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miércoles, 24 de abril de 2013

Las leyendas sobre los Hermanos Musulmanes y sus enemigos



Texto original: Al-Jumhuriyya

Autor: Karam Nachar

Fecha: 18/04/2013


Los líderes de los Hermanos Musulmanes no se equivocan cuando se enfrentan a la última campaña lanzada contra ellos haciendo gala de una gran dosis de victimismo, pero al mismo tiempo no reconocen responsabilidad alguna en haberse granjeado la enemistad de la opinión pública que apoya a la revolución, y que se ha vuelto con toda su variedad de fuentes de pensamiento, capaz de aceptar todo lo que se diga de la organización. En el lado contrario, los exiliados, con su odio a los Hermanos, ya sean intelectuales o políticos, tienen serias dificultades al hablar de la “hegemonía de los Hermanos” sobre el cuerpo político principal de la revolución, pero tampoco reconocen su responsabilidad en el inicio de ese problema, ni en los giros políticos de su renovada crítica. Y entre uno y otro bando, el resultado es una gran cantidad de leyendas en un tiempo revolucionario en el que se supone que las cosas han de descubrirse y cuestionarse. En vez de poner los cimientos de las tradiciones democráticas que organicen las diferencias entre las fuerzas políticas en competencia, hemos caído en las polémicas de considerar al otro un traidor, polémicas que no solo tienen dimensiones regionales, sino que hacen también que las fuerzas militares del Ejército Sirio Libre (ESL) entren en el ámbito de los comunicados y contra-comunicados.

Puede que el más simple y profundo indicio de lo miserable de la polémica política actual sea su carencia de un mínimo de acuerdo con la realidad, por ejemplo: ¿quiénes son los miembros de los Hermanos Musulmanes y quiénes los representan en la Coalición Nacional? Entre el modesto número de Hermanos y las exageradas valoraciones contrarias se esconde en realidad una imagen mucho más compleja del amplio sector islámico que hasta hoy sigue siendo ambigua en sus características e interrelaciones. Entre ellos, algunos, como Ahmad Ramadán, parecen más una especie de portavoces de los Hermanos Musulmanes, mientras que otros, como el grupo de Imad al-Din al-Rachid, parecen verdaderos competidores de los Hermanos. Mientras de estos dos últimos se difunden las destacadas relaciones de las que disfrutan con actores regionales y brigadas armadas, el resto, como Nayib Gadban o Usama al-Qadi aparecen como académicos independientes, que casan en su pensamiento “islam” y “liberalismo”. Finalmente, con la formación de la Coalición Nacional, ha pasado a primer plano el nombre del hombre de negocios Mustafa Sabbagh y su grupo de representantes de comités locales que también tienen un aura islámico, pero cuyas relaciones con los Hermanos siguen siendo completamente desconocidas.

En realidad el mayor denominador común entre todos ellos no es su relación con los líderes regionales, ni la naturaleza de su orientación islámica, ni la afanosa búsqueda de influencia entre las brigadas y los revolucionarios (todo ello parece cambiante, no solo entre un grupo y otro, sino también entre un mes y otro en el mismo grupo, y según los muchos cambios regionales y sobre el terreno). No, el mayor denominador común es el tipo de  “gnosis” política que se aprecia en los acuerdos partidistas y pactos al margen, que son el contrapunto del discurso público, claro y detallado, y que a los que están fuera de “bastidores” –e incluso algunos que están dentro- les parece una mezcla de ignorancia, alevosía y conspiración. Este tipo de política es natural, sin duda, en un parlamento elegido y cuyos bloques son conocidos, y también en un partido político concreto. Sin embargo, en un cuerpo político representativo, pero no elegido, y en un tiempo en que el deseo de saber, de cuestionar y de criticar al poder estalla, es temerario y provoca reacciones, como las que siguieron a la elección del señor Ghassán Hitto como presidente del gobierno de transición. La ambigüedad de los islamistas del CNS y de la CNFORS en sus relaciones se ha convertido hoy en una carga para ellos, no en un logro, y la política de juegos de mesa que han seguido desde las primeras conferencias de la oposición se ha convertido a ojos de muchos en un anuncio de arribismo, no de valía.

Pero peor que la ambigüedad de los islamistas y sus bastidores es el falso puritanismo que muestran sus enemigos hoy. Frente a la narrativa que habla de un “golpe” dirigido por los Hermanos, merece ser mencionado también el “repliegue” esencial dirigido en primer lugar por las fuerzas que conforman el Comité de Coordinación Nacional, desde que rechazaron ratificar el Acuerdo de Doha a principios del verano de 2011, y en el que participaron tan solo una pequeña muestra de otras agrupaciones políticas. Este repliegue se manifiesta hoy en el discurso del tipo “os lo dijimos”. Nos dijeron, por ejemplo, que la intervención militar extranjera no llegaría, pero la realidad es que lo que nos dijeron fue que “no debe” llegar, y que todos debían rechazarla para que el trabajo común fuera posible. Nos dijeron que el CNS sería  una catapulta para los islamistas y los trepas, pero ¿quiénes rechazaron unirse al CNS en primera instancia y hacer oír su voz por medio del mismo? Nos dijeron que los Hermanos y otros intentarían colarse en las filas de las brigadas armadas, pero, también, ¿quién se ha puesto en contra del ESL desde el inicio y se ha alejado de él? En realidad, y en contraposición a la gnosis de los islamistas y su acción, lejos de los focos, sus enemigos hablan mucho y presentan interesantes análisis, pero dejan pasar en su discurso su propio papel como políticos y observadores… La conspiración de los Hermanos lleva preparada tiempo y no pueden hacer más que escribir sobre ella en los periódicos.

La falsedad de este discurso anti-Hermanos se muestra también por medio de la total falta de atención al coste político real del actual enfrentamiento con los Hermanos, pues cuando muchos hablaban de la competición saudí-catarí antes y después de la elección del gobierno temporal, la más importante lucha sigue siendo en torno a la visión estadounidense, que dice que es necesaria una solución política basada en un gobierno de transición que agrupe al régimen y la oposición. ¿Los enemigos de los Hermanos atacaron al señor Hitto por estar ligado a los islamistas antes mencionados o porque su elección dificulta esta orientación estadounidense? ¿Escucharán los sirios de algunos de sus líderes de la oposición una explicación clara de lo que pasa en las dependencias del embajador Robert Ford, que recientemente ha afirmado que la “negociación” es el único camino para poner fin a la crisis siria? Tal vez entonces y solo entonces desaparezca la última de las leyendas y la opinión pública siria será capaz de adoptar una postura clara de cara a las interminables repulsiones y atracciones de la oposición.

Pero hasta entonces tal vez sea digno de mención en primer lugar que la esperanza de Siria hoy no está más que en entrar de lleno en la batalla contra el salvajismo asadiano hasta el final, y que cualquier solución que perjudique a las brigadas armadas no salvará al país, sino que lo empujará al abismo. Hasta que EEUU sepa qué opción escoger en este sentido, debemos mantener a nuestros amigos regionales, y hemos de llevar a cabo una política perfectamente equilibrada entre ellos. Dicha misión no será fácil ni agradable, y lo más probable es que en la etapa post-Asad suponga una vida política parecida al modelo libanés o al iraquí, donde el pluralismo político viene a cuenta de la soberanía nacional y la posición regional. Ese el coste de la larga dictadura y de la división social, y no tanto el producto de los políticos, y en cualquier caso es menos mala a largo plazo en lo referente a la continuación de la dictadura. Pero la responsabilidad de los políticos sigue siendo mantener un mínimo de transparencia y claridad en su camino. O eso o la opinión pública los nombrará en busca de un único líder salvador... antiguo o moderno.

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