Texto original: Al-Quds al-Arabi
Autor: Elías Khoury
Fecha: 27/03/2013
El señor Hassan Nasrallah acusó al Estado libanés en su
discurso de la fiesta de la Liberación de ser un Estado sectario, y eso es
cierto, pero ¿acabar con el sectarismo exige que este señor dirija un partido
político-militar cuyos miembros son exclusivamente chiíes?
Dijo también que el Estado libanés es incapaz debido a su
sectarismo. Pero, ¿dónde nos va a llevar el hecho de que junto a su aliado Aoun,
Hezbollah haya apoyado el proyecto electoral de Elie al-Farazli (conocido como
la Ley Ortodoxa) y que se basa en llevar el sectarismo a su máxima expresión? ¿Estamos
combatiendo el sectarismo con sectarismo, como hacía Abu Nuwas: “Cúrame con la
que fue mi enfermedad”[1]?
Dijo que la caída y destrucción de Siria sería una desgracia
para la causa palestina, y ello es cierto. ¿Es salvar Siria sinónimo de salvar
al dictador? ¿Por qué ha enviado a sus soldados a defender a un régimen que ha
destruido media Siria y que promete destruirla aún más? Dijo que Siria era la
columna vertebral y soporte de la resistencia. El pretexto del régimen baasista
para invadir Líbano se materializó en la máxima de que Líbano era el costado de
Siria, ¿quiere Nasrallah hoy darle la vuelta a la ecuación y que Líbano sea
Siria defendiendo su columna vertebral?
Dijo también que luchaba contra Israel en Quseir, y no se
preguntó quién había dejado que Israel llegara al centro de Siria, cuya capital
sufrió el bombardeo de la aviación israelí sin respuesta alguna del régimen de
rechazo (al imperialismo) y el partido de la resistencia. Prometió a su grupo
que vencerían en Quseir y Siria, olvidando que la guerra civil es la trampa en
la que hasta ahora se ha evitado caer, y que caer en una guerra sectaria no supone
más que caer en la trampa israelí, no solo dándole un respiro, sino, más aún,
la oportunidad de dominar, destruyendo por completo la idea de la resistencia.
Y así sucesivamente…
Mientras escuchaba a Nasrallah sentí dolor y comprendí la
relación entre las palabras y las heridas, pues mientras emitía su discurso el
infierno de los misiles caía sobre Quseir y la destruía casa por casa. No
hablaba de forma arbitraria, sino que convirtía la palabra en una herida
sangrante, haciendo de los cuerpos de los pobres de Siria ofrendas sobre el
altar del dictador no antiimperialista.
El señor Nasrallah intenta salir de su atolladero ahogándose
en él y es ahí donde yace la gran paradoja libanesa que expresó este discurso,
pues Hezbollah ha logrado algo que nadie había logrado antes: eliminar en la
práctica las fronteras sirio-libanesas. Anunció la caída de las fronteras y se
encargó a sí mismo y a su partido libanés la misión de salvar a Siria de sí
misma. Si las cosas siguen así, ¿quién impide al ESL destruir zonas de Líbano
con el pretexto de salvar Siria de los peligros que la acechan? ¿Recurrirá
entonces Nasrallah al lema de la soberanía libanesa a la que puso fin en los
alrededores de Damasco y enterró en Quseir?
Leí en el discurso rasgos de la gran desgracia en la que ha
entrado Líbano por la puerta siria y en la que ha entrado Siria por la puerta
libanesa. Es cierto que la puerta libanesa no es libanesa, pues desde que
estalló la guerra de 1975 las puertas de Líbano, que ya eran frágiles desde la
fundación de esta entidad sobre bases sectarias, se descolgaron. La puerta
libanesa adoptó distintas denominaciones, siendo israelí en ocasiones, siria en
otras y así ad infinitum. Esta vez la puerta la ha roto Nasrallah bajo el
paraguas iraní. Ha llevado el discurso sectario del régimen dictatorial sirio a
su máximo exponente y ha ido a Quseir a destruirla con misiles de la
resistencia, acabando con lo que quedaba de sagrado en la lucha contra la
ocupación israelí. Hezbollah está en un atolladero, o más concretamente en una
trampa y la trampa no es una tendida por otros, sino que se la ha tendido él
mismo: se ha implicado en la lucha por salvar a un régimen que no puede ser
salvado.
La debilidad del Estado libanés a causa del sectarismo se
debe al exceso de fuerza de la que goza Hezbollah en Líbano. Este exceso
resultante de la inversión a gran escala que ha hecho en la estructura sectaria
ha modificado el significado del capital simbólico que había creado la
resistencia contra la ocupación, para convertirse dicha resistencia a fin de
cuentas en un instrumento de terror contra el pueblo sirio en su levantamiento
por la libertad. ¿Es que la libertad de los sirios ha pasado a ser en las leyes
consuetudinarias sectarias una amenaza para la resistencia? ¿De dónde sale esta
horrible paradoja en la que Hezbollah se ha metido a sí mismo?
Desde el inicio de la revolución, es decir, antes de la
feroz militarización impuesta por la represión demente, Nasrallah estaba en la
trinchera del régimen. Hoy se ve obligado a defender a un régimen que se
desploma y en vez de dirigir sus misiles a Israel, los dirige a Quseir y los
alrededores de Homs y Damasco. Es el ocaso.
Las palabras de Nasrallah han de tomarse en serio, pues ha
decidido luchar en Siria e insiste en ello, y lanzará a miles de luchadores a
Quseir y otros frentes en Siria, pero ¿quién le ha dicho que el juego terminará
en ese punto? Ha invitado a los libaneses que divergen con su postura a luchar
con él en Siria y no en Líbano. Esto no deja de sorprender, porque este hombre está
arrastrando Líbano a la escisión y la guerra. ¿Quién le ha dicho que los
fundamentalistas libaneses cuyas organizaciones se parecen a su partido en su
estructura doctrinal se limitarán a enfrentarse a él en Siria? ¿Quién le ha
dicho que los sirios se quedarán mirando a su país cuando se haya convertido en
un campo de batalla entre libaneses?
Lo doloroso es que Hezbollah, de quien los libaneses y
árabes guardan el recuerdo de su resistencia contra la ocupación, ha caído en
la trampa y ha decidido borrar la memoria de la resistencia con la memoria de
la guerra civil sectaria.
[1] Poeta árabe de los siglos VIII y IX conocido por su
pasión por el vino y los efebos.
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