Texto original: Al-Quds al-Arabi
Autor: Subhi Hadidi
Fecha: 06/06/2013
Si uno no es demógrafo por instinto, mezcla las churras de mañana con las
merinas de hoy y ayer sin ton ni son, ni es un partidario ciego del régimen
sirio, ni de ninguno de sus aliados, y especialmente Hezbollah e Irán, sin
exceptuar naturalmente a Rusia, ni es de “izquierdas” en su sentido más banal,
ni sigue viendo el levantamiento sirio como una “fabricación
sionista-estadounidense” en la que participa Qatar, Al-Qaeda, Arabia Saudí y
los estados coloniales y neocoloniales de Occidente, y las fuerzas que quedan
de Sykes-Picot, uno que no posea ninguna de esas tendencias o todas ellas
juntas imbricadas y entrelazadas, y posee una mínima conciencia y un mínimo
raciocinio, no perderá de vista la cobertura de la entrada de Hezbollah en la
localidad siria de Quseir con esas imágenes que muestran la total destrucción,
y que recuerdan a la destrucción que asoló ciudades como Guernica en España, en
1937 o la ciudad de Huế en Vietnam en 1968.
Si uno es sirio, y no necesariamente oriundo de las aldeas del Golán ocupado,
le será difícil obviar las imágenes de destrucción de Quseir a causa de los
bombardeos aéreos (más de 80 incursiones directas), con misiles (el régimen no
ha dudado en emplear misiles SCUD) y con artillería (con tanques, artillería
pesada y misiles de mortero), durante tres semanas, si las comparan con las
imágenes de la destrucción de la ciudad de Quneitra a manos de la ocupación
israelí durante la guerra de 1973. Aún así hay dos diferencias: en primer
lugar, Israel era el enemigo histórico de los sirios y los árabes y el niño
mimado de EEUU y el imperialismo internacional, que lo apoyan con armas y
dinero; y en segundo lugar, la ciudad fue destruida tras la retirada (de
civiles y militares) de la misma, y no sobre las cabezas de los civiles desarmados.
Un “antiimperialista” puede protestar asegurando que la comparación
con Israel está fuera de lugar y que no es “patriótica” o simplemente decir que
“no es oportuna”, incluso aunque se pueda decir que las fuerzas del régimen se
han convertido en enemigas del pueblo sirio desde que las protestas pacíficas
fueran enfrentadas con munición real, antes de que se pasara al uso de todo
tipo de armas. Ello no elimina la pertinencia de la comparación, en el sentido
material palpable y obvio, entre destrucción y destrucción, sea cual sea la
pertinencia de la polémica sobre el “patriotismo” inherente a la mención del enemigo israelí frente a las prácticas salvajes del régimen
sirio, o sobre la ética de ponerlos a ambos en una misma balanza. Ambos se ponen
como objetivo a las personas, las piedrasy los campos y no se abstienen de
hacer uso de ningún arma de fuego o capacidad destructora, incluidos los gases
venenosos y las armas químicas, para infligir el mayor daño posible al
“enemigo”, como definen los medios del régimen a la oposición, tanto civil como
armada.
Si uno se cuenta entre los 40 mil hijos de Quseir, cuya mayoría son
mujeres, ancianos y niños, que quedaron cercados en la localidad durante tres
meses, y han presenciado horrores que deberían suponer una vergüenza para
cualquiera que tenga conciencia, ¿qué “patriotismo” puede sentir cuando ve a
algunos combatientes de Hezbollah a los que previamente había alojado en su
casa durante el ataque israelí contra Líbano en el verano de 2006, arrasando el
mismo hogar y perpetrar en él masacres y destrucción?
¿Qué va a decir sobre la gente del suburbio sur de Beirut, a las que Quseir
les abrió los brazos de sus hijos antes de abrirles sus casas y puertas una y
otra vez desde la invasión israelí de 1982, al verles repartir dulces
celebrando la destrucción de Quseir? ¿Acaso el ataque israelí dejó a su paso una destrucción en el suburbio sur semejante
(algunos dirán mayor) a la destrucción que ha asolado Quseir y los
partidarios de Hezbollah repartieron dulces para celebrarlo?
Si la lucha entre Israel y los árabes, especialmente sirios y libaneses,
está profundamente arraigada en la historicidad de la cuestión palestina, y en
la lucha existencial, o incluso de fronteras -según los gustos-, contra la
entidad sionista colonial, agresora y su rebaño imperialista internacional,
además de otros elementos de lucha; y si la lucha entre el pueblo sirio y las
autoridades securitarias, militares y económicas del “Movimiento Correctivo”
han mostrado claramente su naturaleza sin dejar lugar a dudas sobre los límites
a los que el régimen puede llegar sobre la base de “Asad o quemamos el país”,
¿qué batalla es esa en la que Hezbollah se ha metido de lleno, con total
histeria, en esta localidad concretamente: Quseir, refugio de los chiíes del
sur de Líbano, Baalbek y el suburbio sur?
Eso sí, que no se le ocurra a ningún árabe hacer uso de su energía para
elevarse por encima de las raíces de la doctrina, la confesión, los
sentimientos, la solidaridad de grupo o el poso grabado profundamente en la
educación familiar y la memoria individual y colectiva, algo que llevaría a no
ver la cáida de Quseir en este sentido, ni su salvaje destrucción como una
nueva ronda en la lucha suní-chií y los continuos desafíos de una venganzas que
se remontan a más allá de 1400 años. No basta con que Nasrallah, líder de
Hezbollah, emplee todas sus energías en hacer uso de su retórica en el discurso
sobre la integridad de sus partidarios al proteger a los chiíes en su combate
dentro de Siria, ni basta con que la pedantería de Naim Qasim, el
vicesecretario de Hezbollah, y sus semejantes digan por ejemplo que: Nos
enfrentamos a la corriente takfirí porque no representa a los suníes, sino al
terrorismo. Estamos dispuestos a forjar las más fraternales relaciones entre
suníes y chiíes, y entre todos los musulmanes, relaciones que mantendremos
contra la corriente takfirí exaltada.
Basta, por el contrario, que uno escuche las expresiones que repite el
público de Hezbollah durante los funerales de sus caídos, expresiones que
carecen, necesariamente, de las habilidades orales de Nasrallah y la pedantería
negacionista de Qasim, pero que ofrecen la expresión más acertada de la inconsciente aura confesional que rodeó la marcha de ese muerto a Quseir
(y no al santuario de Sayida Zainab, no lo olviden). Y si uno quiere aún más,
debe ver el vídeo del general Muhammad Khudur, oficial del ejército del régimen
mientras se dirige a algunos de los hijos de los pueblos de Nayyil y Al-Zahra,
trabajadores de la zona rural de Alepo, gritando: “¡Lucharemos bajo la bandera
de Hussein!” Y ello ante la mirada de los representantes del Estado, el
gobernador de la provincia de Alepo y el secretario de la sede del partido Baaz
allí (ambos “laicos” según el principio baasista, por no añadir que son
suníes).
Pero Quseir no es el capítulo más reciente en el abismo político, ético y
humano hacia el que Hezbollah se dirige insistentemente, por razones que ya no
solo son claras y no necesitan ninguna pedantería analítica, sino que también
conforman la línea divisoria que ha permitido la retirada de ese halo de
sacralidad que muchos insistían en considerar una virtud, una necesidad
absoluta y eterna de esa asombrosa “resistencia” que ha redirigido los fusiles
del enfrentamiento contra el enemigo israelí hacia el combate contra un nuevo
“enemigo” llamado pueblo sirio. Y por ello, la batalla de Quseir no se puede
clasificar como una “victoria” más que entre los que se corresponden con el
tipo de persona descrito en el primer párrafo en este artículo, y no hay
necesidad de listar las consideraciones que hacen de la “victoria” del partido
en Quseir una derrota en todos los demás frentes, sean militares, políticos o
éticos, frente a Israel o frente a la conciencia árabe e islámica suní, que se
durante mucho tiempo se ha identificado con Hezbollah, hasta que ha llegado el
momento del desenmascaramiento.
Quseir no es la batalla que permitirá al régimen sirio sonreír, como
algunos esperaban, o pasar a un contraataque, debido a una razón fundamental
que es, sencillamente, que se parecía más a la batalla de un ojo contra un
punzón, especialmente después de que Hezbollah desplegara todo su poderío en el
enfrentamiento y se arriesgara a perder mucho a cambio de destruir una ciudad
de ruinas. Aquí la expresión traiciona al sheij Naim Qassem y desvela que “el
peligro inminente” sobre el régimen sirio -y no, en ningún caso, sobre
Hezbollah-, es el factor que forzó a la entrada en la batalla, de esta forma
tan clara y flagrante: “No defendemos al régimen en Siria, que es responsable
de su autodefensa, sino que defendemos el proyecto de la resistencia que
representa Siria, y hemos entrado tarde, esperando pacientemente para esperar
los resultados, pero cuando vimos que el peligro era inminente desde una
perspectiva estratégica, pensamos que nuestro deber era intervenir”.
Otra razón, también se sabe que Quseir ha adquirido una dimensión simbólica
y un carácter icónico mucho más elevada de lo que se decía de su posición demográfica,
o geoestratégica, en el ámbito de la lucha militar entre facciones del Ejército
Sirio Libre por un lado, y las fuerzas afines al régimen y Hezbollah por otro.
La oposición siria se ha visto arrastrada al aumento de ese simbolismo y ese
carácter icónico, partiendo de un entusiasmo erróneo, todo sea dicho, al
considerar algunos muy sencillo el hablar de “una batalla decisiva” que
determine el destino del levantamiento sirio en su conjunto, como si Quseir
equivaliera a la liberación de Alepo, Homs, Lataquia o incluso el mismo
Damasco. No hay duda de que la resistencia épica de la gente de Quseir y el
heroico combate que llevaron a cabo las brigadas de la resistencia dentro de la
localidad y en sus alrededores, no permitió extraer una imagen real del combate,
sino que se elevó a altos niveles legendarios.
Del mismo modo que la sonrisa de Bashar al-Asad fue tenue cuando visitó el
barrio de Baba Amro en Homs, que sus fuerzas habían destruido tras el ruido de
los tambores y las bocinas (fue necesario que Nasrallah echara una mano en ello
y dijera algo así como que: en Homs no pasa nada), y que además fue una sonrisa
temporal, pues el barrio se liberó de nuevo, cualquier sonrisa similar tendrá
el mismo destino, casi seguro, con la diferencia de que esta vez está más cerca
de destapar más elementos de crisis de los aliados del régimen, que de sus
fuerzas paramilitares, sus aparatos o sus milicias. Igual que la “victoria” del
régimen en Baba Amro pedía a gritos que se creyera que el régimen tenía un
férreo control militar de cara a las deliberaciones del Consejo de Seguridad en
torno al primer proyecto de resolución sobre Siria en aquel entonces, la
“victoria” de Quseir pretendía hacer una entrada triunfal en la primera reunión
preparatoria para Ginebra 2 por una parte, y el recordar al electorado iraní
conservador poco antes de los primeros debates cara a cara entre los candidatos
a la presidencia allí, en Teherán, que Hezbollah es el vencedor [1], aquí en
Quseir.
Aquí, en Quseir, el ojo sirio se enfrentaba a varios punzones: el régimen,
haciendo un uso salvaje de los instrumentos militares iraníes y rusos, sus
milicias sectarias, su rebaño de shabbiha y mercenarios, y Hezbollah,
llevando a su grado máximo la exposición de las “armas de la resistencia”, de
las que se decía que nunca se dirigirían contra el interior. Y con ello,
Hezbollah ha dado una lección introductoria de la falsedad de esa promesa al
utilizarse contra el pueblo sirio, el hermano al que recurrieron su gente y
luchadores. También ha utilizado a asalariados sectarios, líderes de la
protección de los santuarios espirituales y los “excedentes” que están
obsesionados con luchar “bajo la bandera de Hussein”.
La lección, no obstante, está en el destino, porque la ecuación no se
reduce a la resistencia del ojo contra el punzón, cuando es necesario -como se
ha visto en Quseir-, sino que está en un ojo que dirige a las personas hacia
delante: es decir, que mira hacia la verdad y el futuro, y en un punzón al que
inevitablemente acabará atacando el óxido.
[1] Una azora del Corán dice: “el partido de
Dios será el vencedor”, y Hezbollah, que lleva esa misma frase en su insignia,
se traduce, precisamente como “el partido de Dios”.
es muy sibilino (COMO PIROPO) el argumentario que despliega el autor al adelantarse a los "peros" y dudas que pueda suscitar su reflexión.
ResponderEliminarSin duda muy abundante en señalar de antemano de donde le pueden venir las criticas, prácticamente de todos los lados posibles e imposibles, y si eso no fuera suficiente para vacunar su exposición ante cualquier "ataque", deja claro que él participa de todas esas miradas.
Y en definitiva todo viene a concluir en algo semejante a un "artefacto" de un biempensante DEPARTAMENTO DE ESTADO. DE LOS REBELDES seguimos sin tener la mas mínima idea de su naturaleza, de su composición, y lo poco que sabemos es que la amalgama es de una naturaleza extraña. Leyendo a BERNARD-HENRI LÉVY, sus esplendidas soflamas bendiciendo la intervención a tod a costa, primero fue en Libia,así esta ahora,sumida en silencio sepulcral, y ahora en Siria, leyendo a este "vengador de Occidente" encuentro ecos de lo que este articulo se defiende, indudablemente mas ambiguo lo que leemos aquí.
Cualquiera puede bucear en este mar de escombros en que se a convertido la información que nos llega de Oriente Medio, y comprobar la perversidad que se huele en las malas y buenas nuevas que llegan de allí.
Los grados de manipulación son a todas luces de una sutileza y de una complejidad que asustan. En este sentido asistimos a la mas sofisticada tecnológica en lo que a guerra psicológica se refiere.
Un apunte sacado de la corresponsal de EL PAÍS:
Y Ángeles Espinosa desde Dubai apuntaba: "La percepción generalizada entre diplomáticos y analistas es que Catar sufraga la revuelta siria con dinero y armas. Fuentes cataríes citadas por el diario económico Financial Times el pasado fin de semana cifraban en 3.000 millones de dólares lo que ese pequeño pero rico emirato ha gastado en apoyar a los rebeldes desde que hace dos años estallara la revuelta. Incluso si solo ha sido un tercio de esa cantidad, como afirman los beneficiarios, supera sin duda a la ayuda de cualquier otro país."
adelante con la revolucion siria, a demoler la dictadura asesina de palestinos, amiga de occidente. abajo la izquierda castrochavista complice del genocidio
ResponderEliminarhezbolla se muestra como lo que es un partido burges teocratico que mejor representa a la dictadura irani.
pero no toda la izquierda es complice de este baño de sangre hay una izquierda marxista que apoya correctamente LA REVOLUCION EN SIRIA y es la LITCI
Solo una pregunta: ¿hay alguien que sea tan ingenuo que pueda creer que Arabia saudita o Qatar, o la OTAN, han apoyado alguna vez alguna causa realmente popular y progresista?
ResponderEliminarSpectator