En la ciudad de los fantasmas, donde el silencio se abalanza sobre uno y vaga con omnipotencia por cada rincón, donde el silencio grita retumbando entre las carnes, donde la fortaleza del ruido no supera el chirrido de un columpio azul del que se apodera el eco…
En la ciudad de las hojas del otoño que ha marchitado la brutalidad de la lluvia de ayer y de todos los días de ayer, donde la palidez del color se extiende por los caminos desangelados, en los que ya no queda gente ni yinn*, donde no se oye conversación alguna excepto la súplica de las velas de las embarcaciones amontonadas en el puerto más grande y antiguo…
Concretamente en una zona infinitamente pequeña, hay quien da vueltas llevando por abaya lo que queda de la oscuridad de la noche y la negrura de las nubes que se esparcen, y que han teñido el cielo del verano, y hay también quien camina con calma, atravesando caminos mientras invoca al arco iris… Allí camino solo en las tristes calles de Marsella.
Nizar Qabbani no pudo escribir sobre Damasco sin que los jazmines cubrieran sus dedos, ya fuera por anhelo o por pasión, por amor cortés o salvaje, y los gigantes no pudieron contar cómo ahora parece otra ciudad cualquiera donde reina lo desagradable en la mañana de la fiesta de fin de Ramadán, una fiesta cualquiera…
Antes esta fiesta no tenía ningún significado para mí, pero hoy, me he encontrado a mí mismo imitando en el callejón a un extraño que salió de lo que parecía una pequeña taberna y se puso a caminar mientras repetía una palabras muy familiares: “Dios es grande, Dios es grande, Dios es grande, no hay más dios que Dios, Dios es grande, Dios es grande y gracias a Dios, gracias, gracias a Dios, gloria a Dios mañana y tarde”, un himno de alegría y de santidad, un desafío de cuya belleza no es consciente el ser humano hasta que lo pierde.
¿Gentes de mi querida Siria, ¿os atormenta como a mí la pérdida de ese regalo?
Amigos míos que estáis en el cielo… ¿estaba vuestro lecho sobre una explanada de fuego? ¿O era de seda brillante?
Amigos que os encontráis en la oscuridad de las tumbas de las celdas… ¿podéis diferenciar los hilos del amanecer de la oscuridad de la cárcel que se cierne sobre vosotros bajo la sombra de este carcelero insolente?
Juro por Dios que siento vergüenza con el mero recuerdo de estas palabras que denotan bendición y beatitud, y no puedo decir más que: “Vuestra fiesta de fin de Ramadán se pospone”.
* Los yinn son criaturas que aparecen en el Corán, que no pertenecen al mundo de los humanos ni al de los ángeles y que están hechos de un fuego sin humo.
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