia, antes de que el diluvio se lleve por delante el embalse de la dictadura y acabe con él.
Cuando comenzó la revolución siria en Daraa, a pesar de que se asesinó a niños, lo que puso de manifiesto el salvajismo del aparato de represión baasista-asadiano, los sirios soñaban con que su revolución fuera un movimiento popular pacífico, que acabara con el gobierno dictatorial sin destruir el país. Elevaron consignas que proclamaban la unidad del ejército y el pueblo mientras los manifestantes repartían agua a los soldados, como sucedió en Dariya, donde el mártir Ghiath Mátar repartió él mismo agua y rosas a aquellos. Sin embargo, al aparato de la muerte no le bastó con matar a Ghiath Mátar, sino que desfiguró también su cuerpo, para dejar claro que la represión ciega y bárbara no tiene límites, y que el aparato del Estado es capaz de competir con los mogoles en su brutalidad y salvajismo.
No, los revolucionarios no esperaban llegar al baño de sangre en el que a diario se ahogan las regiones sirias, ni nosotros podíamos imaginar que la máquina de la represión no había hecho caso de las lecciones de la historia ni había aprendido del destino de las dictaduras en Túnez, Libia y Egipto. Estábamos equivocados, o tal vez teníamos la ilusión de que podíamos pasar este mal trago, obviando que la mafia no sabe hablar más que en una única lengua, la lengua de la fuerza, la barbarie y la superioridad sobre la sangre.
El canto de Qashoush no era una llamada a la muerte que probó a orillas del Orontes en Hama, sino que se trataba del anuncio de su fe en la vida. Sarut no invocó con su canto al mar de sangre que lo rodea y rodea a sus amigos en Homs. Se tenía la esperanza de que las gargantas de los sirios lograran abrir las puertas del cielo y hacer al régimen sentirse aislado, para que recogiera sus cosas y dejara en paz a un pueblo que quiere recuperar su dignidad tras décadas de humillación y trato vil.
Pero ¿cómo puede darse un enfrentamiento en calidad de iguales entre quien defiende los valores y quien los pisa? No nos detendremos en las mentiras del aparato de represión que se queja de los hombres armados desplegados en cada rincón de Homs, considerándolos fuera del marco de la legalidad, pues ¿dónde estaba la ley antes de comenzar las deserciones en el ejército y antes de levantarse arma alguna en defensa propia? En el pasado reciente cuando los niños de Daraa fueron mutilados y el responsable de la seguridad en la ciudad dijo lo que dijo[3], atentando así contra el honor de las personas, lo único que había pasado era que los niños habían hecho unas pintadas en las paredes del colegio. A pesar de todo, el cuerpo de Hamza al-Khateeb[4] fue mutilado y los cuerpos de los niños fueron destrozados. No, no creeremos a un régimen que han probado en sus carnes tres pueblo árabes, a él y a su represión, sus mentiras y su salvajismo. Los palestinos no olvidarán Tell al-Zaatar[5], los libaneses no olvidarán Anjar[6] y todas las masacres, y los sirios no olvidarán Hama ni olvidarán cómo son hoy asesinados, torturados y humillados.
Toda revolución adopta un nombre. La gran revuelta siria se puso por nombre Jabal al-Arab (Hawran, al sur del país) y al-Ghuta (afueras de Damasco), la revolución tunecina se puso el nombre de Sidi Bouzid, y la revolución egipcia se denominó la revolución de la plaza de Tahrir. Hoy la revolución siria toma su nombre de la ciudad de Homs: la ciudad del sacrificio y los sacrificados, la ciudad de los mártires vivos y los mártires muertos, la ciudad de los poetas. Cada vez que se pronuncia el nombre de Homs, recuerdo a su poeta Dik al-Jinn al-Homsí[7] y su amada y veo cómo las palabras van adquiriendo colores por medio de los milagros del amor y la poesía, que fermentan con la muerte. Homs está bajo el fuego. La ciudad que se salvó del la barbarie de Timurlán haciéndose la loca[8], según cuenta le leyenda popular, se encuentra hoy sola entre las ciudades árabes, sola grita su última consigna de libertad: “Antes la muerte que la humillación”. Sola resiste el bombardeo mientras los edificios se inclinan unos sobre otros y los escombros depredan los espíritus.
Homs no se rendirá. Se está quemando y, aún así, no iza la bandera blanca. Así estábamos, Beirut, en 1982: te veíamos quemarte y negándote a izar la bandera blanca ante el avance del monstruo israelí. Y tú, Homs, te estás quemando también y sangras ante el terror del nuevo bombardeo mogol, pero no te rindes.
La historia no puede leerse según el esquema del juego político, lleno de mentiras, trucos e intentos de superar a los otros en inteligencia. Lo que pasa en Siria no es un juego entre naciones como pretenden pintarlo o como pretenden contenerlo. Se trata de una revolución popular. Eso es lo que no han comprendido los políticos rusos mientras intentan imponer su influencia con un discurso político decimonónico. También es esto lo que no quieren entender los americanos mientras pronuncian discursos que pretenden contener la ola revolucionaria árabe que nadie esperaba y a la que se resisten a apoyar. Lo importante es que las élites políticas sirias comprendan la realidad de la revolución y se comporten en base a ello, apoyando al interior revolucionario por todos los medios y rechazando cualquier discurso sectario del que se desprenda el olor de un intento de movilización sectaria, porque ese tipo de discurso es asesino.
Lo que pasa es que la dictadura no tiene otro principio que el de mantenerse y está dispuesta a venderlo todo por permanecer, tener la autoridad absoluta y oprimir. Ese es el único principio de la dictadura. Por ello, Homs, con la valentía de sus hijos, su paciencia y su perseverancia, anuncia que el pueblo ha recuperado su libertad y su dignidad. Homs sigue el ritmo del latido de los corazones y nuestros corazones laten contigo, en ti y por ti, oh maravillosa ciudad, grande entre las ciudades.
[1]Meseta central siria por la que discurre el Orontes.
[2]Importante conquistador árabe, compañero del profeta Mahoma.
[3]Cuando las familias fueron a reclamar a los niños detenidos, se les respondió a los hombres que hicieran otros y, en caso de no saber hacerlo, que llevaran a sus mujeres que ellos se encargarían.
[4]Considerado el símbolo de los niños víctimas de la revolución.
[5] Véase aquí una breve crónica.
[6]Información aquí.
[7] Poeta homsí del siglo X.
[8]Los mogoles no entraron en Homs y, según la leyenda, se debe a que cuando estos llegaron en expedición la gente salió a recibirlos esperando así desconcertarles y evitar su invasión.
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