Texto original: Al-Quds
al-Arabi
Autor: Elias Khoury
Fecha: 02/09/2013
Quizá la mejor manera de describir la situación actual en
Siria sea esa expresión que utilizó un amigo palestino por teléfono. Dijo que
estaba cansado y que sentía un dolor muy fuerte en sus miembros. Cuando le
recomendé que consultara a un médico, se rio amargamente y dijo que no podía,
porque lo que sentía no estaba en el vademécum. Cuando le pregunté por la
naturaleza de ese dolor, dijo que es un tipo de dolor que se extiende por cada
rincón del cuerpo, especialmente en la cabeza y los ojos. Dijo que el dolor
ocular era el más terrible y se sentía incapaz de abrir los ojos porque la luz
los quemaba como si fueran chispas. Entonces pronunció la expresión que se
quedó grabada en mi mente: “Mi patria me duele”.
“¿Cómo?”, le pregunté riendo y burlándome de tan romántica
metáfora que bien serviría para un melodrama sobre la “primavera árabe”. Cuando
no escuché respuesta alguna al otro lado de la línea, yo también comencé a
sentir ese dolor ocular y mi cabeza se convirtió en un bloque hinchado capaz de
estallar, y ya no pude seguir hablando, como si estuviera viviendo una comedia
negra. Colgué el teléfono y me invadió el dolor. ¿Qué significa que te duela tu
patria? Padecemos de la ocupación y de la dictadura, algo normal que es un
aliciente para luchar por la justicia. Pero que la fuente del olor sea la
propia patria, nunca se me había ocurrido. ¿Cómo puede una idea abstracta
convertirse en una realidad sensorial y tangible? Intenté resolver el enigma de
esta metáfora pero no pude. Llamé a mi amigo palestino, poco después de que
Obama anunciara que retrasaba su golpe contra Siria, para intentar comprender
qué quería decir.
Le pregunté por su dolor, pensando que debería estar mejor,
porque cuando comenzó a difundirse la historia del ataque estadounidense me
había dicho: “No se puede pedir merced a los lobos” [1]. Le dije que los lobos
estaban ahora dubitativos y que parecía que no había merced, y me dijo que la
cuestión no tenía nada que ver con el lobo estadounidense, sino que era un
problema nuestro en primera instancia. Dijo que el crimen químico que el
régimen sirio había cometido no podía perdonarse y que la respuesta a tal
salvajismo debía adoptar la forma de la caída final de este régimen salvaje y
dictatorial. Pero los sirios no deben esperar nada de Occidente. “Escucha
amigo, hay más de 100.000 muertos en Siria hoy, pero su sangre no ha movido ni
una sola conciencia, más aún, esa sangre ha dado un pretexto a las fuerzas que
se parecen a este régimen en salvajismo para entrar en Siria y destrozarla bajo
la cobertura árabe y turca”. No culpo a EEUU o a los árabes del petróleo,
porque ellos protegen sus intereses, como tampoco se puede culpar al régimen
despótico, pues este régimen que erigió sus muros con la sangre de los sirios y
las sirias, se comporta como le dicta su bagaje criminal. Igualmente, la
masacre química no es nueva para el bagaje baasista, pues Saddam Hussein ya
había utilizado tales armas en Iraq, sin ninguna reacción humana de Occidente,
en su intento de que su régimen se mantuviera en su estúpida guerra con Irán.
“Consideras que el verdugo y su víctima son iguales”, le
dije. “De ninguna manera”, me respondió. “Estoy comparando a dos verdugos,
mientras que la víctima –el pueblo sirio- merece que nos arrodillemos ante sus
ingentes sacrificios y heroicidades”.
¿No lees lo que se escribe en la prensa occidental? Es
natural que EEUU dude, porque los estadounidenses piensan y tienen razón, que
nadie en Siria está con ellos. Escuchad bien, porque los intereses
estadounidenses en la zona se resumen en dos puntos: Israel y el petróleo.
Siria no tiene nada que ver con el expediente del petróleo, pero ¿puede alguien
asegurarles a los estadounidenses que cualquier nuevo régimen sirio no
intentará liberar el Golán y no se verá al final enfrentado a las políticas
estadounidenses? Naturalmente nadie
puede garantizar eso, pero ¿por qué queréis que EEUU ayude al pueblo sirio? Mi
amigo dijo que nosotros somos la causa de ese dolor, basta con echar un vistazo
a las oposiciones sirias para sentir tristeza. ¿Qué es esto? ¿No les da
vergüenza? ¿Qué extrañas formaciones son esas que se han permitido a sí mismas
encubrir con su silencio a Al-Nusra y al Estado Islámico de Iraq y Siria? ¿No
saben que quien ayuda a Al-Qaeda con dinero, gas y armas quiere acabar con
Siria y conforma la otra cara del Baaz y sus aliados radicales iraníes y
libaneses que luchan a su lado? Mi amigo dijo que lo que llama dolor de la
patria es esta ocupación política y moral en las filas de una parte de la élite
siria que se encuentra en la primera línea del liderazgo televisivo de la
revolución. Se sientan sobre sus traseros dejando el terreno a los islamistas
extremistas, pensando que EEUU derrocará al régimen y les entregará el poder en
Siria sobre una bandeja de petrodólares.
Le dije a mi amigo que estaba siendo cruel con la revolución
siria porque ignoraba la lucha de miles de luchadores y luchadoras sobre el
terreno, que intentan construir una acción popular como alternativa al régimen
dictatorial. Me dio la razón en ese punto, pero lo que teme es que los
esfuerzos de esos luchadores se pierdan y que Siria se convierta en un campo
abierto a una guerra regional e internacional, haciendo terriblemente difícil
salvar a la patria.
Le dije que hablaba así porque era palestino, y que los
palestinos temen que su causa sea marginada en medio de una realidad árabe
convulsionada. Dijo que el dolor por su patria palestina era el mayor dolor.
Dijo que no quería hablar de Palestina ahora porque la tristeza lo destrozaba
ante la escena del dueto Ariqat-Livni y la manera en que los servicios de
seguridad palestinos se comportan, reprimiendo las protestas contra las
negociaciones. Dijo que su patria le dolía, y que no podía dejar de
entristecerse por todo el Bilad al-sham (la Siria histórica), al verla en medio
de la destrucción de la muerte y ver cómo los niños sirios son exterminados con
armas químicas.
Me preguntó si en Líbano habíamos encontrado una medicina
para el dolor de la patria, y le dijo que la nuestra no servía porque habíamos
intentado tratarlo con el olvido y la pérdida de la memoria y que nos
encontramos en un callejón sin salida.
“¿Qué debemos hacer?”, me preguntó.
“Comenzar desde el principio”, contesté.
“¿Dónde lo encontramos?”, inquirió.
“No sé, pero no debemos rendirnos a la desesperación”,
respondí.
“Ni la desesperación nos quiere”, dijo. “Tienes razón, necesitamos que el pueblo sirio
haga el milagro que sirva de nuevo comienzo”, y cortó.
[1] Literalmente, la expresión –que indica que no se
puede pedir a algo o alguien lo contrario de lo que puede dar es: “No pidas que
salga mermelada del trasero de una hiena”.
Como expresar mi gratitud ante reflexiones como esta, llenas de claridades y de brillantes incertidumbres?
ResponderEliminarLeo esto y me invade en igual proporción, la emoción lucida del compromiso, y la desesperanza también incandescente de estar ante la confluencia de múltiples intereses, viejos conocidos y novedosos planes, de criminales estrategias y de una lucha por sueños comunes a todos nosotros, pero todo atravesado por una sima sangrienta que parte esas tierras por el medio e igualmente nuestros corazones.
Concluyo irremediablemente viendo y constatando la catadura de los poderosos, y los intereses mezquinos que les mueven.
Parece imposible derrotar tanta estupidez ejerciendo el poder que les otorgamos.
Este texto tiene la belleza del pensamiento cuyo tamaño no nos aplasta como sucede bajo el peso de la sórdida propaganda