Texto original: Al-Hayat
Autor: Hasan
Haydar
Fecha: 10/07/2017
La
Administración estadounidense tiene la firme convicción, resultado de su propia
lógica política o bien por sugerencia rusa, de que aceptar la permanencia de
Bashar al-Asad en el poder le permitirá en el futuro influir en sus decisiones,
y alejarlo gradualmente de su aliado iraní. Un pensamiento tan ingenuo y corto
de miras a la hora de comprender las realidades políticas en Oriente Medio y
comprender sus triquiñuelas se refleja en la continua coordinación entre EEUU y
Rusia en lo que a Siria se refiere. Y ello a pesar de la tensión entre ambos
países debido a la cuestión de la injerencia en las elecciones estadounidenses
y las sanciones mutuas.
Sin embargo, se
trata de una coordinación que parece claramente ir en beneficio del interés de
Moscú, que sabe lo que quiere y se prepara para ello con diligencia. Eso es lo
que reflejan las declaraciones de ambas partes sobre la situación en Idleb, que
los rusos ya habían incluido en la lista de zonas “de reducción de tensiones”
antes de empezar a hablar de la dificultad de su implementación. EEUU les
acompañó confirmando que dicha provincia septentrional se había convertido en “un
refugio seguro” para Al-Qaeda en su nueva forma, Hay’at Tahrir al-Sham, después
de haber sido Al-Nusra.
El zorro de la
diplomacia rusa, Lavrov, declaró, tras extensas y detalladas negociaciones sobre
Siria con su homólogo estadounidense Tillerson hace unos días en Manila que “el
acuerdo sobre los parámetros de la zona de reducción de la escalada de
violencia en Idleb no es sencillo”. Dichas declaraciones vinieron a confirmar
las emitidas por el enviado especial de EEUU a la Coalición Internacional
contra Daesh, Brett H. McGurk, sobre la transformación de Idleb en una “zona
segura para los terroristas de Al-Qaeda”, acusando a Turquía de constituir “la
única vía para que los combatientes de Al-Qaeda crucen a Siria”, amén de
ofrecerles “apoyo logístico”.
Si bien es
cierto que no se puede defender a Turquía, ni su papel en Siria, ni tampoco el recurso
de sus servicios de inteligencia a todos los medios posibles para reforzar su
influencia allí -incluyendo
el tejido de relaciones sospechosas con los radicales y el uso de los
refugiados para fines puramente políticos-,
la posición estadounidense ignora la realidad de que Rusia, Irán y las fuerzas
regulares sirias son las responsables en gran medida de que la situación en
Idleb sea la que es. Son ellos quienes se han esforzado en animar a los
combatientes opositores, y sobre todo los integristas de Al-Qaeda, a salir con
sus armas de las zonas de “capitulaciones”, y facilitarles el tránsito a Idleb.
El objetivo
principal de dicha política era aumentar el número de radicales en la
provincia, para que se enfrentaran al Ejército Sirio Libre y a las facciones
moderadas. Y eso es justo lo que ha sucedido, dando lugar a enfrentamientos
entre ambas partes que han terminado con la consagración del dominio de
Al-Nusra de la mayor parte de la provincia, y del paso fronterizo con Turquía
de Bab al-Hawa.
Sin embargo, ¿es
lógico pensar que los EEUU no son conscientes de este truco? Claramente no. Sin
embargo, parece que se han cobrado la compensación en otras zonas: la zona de “descenso
de la tensión” en el sur (Daraa) y las zonas dominadas por las Fuerzas
Democráticas Sirias kurdas en el norte. Ahora bien, la pregunta es: ¿puede EEUU
garantizar que no se verán obligados posteriormente a renunciar a ellos una vez
termine la batalla contra Daesh?
Está claro que
EEUU “ha caído en la trampa” a sabiendas, pues la decisión de confiar en el
Kremlin para planificar el futuro de Siria supone ignorar a conciencia muchos
asuntos. En primer lugar, que Rusia no quiere ni desea compartir con nadie su
influencia en este país, exceptuando las fuerzas iraníes que dominan de facto;
en segundo lugar, que Asad no puede, aunque lo deseara, renunciar con facilidad
a Irán solo por el hecho de que EEUU haya aceptado la propuesta rusa de que se
mantenga en el poder.
La política
estadounidense, por tanto, necesita corregir su dirección, pues no se puede
garantizar ni a los rusos ni a Asad. Por su parte, sacar a Irán de Siria supone
un enfrentamiento directo con ese país.
Puede que las
acusaciones estadounidenses contra Turquía sean un mero intento de alejar a los
turcos de la batalla de Idleb o de disuadirles de intervenir contra los kurdos
en el norte de Siria, ahora que ha comenzado a desplegar sus fuerzas frente a
las zonas en que se encuentran aquellos. No obstante, lo que es seguro es que
la batalla de Idleb se está acercando más deprisa de lo que esperábamos y en
ella no se hará distinción entre radical y moderado, ni entre armados y civiles,
y puede que el ataque con armas químicas en Jan Sheijún fuera una simple
muestra de aquello de lo que seremos testigos.
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