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domingo, 13 de mayo de 2012

La revolución es la política correcta

Texto origninal: Al-Hayat 
Autor: Yassin al-Hajj Saleh 
 Fecha: 13/05/2012 




La revolución siria está cubierta mediáticamente por tres tipos de portavoces: los primeros son los periodistas sobre el terreno que, desde distintos puntos del país, hablan con nombres reales o inventados con otros con canales árabes que simpatizan con la causa, y que constituyen las fuentes de información más importantes sobre las actividades de la revolución. El tono de dichos corresponsales es diverso, pero generalmente es reaccionario y alarmado, acercándose en la mayoría de ocasiones a desesperadas llamadas de socorro. Generalmente, este tipo de portavoces se centran en los crímenes del régimen, el número de muertos y detenidos, y los bombardeos y tiros. Con frecuencia pretender incitar (contra el régimen). Mientras este tipo de cobertura proporciona datos precisos de lo que sucede aquí y allá en este u otro momento, es parcial en su definición y no cubre más que la situación momentánea en una zona concreta. 

A parte de esos portavoces sobre el terreno, hay otros dos tipos de portavoces políticos: unos identificados con la revolución, pero de forma reaccionaria y un tono alarmado que también parece una llamada de socorro, que apenas se diferencia en su contenido de lo que cuentan los periodistas sobre el terreno, y que, de hecho, se apoya en la información que ellos mismos u algunos medios relacionados con la revolución proporcionan. Pero la política de estos mezcla entre la aproximación parcial al activista sobre el terreno y los desarrollos políticos que ellos no pueden controlar, relacionados con las acciones políticas del régimen o con las posturas de Estados y organismos internacionales frente a lo que sucede en Siria. 

El otro tipo de portavoces políticos une el alejamiento de la realidad de la revolución y su desarrollo con ideas abstractas de lo que debe ser la revolución, y los principios y orientaciones en que se supone que debe basarse, pero sin tener en cuenta el tiempo ni hacer ningún esfuerzo reseñable para aclarar la realidad de facto o la forma de influir en dicha realidad de la forma deseada y en consonancia con los valores anunciados. Esta postura es pétrea, incapaz de actuar, debido a su solidez. Y no es extraño que a la falta de conocimiento de los detalles vaya unida a una falta de solidaridad y empatía, o una duplicidad en los sentimientos. Los métodos que siguen los portavoces y los grados de carisma y capacidad de convencer son innumerables, pero desde el comienzo de la revolución y hasta hoy, se incluyen en alguno de los anteriores tres tipos. 

Y lo que falta y cada vez se echa más de menos es una postura cercana a la revolución, sin que sea reaccionaria y parcial por un lado, o extranjera y pétrea por otro, que se queda en un mero resumen de la complejidad de la situación en el país y que tal vez ayude a influir en la misma en el sentido deseado. Para ello no sirve la aproximación parcial de los activistas sobre el terreno, ni tampoco la aproximación pétrea que impone moldes exteriores sobre una realidad cambiante y cada vez más compleja. Pero tampoco sirve la aproximación ligada a la realidad diaria del movimiento, falta de una visión general necesaria. Es necesaria una aproximación dinámica e interactiva, que intente comprender la estructura de la revolución y su composición, además de su extensión geográfica y sus etapas a lo largo de cerca de 14 meses. También ha de tener en cuenta sus oleadas, la diversidad de sus medios de resistencia y cómo ello está ligado al objetivo inmediato, que es derrocar al régimen, y más a largo plazo, una nueva Siria libre. La limitación de estas tres aproximaciones se muestra al observar la diferencia entre la preocupación y pesimismo que están impresos en ellas y la realidad de la revolución que continúa, determinada a agotar al régimen y minar sus fuerzas. Es comprensible que la cobertura de los activistas sobre el terreno dé una impresión un tanto preocupante, porque hablan mientras sus casas se ven expuestas a bombardeos y las víctimas caen a su alrededor o mientras tienen lugar auténticas masacres. A pesar de ello, esos mismos portavoces aseguran a los oyentes que la revolución continuará y no se detendrá, a pesar del dolor y los enormes costes. 

La situación psicológica del foco revolucionario une el optimismo con la determinación y no con el pesimismo ni la desesperación. Por su parte, el pesimismo de los portavoces que simpatizan con la revolución, nace de la parcialidad de su visión y el alarmismo que conlleva. También nace de su aislamiento de las actividades reales e incluso del hecho de que no son ellos su fuente ni su motor (la mayoría viven fuera del país ). Por su parte, los portavoces políticos desligados de la revolución son pesimistas porque esta no es acorde con sus visiones y no deja de salirse de los moldes en los que debería haberse quedado. Lo cierto es que no hay ninguna justificación para el pesimismo. 

Grosso modo, tras 14 meses de sangrienta violencia con la que el régimen se ha enfrentado a la revolución, su medio social y la gran complejidad de las condiciones sociales y políticas internas, además de las regionales e internacionales en relación a Siria, la continuidad de la revolución y la determinación renovada de la que hacen gala los revolucionarios son un milagro en todos los sentidos. Parece que el régimen es quien más cuenta se ha dado de ello tras haber probado todo en su contra y es quien demuestra un cada vez mayor pesimismo, tal y como muestran las explosiones criminales en las últimas semanas en Damasco y Alepo, especialmente las dos de Damasco (10/05/2012). Creemos que lo más probable es que el régimen se haya convencido de que la recuperación del dominio general es imposible y que lo más útil es centrarse en las dos grandes ciudades y atemorizar a sus habitantes para que no se movilicen en su contra, a sabiendas de que tal situación no deja de extenderse por dichas ciudades. Ello mientras las fuerzas del régimen se han agotado y sufren de un “exceso de expansión estratégica” y se amplía la duda sobre los hombres de negocios y los recursos se reducen a pesar de la compensación iraní. 

Si lo que decimos es correcto, los puntos esenciales de la hoja de ruta de la revolución en la próxima etapa se resumen en: ganar más tiempo y seguir debilitando a las fuerzas del régimen y sus bandas, además de aumentar los focos de la revolución y reafirmarse en el objetivo inmediato: derrocar al régimen. En este plan no hay nada nuevo y la revolución lo seguirá sin tutela de nadie. Sin embargo, para volver a las obviedades que dicen que la revolución en el interior y su expansión y continuidad es la política correcta a seguir, hemos de darle una dosis de claridad a nuestro pensamiento y determinar de forma más clara lo que se espera de las fuerzas de la oposición. 

Puesto que la revolución continuará y el régimen será cada vez más incapaz de enfrentarse a ella, el tiempo va en beneficio suyo, al contrario de lo que dicen la mayoría de portavoces opositores. De ello se sigue que las iniciativas internacionales sean bienvenidas siempre y cuando no afecten de ningún modo a la continuidad de la revolución. Y puesto que la continuidad de la revolución implica grandes costes humanos y materiales, es en este tema en el que la oposición puede ser útil y trabajar para garantizar la llegada de recursos que reduzcan los efectos de dicha continuidad o compense una parte de los mismos. Además, el deshacerse del pesimismo da a los opositores más tiempo y a los nervios lo que les hace falta para cristalizar nuevas visiones sobre la revolución siria. Es en ello en lo que se supone que la oposición debería tener un papel importante. 

Pero antes de nada, las miradas deben volverse hacia el interior, porque nada sirve sin eso.

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