Texto original: Al-Quds al-Arabi
Autor: Elías Khoury
Fecha: 18/11/2013
Siria vive hoy sus más difíciles días. Basta con leer la tristeza
en los rostros de los sirios y las sirias desplazados dentro de Siria o en los
países vecinos para ver el terror: un terror que va desde la hambruna, que se
ha convertido en el arma del régimen despótico, hasta la destrucción absoluta
del país que este régimen lleva a cabo superando incluso a los mismísimos
israelíes. La dificultad de este momento que atraviesa Siria no solo se
manifiesta en la dolorosa situación humanitaria producto del salvajismo de la
dictadura, sino que también lo hace de forma muy clara en los niveles político
y cultural.
En el ámbito político se ha cerrado claramente toda
posibilidad de lograr una solución política, pues el régimen y sus aliados
iraní y ruso siguen con su política de tierra quemada, mientras que las
oposiciones sirias se ven desnudas internacional y regionalmente. En el nivel
cultural, la cuestión es más complicada, porque la falta de horizonte político
se refleja negativamente en la cultura y el discurso ético, por lo que se hace
necesario retornar a las obviedades éticas, para que el discurso político
dominante no nos aboque al silencio y la muerte. La falta de horizonte político
ha quedado clara después de la caída de dos opciones por las que se había
apostado, y que estaban destruidas desde el principio: la primera es haber creído
en la intervención exterior y en la postura estadounidense de retirarse
parcialmente de la zona tras el fracaso de la miserable invasión de Iraq. La
segunda es haber creído que los países del Golfo serían capaces de dirigir la
región, y saldar sus cuentas con Irán en Siria.
Estas dos míseras opciones no habrían recibido tanta
atención si no hubiera sido por la dispersión y la falta de responsabilidad de
las que han hecho gala las “instituciones” de la oposición siria en el
exterior, que se han convertido en una especie de presentadores de televisión en
las cadenas del Golfo. Hablar de la oposición exige mucho espacio, y tal vez el
análisis que hizo Subhi Hadid en su artículo ‘La Coalición Siria está plagada
de rebeldías (14/11/2013, Al-Quds al-Arabi), ofrezca al lector una
introducción para comprender la crisis de la oposición y su desgracia a un
tiempo. Pero el nivel cultural revela la profundidad de la crisis ética que
vive nuestra cultura en el seguimiento del gran dolor sirio. Así, parece como
si el aparato del régimen y sus aliados hubieran logrado presentar la situación
en Siria como si fuera una elección entre dos dictaduras: el régimen que dice
ser laico, pero es abominablemente sectario, y que está aliado con el fundamentalismo
de los Mullahs, o bien las corrientes fundamentalistas desde el Estado Islámico
de Iraq y Siria, pasando por Al-Nusra y llegando a aquello que pueda nacer aún
fruto de la división de la sociedad siria por medio de la destrucción de sus
ciudades y pueblos.
"Abajo el Partido Socialista Árabe Da'sh"
(juego de palabras con Da'esh, que sustituye a Baaz)
(juego de palabras con Da'esh, que sustituye a Baaz)
[En las camisetas] "Li-be-r-tad"
No quiero entrar en los derroteros del análisis conspiracionista,
que se basa en el hecho de que el régimen liberó a los takfiríes que estaban en
sus cárceles -aunque ya los había utilizado en Iraq-, ni me voy a centrar en la
historia de la gran “evasión” que organizo Al-Qaeda en Iraq en Abu Graib, para aumentar las filas
de Da’esh (siglas en árabe del Estado Islámico de Iraq y Siria), ni tampoco en
el papel del régimen del Partido Da’wa que gobierna Iraq hoy al dejar salir al
monstruo de la botella. Si bien se trata de una lectura que puede ser correcta,
ya que existe el precedente de Fath al-Islam en Líbano (que supuso la
destrucción del campamento de Nahr al-Bared), la cuestión es más compleja aún,
e indica que la presencia de los países del Golfo y de Turquía, que han llenado
el vacío dejado por la irresponsabilidad de la oposición siria, ha llevado a la
revolución siria a caminos tortuosos y ha convertido la acción armada de la
revolución en un instrumento en manos del régimen y sus aliados. La complejidad del asunto nace de
las cuestiones cultural y ética que he señalado, y ahí es donde está el gran
problema desde mi punto de vista. Para ser claro desde el principio, no
pretendo humillar a ningún intelectual sirio o árabe que haya sido fiel a la
larga relación entre la cultura y el poder dictatorial, porque el tema es mucho
más importante que un simple comentario que convierte una posición cultural en soporte
de la dictadura. Lo que me quita el sueño es cómo conformar una postura
cultural y ética que se eleve por encima del discurso sectario dominante, y sea
fiel a los grandes sacrificios que ha ofrecido y sigue ofreciendo el pueblo
sirio.
A decir verdad, ya no me concierne un discurso
izquierdista pétreo que recurre al imperialismo
que en el pasado le llevó a apoyar a un asesino como Milošević, y que hoy le
lleva a encubrir los crímenes de Bashar al-Asad y los hombres de su séquito. La
cuestión no tiene nada que ver con la resistencia al imperialismo
estadounidense, como no tiene nada que ver con la justicia social que el
fundamentalismo ha borrado para servir al capitalismo salvaje. Del mismo modo,
dudo mucho del discurso liberal que olvida conscientemente la ocupación israelí
y se rinde al liderazgo de un Golfo que no tiene nada de liberal.
La búsqueda debe comenzar por la cuestión ética: cómo
ponerse de parte de la víctima, cómo defender la ética de esta víctima y evitar
que se vea arrastrada a reacciones dictatoriales y sectarias que reproduzcan al
régimen despótico con distinta forma.
Y dígase también que el dibujo dictatorial del artista Saad
Hajjo, donde vemos una pancarta sobre el que se lee “Abajo el Partido Árabe Socialista
Da’esh” resume esta postura ética, como una condición necesaria para poder
entrar en cualquier discusión política. La cuestión comienza, pues, con nuestro
compromiso ético ante los ingentes sacrificios que han ofrecido y ofrecen los
sirios y las sirias, y en no olvidar en ningún momento que el levantamiento
popular sirio es legítimo, necesario y justo, y que el lema de la libertad y la
dignidad por cuya defensa han muerto miles de personas, es un lema justo que la
opresión no puede ocultar.
Desde aquí comenzamos, de la justicia de este derecho, y las
coyunturas políticas internacionales y la dificultad de la situación en Siria
no nos deben hacer olvidar que la libertad y la resistencia a la dictadura es
la base de toda ética y política. Ni el salvajismo del régimen ni la tendencia degenerante
de Da’esh y Al-Nusra, ni la crisis de la oposición nos pueden hacer olvidar que
estamos con la libertad de los sirios, pase lo que pase, y que ningún discurso está
por encima del derecho humano de ser humano.
Comparto el pesimismo.
ResponderEliminarA veces parece que la humanidad va inexorablemente hacia el desastre y que los oprimidos nunca van a tener la oportunidad de deshacerse de sus cadenas; que las pocas ocasiones en que lo han han conseguido han sido efimeras y extrañas anomalias.
He leido tu entrevista en Transversales. Muy bien. Llevo dos años soportando a una recua de estalibanes, no puedo llamarlos de otra manera, que utilizan un tipo de razonamiento mágico al que solamente le falta añadir como a su fetichismo sobre el origen de todo mal en los USA el argumento de la transmigracion de las almas.
Voland