Texto original: Al-Quds
al-Arabi
Autor: Elías Khoury
Fecha: 16/09/2013
Bashar al-Asad se ha librado del golpe estadounidense y ha
logrado una victoria de las fuerzas del “rechazo” sobre el imperialismo. Así,
la destrucción de las armas químicas sirias de las que se decía que se poseían
para lograr una paridad estratégica con la Israel nuclear se ha convertido en una
victoria sobre EEUU. ¡Ay de mí que los
lapsus han ocupado el lugar de la lengua!
Hoy ha ganado el antiimperialismo como ganó en la derrota de
1967. Entonces, los filósofos del Baaz emitieron la fetua de que el ataque
israelí fracasó porque no logró derrocar a los regímenes progresistas. La mentira
se creyó y los árabes vivieron el éxtasis de su gran victoria entre escenas de
napalm. Los nuevos refugiados y los soldados que vagabundeaban sobre ellos
estaban descalzos. Después Israel ocupó el Sinaí, el Golán y Cisjordania. En
cuanto al frente de la oposición siria, que nos ha hartado repitiendo en la
televisión la inevitabilidad del golpe, a pesar de sus múltiples enfermedades,
no ha logrado una destreza equiparable a la de los antiimperialistas en la
fabricación de mentiras. Por eso, se ha replegado en sí misma, condenando la
traición del aliado estadounidense que nunca fue aliado más que en su
imaginación.
Era posible tragarse este vacío y decir que no había nada
nuevo bajo el sol de los árabes tachonado del vacío de las palabras, si no
fuera porque estas palabras vienen a tapar la sangre y lavar el crimen del
carnicero de Damasco y el dictador de Siria, convirtiendo la cuestión del
crimen en una cuestión sobre el instrumento usado, no sobre la responsabilidad
del criminal.
Las palabras son ahora una carga vergonzos: ¿cómo hablar en
medio del ‘manicomio’ de analistas estratégicos que han convertido la política
en una broma? En vez de sacar lecciones del ajedrez estadounidense y ruso ahogado
en sangre, las palabras vagabundean y los análisis se pierden. La política se
ha convertido en un rompecabezas que necesita astrólogos. Venid e intentemos
salir de este oscuro túnel para leer la partida de ajedrez que ha llegado a su increíble
culmen con la propuesta estadounidense de destruir las armas químicas sirias, convertida
en un proyecto ruso con el que el régimen de Asad no ha tardado en mostrar su
acuerdo de forma pasmosamente “holgada” y sin reservas.
No hay duda de que estamos ante dos jugadores diestros que
saben bien cómo convertir los puntos de debilidad en puntos fuertes, y esa es
una de las definiciones de la diplomacia. Pero debemos señalar primero la
ausencia del jugador sirio o árabe, pues este no ha podido llegar si quiera a
ser peón, sino que se ha convertida en una mera casilla del ajedrez y todos los
intentos de Walid al-Muallim y Bashar al Ya’fari de peonizar (convertir en
peón) a su maestro químico han fracasado.
EEUU se enfrentaba a un verdadero callejón sin salida, pues
la línea roja había sido cruzada en la salvaje masacre química de Al-Ghoutta, y
Barack Obama debía seguir la vía de la débil y simbólica acción militar sin
querer enfrentándose además al rechazo de la opinión pública estadounidense y
occidental a cualquier aventura militar tras el fiasco estadounidense en Iraq.
A Obama, el dubitativo y moderado que no quiere derrocar al
régimen (y aquí está el quid de la historia) lo encontró de frente el halcón
Putin, que no obstante es incapaz de entrar en la guerra para salvar a su
cliente sirio. Así la duda se reunió con la impotencia para diseñar uno de los
mayores engaños diplomáticos de nuestro tiempo. En un lapsus linguae, Kerry
se sacó el proyecto químico de la manga y Lavrov lo recogió para convertirlo en
una propuesta, tras la que Walid Al-Muallim solo tuvo que leer con voz
temblorosa, como si leyera el texto por primera vez, la aceptación siria y demás
cuestiones.
El lapsus linguae estadounidense fue una obra de
teatro, pues las líneas generales del acuerdo fueron definidas en la cumbre de
San Petersburgo en un ambiente dominado por los ceños fruncidos de los líderes
estadounidense y ruso, pero que no era un ceño provocado por las diferencias en
sus puntos de vista, sino por el lío en que ambos líderes se habían visto
envueltos por Siria.
Las cosas han terminado,
pero el acuerdo químico puede ser el primer paso para la subestimación de la cuestión
siria por parte de ambas grandes potencias y dejarla aislada o en cuarentena a
merced de los asesinatos y el terrorismo, manteniendo atados sus repercusiones
y previniendo su expansión. Mi lectura de este acuerdo, por tanto, es que no es
un paso para acabar la guerra en Siria, sino para organizarla e intentar limitar
sus efectos.
No hay duda de que estamos
ante una diplomacia condimentada que ha venido a tapar la incapacidad y las
dudas, e insinúa que lo que se conoce como régimen internacional, que sigue en
formación, ha logrado eliminar la mecha de la guerra mientras se trataba uno de
los más complicados problemas internacionales.
El régimen sirio, y con él
el coro de antiimperialistas, bailan por su victoria, sabiendo que una de las
causas de las dudas estadounidenses no es el miedo de ellos, sino por ellos,
pues no quieren que caigan. El imperialismo estadounidense no cree en la
capacidad de sus amigos ni sus agentes de conformar un régimen que garantice la
seguridad de Israel como ha hecho el régimen de Asad durante cuatro décadas.
Además de que teme la influencia de las corrientes islamistas radicales en la
oposición siria, una influencia cuya esencia se retrotrae a sus colaboradores
árabes que han encontrado en las corrientes takfiríes una receta lista
para asesinar el espíritu de la revolución
y la democracia y convertirla en una lucha destructiva entre suníes y
chiíes.
El callejón, por tanto, no
es el de los EEUU y Rusia en la partida de ajedrez siria, que Putin ha
convertido en su ventana de retorno a la política internacional como socio
especulador, sino que es el callejón del pueblo sirio en su enfrentamiento con
la dictadura, que ha confirmado que las
armas de destrucción masiva que posee no estaban preparadas contra Israel, sino
que fueron creadas especialmente para el genocidio del pueblo sirio y la
destrucción de las posibilidades de cambio.
La dictadura ha logrado
convertir Siria en una casilla del tablero de ajedrez en que se enfrentan dos jugadores internacionales
sobre ríos de sangre y lágrimas, y ha confirmado que el crimen no tiene límites.
Sin embargo, no logrará quedarse en el poder, ni logrará aplastar la voluntad
del pueblo de los sacrificios, la resistencia y la perseverancia.
Por ello apostamos.
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