Texto original: Al-Quds al-Arabi
Fecha: 28/09/2011
Autora: Jawla Duniya*
Los viernes se suceden, cada uno con un nuevo nombre, recogiendo, en la simpleza de esos nombres que apenas cuentan con tres palabras y a veces solo una, la intensificación de las esperanzas de los sirios, como si los sueños, las esperanzas y el sufrimiento crecieran con ese nombre, con el fin de convertirse en un mensaje claro para el interior y el exterior.
A la par, los medios de comunicación repiten ese nombre antes y después del viernes para ver qué ha decidido el pueblo revolucionario sirio para ese día de la semana.
A veces el mensaje necesita semanas o incluso meses para que su significado se comprenda o para que se realicen sus objetivos. En otras ocasiones, se trata de un simple nombre para reprochar, expresar la preocupación o quejarse a Dios…
Este viernes, por ejemplo, el mensaje iba dirigido a la oposición: "Basta ya de intrigas, estamos hartos de vosotros, queremos que os unáis en pro de nuestro futuro que es violado a diario". Sin embargo, es como si a la oposición “le entrara por un oído y le saliera por el otro”, como si trabajaran en un contexto distinto. Parece que la revolución de la que hablan sucede en un universo paralelo, a años luz del dolor de los sirios y sus esperanzas. Estudian, tratan y se ponen de acuerdo en unas cosas para discrepar en otras, organizando conferencias y recayendo en ellas varias veces en un mismo país mientras evitan otros…
Pero sus ojos penetrantes no se apartan de las movilizaciones, como supervisando si aún les queda a los sirios aliento suficiente para seguir manifestándose y sacrificándose. Para saberlo se basan en dos indicadores que son algo tan simple como el número total de manifestaciones en Siria y el número de víctimas que han caído en un viernes determinado.
El primer indicador, el número de manifestaciones, les dice que aún pueden seguir hablando en nombre de los sirios y que estos siguen comprometidos con la revolución con la que pretender seguir adelante. Se trata de un indicador de extrema importancia porque, sin revolución, la oposición no tendría ningún valor y nadie les escucharía. Así, les apasiona saber el gran número de manifestaciones que tienen lugar, lo celebran y hablan en su nombre.
En cuanto al segundo indicador, el número de víctimas, es importante porque les de la posibilidad de hablar del grado de represión con que el régimen se enfrenta a su pueblo. Cuantos más muertos, mayor es el grado de represión y, por tanto, las posibilidades de hacer saltar las lágrimas de los delegados de Naciones Unidas aumentan, como también aumenta el sentimiento de empatía de estos delegados con la justa causa siria que busca la libertad y la construcción del país con el que sueñan. Parece que los sirios tuvieran que morir en grandes números para que los que hablan en su nombre se sientan satisfechos y para que aquellos cuyo apoyo desean obtener muestren su empatía con la causa.
Me sorprende la contrariedad que provoca en algunos el hecho de que algunos los viernes “solo” haya habido 10 víctimas, 15 o incluso 20, como si consideraran que esa cantidad no basta, como si el portavoz dijera: “¿solamente?” Necesitan que haya muertes, destrucción, violencia e imágenes de salvajes asesinatos, brutales torturas, pieles arrancadas y desmembración de los cadáveres, cadáveres que son después lanzados a la cara de sus familiares a quienes se obliga a firmar que quienes mataron a sus hijos fueron las bandas armadas.
Es normal que el asesino demuestre su sadismo de esta brutal manera, mientras sonríe alegre a la cámara demostrando lo fuerte y poderoso que es ante la debilidad del ser humano que debe ser subyugado. No solo eso, sino que tambien ha de prohibírsele la capacidad de hablar u obrar y ha de ser obligado a hacer cosas que solo pueden hacer quienes se enfrentan a una muerte segura. Sí, podemos comprender que el asesino sea un sádico, pero, ¿qué hacer con el masoquismo de quienes hablan en nombre de la víctima? Algunos parecen avergonzarse en los medios por el hecho de reconocer que hoy ha caído un número insignificante de víctimas y tratan de agrandar el número aludiendo a otros tipos de violencia y represión, al corte de carretas, al cerco de ciudades, a la imposibilidad de acceder a los barrios, a la detención de jóvenes y niños. Solo así parece contento por haber cumplido su misión de forma satisfactoria a pesar de la "pobre" cosecha de víctimas del día.
¿Acaso necesitamos más empatía y lágrimas en la ecúneme para que se reconozca que nuestra causa es justa, que nos enfrentamos a algo a lo que no se ha enfrentado nadie y que estamos preparados para ser libres? ¿De veras lo necesitamos? ¿Necesitamos estas muertes diarias, estando alejados de nuestras familias y nuestros seres queridos, a manos de seres despiadados o por el disparo de un francotirador traidor que escoge a sus víctimas de forma aleatoria entre los centenares de manifestantes?
¿Es que las víctimas necesitan que sus rostros sean inocentes, sus vidas tiernas y que sus hijos aún no hayan nacido para que el mundo reconozca el tamaño de su desgracia? ¿Y nosotros, acaso necesitamos que nuestras jóvenes sean violadas y desmembradas para que alguno de ellos se atreva a decir al gobierno lo vil y bajo que es y que ha de ser derrocado?
¿Qué masoquismo los domina y domina al mundo para que se alegren al ver nuestros cuerpos, almas y dolores ser violados de esta brutal manera sin ser capaces de decir “Esto es inaceptable” y sin terminar de decidirse a ponerse de nuestro lado o exigir el derrocamiento del régimen para con ello poder atraer el apoyo internacional a nuestra causa?
¿Es que no basta que seamos seres humanos, seres humanos sirios llenos de vida y deseos de vivir y de lograr un futuro mejor en libertad en el marco de un Estado libre y democrático? ¿No sirve que estemos hastiados de este horrible régimen tras 50 años y que ya no lo queremos? ¿No basta el hecho de que “el pueblo quiere derrocar al régimen” porque, sencillamente, no lo quiere aguantar más y porque quiere otro régimen y otras caras que dirijan el país con una nueva constitución y nuevas leyes? ¿De verdad no basta? ¿O es que tenemos que morir para contentar a los masoquistas y alegrarles por el hecho de que, ahora sí, nuestra causa es justa y puede ser defendida?
*Escritora siria
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