Texto original: Al-Safir
Fecha: 01/10/2011
Autor: Youssef Salameh*
La foto es uno de los dibujos publicados durante la revolución en Egipto.
En Siria, como se ve en uno de los vídeos de la derecha, se formaron una cruz y una media luna humanas en respuesta a las palabras del Patriarca maronita.
Los sistemas democráticos han presumido de apoyar su gobierno en una mayoría que ha depositado la mayoría de los votos a favor de un grupo determinado en unas urnas transparentes, tan transparentes como el propio proceso de elección. Todo ello significa que la soberanía reside en primera y última instancia en el pueblo. Claro está que los sistemas democráticos imaginan a esa mayoría como una mayoría política; es decir, la única mayoría que ha de tenerse en cuenta y la única que puede expresar la voluntad y soberanía populares.
El concepto que complementa a la mayoría política es la minoría política, ya que los sistemas democráticos consideran que los que han perdido en las elecciones son una minoría política que no pudo convencer con su programa electoral más que a un número limitado de personas. Ahora bien, tal minoría política puede convertirse en cualquier momento en una mayoría que exprese lel compromiso de un número mayor de ciudadanos con un programa político diametralmente opuesto al anterior.
De todo ello se sobreentiende que los conceptos de minoría y mayoría son conceptos relacionados con la naturaleza humana. Es decir, son producto del hecho de que los humanos somos seres políticos y sociales y no son resultado de una dominación exterior ni de una voluntad divina o no divina que imponga al ser humano una serie de decisiones que no son acordes con su razonamiento. Estas decisiones, por su naturaleza "suprahumana", no pueden ser comprendidas ni asimilidas por los seres racionales ya que provienen de una voluntad que solo se respeta por medio de la fe del corazón. También pueden ser decisiones “infra humanas”; es decir, decisiones que nacen de la fuerza bruta y ciega de los instintos enfermizos de una única persona o un grupo de personas sedientas de imponer su voluntad personal y privar a la mayoría de su derecho de construir el presente y el futuro. Con ello, nos encontramos ante un gobierno dictatorial y personalista o un régimen dictatorial y autoritario dirigido por una única familia o grupo de familias aliadas con un grupo de hombres de negocios y con la burocracia administrativa y militar.
Y además de eso, la propia existencia de la democracia se apoya en los parámetros que las personas se ponen a sí mismas, pudiendo desarrollarlos o cambiarlos si la mayoría está de acuerdo con ello. Así y solo así el gobierno es político y, por ende, la mayoría y la minoría son conceptos políticos no condicionados más que por el hecho humano en sí mismo: es eso precisamente lo que los hace políticos.
En este sentido, hablar de una mayoría religiosa y una minoría también religiosa no tiene ningún sentido puesto que, si una de las sectas islámicas como, por ejemplo, la suní, supone una mayoría poblacional en uno u otro país revolucionario, ello no implica nada en el plano político si nos apoyamos en las categorías democráticas. En este caso, la mayoría no hace referencia más que una mayoría neutral porque no tiene un fondo político concreto. Esta carencia de fondo político es consecuencia de la multiplicidad de intereses, tendencias, ideologías y visiones culturales y otros factores que definen las posturas políticas que se observan en esta secta que se define como mayoritaria.
Del mismo modo, la minoría religiosa en uno u otro país, ya sea la secta alauí, cristiana o ismailí es un concepto ficticio porque tampoco, por las causas que acabamos de mencionar, tiene un fondo político determinado. En consecuencia, las posturas a las que estas personas se acogen no están delimitadas por la adscripción religiosa, sino por los intereses políticos, económicos y sociales y las distintas visiones culturales que adoptan los miembros de este grupo que se denomina minoría religiosa. Esto es así en el caso de que tales minorías religiosas quieran vivir bajo un régimen democrático y representativo en el que las urnas sean la única fuente de poder.
Queda un tipo de agrupación humana que es difícil de considerar como grupo político, a pesar de que utiliza las categorías políticas en su trabajo y sus actividades diarias y para justificar el hecho de ser la fuerza gobernante en uno u otro país. Nos referimos con esto al gobierno del partido único. ¿Puede considerarse que el partido único constituye una mayoría o una minoría política?
La respuesta a esto la encontramos, tal vez, en las carácterísticas del grupo religioso. Tanto el grupo religioso como el partido religioso que se considera portavoz de Dios y ejecutor de los deseos divinos en la tierra no puede considerarse una agrupación política porque parte de presupuestos suprahumanos que toda razón puede rechazar por razones lógicas o incluso ilógicas. Lo mismo sucede con el partido único que impone su dominio sobre uno u otro país: solo puede entenderse como una agrupación religiosa que está en un conflicto eterno contra los infieles y los que se alejan del Santo Espíritu[1] (su bendita ideología). Esto es, una mayoría que, por naturaleza, prefiere la pluralidad política característica del ser humano por su condición de ente político y social.
Tomemos como ejemplo la organización de los comités revolucionarios en el sistema libio u órganos similares en otros países árabes: tales organizaciones políticas consideran que tienen la verdad absoluta y todo el que no opina como ellos en un infiel y un jariyí[2] que merece ser castigado y torturado según dicten las leyes.
Para salir del callejón en el que un grupo no político domina el sistema de gobierno en el mundo árabe solo hay una opción y es que estos grupos gobernantes no políticos reconozcan la necesidad de una transición pacífica hacia el gobierno de un grupo político en el que podamos distinguir mayoría y minoría sobre una base puramente humana.
Si no aceptan la transición pacífica hacia una vida política, estos grupos no políticos tendrán que asumir los peligros que ello conlleve, a cuya cabeza está la posibilidad de una intervención exterior que no diferencia entre un grupo y otro y ni siquiera entre un individuo y otro. Su objetivo son todos sin discriminar entre el gobernante y el gobernado.
A tenor de lo dicho, no vemos ninguna razón aparente que justifique los temores de su Excelencia el patriarca Beshara al-Rai (al que reiteramos nuestro respeto y más alta consideración) en lo referente a la minoría cristiana en el mundo árabe y especialmente en Siria. Todas las desgracias de las que han sido víctimas los cristianos iraquíes han sido resultado de la invasión estadounidense de Irak y el estallido de las salvajes luchas sectarias entre suníes y chiíes que han quemado en su infierno a todos los iraquíes y, entre ellos, a los cristianos. Por eso, consideramos que la garantía de la seguridad es algo compartido entre cristianos y musulmanes: un sistema de gobierno laico donde, bajo ningún concepto, una secta se apropie del poder. Da igual si se trata de un secta que representa a la mayoría como los suníes en Siria o una de las sectas que se consideran minorías religiosas como los cristianos, los ismailíes o los alauíes. Las garantías han de ser para toda la sociedad y no para esta o aquella secta. Quien quiere garantías para una única secta parece indicar que está dispuesto a sacrificar al resto a costa de esa secta escogida. No obstante, consideramos que el patriarca Al-Rai no ha querido decir eso.
En cualquier caso, sus palabras, Excelentísimo Patriarca, son ley exclusivamente dentro de la Iglesia maronita, pero fuera, en el mundo de la ciudadanía, pueden ser discutidas libremente según las consideraciones humanas. Este es un derecho que debe respetar su Excelencia.
Pensamos que usted no está en desacuerdo con el hecho de que los cristianos, como individuos, tienen el derecho de pensar de la forma que consideran conveniente para ellos y su patria y que su Excelencia sabe que el progreso en Europa ha estado condicionado por la victoria del laicismo en esos países. Tal vez alguien diga que las experiencias humanas no se repiten, pero nosotros le respondemos con total sencillez que las formas y las imágenes pueden no repetirse, pero las formas de la vida humana son un algo compartido por toda la humanidad: el anhelo de gozar de libertad y liberarse de todo dominio (político o religioso) seguirá siendo el mayor deseo del ser humano mientras este siga sobre la faz de la tierra.
* Escritor y pensador sirio a quien, por conocerlo personalmente, queremos agradecer este texto.
[1] Literalmente "los que se salen" (jariyin), grupo desligado del islam suní y chií en el primer siglo del de la Hégira.
[2] Véase la nota anterior.
No hay comentarios:
Publicar un comentario