Texto original: Al-Jumhuriya
Autor: Yassin al-Haj Saleh
Fecha: 09/07/2017
Libertad para Samira Khalil
(Diseño: El pueblo sirio conoce su camino)
En tu oscuro y
largo cautiverio, tal vez, Sammur [1], te preguntes cómo no he podido ayudarte en
todo este tiempo. Pensabas que yo podría ayudarte, y ya han pasado tres años y
siete meses y sigues rehén de tu celda, sin saber nada de mí, ni yo de ti.
Intentaré responder aquí y en sucesivas cartas a todo eso. Tu marido sigue
siendo el escritor que no tiene apenas otra “arma” que las palabras. Creías que
yo, que nosotros juntos, y que Razan (Zaitoune) teníamos conocidos y contábamos
con personas influyentes que quizá podrían haber ayudado. También contestaré a
eso.
Pero déjame
primero que te cuente lo que ha sucedido en tu ausencia, el porqué de que mi
capacidad para ayudarte, y para ayudarme, en esta cruel adversidad, haya sido
menor de la que yo mismo esperaba. Supondré, Sammur, que hoy sales de tu mundo
de cautiverio y quieres conocer lo que ha sucedido en tu ausencia. Te escribo a
fin de que estas cartas ayuden a entender lo sucedido. A la luz de esta
intención, es como tú has de leerlas. Eres a quien me dirijo, y a ti te
escribo, pero supongo que Razan también las podrá leer, y Wael y Nazem [2], o
Fa’iq y Yihad [3], que también han desaparecido como tú en el Estado asadiano,
o Firas [4] e Ismael, que siguen desaparecidos en manos de Daesh.
Sabes, Sammur, que
llegué a Al-Ghouta a comienzos de abril de 2013. Días después sucedieron dos
cosas. Apareció Daesh, tras disociarse de Al-Nusra, y logró atraer a
muyahidines de países árabes. Yo mismo vi a uno en Al-Ghouta oriental en su
momento, un saudí cuyo nombre he olvidado. Por otra parte, Hezbollah intervino
sin ocultarlo para apoyar al régimen en Al-Quseir. Podemos convenir que ese mes
comenzó a acumularse una capa de la lucha entre suníes y chiíes sobre la
revolución siria. Nosotros -tú,
Razan y yo-
salimos de Damasco al inicio de una nueva etapa de la revolución siria, que se
había convertido, al pasar por esta etapa, en una cuestión internacional
llamada “la cuestión siria”, pero aquello no estuvo claro, como la mayor parte
de acontecimientos históricos que la gente no ve, hasta un cierto tiempo después.
Estaba en Raqqa cuando comencé a ser consciente de que el marco nacional de la
lucha siria se había empezado a desvanecer en la segunda mitad de 2012; es
decir, un año después de que comenzara dicha decadencia. Nadie hasta el momento
había advertido de ello ni había intentado salvar la situación.
Estábamos en
Al-Ghouta los tres, Sammur -tú,
Razan y yo-
cuando tuvo lugar el golpe de Al-Sisi contra el presidente elegido, Muhammad
Mursi, de los Hermanos Musulmanes. Al-Sisi cfue aupado por un verdadero clamor
popular, pero Egipto se ha convertido en una fortaleza de la contrarrevolución
en la zona tras dicho golpe, y en un apoyo para el dominio asadiano.
Razan y tú
estabais en Duma y yo en Raqqa cuando tuvo lugar la masacre química. Razan
cubrió la masacre con dos informes emitidos por el Centro de Documentación de
Violaciones y tú fuiste testigo directo que informaba mediante publicaciones en
Facebook. Wael y Nazem estaban aún en Damasco. No hubo testigos como vosotras
dos: dos mujeres laicas, de fuera de la zona, con una historia de oposición al
régimen, que hablaban con gran claridad sobre el crimen, los acontecimientos,
los responsables y las víctimas.
En su momento estaba
escribiendo, por petición de un bufete de abogados egipcio, un largo artículo
sobre la trayectoria de la revolución siria y su destino tras dos años y medio
desde su inicio (el artículo, Sammur, está en mi libro “La revolución imposible”,
que se publicó en la primavera de 2017, dedicado a ti y a Siria). Durante un
tiempo, Sammur, pareció que el régimen por fin sería castigado por sus crímenes,
e introduje dicha posibilidad como una de las que podían darse en aquel
momento. Sin embargo, según iba escribiendo el artículo, las cosas fueron
indicando cada vez menos que el régimen fuera a ser castigado. El entonces secretario
de Estado estadounidense, John Kerry, declaró en Londres, durante la primera
semana de septiembre, que si se atacaba, sería un ataque pequeño apenas
perceptible. Aquello fue alucinante. ¡Los que se han autoproclamado defensores
del Derecho Internacional estaban informando a un criminal que había violado
ese derecho que tal vez se verían obligados a castigarlo, pero le
tranquilizaban diciéndole que no le harían demasiado daño, ni afectarían a sus
capacidades de seguir cometiendo crímenes! No había pasado ni una semana cuando
se pusieron de acuerdo con los rusos para que el régimen entregara sus armas
químicas a cambio de su seguridad. El régimen cuya seguridad, y especialmente
la seguridad de su capacidad de matar, eran lo más preciado que tenía, entregó
una gran parte de su arsenal. Los estadounidenses dieron fe de su buena
disposición durante la entrega de esas armas. El problema del sistema
internacional con el gobierno de Asad era la violación del derecho de los
fuertes, y no del de los débiles. El régimen comprendió el trato, y acertó de
pleno: podía matar a sus gobernados por cualquier medio, salvo las armas
químicas. La verdad es que entendió que podía matarlos incluso con armas
químicas (de las que se guardó cantidades que pueden ser grandes, a sabiendas
de que EEUU querían engañarse en eso) a condición de que no hiciera demasiado
ruido y avergonzara a los estadounidenses que sabían más que nosotros.
Sammur, el
régimen en efecto ha utilizado gas cloro en sus ataques a varias zonas desde el
pacto químico que parece que fue una inspiración venida de Israel, según uno de
sus ministros. No solo cloro, sino también sarín. El pasado mes de abril el
régimen bombardeó Jan Sheijún con esa sustancia, dejando cerca de 100 víctimas.
La administración Trump (Donald Trump es el presidente estadounidense elegido
después de Obama, y es oficialmente un animal, aunque lo mejor que haya hecho
hasta hoy sea describir a Asad como un animal) respondió. ¿Cuál fue la
respuesta del animal estadounidense a nuestro animal? Bombardeó el aeropuerto
de Shayrat desde donde habían despegado los aviones que bombardearon Jan
Sheijún, no sin antes avisar a los rusos y que ellos, naturalmente, avisaran al
régimen de inmediato. Seguro que te dan náuseas y no pasa nada: acabamos de
empezar. Lo mejor es que consigas superar esa sensación, Sammur. Parece que las
pérdidas del régimen tras el bombardeo estadounidense se han limitado a lo
material.
Sabes, Sammur,
que el régimen aumentó el uso de barriles explosivos tras el pacto químico,
pero yo vi, con mis propios ojos, como se suele decir, barriles que caían desde
helicópteros sobre Raqqa en agosto y septiembre de 2013. Dichos barriles tenían
paracaídas que ralentizaban su caída. No sé para qué, ni sé si todos los
barriles son así. Lo terrorífico de su caída es que no puedes adivinar dónde
caerá, ni cómo protegerte.
Tú, como yo,
Sammur, escuchabas -y muy
probablemente leías antes de desaparecer-
cosas sobre el grupo de Amigos de Siria, un grupo de países que se suponía que
ayudarían a los sirios fuera del marco de la ONU que Rusia y China habían paralizado
con su veto en el Consejo de Seguridad. Aquellos fueron los últimos días que
escuchamos hablar de ellos. Los estadounidenses los llevaron a la muerte y su
compromiso con el pacto químico de inspiración israelí fue más fuerte que
cualquier compromiso con los sirios o los principios de justicia.
Poco después,
antes de terminar septiembre de 2013, Sammur, sucedió otro acontecimiento: Liwa’
al-Islam (la División del Islam), la formación que conoces en Duma, subió de
escala y pasó a ser un ejército. Tienen lazos con Arabia Saudí, que les
proporciona apoyo económico; la misma Arabia Saudí que a finales de 2012 había
intervenido, por orden de EEUU, para que los combatientes no entraran en
Damasco cuando el ritmo liberador estaba en pleno auge y derrocar al régimen
era posible. El Ejército del Islam era, en el mejor de los casos, un elemento
de la lucha suní-chií, y no de la revolución siria; en el peor, una fuerza
local de horizonte limitado que se piensa como algo libre en una república o
emirato independiente, apoyado en un promotor regional que, a su vez, carece de
independencia.
Estábamos
preparando tu salida de Al-Ghouta a Damasco, Sammur, y teníamos a amigos
trabajando en ello, entre ellos, el fallecido Mahmud Mudallal (Abu Murshid). ¿No
sabías que lo habían matado? Desgraciadamente, se nos fue en abril de 2015,
tras un ataque doble sobre Harasta (Damasco). El régimen bombardea la zona, y
después, cuando los equipos de rescate se reúnen, lanza un segundo ataque. Abu
Murshid se nos fue, y se reunió con su hijo mártir, Sammur.
¿No sabías que
Abu Saíd también había muerto? ¿Te acuerdas de él? Pasamos una velada en su
casa en Mliha poco después de que vinieras, en mayo de 2013. Abu Saíd fue quien
me hizo un carné de identidad falso. ¿Recuerdas?
¿Tampoco sabías
que Abu al-Izz había muerto? Tal vez no te acuerdes de él. Iba de camino a
Jordania, y parece que cayó en una trampa con otros compañeros.
Se nos han ido los
mejores jóvenes, Sammur.
Tenía intención
de escribirte solo sobre lo sucedido desde que no estás, pero quizá era
necesario recuperar estos acontecimientos como introducción.
Te contaré más
en otra carta. Solo te ruego que te cuides.
Besos, corazón
mío.
Yassin
[1] Sammur es el apelativo cariñoso que utiliza Yassin al-Haj Saleh para dirigirse a su mujer, autora del libro "Diario del Asedio a Duma 2013" editado por él mismo en su ausencia y disponible en castellano gracias a Ediciones del Oriente y del Mediterráneo.
[2] Los cuatro conforman
el grupo de secuestrados el 9 de diciembre de 2013 en Al-Ghouta, en los
alrededores de Damasco. Se les conoce como los “Cuatro de Duma” o “Douma Four”.
[3] Amigos de la
pareja.
[4] Firas es
hermano de Yassin al Haj Saleh.
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