Texto original: Al-Jumhuriyya
Autor: Muhammad Dahnun
Fecha: 15/09/2013
Bashar al-Ya’fari, seguramente contento, lleva la carta que
anuncia que la República Árabe de Siria se suma al Acuerdo de Prohibición de
Armas Químicas. Lo más probable es que la fuente de la supuesta alegría del
enviado del régimen sirio a la ONU no se limite al resultado directo de la
firma, que no es otro que evitar un golpe militar que parecía inminente contra
las fuerzas de Bashar al-Asad, sino que a ello se suma el hecho de que, tras la
firma del pacto como parte “gubernamental” y “soberana”, el régimen vuelve a ser
miembro de “pleno derecho” en el panorama dominante a nivel internacional
conocido como “la comunidad internacional”.
La hoja de Ya’fari ha devuelto a Bashar al-Asad mucha
legitimidad como presidente de un Estado tras haberse convertido en un señor de
la guerra, y como actor regional principal después de que los crímenes de
genocidio descritos en los informes de organizaciones internacionales
especializadas, como crímenes de guerra, nada más y nada menos.
Después de esta operación de salvamento internacional del
régimen de Asad, es legítimo y justificado preguntarse cuál será el futuro de
las sanciones que la “comunidad internacional” impuso a algunos símbolos del
régimen y a sus organizaciones, en respuesta a esos crímenes. Sobre todo sabiendo
que hablar de su efectividad y resultados no será importante ni necesario
mientras el contador de la muerte en Siria “no ha dado un solo respiro” en dos
años y medio.
La comunidad internacional había sacado al crimen de guerra
sirio por la ventana para volver a meterlo por la puerta a través de lo que se
llama “la iniciativa” rusa. Esto ha llegado solo unas semanas después de que cometiera
el primer crimen de genocidio en el siglo XXI. No es la inteligencia política
lo que se esconde detrás de esta iniciativa por la cual Bashar Al-Asad se
deshará de sus armas químicas a cambio de ser eximido de todo juicio y
escaparse de la sanción tras utilizar estas armas el 21 de agosto y haber
matado a 1.300 sirios entre los que se encuentran mujeres y niños. Lo que
realmente se encuentra detrás de la iniciativa es, simplemente, una mezcla de
mezquindad, villanía y descaro de todas las “élites políticas” contrarias,
claramente, a las aspiraciones del pueblo sirio en su revolución contra el
régimen genocida y que no ven en “lo que sucede en Siria más que una lucha para
extender la democracia”. Y en general, la mezquindad y la villanía no exigen
una inteligencia especial.
La iniciativa rusa, de la que se dice que salvó a todos, no
ha salvado nada en realidad. No exactamente. Sí ha salvado a las élites gobernantes,
a sus intereses y quizá los intereses de los pueblos que gobiernan algunos de
ellos, pero a corto o quizá muy corto plazo.
La iniciativa rusa ha sacrificado lo que es más grande que
todos esos intereses. No se trata ahora de hablar del sacrificio o el no poner
en valor la vida de cientos de miles de víctimas del régimen sirio, sino que lo
primero y principal es el sacrificio que se ha hecho de todos los valores
básicos de consenso humano que consideran que la rendición de cuentas y la
responsabilidad son precondición para la justicia y la libertad. Son esos los
valores en torno a los cuales se conforman y deben conformarse los valores de “política”
y “guerra”.
La iniciativa rusa en este sentido supone un aborto y una
destrucción del significado de “la política” y por tanto de ese consenso. Esta
situación abre la puerta, giratoria desde el principio, a todo el que quiera llevar
a cabo su actuación política y/o violenta a partir de trasfondos ideológicos
nihilistas. No solo esto, sino que la iniciativa ha sido un serio preludio para
el fracaso de los que luchan contra los nihilismos que van surgiendo en el
proceso de la lucha siria en primer lugar y en el mundo después del 11-S en
segundo lugar, en sus intentos de lograr cualquier resultado o progreso.
El uso de armas químicas contra el pueblo sirio es el crimen
que, al tratarse al estilo de los rusos, lleva a la destrucción del concepto de
“guerra” también al considerar que “con otros medios” y en su denominación
realista, es una extensión natural de la política, que pone freno a la
violencia no legítima y la destruye o al menos disuade de su empleo en la
práctica, haciendo uso de la violencia legítima.
Más aún, la política “correcta” de cara a las armas químicas
por parte de Asad es la “guerra” contra ellas. Todo lo demás, sea más o sea
menos, no puede suponer más que un factor añadido para un nuevo desplome
teórico de todos los valores que los pueblos, organizaciones, partidos,
políticos, intelectuales y otros pretenden convertir en la base para establecer
un consenso humano equilibrado. Este desplome no tardará en encontrar quien se
comprometa a traducirlo en el nivel práctico de la realidad.
La iniciativa rusa ha destrozado también, entre otras cosas,
el concepto de disuasión. Pues, de manera temporal y estacionaria, si los
nihilistas del presente –cuyos “patrocinadores” son hoy Bashar al-Asad y su
régimen- aceptan utilizar armas prohibidas internacionalmente a cambio de que
se entregue lo que queda de ellas, los nihilistas del futuro, que son
organismos no internacionales en general, no permitirán que se pague este
precio. Pues los objetivos “celestiales” de aquellos se diferencian de los “terrenales”
de la mafia asadiana.
Ante la amenaza que lleva en sí la iniciativa rusa de
beatificar a Bashar al-Asad como shabbih (matón, mercenario)
internacional o “gamberro” del mundo al que no se le interroga por sus actos ni
ha de rendir cuentas -actos que entran en la categoría de crímenes contra la
Humanidad-, puede que la comunidad internacional aprovecha la ocasión para
convertir el uso de la fuerza en un acto noble, al contrario de la fama que le
precede, pues estaría determinado por más elevado objetivo político: la defensa
del derecho a la vida del ser humano.
Por tanto, esto no tiene nada que ver con la reacción,
negativa hasta el momento, del panorama dominante internacional contra la
implicación de su otrora “apestado” en el uso de armas químicas contra sus
gobernados, sino que lo que significa esta reacción, y las disputas latentes
que puede provocar entre las “víctimas”, va posiblemente desde la herejía hacia
los valores de la responsabilidad y la rendición de cuentas hasta la
banalización y subestimación del valor de la vida humana del individuo y del
grupo. Lo último que necesita hoy el mundo, que es lo que nunca ha necesitado,
son nuevos “locos”, nuevos suicidas.
“Si Dios no está presente, todo vale” y si la política
internacional no se levanta con un poco de sentimiento de responsabilidad hacia
los valores de la justicia y el castigo justo, todo estará también permitido y
no habrá manera de enfrentarse a ello.
Pero donde se ha demostrado que Al Asad utilice armas químicas, repetir una mentira hasa que parezca verdad como lo hacían los nazis
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