Texto original: Al-Quds al-Arabi
Autor: Muhammad Ali al-Atassi
Fecha: 03/09/2018
Podría pensarse que entre los indicios de la
derrota de la revolución siria y la ruptura de la voluntad de cambio del pueblo
sirio está la salida del veterano opositor sirio Riad al-Turk (88 años) de
Siria, tras varios años de actividad clandestina.
Sin embargo, quien lea esta entrevista que ha
realizado con él Al-Quds al-Arabi en un suburbio de París dos semanas
después de su llegada a la capital francesa, proveniente del interior de Siria,
se dará cuenta de que el legado de resistencia contra la dictadura y de lucha
por la libertad y la dignidad, conformado por las almas y luchas de decenas de
miles de opositores sirios sigue estando presente y en activo aquí y ahora, y
de que “el primo paterno”, como lo llaman los sirios, no es más que uno de sus
más importantes y sólidos símbolos.
A Al-Turk no le afecta en absoluto el ser el
primero en criticar la experiencia de la revolución y en hacer un llamamiento a
reflexionar sobre los resultados y las lecciones aprendidas y en revisar el
papel que han jugado él mismo y su partido, así como la Declaración de Damasco
en las filas de la revolución.
Frente a ello, no hemos visto en ningún político
de la oposición de los que se insertaron en las instituciones de la Coalición
y, antes, en el Consejo Nacional, la capacidad para seguir el ejemplo de
Al-Turk en revisar su experiencia y reconocer sus errores.
Siria era y seguirá siendo un nacimiento, y
Al-Turk no es una excepción opositora, pues hay muchos símbolos, personalidades
y soldados desconocidos que ofrecieron mucho y sacrificaron mucho, alejados de
los focos. Hoy, habiendo muchos de ellos en el interior y exterior del país, y
con su llegada a París, se abre una oportunidad para que la oposición siria,
tenga símbolos, presencia y personalidades de peso simbólico, despojados de las
aspiraciones personales, que trabajan por defender la causa siria en los foros
internacionales, y pretenden escuchar la voz ausente de los sirios, empujando
hacia la creación de una estructura institucional que permita a las
generaciones jóvenes tomar las riendas y enfrentarse a la ocupación, para
recuperar una Siria libre e independiente.
Tras diez años de actividad clandestina,
escondido en Damasco, ha decidido abandonar Siria y a sus compañeros en el
interior, para reunirse con su familia en Francia. ¿Sintió miedo cuando decidió
marcharse y cruzar la frontera hacia Turquía? ¿Cuánto tardó en hacer ese viaje?
¿A qué se enfrentó?
Cuando decidí marcharme, no temía que me detuvieran.
Había adoptado una decisión y unas precauciones, así que no quedaba más que
seguir la lógica del “que sea lo que tenga que ser”. Cruzamos siria de sur a
norte durante tres días. El camino fue duro y largo, sobre todo para alguien de
mi edad, pero los jóvenes que me acompañaban fueron los mejores apoyos y
compañeros. Deseo expresarles mi profunda gratitud por arriesgar su vida para
asegurarse de que llegaba a salvo a la frontera turca a través del paso de Bab
al-Hawa. Eran unos jóvenes maravillosos y la mayor parte de las zonas que
atravesamos desde Damasco, pasando por Salamiyeh y Alepo hasta llegar a Qalaat
al-Marqab, estaban bajo control del régimen. Pasamos una noche en la Alepo ocupada
por parte de las fuerzas rusas e iraníes. Lo gracioso es que la mayoría de
puntos de control del régimen podían cruzarse pagando una cantidad ínfima, pero
como había tantos, acabamos pagando bastante dinero.
En la segunda parte de la película “El tío
paterno”[1], que grabaron con usted al inicio de la revolución, dijo que no saldría
de su país y que moriría en Siria, donde ha resistido seis años, ¿por qué
decidió salir finalmente?
Salí por dos motivos. El primero fue la
satisfacción de los deseos de mis hijas Khazama y Nisreen, pues ambas tenían
muchas ganas de reunir a toda la familia tras todos estos años, tras el
fallecimiento de mi esposa la doctora Asma al-Faysal, estando yo lejos de ella
y de la familia. Evidentemente, por dentro sentía que debía estar con ellas,
pero nunca lo expresé delante de mis compañeros de partido en el interior, por
miedo a que se entendiera como una retirada, aunque ellos mismos me animaban a
marcharme por seguridad.
El segundo motivo fue el hecho de sentir que mi
papel en el partido y en el interior había comenzado a debilitarse, una
sensación que aumentó a la par que mi enfermedad, mi envejecimiento y la
dificultad de recibir un seguimiento médico al trabajar clandestinamente. En
los últimos tiempos, me había debilitado mucho y sentía que ya no era útil para
mis compañeros en el interior. A pesar de ello, y sin ánimo de creerme
importante, me sentía como un pez fuera del agua, y sigo pensando que la
actividad útil y principal se desarrolla en el interior.
¿Tiene miedo de acabar siendo un refugiado en
el exterior? ¿Tiene alguna esperanza de regresar pronto? ¿Cómo cree que podría
desarrollarse su labor en el exterior?
A veces me da miedo de morir y ser enterrado
fuera de Siria, pues parece que ese es hoy nuestro destino, el de los sirios
dispersados por el mundo. La gran ironía es que incluso quienes se quedan en
Siria, están privados no solo de su derecho a la vida, sino también de su
derecho a tener cementerios.
A día de hoy, no puedo saber si mi papel futuro
gozará del beneplácito de la gente, pero siento que esta etapa precisa de un
esfuerzo de los jóvenes, y que nuestra labor ha terminado, habiendo llegado el
tiempo de los demás. Soy bastante prudente y me planteo muchas cuestiones sobre
si aventurarme en una nueva experiencia, pero sigo teniendo la esperanza de
regresar y de que otros regresen a nuestra patria, Siria, y no escatimaré en
esfuerzos, si las condiciones lo permiten, para que así sea. Si fuera necesario
volver antes de que se den las condiciones políticas adecuadas, estoy dispuesto
a arriesgar mi vida y realizar el mismo camino de retorno para volver al
interior de forma clandestina.
¿Hay algo de lo que se arrepienta en lo
político y en lo personal y familiar en estos últimos siete años?
En lo político, hablábamos de la inevitabilidad
de la victoria de la revolución, y quizá no éramos conscientes de hasta qué
punto había una resistencia regional e internacional al cambio en Siria y en la
región. Siento que, como otros, debemos hacer una profunda revisión. Hemos
transitado por un camino lleno de obstáculos, y no nos ha conducido a la
victoria de la revolución ni al derrocamiento del régimen, por lo que es
necesario que tomemos conciencia de las razones de dicho fracaso. Hoy es
preciso revisar muchos postulados y renovar nuestras ideas, fuerzas y
relaciones, porque hemos perdido una ronda de esta gran batalla histórica, pero
hay un nuevo enfrentamiento contra los ocupantes. La gente necesita
aclaraciones, y debemos aceptar la crítica y las cuentas que nos exigen rendir,
además de aceptar al otro.
En lo personal, sinceramente, no lo he pensado.
Puede que me arrepienta de algunos detalles, pero no creo que me arrepienta de
las etapas principales por las que he pasado, desde la independencia de los
soviéticos y el enfrentamiento con Khaled Bekdash[2], hasta el enfrentamiento
con el despotismo de Hafez al-Asad, el rechazo a que Bashar al-Asad heredara el
poder, la actividad en el seno de la primavera de Damasco, la creación de la
Declaración de Damasco y la participación en la revolución.
En lo familiar, siempre pensé que la política y
el partido eran lo primero, y después venía la familia, y a día de hoy, pienso
que ha cierta exageración en ello, pero era algo necesario para mi tranquilidad
mental y para las exigencias de la actividad política opositora. Hoy que mis
hijas ya han crecido y son independientes, recibo de ellas un cariño y un apoyo
que sinceramente no merezco.
Entonces, ¿las bases sobre las que se
erigieron las políticas, las dependencias y las alianzas del Consejo Nacional,
y posteriormente, la Coalición Nacional para las fuerzas de la Oposición y la
Revolución fracasaron también en lograr los objetivos de cambio nacional
democrático?
Sí, creo que fracasaron, y ojalá hubiera una
postura crítica seria, pues estamos ante una nueva situación en la que Siria
está ocupada por fuerzas extranjeras, por lo que lo principal hoy es luchar por
todos los medios por sacar a dichas fuerzas de nuestra tierra. Es importante
que la gente sea consciente de que desequilibrio principal hoy no está en la
permanencia o marcha de Bashar al-Asad, ni en si prolongar su mandato dos años
o más, pues se trata de un criminal de guerra que se ha afanado en matar a su
pueblo y un dictador que ha entregado su país al ocupante extranjero, por lo
que su destino no será otro que el sometimiento a juicio. El desequilibrio
principal hoy y la coyuntura determinante es la ocupación y la necesidad de
luchar para ponerle fin.
¿Dónde está el error en la creación del
Consejo Nacional al inicio de la revolución?
El principal error fue apresurarse a formar una
unión de fuerzas y conformar el Consejo Nacional a partir de un acuerdo entre
varias partes políticas, a cuya cabeza estaban la Declaración de Damasco y los
Hermanos Musulmanes, sin poner condiciones a las partes, para que en caso de no
respetarse el acuerdo, permitieran la dimisión o que prohibieran semejantes
situaciones. Al principio, se acordó la creación del Consejo Nacional en su
estructura de liderazgo conformada por siete partes políticas, estando todas
representadas por igual con cuatro delegados, por lo que había 28 miembros. Sin
embargo, pronto llegaron otras partes, como las tribus, exigiendo también tener
representación política en el Consejo. Una vez que entraron, quedó claro que
eran fieles a los Hermanos Musulmanes. A fin de cuentas, los Hermanos atrajeron
a varias partes políticamente independientes en teoría, pero cuyos miembros
eran de facto miembros de la hermandad. Así que teníamos 28 representantes y
acabamos teniendo 52, una parte de los cuales eran fieles a los Hermanos
Musulmanes.
El segundo error fue la comodidad que desprendía
el término de la autodefensa frente a la violencia y la barbarie del régimen,
sin ningún tipo de control, organización o planificación. Por nuestra parte,
desde el partido y la Declaración de Damasco, no participamos en ninguna acción
armada, ni nos relacionamos con ninguna parte extranjera, sin embargo, otros
participaron en las acciones armadas desde el inicio, y tenían extensiones
regionales e internacionales. Por tanto, muchos entraron a la pista bajo
denominaciones islámicas, completándose poco a poco la militarización de la
revolución, y posteriormente, su islamización, en pro de las agendas de muchos
de los países de la región, patrocinadores de las organizaciones islámicas
armadas. Esto llevo finalmente a una desviación de la orientación de la
revolución y a una suerte de tutela internacional sobre las instituciones de la
oposición.
El tercer error fue soñar y esperar que algunas
fuerzas políticas opositoras lograrían que la revolución tuviera el apoyo
occidental contra el régimen, algo que nunca sucedió y que terminó yendo en
detrimento de la revolución.
¿Qué piensa de las acusaciones vertidas por
muchos activistas de la revolución contra los Hermanos Musulmanes de haber
traicionado a la revolución?
No, no se trata de una traición. Pienso que
tenían ganas de dominar y acaparar, y de tener la última palabra frente a la opinión
pública, además de tener excesiva confianza, casi orgullosa en ocasiones, en sí
mismos. Puede que incluso algunos de ellos estuvieran sometidos a la influencia
regional e internacional y que otros pensaran que estaban a punto de derrocar
al régimen. Ya habíamos pasado por una experiencia en que la corriente del
islam político había constituido una de las razones de fracaso, y nuestro deber
es criticarlo y luchar contra él política e ideológicamente, pero eso no
significa excluirlo de la vida política ni dudar del hecho de que representa a
importantes sectores de nuestra sociedad.
Todo esto no me impide decir que los Hermanos
Musulmanes, como los demás, han sido víctimas de múltiples conspiraciones a las
que el pueblo sirio se ha tenido que enfrentar. Por tanto, creo que todas las partes
de la oposición, incluidos los Hermanos, la Declaración de Damasco y el Partido
Democrático del Pueblo, deben someterse a la autocrítica y a la revisión de su
experiencia durante los siete últimos años.
¿Cuáles serían, según su punto de vista, las
prioridades de la labor opositora siria en la coyuntura actual?
Yo tiendo a afirmar que Siria ha sido vaciada
desde el interior y que debemos luchar por todos los medios para que la gente
regrese, para asegurar su integridad y preservar sus derechos, así como para
garantizar un regreso digno y seguro en unas condiciones en las que el antiguo
régimen no tenga la última palabra. Nuestra lucha seguirá siendo limitada si la
gente permanece fuera de Siria. Deben regresar, pero no a los brazos de los
rusos ni del régimen, pues son igual de salvajes. Y ahí están el dilema y la
paradoja, especialmente en ausencia de cualquier cambio serio en la estructura
del régimen y la ausencia de cualquier garantía internacional y de cualquier
equilibrio de fuerzas que permita asegurar el retorno seguro, voluntario y
digno de la población. La lucha desde el exterior seguirá estando en su mayoría
encorsetada y gobernada por las condiciones y presiones de los países anfitriones,
por los equilibrios de las fuerzas internacionales intervinientes en el
conflicto en Siria y por Siria, por la debilidad de la empatía internacional
por la causa siria y por la impotencia y debilidad de muchas partes de la
oposición, dependientes de los ejes regionales. No habrá ninguna oposición real
si no logra obtener su legitimidad del interior ni presionar para un regreso
digno de los sirios a su país. Y es aquí donde se plantea la cuestión de la
posibilidad, papel y capacidad de los jóvenes de crear una situación
independiente y cambiante que vaya en dicha dirección. Desgraciadamente, estamos
condenados, en el marco de los equilibrios de fuerzas dominantes, por la fuerza
de los países intervinientes en el conflicto en Siria, a presionar para llegar
a un pacto político que incluya el reparto de poder en una etapa transitoria en
la que el régimen no tenga la última palabra, pero que también imponga a todas
las partes una serie de renuncias, con la esperanza de llegar a una solución
permanente y justa para la causa siria. Sin embargo, el horizonte del conflicto
está abierto a todas las posibilidades, y los equilibrios de fuerzas están en
una situación de continuo cambio.
¿Significa eso que usted apoya un pacto
político con el régimen?
Hoy, tengo la convicción de que no hay en Siria
nada que se llame régimen de Bashar al-Asad o régimen de los Asad, sino que se
trata de una ilusión que tienen algunos. Hoy somos una marioneta en manos de
los rusos y los iraníes. Me vienen a la cabeza, a colación de esto, dos
antiguos versos que describe la situación de uno de los últimos califas abasíes,
antes de que los líderes turcomanos tomaran las riendas efectivas del poder:
Un
Califa enjaulado entre Wasif y Baga
Dice
lo que le dicen que diga como un papagayo[3].
¿De qué sirve que haya una cabeza de régimen si
no hay un ejército real ni ministerios ni instituciones efectivas, ni régimen
judicial? La gente a día de hoy se autogestiona en cada barrio, ciudad y
jurisdicción. No creo que actualmente haya un régimen denominado régimen de la
Siria de Asad. Es una mera ilusión. Hay bandas armadas fieles a rusos y bandas
fieles a iraníes, y otras relacionadas con estadounidenses y turcos. Pero
parece que los rusos necesitan hoy un instrumento o espantajo llamado “el
régimen” para decir que este legitima su ocupación. Sin embargo, la realidad es
que no hay régimen sirio, sino una ocupación directa. Si la ocupación abandona
Siria, no encontrarás régimen alguno. Por eso, lo principal hoy es la lucha
contra la presencia extranjera en Siria en todas sus formas y denominaciones,
desde rusos e iraníes hasta estadounidenses y turcos. Estas fuerzas que se creen
vencedoras militarmente sobre los escombros de la revolución siria y el
movimiento nacional siria, ¿serán capaces de ofrecer una salida política? Lo
dudo, porque no tienen horizonte alguno. En mi opinión, las declaraciones
occidentales sobre un acuerdo político a cambio de la reconstrucción no sirven
como base para la solución. Lo más importante hoy es que Siria no se vacíe de
su gente, y debemos trabajar por un pacto político que permita su retorno. Para
ello, la lucha hoy es contra el ocupante, y no contra el régimen, porque no
queda ya ningún régimen que gobierne, sino que lo que tenemos es un país
ocupado y gobernado por extranjeros.
¿No cree que es difícil hoy que haya un
levantamiento nacional sirio contra la ocupación, sobre todo teniendo en cuenta
el componente confesional-sectario al que el régimen ha avivado y del que se ha
beneficiado?
Sigo sin creer que la división sectaria sea
dominante sobre otras divisiones de la sociedad y política sirias. Además de
que tampoco me convence que los alauíes se vean representados por Bashar
al-Asad o que vayan a renovar su pleitesía hacia él. También es cierto que los
crímenes de Bashar al-Asad han provocado el pavor de los suníes a ser
asesinados, forzados a emigrar y detenidos, pero a cambio, hay un enorme precio
que han pagado los alauíes como resultado de la guerra que Bashar al-Asad libra
contra la sociedad siria. Hay pueblos que han perdido a todos sus jóvenes y
hombres por culpa del conflicto, o porque estos huían del servicio militar. La
destrucción ha afectado a todos. Por mucho que Bashar al-Asad haya intentado
hacerlo, en la ecuación siria, ninguna de las partes puede negar a la otra.
¿En su opinión, hay alguna posibilidad real
después de todo lo que ha sucedido de que los sirios acepten vivir bajo un
paraguas nacional que satisfaga a todos?
No se trata de si se puede volver a convivir o
no, porque esa es una necesidad de cuya importancia debemos ser conscientes y
trabajar para hacerla realidad, sea o no una posibilidad. La alternativa es
división y más división. La alternativa es el traslado de la división a los
países limítrofes. Al margen de la adscripción religiosa, nacional o regional, nos
necesitamos los unos a los otros, y ello debe formar parte de nuestra
conciencia política, y conformar políticas según tales consideraciones, para
recuperar la unidad de Siria después de haber sido dividida en protectorados y
zonas de influencia de diferentes países. A fin de cuentas, el patriotismo
sirio es hoy la fuente y el paraguas bajo el que todos nos encontramos, y es un
paraguas mucho más amplio que el islámico, el nacionalista, el religioso o el
partidista.
¿En este contexto, cómo ve el futuro de la
cuestión kurda en Siria, a la luz del retroceso del papel del Consejo Nacional
Kurdo, la injerencia del PKK y el dominio militar de las Fuerzas Democráticas
Sirias en la zona de la Jazira?
La cuestión kurda en Siria, en mi opinión
personal, completa la cuestión siria, y al revés, porque cuando los sirios se
rebelaron por la dignidad y la libertad, a su cabeza iban los kurdos sirios. Los
horrores, crímenes y desplazamientos forzados que han sufrido los sirios lo han
sufrido también los kurdos. Hoy, a pesar de la nueva situación sobre el terreno
creada por los extremistas kurdos, veo que la satisfacción de los derechos
nacionales de los kurdos y la solución de la cuestión kurda en Siria, no pueden
imponerse por la fuerza, o apoyándose en países extranjeros, sino que ha de
nacer de un contexto nacional, algo que no puede darse ni continuar si no es en
un contexto de unidad territorial siria y de luchar por una Siria libre y
democrática, que respete y garantice los derechos de la mayoría de su gente.
En más de una entrevista, y también al
principio de esta, ha señalado la importancia de empoderar a los jóvenes y de
darles un mayor papel en la acción política opositora, pero al mismo tiempo, no
ha logrado mantener una colaboración durante la revolución con una de las
personas más cercanas a usted, Razan Zaitouneh. ¿Por qué?
Mi relación con Razan viene de atrás y es fuerte,
pues la acompañé en su labor opositora e incluso en el ejercicio de la
abogacía. Es difícil encontrar a alguien tan abnegado como ella. Siempre he
respetado su inteligencia, obstinación y firmeza, y el papel que ha jugado
sobrepasa con creces el que han jugado la mayoría de opositores veteranos. En
realidad, yo no aparté a Razan, sino que ella se alejó al inicio de la
revolución al recibir muchas críticas por haber participado en la conferencia de
Antalia[4], una de las primeras conferencias, en mi opinión, con patrocinio
internacional, para intentar contener a los jóvenes. Razan en aquel momento no
aceptó mi crítica y decidió alejarse. Con enorme tristeza, reconozco que fui
muy duro en mi postura, y que no debería haberlo sido, porque esa fue su
primera experiencia en las relaciones públicas en el exterior; sin embargo, mi
dureza nacía de mi preocupación por ella. Tenía mucho miedo de que cayera en escollos
innecesarios, ya que iba apresurada y tenía poca experiencia en este ámbito.
Incluso tenía miedo de que fuera a Duma. Tenía la sensación de que el Ejército
del Islam estaba infiltrado por el régimen, por lo que no había seguridad real
en Duma.
Durante años ha repetido que la revolución
siria vencería aunque fuera derrotada. ¿Cree hoy que la revolución siria ha
sido derrotada, y cómo sitúa esta revolución en el contexto de lo que se
conocen como revoluciones de la primavera árabe?
Sí, esta revolución habrá vencido aunque la
derroten, si atendemos a la profundidad de los cambios sociales que se están
dando en nuestra región. Hemos perdido una ronda de la lucha, pero no la
batalla. Considero que la batalla sigue, y que la fuerza de la misma procede de
la enorme connivencia internacional y del salvajismo que ha ejercido sobre los
sirios. Esta batalla histórica no se mide en la derrota o victoria de una
revolución que ha durado años. La fuerza de esta batalla nace de su fondo árabe
y no solo sirio.
Las sociedades árabes han llegado a un punto en
que necesitan un cambio profundo y radical, necesidad expresada por medio de
los levantamientos y convulsiones que han vivido en estos siete años. De
entrada, está lo que se parece a la movilización colonial para evitar que estos
pueblos tomen las riendas de su vida, de que sean una parte del mundo contemporáneo
y de que elijan a gobiernos cuya legitimidad nazca de las urnas y de la
voluntad popular. Más aún, hay una cierta aprensión y miedo en los centros de
poder occidentales, que alegan que tienen que ver con el futuro de los acuerdos
de Sykes-Picot, y la preservación de sus productos, aunque en realidad tiene
por objetivo romper la voluntad de cambio democrático de nuestros pueblos e
impedir la ola de liberación que ha azotado la zona durante los últimos siete
años. Aquí, naturalmente, es importante que no obviemos el nefasto papel que
han jugado las corrientes del islam yihadista y el pensamiento extremista contra
esta ola popular y en el vaciado de estas sociedades de toda fuerza de cambio y
renovación.
Sí, hay mucha relación y similitud entre las
revoluciones de la llamada “primavera árabe” aunque tengan marcos diferentes y
cada una tenga sus propias condiciones, pero la base y el denominador común
sigue siendo la necesidad de estas sociedades de un cambio radical y de
liberarse de los regímenes déspotas y corruptos para llegar a una forma de buen
gobierno. En este sentido se complementan unas a otras. Quizá fracase una
revolución aquí o allá, pero volverá con otra forma. Nuestros pueblos están hoy
en el corazón de la historia, y se trata de una trayectoria histórica imposible
de detener.
¿Cómo valora el papel estadounidense durante
los años de la revolución? ¿Y el renovado papel israelí en el escenario sirio?
No se puede entender el papel estadounidense en
Siria fuera del contexto de la postura de la Administración Obama hacia las
revoluciones de la primavera árabe. Esta Administración no pudo ni quiso aceptar
los resultados de las urnas, ni el retorno de los pueblos árabes a la ecuación
política, ni la introducción de las corrientes del islam político moderado en
el juego político, y prefirió, como sus predecesoras, mantener las relaciones
con los regímenes militares que aseguran defender la estabilidad y que están
gobernados por una mafia dirigida por un único hombre con el que es fácil negociar
y pactar y del que es fácil obtener renuncias.
En el contexto sirio, basta fijarse en el destino
que corrieron las líneas rojas de Obama y los posteriores acuerdos
internacionales para la retirada de las armas químicas, que acabaron por hacer
al régimen sirio un socio, garantizaron su permanencia y no le impidieron seguir
empleando estas armas contra el pueblo sirio. En este sentido, no debe
olvidarse el ambiguo y negativo papel jugado por el embajador estadounidense
Ford desde el día en que fue nombrado representante de su país en Damasco. Es
como si hubiera venido para dividir a la oposición, aumentar la confusión en
sus filas en lo relativo a la revolución y reducir sus demandas a mínimos, sin
perjudicar a la estructura y estabilidad del régimen. Sigo considerando que la
postura estadounidense en general ha sido la peor en Occidente en lo que a
Siria se refiere. No obstante, teniendo en cuenta que la Administración
estadounidense es la gran potencia con amplia influencia regional, no podemos
obviar dicha postura, sino que debemos tratar con ella e intentar minimizar su
efecto negativo.
En cuanto al papel israelí hoy, creo que es muy
peligroso, y me da miedo que Israel sea la alternativa y el aliado de los rusos
en mantenerlo a flote y protegerlo, a sabiendas de que el lobby israelí ha
presionado desde el principio a la Administración estadounidense para que
garantizara la permanencia del régimen y que se limitara a debilitarlo un poco.
Considero que si se diera un resurgir nacional sirio y el movimiento patriótico
se recuperara en parte, se encontrará de frente con una nueva fuerza represora
de un salvajismo similar al de la fuerza rusa o iraní.
¿Y qué responde a quienes lo acusan de ser
autoritario como Khaled Bekdash, de monopolizar el Partido Democrático del Pueblo
y de dirigirlo bajo cuerda, de no permitir que ninguna figura carismática
destaque y de que lo que hace es excluir a dichas personas?
No creo que tales palabras sean precisas. Lo más
correcto, en mi opinión, es decir que soy extremista en mis posturas políticas,
y que a veces cruzo los límites, pero no en mi postura sobre las personas. No
obstante, he insistido en muchas ocasiones en que compañeros jóvenes ocuparan
los puestos de mayor responsabilidad, y quería que desarrollaran su potencial
al hacerse cargo de dichas responsabilidades. En lo que se refiere al partido,
yo mismo comencé a abogar por la renovación por parte de los jóvenes del
partido y mi objetivo era una retirada progresiva. Por ello, dejé la Secretaría
General del partido en el sexto congreso. Si hubiéramos logrado celebrar el
séptimo en 2008, hoy estaría fuera del Comité Central.
En una conversación con la doctora Fida
Hawrani, la anterior presidenta del consejo nacional de la Declaración de
Damasco, señaló la importancia de que se creara una estructura o conferencia
nacional en el exterior que especificara las prioridades del trabajo nacional y
permitiera realizar una criba en las filas de la oposición siria, sobre la
independencia de la decisión nacional siria. A la luz de su estrecha relación
con la doctora Fida, ¿cómo ve esta propuesta y cuáles son las prioridades de la
acción nacional siria en el exterior a día de hoy en su opinión?
La verdad es que la pregunta es importante y no
tengo aún una respuesta clara. Creo que es necesario que el movimiento nacional
sirio, con sus miembros, fuerzas y partidos, renueve sus visiones, su programa
y sus estructuras sobre la base de una revisión crítica de la trayectoria de la
revolución. En mi opinión esto no lo hará una persona o un partido, sino que
debe ser el resultado de un profundo diálogo a nivel nacional y de una
trayectoria que se está conformando. Todas las fuerzas políticas y
personalidades patrióticas deben echar una mano y debemos escuchar a quienes
tienen experiencia en combatir el despotismo, y también debemos escuchar a los
jóvenes y a las personas obligadas a emigrar y desplazarse. Si me permite
proponer algo, debemos mantenernos firmes en los lemas de la revolución,
centrarnos en acabar con la ocupación, y asegurarnos de que el régimen no
tendrá presencia alguna en Siria, pues aquello con lo que se nos asusta no es
más que una ilusión. No existe ni está presente, sino que es un conglomerado de
bandas estructuras que se utilizan como
extensiones del régimen, pero que en realidad están al servicio de las
ocupaciones rusa e iraní.
Desde que salió de la cárcel a finales de los
noventa no ha dejado de insistir en la importancia y prioridad de que Siria
pasa de la dictadura a la democracia. ¿Dónde estamos hoy tras el retroceso de
la revolución siria y la división del país entre fuerzas de ocupación
extranjera?
Hoy la cuestión fundamental y el deber nacional
principal es la liberación y la lucha contra la ocupación, y por tanto, resulta
complicado dar solución al resto de cuestiones o luchar por ellas sin ser
libres en nuestro país. Es cierto que la democracia es la espina dorsal de la
cuestión siria, pero hoy todas las fuerzas y potenciales deben dirigirse a
sacar a los ocupantes extranjeros de nuestra tierra y país. Es cierto que
nuestro pueblo sirio ya luchó en el pasado contra el ocupante francés, pero ahora
creo que este proceso no se limita a Siria y la región, sino que estamos ante
una crisis mundial que llega a lo más profundo de las políticas y equilibrios
de las grandes potencias. Debemos ser conscientes de que tenemos dos formas de
lucha: la lucha interior contra la ocupación y contra los intentos de mantener
a flote al régimen, y la lucha exterior y el trabajo en los ámbitos
internacionales para lograr algún apoyo, aunque sea mínimo, a la causa siria.
[1] Película dirigida por el propio
entrevistador, disponible online. El título es una fórmula habitual para mostrar cercanía y familiaridad.
[2] Líder del Partido Comunista Sirio del que se
escindió una sección liderada por Riad al-Turk, el llamado buró político.
[3] Se refiere al califa abbasí Ahmad b. Muhammad
al-Mutasim al-Musta’in billah (califa entre los años 862 y 866) conocido por su
debilidad de carácter y dependencia de sus apoyos y consejeros.
[4] Conferencia celebrada en verano de 2011 en la
ciudad turca de Antalia, como primer paso a la creación de un cuerpo político
opositor unificado.
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