Texto original: Al-Modon
Autor: Ahmad Issawi
Fecha: 03/04/2013
Autor: Ahmad Issawi
Fecha: 03/04/2013
1.
Abu Malek, revolucionario
hasta el despunte del alba:
El nombre de Anas Imara (Abu Malek) se quedará grabado en la
memoria de los sirios y los palestinos durante mucho tiempo. Correrán de boca
en boca muchas historias sobre el joven moreno que se negó a quedarse quieto
hasta que la rebeldía se convirtió en una característica inseparable de su carácter
y su comportamiento.
Anas erece que escribamos sobre él una, dos, tres y mil
veces, no porque sea distinto del resto de mártires, ni tampoco porque fuera
palestino y sirio a un tiempo, sino que, por el contrario, merece que lo
lloremos con angustia porque era modesto y trabajaba en la sombra. No le
gustaban las luces ni las declaraciones. Lo que le importaba era la gente y los
seres queridos en el campamento de Yarmuk y sus alrededores.
Anas, el joven palestino nacido en Yarmouk, de veintitrés
primaveras y que estudiaba Derecho en la universidad de Damasco, decidió ponerse
de parte de “los que están abajo”. Pertenecía al Frente Popular (para la
Liberación de Palestina) desde hacía unos nueve años, pero en los últimos
tiempos prefirió alejarse de él y sus posturas de cara a la revolución del
pueblo sirio.
Anas decidió ser sirio y después palestino. El altruismo que
impuso su presente sirianidad alzada suponía una esperanza en su futura
palestinidad liberada. Anas salió de debajo de las ropas del régimen a un
amplio horizonte, al desinterés de la Humanidad para sumergirse en el
sufrimiento de los sirios y los palestinos, heridos, afectados, desplazados y
necesitados. No dejó ni un solo día de ir de ciudad en ciudad para llevar medicinas,
pan y harina, y la muerte no le preocupó nunca: le preocupaba más ser detenido
o quedar inválido. Una vez le pregunté “O sea, ¿vas a morir mártir?”. Me
respondió inmediatamente “Si Dios quiere. No tengo miedo de la muerte, solo
tengo miedo de dos cosas: quedar inválido o que me detengan”.
Anas Imara no era más que ese joven soñador que quiso hacer
realidad el sueño y se metió de lleno en la revolución popular desde el primer
día. Pertenecía a una izquierda de la que un día dijo que era “la izquierda de
la calle”, que se negaba a justificar o argumentar apoyándose en obviedades y
hechos que habíamos leído en los libros y habíamos memorizado en las reuniones
de culturización partidista.
Abu Malek vio en los barios de Damasco una semejanza con los
barrios de Jerusalén y el campamento para él era el origen inamovible de la
historia de las revoluciones. Los cargamentos de ayuda que hacía llegar de
barrio en barrio para dar de comer a los necesitados y tratar a los heridos
conformaban la más clara imagen de lo que padecen los palestinos del interior y
de Gaza y Cisjordania. Anas no estaba desligado de su realidad palestina, pero
miró a la realidad con un ojo sirio y otro palestino basándose en el principio
de que la libertad tiene un único cuerpo y que un dictador no puede liberar una
tierra, sino que solo los pueblos pueden liberarse para liberar, solo los
pueblos pueden hacer realidad el sueño.
2.
“Caminamos hasta completar
el camino”
La imagen de Anas paseando por las calles de Yarmuk con una
botella de ayran (bebida de yogur salada), un periódico y un libro de
Ali al-Wardi [1] no abandona mi mente. Cada vez que pienso en algún suceso en Siria
relacionado con Damasco y sus alrededores me acuerdo de Anas cruzando un
control tras otro, con la bolsa de medicinas y los paquetes de pan para
llevárselos a los necesitados.
Su bella y cálida sonrisa, su vitalidad en la calle del
mercado de las verduras en el Hajar al-Aswad, su sacrificio incesante para
ayudar a los demás, su buen espíritu que se mezcló con una consciencia que
pocos podían imitar en nuestra actualidad juvenil… Anas seguirá siendo el icono
del joven palestino que se negó a dejarse engañar y salió a ponerse de parte de
su pueblo sirio y palestino a un tiempo. Anas se convertirá en un ejemplo en la
lucha.
El primero de abril, Anas se marchó: una realidad fruto de
los crudos días sirios que quisimos desmentir durante un día… Su muerte fue la
única verdad en un tiempo en el que Anas y sus semejantes calificaban como el
tiempo de “los combatientes extranjeros”, “los afganos” y “los chechenos”, un
tiempo en que una ex “luchadora” previa daba lecciones de comprensión de la
lógica actual, y un artista “comunista” de la época de la apostasía tradicional
se levantaba para alabar a los servicios secretos sirios sin conmoverse ante el
asesinato y la destrucción… Un tiempo horrible en que la izquierda clásica ha
abandonado a su calle y su pueblo y se ha contentado con ponerse del lado del
dictador, un tiempo que Anas rechazó para fundar una izquierda propia, en cuyos
principios creía, y por la que murió para decir a sus amigos: “En el camino
sigue habiendo camino y en el camino sigue habiendo espacio para la marcha”.
Cuando camines por las calles de Yarmouk escucharás una voz
melodiosa rompiendo la quietud de la oscuridad, que se colará en tus entrañas
dejándolas embrujadas… Es la voz de Anas que lanzó muchas rosas para llegar a
la rosa de Galilea.
[1] Sociólogo iraquí (1913-1995).
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