Texto original: Al-Quds al-Arabi
Autor: Elias Khoury
Fecha: 27/06/2011
A pesar de haberse publicado hace cuatro meses, las palabras de Elias Khoury siguen teniendo la misma validez, pues la revolución siria es y será decisiva para la región. Desde este blog, esperamos que este texto infunda esperanza a todo aquel que la haya perdido.
Imaginad conmigo un triángulo de la libertad en el mundo árabe que incluya a Túnez, Egipto y Siria, e imaginad también la huella que dejaría este triángulo en el conjunto de la región árabe. A día de hoy, el triángulo parece una mera idealización: Túnez y Egipto están en un difícil y largo proceso democrático y Siria aún busca la manera de deshacerse de la pesadilla del despotismo.
Cuando decimos triángulo, nos referimos a todo el mundo árabe, desde su extremo oriental a su extremo occidental; más aún, hablamos del centro en torno al cual gira el gran problema árabe: la cuestión palestina. Cuando Siria se incorpore a este triángulo, Líbano y Palestina vendrán detrás, pues la cuestión de la libertad se habrá insertado en el sistema nervioso árabe.
Hasta ahora los acontecimientos parecen algo ambiguos y tal ambigüedad nace del sentimiento de relativa tranquilidad de los reinos árabes, sobre todo en la península Arábiga, después de la operación en Bahréin cuyo objetivo era acabar con las posibilidades de libertad en la zona del Golfo. Pero este sentimiento de tranquilidad y seguridad es abstracto y momentáneo, pues en el momento en que cristalice el proyecto de libertad y se definan sus rasgos, el mapa árabe cambiará de arriba a abajo. Esto explica las posturas de Israel y de EEUU ante las revueltas árabes: los israelíes se oponían y seguirán oponiéndose a ellas y los estadounidenses corren jadeantes tras ellas en un intento de neutralizarlas.
Este triángulo puede provocar un cambio radical en la imagen que ha dominado el mundo árabe desde la terrible derrota de junio de 1967, momento en que comenzó la era de Arabia Saudí y cuando el reino del petróleo y la oscuridad [1] se convirtió en el líder del mundo árabe en su camino hacia la decadencia.
Tal imagen dará un giro de 180 grados en tres niveles:
El primer nivel es el cultural: la cultura del petróleo que ha destruido a los países árabes proponiendo una alternativa híbrida a la cultura de la Nahda y de la modernidad que tuvo su origen en los centros egipcio y sirio-libanés, perderá su capacidad de influencia. A lo largo de las etapas de decadencia de Sadat y de Mubarak el cine egipcio decayó y su prensa murió. Si no hubiera sido por algunas editoriales independientes y la producción de algunos intelectuales demócratas, podría decirse que la industria del libro egipcia desapareció. Del mismo modo, la catástrofe sufrida por Beirut con la ocupación israelí y después con el dominio que el régimen sirio extendía sobre Líbano hizo que el papel cultural de esta ciudad fuera destruido y marginado.
Cuando hablamos de cultura, hablamos también de un sistema de valores que se han desvirtuado en dichos centros y que se han visto sustituidos por valores cerrados que acompañan el retorno de los trabajadores árabes desde las ciudades de sal [2]. Estas ciudades les ofrecieron oportunidades de éxito para contrarrestar la asfixiante crisis económica provocada por las mafias familiares que han gobernado Egipto y el Bilad al-Sham [3].
La vuelta del espíritu [4] a través de este potencial triángulo de la felicidad anunciará el renacimiento de la cultura, el retorno de la Nahda y la victoria del modelo urbano. Esto significa que se pondrá fin a las cuatro décadas de dominio de la cultura del petróleo y sus valores sobre los medios, las publicaciones y la producción artística en pro de ua nueva cultura cuyos rasgos hemos podido vislumbrar en la plaza de Tahrir.
El segundo nivel es el político: la política recuperará su noble significado como servicio público por delegación de los ciudadanos.
En los dos países en pleno cambio, el Estado ha jugado el papel del benefactor de sus súbditos. El principio del derecho se ha sustituido por algo parecido a los dones: el Estado da y otorga no solo porque posee la nación, sino porque también es dueño de sus súbditos. Este clientelismo absoluto ha destruido el significado de la relación entre las autoridades y el pueblo y ha entregado a aquellas el poder absoluto. Del mismo modo, el principio del don se ha convertido en una realidad en las relaciones entre los propios países árabes, que se han encomendado al petróleo, ya sea saudí, iraquí en la anterior época o iraní, uno de los pilares de la política árabe en tiempo de derrota.
El tercer nivel es el estratégico, pues los países del triángulo de la felicidad se ven obligados a configurar una visión estratégica nueva relacionada con la seguridad nacional árabe en sus distintos niveles. Con esto, la cuestión de la liberación de Palestina volverá al mapa político como la prioridad absoluta.
La idea del triángulo de la libertad no se convertirá en una realidad a menos que el levantamiento del pueblo sirio logre vencer a la dictadura. El destino árabe al completo está ligado a la capacidad de los sirios y las sirias de anunciar la victoria de la valentía sobre la represión. Sin Siria no hay posibilidad de que se produzca este cambio radical en la escena árabe, un cambio que anuncie el fin de la era del despotismo, la humillación y el empobrecimiento que ha hecho perder al mundo árabe su posición en el mapa.
No es posible costruir una nueva estrategia árabe que acabe con la era del dominio del petróleo y la era de la sumisión inamovible ante la arrogancia sionista si no es mediante la conformación del triángulo de la libertad que anuncian las revuletas árabes.
Por otro lado, mientras soñamos con e imaginamos la posibilidad del nacimiento del triángulo de la libertad, debemos ser conscientes de tres realidades:
La primera es que la revolución es un camino de cambio y no un golpe militar. Es decir, que los horizontes de la revolución se muestran a través de la lucha y la construcción de equilibrios sociales que reflejan los equilibrios de fuerzas entre las clases y grupos sociales y buscan cambiarlos. Nos encontramos ante un largo y complicado camino, cuyos resultados dependen de la capacidad de las fuerzas democráticas de influir en él. Esta fuerza se obtiene a partir de la lucha en la misma plaza de la revolución. Por ello, ya no se va a permitir que las élites de la oposición se comporten como si fuera meramente la otra cara del régimen, pues su eficacia nace de su capacidad de participación en la propia revolución: el proceso revolucionario construye una nueva legitimidad.
La segunda realidad es que ya no estamos ni queremos estar en la etapa nacionalista que ha dominado durante cuatro décadas. Por ello, no hablamos de la revolución árabe, sino de las revoluciones árabes. Es decir, adoptamos las características del Estado nacional democrático. Eso no impide que, por otro lado, seamos conscientes de que hay intereses árabes compartidos, a cuya cabeza está la cuestión de la reconstrucción de la seguridad nacional en la región. La ocupación israelí y el peligro que supone para la seguridad la existencia del estado de Israel son dos prioridades que no deben obviarse. Si se hiciera, el destino de la experiencia democrática estaría en peligro.
La tercera y última realidad es que es necesario construir un nuevo horizonte cultural árabe que reconsidere el trabajo intelectual libre e innovador, porque uno de los mayores efectos de la decadencia del Estado despótico se ha manifestado en la represión que ha metido a los intelectuales en la cárcel y ha derramado su sangre. La cultura árabe es el horizonte que permite el intercambio de experiencias nacionales distintas y pone los cimientos de la entrada del mundo árabe en el tiempo de la libertad.
Crear un triángulo de la libertad es una misión para todos los árabes y, en este sentido, la revolución siria ocupa un lugar central, pues el destino del horizonte de la libertad depende de su victoria.
[1] Referencia a los cambios en la sociedad del Golfo a raíz del descubrimiento del petróleo, que acabaron convirtiéndolas en las "sociedades de la oscuridad", y que Abderahman Munif (1933-2004) describe en su pentalogía "Ciudades de sal".
[2] Véase la nota anterior.
[3] Unidad geográfica formada fundamentalmente por Siria y Líbano y que comprende también a Plestina y los Territorios Ocupados.
[4] Título de una obra del escritor egipcio Tawfiq al-Hakim (1898-1987) en la que describe cómo en su país, la llegada de la modernidad devolvió el espíritu a la sociedad. Entiéndase por spíritu un renacer cultural, intelectual, político, etc.
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