Texto original: Al-Quds al-Arabi
Autor: Elías Khoury
Fecha: 11/04/2017
Los misiles
Tomahawk estadounidenses -que
el señor Donald Trump dice que fueron lanzados en respuesta al bombardeo aéreo con
armas químicas por parte de Bashar al-Asad a la localidad de Jan Sheijún-, no han descubierto nada nuevo,
a pesar de su carácter teatral. Simplemente certifican lo anterior, aunque ya
estuvieran claras las posturas internacionales y regionales en relación a la
desgracia siria.
En primer lugar,
han demostrado que los EEUU, ya sea con su actual voluntad trumpista o en el
tiempo de Barack Obama, no están interesados en el destino del pueblo sirio, y
que no forjarán alianzas más que con una única parte en la zona, que es Israel.
Quienes aseguran que son aliados de EEUU, no son más que lacayos serviles que no
llegan ni al nivel de colaboradores.
En segundo
lugar, han demostrado que el régimen de la dictadura en Siria, seguirá adelante
con su salvaje objetivo, apoyándose en sus aliados ruso e iraní. El objetivo
del régimen es destruir Siria sobre las cabezas de su pueblo, porque no puede
ver en los sirios y las sirias más que esclavos de la dinastía gobernante y su
mafia militar, securitaria y económica. Esperar el auxilio de EEUU fue una
ilusión criminal, y celebrar los misiles estadounidenses en el aeropuerto de
Shayrat en Homs, no supuso más que la celebración por parte de los incapaces de
su incapacidad. El ataque de Trump no ha sido más que un suceso mediático, pues
este presidente, que solo domina el arte de poner maquillaje en su rostro y
ponerse, como un mal actor de televisión, delante de las cámaras para dar al
mundo lecciones de amor por la infancia, no hará nada para proteger a los
civiles sirios que mueren asfixiados y bajo los escombros.
El objetivo que
se puso George W. Bush y que había llevado a la práctica antes la
administración Clinton, durante el largo y salvaje bloqueo a Iraq, es devolver
la zona a la Edad de Piedra. Ese sigue siendo el objetivo real de EEUU. Trump
ha añadido un toque teatral a ese objetivo, por medio de un ataque limitado e
inocuo. Su único objetivo es mediático. ¡El racista que odia a los extranjeros
y desprecia a los árabes y musulmanes defiende a los niños de Jan Sheijún! No es
más que una obra de teatro televisada. Nada cambiará en la ecuación de la
salvaje lucha en y por Siria. A EEUU y su alianza imperialista con Israel y sus
secuaces árabes no les preocupa el derecho del pueblo sirio a la libertad y la vida,
sino que les interesa destruir Siria y sacarla del mapa de la región.
Por su parte, el
régimen de las armas químicas, que no se sacia de escenas de muerte y
destrucción, sigue implacable su guerra para exiliar al pueblo sirio,
humillarlo y matarlo. El objetivo del régimen no es ya gobernar Siria mediante
la humillación; es decir, que la humillación ya no es un medio de gobierno,
sino que se ha convertido en un objetivo en sí mismo. El despotismo, que ha
tratado con el pueblo sirio como si se tratara de un pueblo de esclavos, se ha
enfrentado y enfrenta al pueblo del mismo modo en que los señores enfrentan la
rebelión de sus esclavos: convirtiendo la humillación en el objetivo absoluto
en sí mismo, puesto que es la condición para la preservación de la esclavitud.
Por tanto, al
régimen no le preocupa el futuro de las ciudades, localidades o pueblos: ¡Que
se vaya toda Siria al Infierno, que todos los esclavos se conviertan en
refugiados y exiliados, y que mueran a causa de las armas químicas y los barriles!
Humillar a los
sirios y sirias y destruir su supervivencia como seres humanos es el objetivo
que ahora es posible gracias a la entrada del juego de las luchas
religiosas-bárbaras en la ecuación. Las milicias suníes y chiíes se matan entre
sí y matan a la gente bajo banderas religiosas, y han cubierto con sangre y
fuego el objetivo por el que los sirios salieron a las calles que hicieron
historia, anunciando su lucha por la libertad y la dignidad.
En tercer lugar,
ha demostrado que la Federación Rusa pretende, por medio de su alianza
neocolonial con Irán, volver a la zona y extender su influencia, sin importarle
el destino de los sirios y las sirias. La Rusia de Putin siente que la crisis
de Occidente con el liderazgo estadounidense y la confusión racista europea y
estadounidense contra los inmigrantes y refugiados le permitirán ocupar de
nuevo la posición de segunda potencia, cubriendo su debilidad estructural y
económica con su músculo militar. Pretende, a través de los campos de muerte
siria, normalizar su situación en Ucrania, y levantar las sanciones
occidentales.
Estas tres
realidades, a pesar de ser claras, no acaban con la nebulosa política que rodea
a la tragedia siria, pues las contradicciones internacionales y regionales son
rabiosas, y nada indica que haya posibilidades de acuerdo entre los intereses
contrapuestos que han hecho de Siria un cruento campo de batalla global. La dudosa
e improvisadora administración Trump quiere dirigir un mensaje a los rusos de
que su absoluto unilateralismo en Siria no es sin condiciones, del mismo modo
que la movilización de barcos frente a la península coreana es un mensaje para
China.
Sin embargo, a esos
dos mensajes los envuelve la ausencia de una visión estratégica que los EEUU de
Trump no han encontrado hasta ahora. En contrapartida, la oscuridad que vive el
Levante árabe se hace cada vez más negra. Los árabes, como los sirios, han
quedado fuera de la ecuación. Se trata de la oscuridad de dos despotismos: por
un lado, un despotismo militarocrático que dio vida a los regímenes de la mafia
salvaje y, por otro, un despotismo petrolero fundamentalista que ha dado lugar
a la locura de Daesh. La tragedia es que hay quien nos invita a elegir entre la
plaga y el cólera, y sugiere que los regímenes timurlanescos son el refugio
frente a la locura de los takfiríes, y que entrar en una guerra sectaria nos
librará del sectarismo de la plaga daeshí. Un plaga que se ha colado y se cuela
por los agujeros del despotismo, como se ha visto en los dos bárbaros ataques contra
las iglesias de Tanta y Alejandría (Egipto) el pasado Domingo de Ramos, o del
colapso del despotismo, como sucede hoy en Siria. El despotismo también
encuentra en Daesh y sus hermanas su espejo, su igual y su justificación. Pero
esto no significa que no exista otra opción, y si dicha opción está oculta,
tendremos que inventarla.
El camino hacia esa opción comienza con el reconocimiento del fin de una etapa histórica al completo, y con la construcción de un horizonte conformado por nuestra toma de conciencia de lo que implican estas desgracias, y funda una nueva visión democrática que nace en medio de las dificultades y que se va abriendo camino con lentitud entre la conciencia y la práctica.
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