Texto original: Al-Jumhuriyya
Autora: Na'ila Mansur
Fecha: 25/07/2013
Tal y como hacen las organizaciones culturales
internacionales que se preocupan por el patrimonio de las civilizaciones y
culturas, incluido el “legado no material”, hemos de reconocer que “la quema
del país”[1] se ha llevado por delante muchos aspectos no materiales que van
más allá de lo relativo a la civilización en sentido estricto, y que incluyen
el tejido social, familiar y económico. Pero entre aquello no material que
arrasa y hace peligrar esta incesante e imparable quema, incendio silencioso,
que se propaga poco a poco, pero con pasos firmes a lo largo de todo el “país”
provoca la quema de la voluntad, la quema de la decisión y la quema de la
visión de la mayoría de los sirios, especialmente los sirios de las zonas
revolucionarias que fueron el soporte primero y más variado en el inicio de la
revolución. La política de destrucción, empobrecimiento, expansión del hambre y
bloqueo sistemático durante dos años, el caos en la revolución y la aparición
de fuerzas extremistas que han comenzado a poner de manifiesto un peligroso
nuevo fascismo; todo ello ha conformado un nuevo humor y un nuevo
comportamiento entre la población cansada y desintegrada, que resiste bajo el
bloqueo, o que ha tenido que desplazarse y ha perdido todos los puntos de
referencia en su vida: es un comportamiento de reacción inmediata que busca
satisfacer las necesidades egoístas básicas.
Al aumentar el dolor y las carencias, comparar el gran
sufrimiento que está probablemente por venir con las carencias actuales es muy
complicado, y prever las desgracias posteriores se vuelve imposible.
Solo he sacado a relucir todo esta paranoia sobre el humor de
la gente a colación en relación con un tema concreto, que a su vez provoca una
paranoia aún mayor: la reconstrucción.
Desde la perspectiva de un sirio que no sigue con
detenimiento lo que sucede bajo cuerda en el juego de las fuerzas que lo
representan y las que no, hay dos tipos de noticias que se repiten sobre la
reconstrucción, pero que coinciden en una cosa: ambos se filtran sin hacer
ruido, o al menos su eco mediático no es comparable al de la muerte y las
armas. Hay por un lado anuncios oficiales del régimen y su gobierno que dicen
que el primer ministro, Wael Halqi, ha decretado planificar la reconstrucción
en todas las provincias:
“Según los planes de desarrollo, afirmó que el gobierno
llevará a cabo con éxito el plan de reconstrucción en todas las provincias, de
acuerdo con planes de desarrollo que cumplen todas las condiciones urbanísticas
y medioambientales, y según unos cánones de construcción que se ajustan a las
condiciones ambientales, geográficas y urbanísticas de cada zona. Además
insistió en la necesidad de comenzar la rehabilitación y reconstrucción de las
zonas que han destruido los grupos terroristas armados basándose en estudios de
estructuración y planificación modernos, y en la necesidad de compensar a los
ciudadanos afectados por estos actos terroristas y de habilitar redes de aguas
residuales y de agua potable, y ofrecer más apoyo a los municipios”.
Pero los “ciudadanos más afectados”, y especialmente los que
se encuentran cercados o que han tenido que desplazarse o directamente han
huido no se encuentran entre las buenas intenciones del presidente del gobierno
y su gobierno, dado el corte de las comunicaciones en sus zonas y la falta de
suministro eléctrico que les impiden seguir a su primer ministro en la
televisión. Por no decir que los trabajos de reconstrucción tardarán en llegar
a sus zonas porque empezarán en las provincias de Tartús y Sweida, siempre
según palabras del primer ministro.
Otras noticias más tímidas ,y que se comentan entre los
pocos que están enterados, hablan de proyectos de los responsables del
Organismo de Planificación del Desarrollo y la Reforma del Estado que animan a
la realización de pequeños proyectos productivos en las zonas seguras. Sí,
seguras. Finalmente, circulan rumores populares que aseguran, como si fuera una
verdad empírica, que el gobierno ha firmado acuerdos y pactos de reconstrucción
con empresas iraníes y rusas.
Desde la otra parte, la de la oposición política que
representa la voluntad del pueblo revolucionario, las noticias que llegan a
oídos de los ciudadanos son del tipo: “promesa de los Amigos del pueblo sirio
de que se planificará la reconstrucción”, “reunión en Emiratos sobre la
reconstrucción”, “hoja de ruta ‘el día después’ redactada por miembros de la
Coalición Nacional, el Consejo Nacional Sirio y otras personas independientes,
en la que se recoge su visión en colaboración con algunos organismos estadounidenses,
sobre los mecanismos y principios del traspaso hacia el día después sirio”, ¿o
el día sirio de después? ¿Qué va justo detrás de “día”? Desde la restitución de la Ley, la
Constitución, los Servicios y la Seguridad hasta la elaboración de políticas
sociales y económicas nuevas, el documento tiene importantes puntos positivos,
como la “participación en la elección”, “el principio de transparencia en la
toma de decisiones” o “el abogar por que
se tengan en cuenta las necesidades de la sociedad y los ciudadanos incluso
antes de la caída del régimen”. El único impedimento es ese ciudadano testarudo
que no está de acuerdo con la participación, o que está sordo y no escucha las
directrices en lo referente a su participación en la toma de decisiones, a
pesar de la transparencia, y por encima de eso, un quisquilloso eremita que no
dice cuáles son sus necesidades, a pesar de que los que toman las decisiones
que lo representan quieren satisfacer dichas necesidades.
Mientras al inicio de la revolución algunos soñadores se
hacían famosos por sus sueños, que sobrepasaban el Estado civil laico y plural
para llegar a una democracia vanguardista y directa que superase a la
democracia representativa, ahora persiguen soluciones alternativas de
supervivencia, sin enterarse de lo que pasa a escondidas en lo referente a la
reconstrucción. Mientras la gente de las zonas revolucionarias había sus
peticiones y presentaba sus justificaciones para levantarse contra el poder
establecido bajo lemas relacionados con “la venta del país”, “el pillaje de
terrenos” y “la destrucción de la estructura del tejido local
productivo/económico”, y por tanto la provocación de mutaciones sociales
destructivas, mientras veían con descontento cómo Rami Makhlouf se hacía con
sus tierras a cambio de precios simbólicos y las vendía a los extranjeros ricos
por precios inimaginables, hoy parecen dispuestos a aceptar los centros
comerciales y las altas torres (donde se apostan los francotiradores en nuestra
guerra siria), y a aceptar la destrucción de sus estructuras productivas y
urbanas tradicionales y locales a cambio de la ilusa esperanza de lograr un
poco de vida digna. La gente comparte ahora la intuición de que apostar por la
destrucción del país era apostar por la reconstrucción a favor de los peces
gordos del mercado, y como indicio de ello, las zonas más afectadas son las
zonas de construcción ilegal. Ellos lo aceptan como un destino de los sirios,
que somos incapaces de enfrentarnos a las grandes apuestas regionales e
internacionales: ese es nuestro destino desde el inicio de los tiempos.
La reconstrucción no es una cuestión meramente económica,
eso lo sabemos. El peligro de los proyectos de reconstrucción no se limita a
someterse a las agendas exteriores, a las presiones de los bancos internacionales
y a la ausencia de derechos económicos y sociales a cambio de libertades
generales… La reconstrucción sin participación absoluta va contra las
esperanzas, los deseos y las necesidades de los sirios, y es, con toda
sencillez, una traición a quienes han caído hasta ahora por la dignidad de los
sirios.
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