Texto original: Al-Quds Al-Arabi
Autor: Subhi Hadidi
Fecha: 08/08/2013
A pesar de que sigue siendo reducida
geográficamente, de que tiene una naturaleza simbólica en el plano militar y de
la contradicción entre sus ventajas y desventajas políticas, las últimas acciones
del ESL en algunos pueblos de la costa siria han removido una cantidad
sustancial de aguas estancadas en las posturas adoptadas por los miembros de la
confesión alauí de cara al levantamiento y al régimen. Estas acciones también
han provocado reacciones diversas, no en el sentido de diferencias de opinión
sobre las acciones en sí (pues hay una especie de consenso, legítimo, sobre el
miedo a las consecuencias que puedan tener), sino en el sentido de que algunas
fidelidades y posicionamientos se han visto turbados a pesar de que habían
parecido relativamente sólidos durante los dos años y medio de revolución.
Finalmente, en consonancia con los éxitos del ESL en los alrededores de Alepo (liberación
del aeropuerto de Meneg) y en Daraa, además de los rumores de que el convoy de
Bashar al-Asad ha sido alcanzado, parece que se está produciendo una retirada
militar del régimen y un retorno de la situación al momento previo a la caía de
Quseir. Si bien es pronto, en esta etapa, para hacer unas mínimas valoraciones
sobre las incursiones en los pueblos de la costa y Jebel al-Akrad (Latakia),
especialmente en lo que se refiere a la utilidad militar (el valor simbólico de
golpear la aldea de Qirdaha, por ejemplo, supera a la posibilidad de cortar el
suministro de las fuerzas del régimen desde Latakia a Idleb y Alepo), observar
algunos tipos de reacciones es factible, reacciones que adquieren un
significado muy especial cuando los cambios de postura que ha habido o puede
haber se dan entre algunos alauíes, más allá en manifestaciones de protesta
espontáneas que se dijo que habían estallado en la misma Qirdaha, y también en
Latakia (donde circuló la noticia de que una agrupación popular ante la Inteligencia
Aérea había gritado: “Nuestros hijos están en las tumbos y los vuestros en los
palacios”).
Se han vuelto a dar un tipo de reacciones que ya se habían visto en
febrero de 2012: la propagación de carteles y pósteres que llevan la imagen de
Rifaat al-Asad, y la expresión: “El pueblo exige el retorno del líder, el
doctor Rifaat al-Asad. Te esperamos”. No es raro, a modo de digresión, que la
Agrupación Nacional Democrática Unida, el partido de Rifaat, se haya apresurado
a emitir un comunicado de claro tinte acusador: “Todos comerciáis con la
patria, los ciudadanos y la libertad, y todos matáis en nombre de la patria,
los ciudadanos y la libertad, y todos os habéis desprendido de vuestra ética, y
es necesario que este derramamiento de sangre y esta destrucción diaria cesen”.
Tampoco sorprende que el comunicado exija “que todos los extranjeros abandonen la
pureza de la tierra siria, porque están urdiendo una conspiración enorme contra
la patria”, y que ataque a “la oposición armada dentro de Siria” porque “mata,
destruye, y rompe el tejido social y fraternal sirio” y a la oposición en el
exterior porque “han permitido que se produzca un acoso exterior hacia la
patria, además empeorar la situación, ayudar a militarizarla e incitar a la
yihad y a la caída del régimen, aunque ello implique que Siria desaparezca”.
En cuanto al régimen, al que le da igual
bombardear a seres humanos que a piedras, que quema pastos igual que quema ganado,
que no escatima en armamento ligero, medio o pesado y que bombardea con
aviones, tanques, artillería, proyectiles, barriles de explosivos, misiles SCUD
y armas químicas, esto es lo que dice Rifaat al-Asad sobre él: “No somos los
radicales del régimen que siguen una política de violencia”. Sí, “radicales”…
Nada más y nada menos. Después de esto no sorprende que el tío paterno (Rifaat)
se identifique con las tesis de su sobrino (Bashar) y diga cosas como: Estamos “con
toda oposición nacional honrada, y con todas las personalidades y figuras nacionales
que se oponen a la violencia y se afanan por lograr en primer lugar los
intereses de la patria y los ciudadanos,
y rechazan los asesinatos, la destrucción y la ruptura del tejido social que está
viviendo Siria”. Tampoco resulta raro
que el comunicado termine así: “Es necesario un despertar nacional urgente y
aferrarse a una política de justicia, paz y libertad para salvar a la patria
antes de que sea demasiado tarde”.
El que sea algo “tarde”, entonces, es el
factor que se esconde detrás de este comunicado, y el motor del cambio patente
que ha habido en la antes firme postura del tío hacia el levantamiento popular
que agita los cimientos del “Movimiento Correctivo ”, el gobierno de su hermano
Hafez y su segundo hermano Yamil, el de su propio gobierno, y después el de los
hijos de sus hermanos y toda la familia Asad, en consonancia y colaboración con
las familias Makhlouf, Shalish, Nasif, Duba, Khouli, Mamluk y ante todos,
aunque sea de forma menos evidente, pero no menos feroz de chupar la sangre de
los sirios, las familias Khaddam, Tlass, Shihabi, Al-Akhrass; y todos sus
semejantes. La situación está cambiando sobre el terreno y el fuego se propaga
por los cimientos de la casa, después de que sus llamas hayan llegado a los
centros de apoyo del régimen que parecían ser inmunes por su fidelidad absoluta
a la versión del régimen y a los centros de vigilancia y defensa, que parecían
inmunes por estar armados hasta los dientes y contar con los shabbiha. No hay
otra opción entonces, o “es necesario” tal y como dice el comunicado, cambiar
de postura, una vez que la situación ha cambiado.
Rifaat al-Asad (75 años) ya intentó
subirse al carro de las manifestaciones de Daraa, que salieron en marzo de
2011, pretendiendo que había dado órdenes a los simpatizantes de su partido de
que participaran en ellas, manifestaciones que eran totalmente pacíficas, pero que
la primera estupidez había llegado de un familiar de Bashar al-Asad, el
responsable de la Seguridad Política allí, que dio órdenes de utilizar munición
real contra los manifestantes (diálogo con el periódico semanal francés “París
Match”, de otoño de 2012). Antes de ello, había emitido un comunicado especial
en el que expresaba su pena por el asesinato de Hamza al-Khatib: “No puedo por
más que recordar a este joven y entristecerme por la muerte del pueblo sirio, y
me arrodillo rezando mientras Dios siga llamando mártires hacia él, pues no
quedará del pueblo sirio más que tu generación, que Dios te bendiga”.
Después, en un giro dramático que suponía
un intento de enaltecerse a sí mismo, Rifaat al Asad anunció que tenía la
solución mágica para acabar con la “crisis” en Siria y que Rusia y los “Hermanos
Musulmanes” la habían aceptado, que Bashar al-Asad podría aceptarla, y que
había posibilidades de convencer a la oposición interior y exterior de que
siguiera las líneas que marcaba … ¿Qué impedimento había para tal solución?
Irán: “porque el problema internacional hoy es Siria, y no Irán, e Irán es
quien más se beneficia de que dejen de prestarle atención y así, rechaza
cualquier pacto. Debemos obligar a Irán. Nosotros respetamos a Irán y al pueblo
persa, pero Irán tiene unas aspiraciones excesivas que cada vez van más allá” (entrevista
con la web francesa Slate.fr de agosto de 2012).
Y basándose en la total confianza de que
(como dijo en la misma entrevista) lo esperan en Siria como a un salvador,
asegura que su regreso al país hoy es más fácil de lo que lo era hace 20 años,
cuando su hermano Hafez lo envió al exilio, y más fácil también encargarse de
la reforma en Siria: “todos son conscientes de la necesidad de cambio, y el régimen es ampliamente rechazado y no lo
protege hoy más que el miedo que tienen las minorías; Siria quiere vivir en
paz, por eso no es un peligro para sus vecinos y sus vecinos no deben
representar tampoco un peligro para ella”. ¿Se trata entonces del hombre que
salvará a Siria del abismo? Tal vez, según lo ven no pocos sectores en el seno
del ejército del régimen, de los aparatos de seguridad, y de los shabbiha,
especialmente los alauíes. Ello se debe a razones que merece la pena repetir
aquí y cada vez que el nombre de Rifaat al-Asad se traiga a colación en una
discusión como esta. La realidad es que sus cuentas políticas, securitarias, militares
y financieras, en las filas de los oficiales o civiles, en el partido, el
estado o la sociedad, no tienen límites, ni están congeladas en absoluto, y por
tanto pueden utilizarse de inmediato, para invertir desde dentro de Siria, para
que den sus frutos en el interior o si se llevan al extranjero en algún momento,
o al revés: una inversión desde el exterior hacia el interior, para ganar
razones de peso que permitan su exportación de nuevo al exterior.
La cada vez mayor presencia de pancartas
y pósteres relacionados con su retorno es llamativa y tiene una relevancia
naturalmente, porque uno se las encuentra incluso pegadas en las paredes de los
servicios de la Seguridad, dentro de las unidades militares, en las carreteras
generales, en los pueblos, las aldeas y las ciudades.
El tío paterno sigue gozando de la
fidelidad de amplios sectores de sus antiguas bases (políticas y militares,
oficiales y no oficiales) que medraron gracias a él, debido a la gracia que les
concedió cuando era el segundo hombre del país, o un bulldozer que
arrasaba lo que quería, donde y cuando quería. Esas bases se vieron obligadas –una
vez se redujo su poder y fue alejado de Siria tras las luchas libradas en 1984
y la disolución de las Brigadas de Defensa, su brazo militar- a retirarse,
mantener un perfil bajo o acomodarse a la nueva situación. Sean cuales sean sus
cargos actuales, en las zonas marginales del ejército, en el ámbito meramente
administrativo, en las distintas sedes de Inteligencia, en los batallones de la
Cuarta Brigada y la Guardia Republicana, o en las decenas de pueblos pequeños y
grandes de Siria (tras disolverlas, los miembros de las Brigadas de Defensa con
el rango de sargento o ayudante pasaron a ocupar puestos de alcaldes en las
aldeas de la costa), estas bases están preparadas para volver a meterse bajo el
patronazgo del “líder”.
Rifaat además puede poner de acuerdo a
los opuestos, acercar las posturas entre la antigua y nueva generación de los
líderes del poder, entre los que pierden y los que ganan, entre los peces
gordos de la corrupción y los no tan gordos, entre los que se alimentan de
carroña y los que son atraídos por las presas más grasientas. Es un ex militar
que trabajó en negocios de gran calibre y sus inversiones dentro de Siria y
fuera se cuentan por miles de millones. Sus alianzas son firmes con los
comerciantes y hombres de negocios hasta el punto que se le llegó a considerar “protector”
de los comerciantes por excelencia. Cuando era fuerte, a la cabeza de su
ejército particular con armamento de élite y amplias prerrogativas de sus
miembros, dirigía una increíble alianza entre los militares, los comerciantes y
los académicos (¡no olvidemos que es “doctor” en ciencias políticas y ex
presidente de la Unión de Licenciados en Estudios Superiores!). Rifaat expandió
la cultura de la “militarización del comercio”, que hizo de los militares
partícipes sin capital de todo ámbito comercial, en consonancia con la “comercialización
de los militares”, que convirtió a los militares en comerciantes de todo tipo
ante la sorpresa de los diferentes sectores burgueses parasitarios sirios.
“Este, cuando lo exige la situación y parece
que va a ser “tarde”, no hay duda, es un hombre cruel que derrama sangre, viola
el honor y quemar lo fresco y lo seco”, tal y como lo describió un testigo de
lo que hizo en Tadmor, y en toda Siria, durante los años de su encumbramiento y
de sed de sangre. Así, a algunos se les aparece como la imagen del “salvador”, y
con derecho, pues un terror absoluto atormenta las mentes de esos pocos que no
soportan la imagen de un horizonte nacional sano que permita la convivencia de
los sirios de las distintas confesiones, sectas, religiones y etnias, una fobia
que se traduce en la recurrencia de una única pesadilla que parte de una idea
muerta y no ve más final que la caída al abismo o quizá ese miedo les hace
apresurarme al abismo de un suicidio del que están convencidos.
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