Texto original: Elaph
Autor: Suleiman Yusuf Yusuf*
Fecha: 26/12/2012
Feliz Navidad a todos nuestros hermanos cristianos
(Ciudad de Halfaya)
Lo que está sucediendo en Siria ha puesto de manifiesto, con sus dimensiones política, social y de seguridad y sus repercusiones regionales, el volumen del “desastre nacional” que presencia el país. Del mismo modo, esta situación sin precedentes en la historia siria moderna ha puesto de manifiesto la ausencia del concepto real de nación y ciudadanía, además de la conciencia política y de la cultura general de los sirios tanto en el nivel del gobierno, como en el del movimiento de protesta, las fuerzas políticas y las élites intelectuales y de pensamiento. Finalmente, ha sacado a luz la profunda brecha en la “relación nacional” entre los distintos componentes de la sociedad siria.
Puede que no diverjamos en el carácter nacional general de la revolución siria, pero tal realidad no debe hacernos obviar la dimensión sectaria del movimiento nacional, que se ha convertido en el motor principal de la mayoría de los manifestantes en contra del régimen. Estos “descubrimientos sirios” se han puesto y siguen poniéndose de manifiesto en más de una postura, canal de televisión, realidad y comportamiento de ambas partes. Las oposiciones sirias, que se han unido con el objetivo de derrocar a Bashar al-Asad, han acusado al régimen de dar la espalda a las peticiones del pueblo y hacer de el chií Irán y sus instrumentos regionales un aliado estratégico y una referencia básica, ayudándose de la Guardia de la Revolución iraní y miembros de Hezbolla y del ejército de Al-Mahdi para reprimir las protestas populares contra su gobierno. También le han acusado de amenazar con una escisión sectaria en el país como salvavidas. Mientras, estas oposiciones se han puesto a buscar aliados y referencias fuera de las fronteras ya sea en el entorno árabe, islámico o regional, de su secta y confesión, además de encomendarse al exterior para derrocar al gobierno de Bashar al-Asad, aunque ello implique una militarización de la revolución y una intervención exterior, ya que las manifestaciones pacíficas no han podido hacerlo.
La oposición árabe, especialmente la corriente islamista, se ha centrado en el papel de Turquía y, en menor medida, en el papel de los países árabes. Como bien es sabido, en Turquía gobierna el partido islamista Justicia y Desarrollo (AKP), que ha mostrado su apoyo al derrocamiento de Bashar al-Asad, de linaje alauí, población que se extiende también por Turquía [1] y la instauración de un “gobierno islámico” en Siria, o al menos, reforzar la posición de los islamistas en el nuevo sistema político. Todo gobierno islamista en Siria, según su razonamiento, ayudaría a Turquía a reforzar su seguridad nacional y sus intereses estratégicos, además de limitar la influencia iraní (persa) que está creciendo en Siria y la región y que supone un motivo de preocupación real para Turquía. En el contexto de esta estrategia del gobierno islamista de Erdogan, Estambul ha acogido y patrocinado las conferencias del Consejo Nacional Sirio, dominado por la tendencia islamista y que se propone a sí mismo como alternativa al régimen actual. Más importante aún es el hecho de que Turquía ha acogido a los dirigentes del Ejército Sirio Libre y les proporciona apoyo económico, militar, logístico y político en su lucha contra el ejército sirio para derrocar al gobierno de Bashar al-Asad.
En lo referente a la oposición kurda, a pesar de su participación en la mayor parte de conferencias y formaciones de la oposición siria en el interior y exterior, su ámbito político se extiende también más allá de las fronteras, concretamente, hacia Arbil, la capital de la entidad kurda donde esta etnia ha mantenido tradicionalmente el liderazgo. El presidente Masud al-Barazani recibió a una delegación de kurdos del Consejo Nacional Kurdo en Siria, cuya creación fue anunciada hace poco y elevó las peticiones de los kurdos al derecho de “determinar su destino” dentro de la unidad del Estado sirio. Barazani dijo a la delegación kurda que le visitó que la prioridad había de estar en los derechos de los kurdos: “Lo que nos importa es la democracia y el reconocimiento de los derechos de los kurdos. Han de acercarse a la parte que les de esos derechos”. Además, dijo que apoyaría los esfuerzos de los partidos políticos kurdos para reafirmar y trabajar por los derechos de los kurdos en siria. En este contexto, el político kurdo sirio Salah Badr al-Din, en unas declaraciones, sacó a la luz lo que llamó “intervención negativa” del presidente iraquí Jalal Talabani en la crisis siria. Según comentó al periódico Al-Arab al-yawm (“Los árabes hoy”), “el presidente Talabani ha prometido al presidente sirio Bashar al-asad que los kurdos no se pondrán en su contra […] Al-Talabani ha intentado convencer a los kurdos para que inicien un diálogo con el presidente Al-Asad”.
Debido a la ausencia de “estados y capitales asirias” a las que la oposición asiria pueda peregrinar, esta oposición vive girando dentro de un círculo vicioso nacional, unas veces bajo la abaya[2] de la oposición árabe, otras bajo las ammamas[3] de los islamistas y otras se pegan a la oposición kurda para que les proteja. Ante las polarizaciones sectarias, doctrinales y étnicas que va a presenciar la sociedad siria en la próxima etapa y el hecho de que la oposición asiria es la más débil de entre ellas, lo más probable es que los asirios (siriacos o caldeos) se encuentren fuera de la ecuación política puesto que no disponen de aliados reales en el interior ni tienen un soporte regional o internacional que los adopte y defienda su causa. A pesar de que los asirios son cristianos, los cristianos sirios no encuentran, a excepción de los asirios, quien los represente políticamente y no parece que estén preocupados por el futuro político de los asirios.
Al mismo tiempo que se ha estado presenciando este movimiento político del poder y la oposición, se ha dado una “guerra mediática” cuyos engranajes se extienden por diversos medios de comunicación y que dirigen figuras mediáticas sectaristas ayudadas en esta batalla abierta por los medios árabes, islámicos e internacionales, así como sheijs, hombres de religión y destacados ulemas. Los medios de cada bando se dedican, especialmente los que se emiten por satélite, a añadir a cada instante más dosis de rencores sectarios mortales para la sociedad siria. Ello lo consiguen por medio de la forma en que graban y enfocan las noticias: escenas de asesinato, muerte y destrucción acompañadas de manifestaciones y protestas en contra del régimen. Desde los primeros días del inicio del movimiento de protesta, dirigentes del régimen han hablado y aún lo hacen de una conspiración exterior cuyo objetivo es provocar la “escisión sectaria” y así golpear a Siria y desestabilizarla. Por supuesto, lo que el poder dice sobre la escisión y el caos, lo hace por medio de mensajes de amenaza contra la población siria cuando se siente amenazado. Ni que decir tiene que también los medios oficiales o los semi-oficiales se han referido al proyecto de instauración de emiratos salafistas en el país y de la entrada de islamistas armados desde los países del entorno, haciendo claro hincapié en el origen “suní” de estos y de los países de los que proceden.
En contrapartida, en alusión a la “secta alauí” a la que pertenece Bashar al-Asad, las oposiciones han seguido haciendo referencia a los que llaman el “ejército y los shabbiha de Al-Asad” y los ataques a mezquitas y zonas “calientes”, en clara alusión a las zonas suníes. Del mismo modo, los medios de la oposición se han puesto como objetivo movilizarla a la calle hacia la “militarización del levantamiento” y hacia el porte de armas bajo el lema de “la autodefensa y la defensa de los manifestantes”. Más aún, los lemas y discursos de los manifestantes y los opositores hablan de “la familia Asad” y no del Partido Socialista Árabe Baaz, que conforma la estructura básica del régimen y quien llevó al poder al padre, además de seguir siendo la cobertura política y constitucional que permitió el traspaso de poder a Al-Asad hijo. El hecho de que la oposición se centre exclusivamente en atacar a la familia Al-Asad obviando el papel del Baaz y de los partidos aliados con él lo que se conoce como Frente Nacional Progresista[4], supone una confesionalización de la crisis nacional y un avivamiento del sectarismo en la sociedad siria. Si nos creemos las acusaciones de la oposición contra el régimen sirio de que pretende encender la llama de la escisión sectaria como salvavidas, nos preguntamos: ¿qué han hecho las fuerzas de la oposición y las fuerzas del movimiento de protesta detener al régimen y hacer fracasar su proyecto? Desgraciadamente, se ha limitado a subirse a la ola del movimiento de protesta y adoptar sus eslóganes, abandonando la calle o, mejor dicho, dejando el destino del país en manos de manifestantes que levantan lemas de venganza por sus muertos y víctimas.
Tal vez el poder sirio haya perdido el control de una parte importante de la calle siria, pero no ha sido la oposición tradicional (los partidos) quien ha ocupado el vacío político y de seguridad que ha dejado el régimen. En otras palabras, la oposición política no tiene ningún poder sobre la calle. Según todos los indicios y datos políticos y sobre el terreno, creo que la última palabra, la determinante en el terreno de la oposición, la tendrá lo que se llama el Ejército Sirio Libre, que está formado por una “secta concreta”[5] y será quien decida el destino de Siria y la forma del nuevo régimen político, si consiguen derrocar a Bashar al-Asad con la fuerza de sus armas. Debido a la naturaleza sectaria de este ejército, al que apoya fundamentalmente la Turquía islamista, se puede entender que se pondrá de parte de la corriente islamista y fortalecerá su papel en la vida política en la etapa post Bashar. Esta alineación sectaria llevará al país a un escenario de mayores venganzas y rencores sociales que puede llevar a las minorías (religiosas, étnicas, partidos políticos y fuerzas políticas liberales, laicas y de izquierdas, que estarán en contra de cualquier gobierno islamista en Siria) a aliarse o unirse políticamente en contra de la corriente islamista bajo el lema de “la protección del estado civil”.
Con la insistencia del régimen en hacer uso de la represión hasta el final, manteniendo la opción militar y catastrófica para aplastar el levantamiento, y ante la cada vez más compleja crisis actual, la estructura social siria y la ausencia de horizontes que guíen hacia una salida política democrática y pacífica, y ante la imperativa necesidad de mantener el equilibrio en la estructura política del régimen político de la nueva Siria, puede que todas las partes de la crisis, así como las fuerzas regionales e internacionales implicadas, se vean obligadas a aceptar la regla del “reparto político”. Es decir, tal vez se vean obligados a aceptar la regla según la cual han de repartirse los tres poderes fundamentales entre las tres sectas principales (suníes, alauíes y cristianos), y otorgarse a los kurdos, asirios, drusos, armenios, turcomanos y circasianos, carteras ministeriales y posiciones políticas de importancia[6]. No hay duda de que esta opción tiene muchos defectos e inconvenientes, pero puede que sea la mejor de las opciones disponibles para sacar a Siria de su crisis y evitarle los peligros de la escisión sectaria y la guerra civil que empieza a vislumbrarse en la provincia de Homs.
[1] En Turquía es cierto qu hay población alauí, pero la minoría más mayoritaria son los alevíes, que se extienden por todo el territorio y nada tienen que ver con los anteriores. No sabemos si el autor ha cometido ese error.
[2] Túnica larga típicamente llevada por las mujeres.
[3] Especie de turbante.
[4] Frente de partidos de corte socialista que conforma la “pluralidad” del parlamento sirio en el que el Baaz tiene mayoría por ley.
[5]Cabe destacar que este dato es cierto en parte, ya que hay miembros de todas las confesiones, si bien, la mayoritaria con diferencia es la suní.
[6] El peligro de esta opción es convertir el sistema sirio en uno como el libanés, algo que jamás se ha dado en el país donde, de siempre, el sentimiento de ser “sirio” ha estado por encima de adscripciones confesionales.
Es de lo más interesante que he leído últimamente. Duro, pero cierto. Gracias por vuestro trabajo
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