Texto original: Al-Seyassah
Autor: Suleiman Yousef*
Fecha: 15/01/2012
[A la derecha del paraguas, de arriba a abajo: Kurdo, alauí, suní, ismailí, siriaco]
[A la izquierda: árabe, cristiano, druso, chií, asirio]
Matiz: Esta bandera ha sido sustituida en las manifestaciones por la de la independencia tras el Mandato francés: verde, blanca y negra con tres estrellas rojas en el centro
La comunidad asiria, compuesta por los ritos siríaco y caldeo, es un pueblo muy antiguo cuyos orígenes se remontan a siete mil, principalmente en Mesopotamia y la Siria histórica. Más aún, en determinados periodos lograron fundar su propio estado, con instituciones administrativas, sociales y religiosas propias, hasta constituir una civilización feraz y vigorosa. Con el tiempo, la afluencia de otros pueblos y naciones los relegó a un segundo plano desde el punto de vista de la organización política. Al iniciarse las movilizaciones populares en contra del régimen de Bachar al-Asad, en marzo pasado, los diferentes sectores y ámbitos de la comunidad asiria acogieron con optimismo estas protestas, sin precedentes en la historia moderna de Siria, con la esperanza de que sus reivindicaciones básicas-derrocamiento de la dictadura e instauración de un sistema democrático-, terminarían traduciéndose en un cambio real. Asimismo, esperaban que el levantamiento de la sociedad siria contribuiría a aportar soluciones justas y plurales para el conjunto de los grandes conflictos vigentes en el país, empezando por la cuestión asiria en todas sus vertientes, nacional, religiosa y política y terminando con el reconocimiento por parte de la constitución de la identidad asiria como elemento constituyente de la identidad nacional y de los asirios como pueblo original de Siria. Y la supresión del artículo segundo de la carta magna, en el cual se estipula que el presidente del país ha de pertenecer necesariamente a la comunidad musulmana y se convierte a la ley islámica se erige en fuente principal de legislación. Así pues, convencidos de que era preciso poner fin al despotismo y forjar un estado civil donde prevaleciera el principio de ciudadanía y de igualdad entre todos los integrantes de la nación, los asirios, con todas sus instituciones políticas y comunitarias y con el concurso de sus representantes culturales, se pusieron desde el primer día de lado de esta valiente y noble intifada, apoyándola con todos los medios a su alcance. Sin embargo, parece que todo esto no ha tenido ningún efecto en los posicionamientos de buena parte de la oposición siria, en especial la árabe, adepta en algunos casos a los postulados chovinistas y racistas, respecto de la “cuestión asiria”, la cual, según ellos, no existe. Esta visión, opuesta a los principios básicos de ciudadanía, participación y pluralidad, certifica que tales grupos opositores permanecen rehenes de una ideología anquilosada, retrógrada y exclusivista que arrastra todo su programa político.
El desarrollo de los acontecimientos ha certificado que el párrafo del comunicado constituyente del opositor Consejo Nacional Sirio (CNS), creado en Turquía con un claro ascendente islamista, en donde se decía que “la constitución garantizará los derechos nacionales del pueblo asirio-siríaco y la solución de la cuestión asiria de forma justa y democrática en el marco de una Siria unida, con el respeto escrupuloso de los deberes de ciudadanía paritaria entre todos los ciudadanos”, no era más que una medida táctica destinada a ganarse la confianza de la calle asiria y atraerla hacia el Consejo Nacional. En otras palabras, nada ha cambiado en esencia en los posicionamientos de la oposición siria (árabe, kurda e islamista), ya sea la agrupada bajo esta gran coalición que es el CNS o en el seno de las Coordinadora Nacional para el Cambio Democrático, con respecto a los derechos básicos de la comunidad asiria. La persistencia de la oposición siria, en el interior y el exterior, en mantener unos postulados teñidos de negatividad e incluso racismo respecto de la cuestión asiria se puede apreciar con toda claridad en el acuerdo político alcanzado por la Coordinadora y el CNS, donde se detalla el enfoque de ambas instancias acerca de la “etapa transitoria” y la nueva Siria tras el fin del régimen actual. Y es que el funesto acuerdo de marras obvia toda referencia a la “cuestión asiria”, uno de los componentes básicos de la gran cuestión siria.
En verdad resulta muy sospechoso, y desde luego no deja en buen lugar la credibilidad de la oposición siria, que Burhan Ghalioun, presidente del CNS, y aquellos de entre sus colaboradores que han firmado el acuerdo con la Coordinadora, no hayan reconocido de forma explícita la existencia de una facción asiria en el seno del consejo ni hayan aludido a la cuestión asiria, aun cuando los asirios constituyen el eje civilizacional de Siria, con el agravante de que sí han incluido un párrafo específico sobre la “cuestión kurda” y los derechos de los kurdos sirios. El “bloque asirio” emitió un tímido comunicado para protestar contra este injustificado menosprecio de su importancia como grupo y de la identidad nacional de todos los asirios. Mas no se trataba de un hecho aislado: la Coordinadora Nacional de Fuerzas para el Cambio Democrático, en cuyo seno militan partidos y formaciones árabes y kurdos así como personalidades independientes de la oposición dentro de Siria, ya habían desplazado a los asirios del congreso constituyente celebrado en Damasco en septiembre de 2011. En la misma línea, el comunicado final no hacía mención alguna a los asirios ni a sus reivindicaciones. Esta pronta sublevación contra los postulados del documento fundacional del CNT, y la renuncia de sus dirigentes a cumplimentar el apartado consagrado al “expediente asirio” –aquellas líneas consideradas por muchos como un hito excepcional para los asirios y sus reivindicaciones por haberse incluido por primera vez en la historia una mención expresa a esta cuestión en un documento oficial de la oposición siria- defraudó a la sociedad asiria y despertó serias dudas sobre el futuro político del país y la credibilidad de la oposición, ya sea kurda, árabe, islamista o laica, no sólo en lo referente a los derechos de los asirios sino también en lo concerniente al cambio democrático, el estado civil, la participación plural y equitativa y todas esas proclamas que dicen defender. Evidentemente, el rechazo del buró ejecutivo del CNT al acuerdo con la Coordinadora, bajo presión del levantamiento popular y debido a motivaciones que nada tienen que ver con la omisión de cualquier alusión a la cuestión asiria en el citado documento, no ha conseguido disipar las dudas y temores de los asirios, en la sospecha de un nuevo posible renuncio de aquel a reconocer los derechos asirios en cualquier comunicado o documento a firmar en el futuro con la Coordinadora o el resto de las fuerzas de la oposición. Pero aún, cuesta mucho pensar que quien se niega a hacer mención expresa del asunto en un manifiesto o informe oficial estando en la oposición tendrá una disposición mayor cuando llegue al poder.
Por ello, el intento por parte de quien sea de excluir a los asirios o a cualquier otro componente de la sociedad siria constituye una acción reprobable y en absoluto conforme a los principios democráticos. Tampoco contribuye a reforzar la reivindicación de un verdadero cambio político ni la plasmación de una auténtica participación plural y la igualdad entre todos los grupos sociales –uno de los lemas de las fuerzas opositoras sirias-. En verdad, todas estas posturas diletantes y contradictorias respecto a la cuestión asiria confirman la inexistencia de un plan de acción fiable en el seno de la oposición para resolver el tan sensible y espinoso expediente de las minorías y nacionalidades étnicas y religiosas en Siria. Todo ello por no hablar de que las divergencias en el interior de tal oposición en lo tocante a la forma de enfocar la crisis actual suscitan interrogantes numerosos y legítimos sobre su capacidad para dirigir los destinos del país una vez consumada la debacle del régimen y hacer frente a los desafíos enormes derivados de una nueva etapa llena de dificultades. En resumen, y a la luz de las disputas intestinas de los sectores opuestos al régimen y la temible polarización confesional y étnica que ha comenzado a instalarse en la sociedad siria a resultas de la crisis vigente, los asirios y con ellos los cristianos y el resto de minorías desguarecidas tienen todo el derecho, ante el cambio por venir, a exigir garantías constitucionales y estatutarias en aras de la salvaguardia de su existencia misma y sus aspiraciones legítimas y justas.