Texto original: Al-Jumhuriya
Autor: Yassin al-Haj Saleh
Fecha: 03/04/2018
La octava carta se
publicó en la página de Amnistía Internacional con motivo del cuarto
aniversario de la desaparición de Samira y sus compañeros, en árabe e inglés
simultáneamente. Por ello, no hay una octava carta en la página de Al-Jumhuriya.
¿Eres consciente de lo que pasa a
tu alrededor, Sammur? Seguro que escuchas los bombardeos, y quizá te parezca, a
partir de lo que oyes y por cómo se comportan tus carceleros, que esta vez las
cosas son diferentes. Lo son y mucho, Sammur. Parece que el emirato del Ejército
del Islam está emitiendo sus últimos estertores, debido a la acción de las
fuerzas de ocupación rusas que dirigen a un tiempo la guerra y las
negociaciones, y dejan al régimen, que está a sus órdenes, que se encargue de
la derrota, de anunciar la victoria y de engañar a la población. La pregunta
hoy no es si el emirato llegará o no a su fin, sino cómo será este y qué
destino aguarda: ¿se trasladarán los efectivos del Ejército del Islam y sus familias
al norte (a zonas de Alepo e Idleb) como sucedió con los combatientes de
Harasta hace unos días? ¿O a Daraa? ¿Ejercerán de policía local como dicen
algunas informaciones, que, de ser ciertas, no serán más que una salida a corto
plazo?
En cualquier caso, parece que
entregarán las armas pesadas y no tan pesadas que desplegaron hace unos tres
años y que solo han utilizado para imponer su autoridad en Duma. Recuerdo
perfectamente ese despliegue, Sammur, y cómo las mostraron ante mis propios ojos.
¡Qué fuerte es la protección de tu cárcel! Sus armas recuerdan al arsenal químico
del régimen, que no ha utilizado más que contra los sirios, antes de que le
quitaran una parte (y de que la comunidad internacional mirara para otro lado a
sabiendas de que se había guardado otra parte, que ha utilizado contra los
sirios, claro).
No obstante, tengo que alegrarme
por el hecho de que la realidad que te hizo desaparecer haya quebrado al
quebrarse el emirato de los malvados guardianes de tu ausencia. Pero habría
preferido otros desenlaces que no implicaran la huida de la población de Duma y
Al-Ghouta oriental de sus casas y tierras.
Habría preferido un despertar de
la conciencia de alguien en el Ejército del Islam que os liberara y os pidiera
disculpas a vosotros y a la revolución.
Habría preferido que el Ejército
del Islam se desintegrara por sí solo y que te liberaras junto con Razan, Wael
y Nazem.
Habría preferido que el Ejército
del islam fuera derrotado a manos de combatientes locales que os liberaran y
defendieran la causa general a la que traicionó esa fanática formación militar
y religiosa.
Habría preferido, y sigo
prefiriendo, que los líderes de esta formación criminal, tanto militares como
religiosos, recibieran un castigo justo. Sin embargo, ya es tarde para eso.
Los ex prisioneros del régimen,
que se volvieron carceleros mientras la zona que controlaban era asediada –es decir,
aprisionada− por el régimen, siguen siendo tus carceleros y los carceleros de
tus compañeros, mientras que su cárcel se estrecha, hasta no sobrepasar apenas
las dimensiones de tu cárcel, Sammur.
Parece que lo último a lo que
renunciarán los que detentan la autoridad es a su control sobre el destino de
los demás. Los nazis siguieron llevando a sus víctimas a los campos de concentración
incluso cuando sus ejércitos retrocedían y su autoridad disminuía. Daesh no se deshizo
de sus secuestrados –entre los que están Firas e Ismael [1], Sammur− ni siquiera
tras ser expulsado de Raqqa. ¿Te he contado lo que sucedió? ¿Te he contado que
el 80% de la ciudad está destruida, incluida nuestra casa? Y el Estado de los
asadianos conservaría sus celdas y presidios hasta el último momento si este estuviera
cerca, y lo estuvo.
Quizá esos déspotas piensen que
mientras controlen el destino del ser humano, su destino no será un destino
humano, como el del resto de los mortales. Esto nos recuerda que la autoridad
es la autoridad sobre el ser humano, que los que la ejercen necesitan a alguien
sobre quien ejercerla: los cuerpos expuestos al secuestro, la tortura y la
desaparición forzosa, y que son como pollos desplumados si eso les falta.
Lo más decepcionante de nuestra
historia, Sammur, es que los asesinos gozan de inmunidad, incluso a los
asesinos de Daesh se les ha permitido salir de Raqqa después de que la ciudad
fuera prácticamente destruida.
Si hay algo firme en los vaivenes
de nuestra causa a lo largo de siete años, es que las puertas han estado
siempre abiertas para que los más grandes asesinos se libraran de un destino
similar al de sus víctimas. Cuánto me habría gustado verlos, y que los vieras,
como son: ¡pollos desplumados, perdidos, repugnantes!
*****
Nuestra situación es compleja,
Sammur.
Reconozco que la descripción
recurrente de nuestra causa siria como algo complicado me enfada, ya que esa
complejidad no significa solo que se precisen análisis compuestos de la
realidad de lo que intentamos hacer, sino que fomenta la huida de ese tipo de
análisis y su simplificación. El problema es que la simplificación significa quedarse
en lo que nos es familiar, que no da dolor de cabeza –como la violencia de
Estado y la de sus socios por debajo (los shabbiha) o por arriba (rusos,
iraníes y sus acólitos)−, que pasa desapercibida a pesar de su envergadura.
Esto hace del exterminio una posibilidad. Trabajo en eso estos días, y como
conclusión preliminar puedo decir que la “causa” del exterminio es el Estado,
como fuerza “que monopoliza la violencia” y “señor” en cuyos asuntos internos
nadie tiene el derecho de “inmiscuirse”. El Estado puede comportarse con sus
gobernados como un dios mundano, que condena a quien desea y mata a quien le
place. Esto debe cambiar si no queremos que el exterminio sea nuestro futuro,
el futuro del mundo.
Sin embargo, cuando me enfrento a
la dificultad de explicar mi/nuestra situación, y cuando parece complicado
incluso para quienes me rodean en Alemania hoy, y antes en Turquía, y se
solidarizan con nosotros, me veo obligado a comprender la abstención general de
interesarse por nuestra causa. La comprendo, a regañadientes, pero no la
acepto. Las circunstancias “complejas” como la nuestra se supone que deben
estimular el conocimiento y el análisis. El dolor de cabeza es lo que debe
estimular a la gente del conocimiento a salir de sus zonas de confort. Intento,
Sammur, responder a este desafío en la medida de lo posible. Siento que estamos
en una crisis de dimensiones mundiales, una crisis de pensamiento, una crisis
política, una crisis de organización y una crisis de conciencia. Que nuestra cuestión
sea “complicada” quizá sea la posición más conveniente para examinar esta
crisis. Esto se debe a que nuestra causa es mundial, en lo referente a su
posición, su carácter intrincado, sus efectos, su historia y su cultura, porque
el mundo está en nosotros y porque nosotros hoy estamos en el mundo.
Lo intento, Sammur. Tú eres mi
soporte hoy, estando ausente, como lo fuiste cuando estabas presente. Me das la
fuerza y la orientación.
*****
Hoy se ha abierto un agujero en
el muro de tu oscura cárcel, un agujero por el cual se cuelan la luz y la
esperanza; sin embargo, es un agujero por el que también se pueden colar los
peligros.
No sabemos qué puede hacer el
carcelero preso, cuya cárcel es cada vez más pequeña y estrecha, cuyo cerebro
nunca ha sido grande en ningún momento, y cuya conciencia está asfixiada. Creo
que a los que son como tus carceleros les da dolor de cabeza la más mínima
idea, así que recurren a sus músculos para enfrentarse a los más débiles. Por
eso dan miedo, y no sabemos qué hace el gran carcelero, el asadiano que retiene
a todos carceleros, pues durante medio siglo nos ha acostumbrado a que él es la
peor de todas nuestras expectativas. Sin embargo, hoy sabemos que no es dueño
de sí mismo, ni de sus acciones.
“Tengo un sueño”, Sammur: oír
pronto tu voz, y verte, y reordenar nuestra vida, que lleva unos cuatro años y
cuatro meses interrumpida. Mi sueño es que salgas a la luz, que respires y que
te despojes de las cargas de los oscuros años de ausencia, que caminemos juntos
y que hablemos, que vivamos “una vida como la vida”.
No quiero pensar en las múltiples
y grandes dificultades que te supondrá el traslado de la cárcel y la ausencia
al exilio, pero no le des vueltas, ¡por favor! Estarás a mi lado, y con
nosotros estarán muchos amigos, preocupados por tu ausencia. Entre ellos,
nosotros y otros muchos amigos, se conforma una sociedad colaborativa en la que
merece la pena vivir, Sammur.
Para quienes han probado lo que
nosotros hemos probado, Sammur, en una primera y dura etapa durante nuestra
juventud, y en una segunda aún más dura en la vejez, no es imposible pasar por
la experiencia del exilio hoy. Solo hay una cosa nueva, Sammur: ¡El exilio es
el mundo! Quienes ya sabían que la patria es el exilio, ¿tendrán dificultad en
algo?
Besos, corazón.
Yassin
[1] Hermano y amigo de Yassin al-Haj Saleh.
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